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Artículos de Andrés Mendieta

Los alto peruanos, Güemes y el Congreso de Tucumán

Por Andrés Mendieta


SUMARIO: I Introducción. II Antes y después del Congreso. III Los diputados por el Alto Perú. IV Chuquisaca cuna de formación. V La monarquía incaica. VI Güemes y el Congreso. VII Homenaje a la mujer de laindependencia.

I Introducción

Permítaseme que exprese mi conmovido reconocimiento ala señora directora de la Casa de la Cultura, Doña Adela Lea Plaza, y de los señores miembros de la Sociedad Geográfica y de Historia “Tarija” por ladistinción que me han dispensado para exponer en el1er. Encuentro de Historiadores de Salta yTarijaante esta tan influyente y valorada concurrencia sobre una temática que nos entusiasma tal como lo es: elpasado histórico de los altoperuanos, jujeños y salteños hermanados para forjar la gran naciónamericana.

En el pasado y en la actualidad bolivianos yargentinos por sobre los límitespolíticas de un territorio, por encima de esa jurídica palabra que es país,existe un sentimiento fraternal, de un pueblo de lazos profundos, ancestrales,que lo arraigan no sólo a un paisaje terrestre, sino a una cultura, a unpensamiento, a una historia, a una misma ambición de ser grande, de ser libre.

Como alguien ha consignado, con el 9 de julio de1816 la revolución quemó sus naves. Mayo expresa un orden, julio fortalece unaobligación; mayo quiebra la sumisión, julio da la fórmula para edificar ungobierno; mayo en la sala del Cabildo enciende la rebeldía, julio en “San Miguelde la Independencia” arma las legiones que dominarán los Andes, para que elcredo sanmartiniano del sur le dé la mano al credo bolivariano del norte, yarmonicen en Guayaquil esos dos genios predestinados de la historia, quienes seproyectan a través del tiempo. El uno como gesto deslumbrante de la gloria, elotro, como un fidedigno emblema ecuménico del espíritu de una Américavictoriosa.

La ejecución de la deslumbrante empresa deTucumán con la institución del Congreso, la declaración de la Independencia, yla Constitución de 1819 no fue obra sólo de pequeñas necesidades o de prudentesdesignios.

El airepuro de la libertad suele a veces entristecer como los signos de sumisión. No esfácil pasar impensadamente de las tinieblas a la luz; como del llano a la montaña.

Desde aqueldía inicial de 1810, seis años de luchas amenazaron agotar todos los recursos,segar los cauces de todos los esfuerzos. A la guerra común contra la opresiónespañola se unía la desavenencia de la familia; la semilla de los mezquinosintereses proponía el macizo impenetrable de la anarquía. El panorama totalostentaba amenazadoras tintas de un cielo de tormenta.

II Antes ydespués del Congreso

Antes de celebrarse los cinco años de la tortuosavida de la revolución los hombres del primer gobierno patrio, como impulsadospor el ventarrón, estaban diseminados, teniendo por desenlace la muerte o elconfinamiento; porteños y provincianos desavenidos en disputas fraticidas; consucesiones de seis gobiernos y experimentado cuatro golpes de Estado yrevoluciones. A estos movimientos, sin contar los motines militares y lasconspiraciones frustradas, se debe agregar los combates bélicos del norte y losdel litoral.

Años de incertidumbre que perecían hacer agonizarla libertad. Cundía la anarquía, el desenfreno, la confusión.

El propósito de declarar la independencia sepropagó. Dejó de ser un proyecto para convertirse en un anhelo popular.Naturalmente, la masa ajena a los secretos de la diplomacia no alcanzó acomprender el motivo por el cual los dirigentes no daban el ansiado paso. Perorazones de alta política así lo aconsejaban.

La ciudaddestinada a recibir a los diputados no era más que un caserío, con callespolvorientas y con casas sencillas, donde resaltaban las tejas rojas y losjardines sin que estos tuvieran el color ni la alegría de los díasprimaverales.

