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Biblioteca Atilio Cornejo

El que se va

Este sí que es un personaje conocido de todos sin excepción, que deja un recuerdo que, al decir de muchos, ha de ser inolvidable. Pareció por sobre el San Bernardo ocultando las estrellas con su estatura, cuando todos lo recibieron alborozados como se recibe a un recién nacido.

Pero no pasó mucho tiempo cuando comenzó a mostrar sus "mañas". Apenas habíase acallado el estrépito con que fue saludado su advenimiento, cuando comenzaron a aparecer sus primeros defectos. Se murmuraba de la devaluación, la que pedían a grito pelado los productores, industriales, comerciantes y hasta gremios. Hubo un minúsculo sector que quedó atónito ante esta demostración de "harakiri" económico.

Se llegó a pensar que no era nada más que un nuevo coro para hacerse notar en el panorama político - empresario del castigado país. Pero hete aquí que, apenas llegado el mes de marzo, se produjo la primera devaluación, motivando una caída vertical de nuestro peso. Hubo una especie de escalofriante suspenso, y en pocos días más, como si hubiera gustado la broma, repitió la devaluación que destrozó, no ya la canasta familiar, sino el bolsillo de la totalidad de la gente.

Graciosamente se repitió la interesante maniobra que además de desorientar totalmente a doctos y neófitos en economía, hizo perder totalmente la confianza en nuestro vernáculo peso, dando comienzo a la denominada "fiebre del dólar". Luego en su transcurso motivó algo así como una división carioquinética, que aumentó en forma considerable los ministerios en el nivel nacional. La suerte - la buena suerte- huyó despavorida de este calendario absurdo que continuaba deshojando los días con refinada crueldad, como solazándose del desconcierto e incertidumbre que iba desparramando en todo el ámbito del país.

El sonrosado y sonriente niño que habíamos recibido el primero de enero, se fue convirtiendo en una especie de monstruo de sádicas intenciones, que golpeaba a todos sin conmiseración. Al pasar la mitad de las hojas del calendario, nadie sabía si llegaría a ver el último día del malvado 1981. Fue cuando comenzaron a acercarse las tradicionales fiestas con que terminamos la larga jornada de 365 días, y nos preparamos, después de un descanso integrado por la tradicional pitanza anual a que estamos acostumbrados. Hubo muchas sorpresas, entre ellas el día de los "cuatro presidentes", que así pasó a nuestra breve historia de los últimos meses del 1981. De pronto se detuvo en su carrera destructora y comenzaron a surgir esperanzas de que mejorara el panorama.

Pero la gente continuaba hablando de sus males y de sus escaseces, en todos sus niveles, recalcando dudas sobre todo acontecimiento que pudiera tomarse como optimista. Sin embargo, llegó la Nochebuena con su paréntesis cristiano, que de pronto en todo el mundo detiene las maldades y aumenta la cohesión de las familias. Mirando el pesebre, humilde y majestuoso al mismo tiempo, coros de voces infantiles hicieron retornar la tranquilidad y el candor con que había llegado en enero el ya anciano 1981.

Volvieron a levantarse expresiones esperanzadas, y tras la oración de las doce de la noche, se levantaron las copas con los brindis tradicionales, y la alegría cobró su máxima dimensión a la sombra del arbolito de Navidad, cargado con el peso de los regalos que trajo Papá Noel. Así transcurrió 1981, que a su vejez muestra solamente sus defectos que nos ensombrecieron los días de su calendario, pero que al mismo tiempo, ahora en su despedida, permitirá apreciar el mayor brillo que nos traerá su sucesor, 1982, que esta noche nacerá encendiendo el bullicio que apaga el sonido grave de las campanas que marcarán el fin del año que termina, y el comienzo del que llega.

Así ha pasado este año que, indudablemente, será recordado siempre como uno de los períodos aciagos que supimos soportar en la cambiante historia de la bonanza y de las privaciones, a que nos hemos acostumbrado en los últimos treinta años que hemos vivido.

FUENTE: Crónica del Noa, Salta, 31 de diciembre de 1981.

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