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Biblioteca Atilio Cornejo

Dn. Carlos Xamena

¿Quién no recuerda a don Carlos Xamena?. Fue la encarnación del verbo proletario de Salta. Un verbo especial que nada tenía que ver con la verborragia marxista o leninista. Era una palabra nueva, semi folklórica puede afirmarse, cargada de pasión y de dolor contenido.

Dolor de años acumulado junto a la humillación de los auténticos descendientes de los Infernales de Güemes, quienes sentían que habíanlo dado todo por la Libertad, para reingresar en una intangible esclavitud de leyes y "capangas" leguleyos. No era salteño, pero entendió el espíritu de la gente humilde, que se convierte en la lealdad encarnada cuando encuentra quien la interpreta y la defiende. Sabía del dolor como pocos, pues había visto ensombrecerse en silencio, muchas veces, las pupilas de mucha gente, cuando era enfermero en las salas del Hospital de Güemes.

La palabra del coronel Perón, oída por una radio de escasa potencia, donde sólo entraban sonidos después de caer el sol, tal vez lo heló de asombro. Hablaban de reivindicar a toda esa gente que tanto le dolía. Poco dudo para abrazar ese camino, puesto que en esos instantes no era una idea, ni un partido, era sólo una voz lejana que llegaba encendiendo esperanzas humildes. En la avalancha cívica surgida de este hito político de nuestra historia, don Carlos Xamena, ingresó al Parlamento local ocupando una banca de diputado.

Día tras días escuchabanse sus encendidos discursos donde enrostraba la insensibilidad social que había costado lágrimas amargas a los silenciosos herederos de los lauros de la Guerra Gaucha. Pero su pasión política no fue odio ni intolerancia. No fue nada más que una propuesta sostenida, no una injuria ni un deseo de revancha. Escaló rápidamente los escalones del poder, hasta llegar a ser gobernador de la provincia. Un elegante legislador, abiertamente opositor, llegó un día a pedir una audiencia. La sala de espera estaba repleta de gente adicta al gobierno popular. Cuando supo de quien se trataba, el mismo abrió la puerta de su despacho invitando a pasar al adversario político.

Sus correligionarios protestaron a voz en cuello, reclamándole su actitud. Soriendose les dijo ¡ " A Uds. o necesito convencerlos de nada, pero a él sí, dejenme trabajar por nuestra causa!". Durante su gobierno no hubo persecuciones políticas, ni atropellos, y su acción, siempre fija en las necesidades de los más humildes, se dirigió hacia ellos. Así nacieron las hoy populosas barriadas. En realidad, esta obra habíala comenzado cuando fue intendente de la ciudad de Salta, poco antes de que la voluntad popular lo eligiera, como vicegobernador, desde donde ascendió a la primera magistratura de la provincia.

La Revolución de 1955 lo encontró ocupando una banca en el Senado de la Nación, desde donde buscó siempre prestar toda clase de ayuda a los salteños, aunque no militase en las filas de su partido. Era tal su estatura moral, que jamás ninguno de sus correligionarios objetó su proceder, claro, franco y sencillo.

Tal vez algún fanático enceguecido pudo haberlo hecho sufrir injusta cárcel, en estos momentos confusos vividos por el país. El flaco Xamena - como se le llamaba fraternalmente - lucía en su elevada y desgarbada figura, el síntoma externo de una cruel enfermedad que sufría desde hacia varios años. Estaba minado por la tisis. Su austeridad republicana quedó de manifiesto, cuando los vendedores del golpe de setiembre de 1955, investigando posibles irregularidades, comprobaron, con respetuoso asombro, la cabal conducta de este funcionario, que sin rencores ni odios, aceptaba lo triste de su sino.

La enorme pena que le invandió lo postro gravemente enfermo. En su lecho, ya casi agonizante, recibía con una sonrisa la visita de los pocos amigos que sé atrevian a visitarlo. Una mañana, la luz que se filtraba por una ventana, alumbró su perfil más afiliado de los que solía lucir, y un extraño brillo ceruleo reverberaba en su rostro inmóvil. Don Carlos Xamena , había terminado su vida.

La noticia de su deceso, oprimió de angustia a esa gente callada y agradecida que todavía lo recuerda, mientras que sus adversarios escondían una lágrima emocionada, ante el ejemplo de su vida terminaba en ese corolario, heroico, pero sin violencias, como fue su tránsito al Más Allá.

FUENTE: Crónica del Noa, Salta, 07-11-1981

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