A estaaltura de mi exposición debo pedir la correspondiente anuencia a ustedes a nodetenerme en los numerosos pleitosinstitucionales que oscurecieron lagestión del gobierno de Buenos Aires, desde la Revolución de 1810 hasta lareunión del Congreso de Tucumán, para versar sobre el tema escogido para estacharla, salvo detenerme en asuntos que interpreto merecedores deprecisar.

En loscomienzos se aguardaba que la Soberana Asamblea General Constituyente de 1813(la más revolucionaria de nuestras asambleas y congresos) daría, no obstantehaber sancionado la apertura de un “Registro cívico” en todos los Cabildostambién el de haber instituido las fiestas mayas; aceptado el Himno; acuñadomoneda; sustituido la bandera españolacon la enseña patria; abolido la esclavitud; los títulos de nobleza y, como así, incluido el escudo.

Dos añosmás tarde las Provincias Unidas continuaban, pues, sin haber dado el gritode independencia. En abril de 1816 laJunta de Observación, organismo al cual se le encomendó la tarea de redactar unanueva carta constitucional, trabajó de acuerdo al mandato. Así se llegó alEstatuto, que, no obstante nacer a consecuencia de un movimiento de contenidofederalista, presenta un espíritu “netamente unitario”, circunstancia que seexplica la resistencia que provocó en casi todo el país.

El artículo 30 de la Sección III fue el único quemereció amplia aprobación. Por él se invitaba a las ciudades y villas para queprocedieran “al pronto nombramiento de diputados que hayan de formar laConstitución”, congresistas que debían reunirse en Tucumán.

La Juntade Observación, en abril de 1816, dictó un estatuto por el que reglamentaba laforma que debía elegirse los diputados y el envió a los gobiernos del interiorpara su conocimiento y aprobación.
Las disposiciones de ese instrumento improvisadodisgustaron a los pueblos por las excesivas prerrogativas que se arrogaban susautores, simples miembros de una autoridad que gobernaba desde Buenos Aires. Sólo las aceptaron, con reservas, Salta, Jujuy, Tucumán, Chuquisaca y Potosí.

LaJunta de Guerra presidida por José de San Martín, en Mendoza, lo rechazó, “porno considerarlo oportuno al actual régimen de las provincias”.

Aprincipios de 1816 habían llegado a Tucumán, sede del Congreso, únicamentealgunos de los representantes designados, entre ellos los de Buenos Aires. Nadase sabía del resto de las diputaciones. Un ambiente pesimista envolvía ahabitantes y congresales. No era para menos. La tea de la libertad amenazaba enapagarse en todo el Continente. El general español Pablo Morillo sofocaba laprimera y heroica revolución venezolana. Una era de terror y persecución seiniciaba desde el Orinoco y el Magdalena hasta el mar. Por-que también no evocar en esta circunstancia al valienteaccionar de los alto peruanos aquel 25 de mayo de 1809.

A fines de 1815 la revolución mexicana habíasufrido un duro revés. Allí también se eclipsó la estrella de la revolución. EnChile la situación no era distinta.

Fueronnumerosos los pueblos ausentes. Pocas ciudades del Alto Perú habían elegidorepresentantes. El Paraguay, silencioso y encerrado así mismo, ya que habíadeclarado su independencia. La Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes–bajo el protectorado de Artigas- se negaron a participar.
Córdoba reaccionó después y envió sus diputados,pero se reservó el derecho de soberanía. Los diputados salteños, a igual que losde la mayor parte de las provincias del noroeste, se incorporaron conposterioridad a la iniciación de las sesiones delCongreso.

III Losdiputados por el Alto Perú

¿Quiénes eran los personajes elegidos pararepresentar a las provincias del Alto Perú en tan magna asamblea?

Como esde conocimiento para este destacadoauditorio representaron al Alto Perú: Mariano Sánchez de Loria, por Chuquisaca;José Severo Malavia, por Charcas; Pedro Ignacio de Rivera, por Mizque; JoséAndrés Pacheco de Melo, aunque nació en Salta representó a Chichas (Potosí); yJosé Mariano Serrano, por Charcas.

