Cerca del 1000 DC las sociedades del noroeste se caracterizan por un fuerte crecimiento demográfico y por la aparición de sociedades pujantes que poseían territorios bien controlados y defendidos.
Los incas y los españoles llamaron diaguitas a los pobladores andinos de Salta, Catamarca, La Rioja, oeste de Tucumán y Norte de San Juan. Se trataba de varios grupos independientes entre ellos: quilmes, cafayates, yocaviles, andalgalaes, amaichas, y guachipas entre otros.
La producción se torna especializada, es decir, que algunas personas eran especialistas en confeccionar algunos productos: cerámica, metalurgia, tejeduría. Los bienes producidos eran destinados a subsistencia, a usos ceremoniales y de élite.
Debió existir una forma de organización desde el poder político que regulaba la obtención, el transporte y la provisión de insumos para la producción. El acceso a los recursos de otros ambientes se efectuó entre otras formas por medio de la instalación de enclaves de colonos de los núcleos vallistos.
Puna: Sal, obsidiana, cultivos de papa y quinoa, caza de vicuñas y recolección de yuyos medicinales y aromáticos.
Valles y Quebradas: Yuyos aromáticos, caza de guanacos, ñandúes o suris y venados; recolección de arcillas; cultivo de maíz, ajíes, porotos y zapallo; recolección de nueces, algarrobas, frutos de chañar, pastoreo de llamas.
Selva: maderas, plumas para adornos y flechas, calabazas; recolección de vegetales como colorantes y resinas, miel, cera, frutas y verduras (yuca silvestre) y caza de chanchos del monte.
Para cultivar empleaban dos tipos de construcciones. La primera era la construcción de canchones: parcelas en declives del terreno suaves, con paredes de piedra que tenían una doble función, evitar que ingresen animales y la erosión por agua O hídrica. en los terrenos con pendientes construyeron andenes de cultivos y acequias para el riego.
Continuaron criando llamas para obtener de ellas carne, lana y para carga. Para asegurar a ésta última la guardaban en bolsas tejidas, atándolas con cuerdas de lana en tarabitas de madera. No abandonaron la práctica de la caza de animales silvestres ni tampoco la recolección de vegetales.
Confeccionaron y emplearon instrumentos confeccionados en madera y piedra: Azadones, palos cavadores, cuchillones para trabajar la tierra, hachas para romper los terrones, desmalezar y cortar las ramas. Con morteros y conanas trituraban las semillas y tubérculos para hacer harina.
Los artefactos para cazar también sirvieron para atacar y defenderse de otros grupos. En este momento el control de los valles y sobre todo del acceso a los recursos era necesario por el gran aumento de población, así que los distintos grupos se enfrentaban entre sí, con los incas y con los españoles posteriormente. A los arcos y manoplas se agregan las masas o rompecabezas lisos o estrellados, de piedra o metal. En las batallas se enfrentaban con fuertes gritos acompañados de tambores, cornetas y pinkullos (flautas), cajas de resonancia en hueso y piedra.
Alfarería
Confeccionaban recipientes de cerámica para uso cotidiano, cocinar, guardar líquidos, almacenar comida, etc. Estas ollas y jarras eran sin pintura ni dibujos, eran de manufactura común o tosca. Eran de uso cotidiano.
Vasos libatorios: Recipientes en cerámica decorados con pintura, con asas muy particulares o adornos de animales en pastillaje (batracios, víboras, quirquinchos). Esta era usada por personajes de alto rango o en ceremonias.
Las urnas diaguitas son las más características, eran utilizadas para sepultar a niños, y los pucos servían para tapa. Estaban decoradas en negro, rojo, ante y blanco. Se componen de tres partes: una base troncocónica, un cuerpo globular y un cuello evertido que posee siempre la representación de una cara antropomorfa que se desdobla en ambos lados de la vasija. El arco de las cejas, los ojos oblicuos y la boca, los brazos en el vientre de la urna, podían ser aplicados en relieve o pintados. En el cuerpo de las vasijas observamos líneas paralelas o angulares con puntos negros, triángulos, rombos, líneas escalonadas, líneas con volutas y grecas con motivos figurativos: ñandú o suri, sapos y serpientes de dos cabezas. Las figuras humanas tenían túnicas con distintos dibujos. Aunque los motivos son en general los mismos, varía su combinación según los diferentes pueblos diaguitas.
Confeccionaron discos, campanas, vinchas, colgantes, cuchillos, punzones, hachas, topus, cinceles y pinzas de depilar. Utilizaron el bronce, cobre, oro y plata.
Tejeduría: Con lana de llama y vicuña tejían los unkus o camiseta (vestido largo como túnica), se ajustaba en la cintura con faja tejida. También confeccionaron ponchos y mantas. Aunque la mayoría de los uncus eran marrones lisos, algunos tenían dibujos de suris, grecas, líneas, antropomorfos en distintos colores. Emplearon la lana para cordeles, gorros, bolsas, y hondas. Con la combinación especial de lana y cabello humano realizaron pelucas.
Hilar los vellones con husos de maderas y torteros de piedra, cerámica y hueso; posteriormente unieron los hilos en telares para tejer los ponchos, unkus y mantas. En los telares usaban unas espadas o palos planos especiales para separar los hilos y unos peines de madera o hueso para cardar la lana.
Trabajos en hueso. Con huesos de camélidos sobre todo confeccionaron instrumentos musicales, peines, tubos, espátulas, topus, punzones, boquillas, carreteles, algunos con decoraciones.
Se desconocen muchos aspectos de la vida de estos pueblos. Sabemos que veneraban a sus antepasados y los preparaban para la vida en el más allá. Los niños eran sepultados en urnas. En cambio los adultos eran enterrados en cistas (fosas circulares con paredes de piedra y tapadas con una piedra plana), su cuerpo estaba flexionado en posición fetal. Se los enterraba con ushutas (calzado o sandalia de cuero con cordeles de lana o cuero), unkus, adornos, ponchos, armas, vasijas, comidas y bebidas. El acompañamiento dependía de la importancia del personaje.
Una de las ciudades más importantes en Salta, para este momento, fue Santa Rosa de Tastil. Debido a las características climáticas (ambiente seco y frío) el material se conservó desde el año 1200 de nuestra era aproximadamente. La ciudad albergó cerca de 3000 habitantes, mantuvo vinculaciones con la Quebrada de Humahuaca, Valles Calchaquíes, Puna y Valle de Lerma; incluso otros sitios de la Quebrada del Toro son contemporáneos con ella, es más, se trataría de la misma población pero en diferentes enclaves para optimizar la producción. Los Tastileños abandonaron la ciudad probablemente antes de la llegada de los incas, siendo muchos los factores que pudieron haber intervenido, entre ellos la presión demográfica y la escacez de recursos, pero no hay nada seguro al respecto que lo demuestre. La producción en la Quebrada del Toro fue especializada, destacándose en confección de textiles, los cuales han podido ser conservados.