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Biblioteca Atilio Cornejo

Don Félix Rosa Usandivaras

Salta siempre tuvo personaje que sobresalía del común denominador de la gente, junto con la cual componían el conglomerado social, no sólo de la ciudad sino del interior. Hubo uno que fue un autodidacta del deporte, al margen de sus actividades ciudadanas. Fue don Félix Rosa Usandivaras, de cuyo nacimiento se cumplirán cien años el día de Santa Rosa de Lima.

En su juventud, sus años mozos de engalanaron con gestos quijotescos que reflejaban su sentir romántico y heroico, que le impulsó a protagonizar hechos anecdóticos, que todavía algunos recuerdan en nuestros días. De rostro aniñado, tez sonrosada, elevada talla y modales suaves, no demostraba con su presencia la formidable fuerza física que encerraban sus acerados músculos. En esos años de juventud, la práctica de los deportes estaba librada poco menos que a la imaginación de los aficionados.

Por su cuenta, y algunas enseñanzas, practicaba esgrima, gimnasia "sueca, como se le llamaba en aquellos días, y esgrimía sus puños a la usanza del marqués de Quenberry. De carácter decidido, y sólida confianza en sí mismo, dio merecidas lecciones a más de un insolente que, confiado en su aspecto, se arriesgo a la fulminante contundencia de sus puños. En el año 1902 estuvo en Buenos Aires, pues había cumplido 20 años, siendo incorporado a las filas de la Marina de Guerra.

Allí en una oportunidad conoció a Jorge Newbery, y concurrió a su famoso gimnasio de Corrientes y Esmeralda, cuya memoria perdura en la letra de un tango evocador que todavía suele escucharse. Asombró allí su fortaleza física, como su decisión y rápida captación de las enseñanzas del box que trajo Newbery. Vuelto a Salta, desplegó gran actividad en iniciativas deportivas.

Fue fundador y presidente del Aero Club Salta, cuando el vuelo mecánico era una arriesgada aventura. Sostuvo un memorable duelo con arma blanca, con uno de los socios del club que había osado dudar de su corrección de caballero. Abatió a puñetazo limpio a renombrados matones de esa época, que se replegaron a zonas más seguras para sus mancilladas mentas.

Un hecho anecdótico, que él mismo relataba, tuvo por escenario el camino a San Lorenzo. Allí aparecía todas las noches un alto fantasma, asustaba y hasta llegaba a golpear a los trasnochados que pasaban por el lugar.

Una noche en que él viajaba en su Ford, detúvose en el sitio y vio surgir de la tierra una figura blanca que se elevó a unos dos metros. Sin vacilar, acercóse a la escalofriante aparición y con un preciso "left-uppercut", tumbó al "alma en pena", que resultó ser un avisado boliviano, que así lograba despojar de sus pesos a los que asustaba con su pantomima. Ejerció el comercio con poca fortuna, incursionando en la actividad política. Sensible a las necesidades de su pueblo, irritado por las injusticias y alentado por el nacionalismo que crecía al conjuro de la palabra de Yrigoyen, militó en esas filas. En 1930, siendo presidente del Consejo Deliberante, ocupó la intendencia Municipal de Salta.

La mayoría de sus amigos aplaudieron frenéticos la caída del caudillo taciturno. El mantúvose sereno, y estos avatares de la política no le llevaron a renegar de sus fraternales afectos. Jamás varió su obrar de auténtico caballero salteño. Siempre mantuvo su prestigio personal, como el respecto que mereció su varonil conducta, su consideración y amable actitud para con el prójimo.

Fundó una familia ejemplar, que admiraba con emocionado entusiasmo sus valientes intervenciones de auténtico Quijote, sincero defensor de lo justo y de los débiles. Vivió una tranquila vejez en esta Salta de sus hazañas y su mejor recuerdo, dejando el ejemplo de su conducta sencilla, sin dobleces, y el elevado concepto de hombre valiente, generoso, justo y bueno.

FUENTE: Crónica del Noa. Salta, 29-08-1981

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