Sobre estos diputados me abstendré de reflejar susdatos biográficos sino señalaré testimonios de su desempeño en la guerra por la libertad de los pueblos sometidos al yugo español,como de su participación en la declaración de la Independencia de las ProvinciasUnidas.

Comenzaré destacando la figura de Sánchez de Loria,quien una vez concluida sus tareas en el Congreso donde lució sus dotes deorador debió radicarse en Buenos Airesdonde permaneció hasta enviudar. Su vida fue muy acentuada ya sea por suaccionar en el Alto Perú en la lucha por la soberanía de América hasta llegar adesprenderse de su fortuna para invertirla en las exigencias de la causalibertaria. Alcanzó el grado de canónigo de la catedral de Charcas pasandoluego a la de Potosí. Este patriotaintachable y hombre infaliblemente caritativo falleció en una aldea de Puno,población que hasta 1796 dependía al Río de la Plata para pasar al Virreinatodel Perú, cuando contaba con 68 años de edad.

Este abogado representante de Charcas, al igual quePacheco de Melo, Rivera, Malavia y Serrano, aparece suscribiendo el 9 de juliode 1816 el acta del Congreso y aclamando, llenos del santo ardor de la justicia,su juramento para que “las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre eindependiente de los Reyes de España y su Metrópoli”. También Sánchez de Loria,en 1818, encontrándose en Salta, mediante oficio del Congreso se le asignó laresponsabilidad de trasladarse a Buenos Aires pedido que concretó Martín Miguel de Güemes, en ese entoncesgobernador intendente de Salta.

En lo que se refiere a Pedro Ignacio de Rivera,chuquisaqueño y representante por Mizque, actuó denodadamente en la revuelta de1809 contra los realistas, por lo que fue perseguido hasta llegar a expatriarse.Cuando regresó a su ciudad lo eligieron diputa-do a la Asamblea del año 13que aconteció en Buenos Aires.Nominado para el Congreso de Tucumándebió tomar juramento a las autoridades, prerrogativa que se le dio por ser elde mayor edad. Dedicó gran parte de sus esfuerzos para las tropas que en elnorte sostenían la guerra por la independencia. Fue un decidido partidario de laLibertad y una vez clausurado el Congreso viajó a Buenos Aires donde ejerció suprofesión de abogado hasta su muerte, cuando contaba 80 años deedad.

Rivera era portador, además, de una importanteactuación en la sesión del Cabildo de Salta, el 15 de mayo de 1816, bajo lapresidencia del gobernador Martín Güemes y de la que asistieron los miembros delCabildo Eclesiástico, alcaldes de barrios, y de numerosos vecinos para procederal juramento del Congreso General de Representantes de las ProvinciasUnidas.

Días después Güemes, al dar a conocer elreconocimiento de la provincia al Congreso comenzó diciendo: “¡Llegó por fin eldía apetecido de los pueblos americanos! Una autoridad suprema que centralice el voto uniforme de la Nación, erala suspirada felicidad de tantas infelices víctimas sacrificadas por el poder yambición. La Patria mira en Vuestra Soberanía el restaurador de su fortuna y desu gloria; y el más digno objeto de mis reverentes homenajes”.

Algo más sobre Pedro Ignacio de Rivera. El 1 deagosto de 1816 participó, junto a los diputados altoperuanos Pacheco de Melo yMalavia de una sesión secreta del Congreso, donde se tomó conocimiento de unoficio de Güemes donde comenta además de la “escasez a que se han reducido lossacrificios para el sostén de la guerra” comunica que estaba en aptitud deatacar a las avanzadas enemigas y, como así, apoyar al Director Supremo con dosmil quinientos a tres mil pesos con cargo de reintegro.

Tanto el presbítero José Severo Feliciano Malaviacomo el doctor José Mariano Serrano aportaron con sus discursos y sus mocionesesa madura rebeldía que años atrás los llevó a protagonizar un descollante papelen la gesta chuquisaqueña, a enrolarse en un movimiento en tierra peruana y, en1809, habría de convertirse en elborrador o en el prólogo de lo que vino después, es decir la semana de Mayo.

José Severo Malavia, representó a Charcas. Con suprofesión de abogado se convirtió en uno de los consejeros en los autosrelacionados con temas jurídicos debatidos en el Congreso. Como todos losrepresentantes del Alto Perú se manifestó partidario del sistema monárquico y endistintas sesiones opinó en su favor. Malavia firmó el acta de la Independenciay en varias oportunidades ocupó cargos directivos en el Congreso y en la Legislatura de Buenos Aires, a la que después perteneció. Fue secretario delgeneral Juan Gregorio de Las Heras cuando debió cumplir con una misióndiplomática en el Perú. Al regresar a su patria, ya creada la República deBolivia, ocupó el cargo de vocal de la Suprema Corte deJusticia.

El delegado de Chichas (Potosí) José Andrés Pachecode Melo, era salteño. Estudió en Córdoba y se desempeñó como cura en Libi-Libi,pueblo perteneciente a Potosí. Fue un eficaz colaborador de Güemes en las luchasarmadas contra los realistas. En el Congreso fue partidario del sistemamonárquico y firmó el Acta del 9 de Julio. Con el tiempo, al proyectarse unaConstitución Nacional, logró que se señalara en un artículo que los “indios eraniguales en dignidad y derechos a los demás ciudadanos”. En 1821 actuó en Mendozacomo ministro de gobierno.

Sobre el representante de Charcas, José MarianoSerrano, altoperuano, aboga-do graduadoen Chuquisaca, estando radicado en Tucumán lo designaron representante por en laAsamblea del año 13 que se reunió en Buenos Aires. Después lo nombraron para elCongreso de 1816, del cual fue el primer secretario, cargo que compartió luegocon Juan José Paso. En Tucumán actuó como secretario del gobernador Araoz yluego en Salta en calidad de responsable de la secretaría de gobierno de JuanAntonio Álvarez de Arena-les. Por sus méritos llegó a ejercer la primeramagistratura de su país, Bolivia, en 1841.

IV.Chuquisaca cuna de formación

Las universidades de la actual República de Boliviafueron la cuna donde se forma-ron la mayoría de los intelectuales del movimientoindependista de América. Entre otros encontramos a Juan José Paso, quien en elCongreso de Buenos Aires fue autor dela doctrina jurídica de la Revolución de Mayo; secretario de la Primera Junta; participó de los dos Triunviratos; miembro irreemplazable de todas las reuniones donde se discutieron problemas que se relacionaban con la vida dela nueva Nación. Este abogado doctorado en Chuquisaca, orador imbatible,diplomático en las más difíciles circunstancias se desempeñó como secretario delCongreso y por sus manos pasaron todos los documentos, la redacción de actas, laarticulación de las leyes y siempre atento a no dejar palidecer el alto ideal dela República.
No está ajeno a destacar a quienes estudiaron en elAlto Perú y con actuación en el Congreso de 1816 José Eusebio Colombres, quienrepresentó a Catamarca en esta ocasión. Era cura en Piedra Blanca cuando suscomprovincianos se fijaron en él para llevar a Tucumán “la voz de los pueblos”.La legislatura tucumana, por ley, reconoció en Colombres su perseverante laboren la adaptación e industrialización de la caña de azúcar, creando una fuente detrabajo de la mayor importancia.

En tanto algún gobierno lo titulaba ciudadanobenemérito, otros lo desterraron o persiguieron por sus ideas políticas. Cuandola derrota de Juan Lavalle, el sagaz cura fue a dar a un poblado de Bolivia,salvando su vida por la protección delarzobispo de Sucre. Regresó a Tucumán donde repitió sus tareas produciendoazúcar, caña, miel, al mismo tiempo que reinició sus luchas contra los gobiernostiránicos, que volvieron a desterrarlo. Era vicario de Tucumán cuando lomandaron a Salta y allí lo hicieron canónigo. Fue una vida curiosa, llena deméritos y penurias.

Representó a Jujuy Teodoro Sánchez de Bustamante,prestigioso revolucionario en Chuquisaca en 1809. Estuvo al lado de Juan AntonioÁlvarez de Arenales y actuó como asesorde Juan José Castelli. Reapareció posteriormente para colaborar con Arenales enSalta y en 1826 fue gobernador de Jujuy. Allí al comenzar la anarquía lopersiguieron hasta llegar a serdesterrado. Vivió en Sucre y en Santa Cruz de la Sierra, donde se lo designórector del Colegio Mayor cargo que ocupó hasta encontrar la muerte a los 73 años.

En este listado no puedo omitir el nombre de Joséde Darregueira, delegado por Buenos Aires, aunque limeño de nacimiento. Estejurista, graduado en Chuquisaca, fue abogado de la Real Audiencia de Charcas.Hasta 1776, la Real Audiencia que hasta entonces formaba parte del virreinatodel Perú, fue incorporada al del Río de la Plata. Pasó su niñez en Buenos Airesy figura entre uno de los conspiradoresde 1810. La Junta de Mayo lo designó redactor de la “Gaceta” y, pocos díasdespués, juez. Integraba la Cámara deJusticia cuando se lo eligió diputado a Tucumán. Tras firmar el Acta poco hizo en razón que enfermó para retornara Buenos Aires falleciendo a los cuarenta y siete años.

El turno a mi homenaje le corresponde ahora a JoséIgnacio de Gorriti, diputado por Salta. Estudió en Córdoba y se licenció en Cánones y Derecho. Con escasos conocimientosen la carrera militar se enroló para colaborar con Manuel Belgrano y luego conMartín Miguel de Güemes. Desde la función pública fomentó la educación primariacreando escuelas, creando una biblioteca literaria y filosófica y aconsejó lastareas rurales. Por pedido del gobernador Arenales salió a defender las fronteras de Salta. Vencidos por FacundoQuiroga, en Andalgalá, en 1831, lossalteños fueron perseguidos. José Ignacio Gorriti murió en Chuquisaca sumido enla pobreza a los 65 años.

El salteño Mariano Boedo estudió en Córdoba y enChuquisaca. La Revolución de Mayo lo halló en su provincia dedicado a propagarlos postulados del movimiento. Cuando se declaró la Independencia ejercía lavicepresidencia del Congreso y antes del traslado del Congreso a Buenos Aires, aprincipios de 1817. Cuando fue reemplazado por el coronel Mateo Saravia comorepresentante de Salta, Boedo estaba tan pobre que sus colegas le acordaron unviático para que se trasladara a su ciudad.


El representante porteño Esteban Agustín Gascón,graduado como doctor en Derecho se caracterizó como uno delos promotores de la revolución de Chuquisaca del año 1809. Por sus ayudas alEjército del Norte el general Belgrano lo nombró gobernador de Salta y,posteriormente, Juan Martín de Pueyrredón, en su calidad de Director Supremo, lodesignó en 1817 ministro a cargo de la cartera de Hacienda, desde donde creó laprimera institución de crédito: la Caja de Fondos deSudamérica.

Muy pobre y con numerosa familia debió renunciar atodos los cargos, que eran honorarios, para dedicarse al ejercicio de suprofesión. Murió de un síncope cardíaco el 25 de junio de 1824, cuando tenía 60años.

Al delegado por Buenos Aires Antonio Sáenz le cupoesa distinción cuando se desempeñaba como miembro de la Junta Protectora de laLibertad de Imprenta. Se doctoró en teología y leyes en la Universidad deCharcas y de abogado en 1801. Fue secretario capitular del cabildo Eclesiástico.Sáenz era pobre y tenía a su cargo a la madre viuda y ocho hermanos cuandoreclamó de la Audiencia licencias sacerdotales para confesar y predicar. Desde1816 hasta 1820 ocupó un lugar en el Congreso y, firmó en Tucumán la declaraciónde la Independencia. Además fue el primer rector de la Universidad de BuenosAires.

V - MONARQUIA INCAICA

Otro delos asuntos que motivó la especial atención del Congreso, antes y después de ladeclaración de la independencia, fue la forma de gobierno. Con anterioridad al 9 de julio ya estaban de acuerdo la mayoría de los congresales en implantar unrégimen monárquico constitucional.

El 6 de mayo de 1816, después de la sesión ordinaria,el diputado presidente doctor Narciso Laprida, hizo despejar la barra y elCongreso comenzó su sesión secreta. El general Belgrano, que en esos momentostenía sólido influjo en los congresales, fue convocado para que por susconocimientos de los intereses de Europa expusiese sus opiniones sobre el estadoactual, de las ideas que reinan en ella y del concepto que las naciones se hanformado de la revolución de las Provincias Unidas, así como de las esperanzasque pueden tenerse en cuanto a obtener su protección.

Belgrano fue claro y explícito al manifestar que elmovimiento de Mayo de 1810 fue visto con simpatía en Europa pero, que con elcorrer del tiempo, no ocurría lo mismopor el continuo estado de anarquía y desorden. Dijo también que se habíaproducido una mutación completa en Europa con respecto a las formas de gobiernoy que así como el espíritu general de las naciones había sido republicanizarlo,ahora se trataba de monarquizarlo todo y que Inglaterra con su constitución demonarquía daba un ejemplo que se quería imitar y ya lo habían imitado la Franciay la Prusia.

Siguiendo su exposición afirmó que, de acuerdo conestos principios, la forma de gobierno más conveniente para las ProvinciasUnidas era la monarquía temperada y que había que llamar a la dinastía de losincas por la justicia que en si envuelve la restitución de esta Casa, taninicuamente despojada del trono, que esto además daría firmeza a laindependencia que estamos a punto de declarar y que la sola noticia de larestauración de los incas despertaría el entusiasmo general de los pueblos delinterior.

Belgrano estaba lleno de elocuencia y de sinceridad.Había un entusiasmo general de todos los diputados, porque los mismos diputadosde Buenos Aires no se animaron a contradecir, y hasta Anchorena hacía signo deafirmación con la cabeza, aun-que no lo felicitaron a Belgrano como lo hicieronlos demás en medio de grandes abrazos.

Los diputados del Alto Perú están presos en unentusiasmo incontenible, y lo mismo los de Catamarca; Sánchez de Loria, Pachecode Melo y Acevedo son los que mayor entusiasmo demostraban. En cambio, frayJusto de Santa María de Oro no parecía muy satisfecho con laidea.

Apenas terminó la reunión secreta, se reunieron losdiputados de Buenos Aires. Escribieron en “La Crónica Argentina” variaspublicaciones contra la idea del inca, con la que saben que además de Belgranoestán de acuerdo José de San Martín y Martín Miguel de Güemes y que son treshombres muy poderosos que hay que contrarrestar.

Pero recién se abocaron a su tratamiento a partir dela sesión del 12 de julio, oportunidad que el representante de Catamarca, elPresbítero Manuel Antonio Acevedo propuso que se eligiera un monarca entre losdescendientes de los incas.

Entre las burlas de los periodistas de Buenos Aires,refiriéndose al posible soberano inca decían que “al rey pata sucias habría que buscarlo enalguna pulpería o taberna del altiplano”o “que habría sacarlo borracho de alguna chichería”.Por todoslados se descartaba que el futuro monarca debía ser un príncipe español oportugués, o francés, o inglés. Era más patriótico coronar a uno deAmérica.

Si bien es verdad que a ciencia cierta que no seencuentra antecedentes de quien podría ser el posible monarca inca el InstitutoArgentino de Ciencias Genealógicas en su publicación “Genealogía” (Buenos Aires,1966) da cuenta que el investigador doctor Leoncio Gianello (académico de númerodesde 1949, de la Academia Nacional de la Historia) en su búsqueda señala comopresunto candidato a Dionisio Inca Yupanqui, nacido en el Cuzco; educado en elSeminario de Nobles de Madrid. Como militar llegó al grado de coronel de unRegimiento de Dragones habiendo luchado contra los franceses. Luis Güemes en suobra “Güemes Documentado” que un escritopro-cedente de Río de Janeiro, del 29 de agosto de 1816, expresa que: “Lapersona que se supone tiene en vista el Congreso es un oficial del EjércitoEspañol que actualmente se encuentra en España, si es que no está en Madridmismo”. Esta noticia hace presumir, aunque no confirmar, que este habría sido elcandidato por su elevada posición social y su relevancia política al representaral Perú en las Cortes de Cádiz.

Todo lo cual demostraría, como afirma Gianello, que“no hubiera sido merecedor de epítetos denigrantes que circularon profusamentecontra todos los de la “casta de chocolate” en una campaña para ridiculizar laidea de la restauración incaica, que, más que en el momento, con el tiempo dejóuna falsa idea del problema del Inca.

A continuación mencionaré a quienes, sin representara los diputados de las provincias altoperuanas y a Salta, se manifestaronabiertamente por la conveniencia de coronar a un descendiente incaico. Seencontraban, entre otros, elrepresentante por Tucumán, el Presbítero y doctor en Teología Ignacio de Thames; el Presbítero Manuel Antonio Acevedo, deCatamarca, que ofició misa el día que se iniciaron las sesiones; Tomás Manuel de Anchorena, porteño, graduado de abogado en Chuquisaca y FrayJusto Santa María de Oro, representante por San Juan.

VI - Güemes y el Congreso

Antes de concluir esta disertación pretendosintetizar cual fue la actuación que le cupo a Martín Miguel de Güemes en elCongreso de Tucumán, posturas que están firmes con la realidadhistórica.

Tanto alCongreso y al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón les preocupaba Güemes.Alguno de los congresales lo presentaban como un desertor del ejército,envalentonado por su triunfo sobre José Rondeau, comparándolo con Artigas ysosteniendo que, como este, esperaba el momento para actuar contra el Congreso yconstituirse en el más peligroso enemigo de la unión nacional. La mayoría de losmiembros del Congreso e incluso el mismo Pueyrredón llegaron a dudar de lasubordinación de Güemes. No captaban que al contener la invasión de Rondeau,precisamente Güemes había salvado al Congreso y que al celebrar el acuerdo delos Cerrillos había demostrado su afán de paz, concordia y unión nacional.

Numerososcongresales supieron que Güemes no aceptaría que el Ejército del Norte retrocediese hasta Tucumán y dejara abandonadaa sus propias fuerzas la Independencia de Salta.

Pese aque la realidad demostraba una y más veces que el comportamiento del gobernadorde Salta era distinto al que suponían, no cejaba la animosidad de más de uncongresista. Cuando las dudas, las críticas y hasta las calumnias llegaron aSantiago del estero el teniente coronel Juan Francisco Borges salió a enfrentarla difamación y le escribe a Güemes, el 17 de agosto de 1816, expresándole: “Séque tal vez es usted el único hijo legítimo de la patria y me asiste laconfianza de que le dará el día glorioso que se busca, aunque le cueste lostrabajos y las necesidades inmensas que le hacen sufrir, mientras los compadresse regalan”.

Por suparte, el doctor Manuel Antonio de Castro –enviado por Pueyrredón para queaveriguara lo que ocurría en Salta- después de cumplir su mandato le informó alDirector Supremo que esta Intendencia jamás se separaría de las ProvinciasUnidas mientras él la gobernara.

Con esta inquietud de revalorizar a los altoperuanos, Martín Miguel de Güemes y el Congreso de Tucumán ojalá noscomprometamos todos unidos a marchar en procesión en busca de un caldén alto yfuerte, allá en las montañas agrestes, en medio de la pampa, en los lechos delos ríos en la búsqueda del reencuentro de los hombres en estos momentos dondetanto se necesita pronunciar esta plegaria destinada a Dios, Rey de laMisericordia:

“Escucha mi voz, pues es la voz de las víctimas detodas las guerras y de la violencia entre individuos y lasnaciones.

“Escucha mi voz, pues es la voz de todos los niñosque sufren y sufrirán cuando las gentes pongan su fe en las armas y en laguerra.
“Escucha mi voz cuando te ruego que infundas en elcorazón de todos los hombres la sabiduría de la paz, la fuerza de la justicia yla alegría de la confraternidad.

“Escucha mi voz, pues hablo por las multitudes detodos los países y de todos los períodos de la historia que no quieren la guerray están preparados a caminar por sendas de paz.”.

VII - Homenaje a la mujer

Permítaseme señor presidente, ingeniero Don José PazGarzón, y ante la presencia de una nutrida presencia de distinguidas damasbolivianas y argentinas para terminar mi exposición tributar en cada una deellas el homenaje de este1er.Encuentro de Historiadores de Salta y Tarijaa todas aquellasmujeres que participaron, de una manera u otra, en la lucha para lograr de lalibertad de la gran Nación Americana que aspiraban nuestrosprohombres.

Como se sabe la aspiración de romper con elyugo realista se disolvieron muchas familias especialmente en la geografía queactualmente ocupan las provincias de Salta y Jujuy en el territorio argentino yen el sur boliviano.

"Dios al crear a la mujer -parafraseando aldecir por Daysi de Calderón- la hizo buena y pura. Le dio belleza, sensibilidady un alma rebosante de amor para prodigarlo. Es la misma, la mujer, que hace delhogar un místico santuario. A esa misma mujer desconocida en sus pasos por lahistoria, sencilla, oculta quizátras las paredes de su hogar, anónima, cuyonombre permanece sin aureolas titilantes".

Es esa misma mujer que se enfrentaba,comoesposa, con su esposo por estar algunos de ellos identificados con lapatria naciente. La que sufría cuando peleabanhermanos contra hermanos; hijoscontrapadres. El desazón de la mujer cuando debía separarse de su esposo o hijoquepartían a la guerra y quedaban a la espera deun pronto retorno de su serquerido o bien, concienciadade aceptar con altura, si un chasque podría darlela mala noticia que habían muerte en combate. Esa mismamujer, como madre, esposa o hermana, le entregaban algaucho o chapaco la lanza o lachuza cuando lapatria lo convocaba. Mujer quemuchas oportunidades actuaba como espía,escondían su información en algúnrecodito lugar del río, la quebrada o en un árbol.

Señoras y señores: debemos rendirle a esa mujer de lahistoria o por que no decir a todas un respetuoso reconocimiento a su inmensadevoción por los que ama, y admiración eterna por llevar en el alma un manantialinagotable de ternura.
Muchasgracias.


Fuentesconsultadas:

• Archivo General de la Nación.Volumen que contiene el texto manuscrito, de las actas secretas, entregado porCarlos Rocha.
• Junta de Historia y NumismáticaAmericana. Reimpresión facsimilar de las actas del Congreso. Buenos Aires1926.
• Mitre, Bartolomé. “Historia deBelgrano y de la Independencia Argentina”, capítulo XXVII.
• González, Joaquín V. “Patria” (Obrascompletas, volumen XIX).
• Piccirilli, Ricardo; Gianelli, Leoncio; y Romay,Francisco L. Diccionario Histórico Argentino
• Luis Güemes. “Güemes Documentado”.
• Academia Nacional de la Historia.“Historia de la Nación Argentina”.
• Emilio Vera y González. “Historia dela República Argentina”

 

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