La Cristianización del Indio

El hecho social y cultural más importante del siglo XVII

a cristianización de los indios es, sin duda, el hecho social y cultural más importante del siglo XVII, así como el máximo factor en la transformación de las culturas indígenas durante la época de dominio hispano. Hasta entonces los esfuerzos evangelizadores habían tenido resultados más bien pobres: limitado número de conversiones duraderas, resistencia frecuente de religiones y costumbres paganas y abundantes casos de sincretismo religioso, es decir, amalgamas incongruentes de conceptos religiosos prehispánicos a los que se mezclan y superponen otros de origen cristiano. La verdadera cristianización de los indios no pudo ser rápida ni anterior a la fecha general que hemos dado, por exigir la concurrencia de dos factores que requieren bastante tiempo: primero, la desaparición del poder de supervivencia implícito en las religiones nativas, que sólo se logra tras las porfiadas campañas de extirpación de idolatrías que tienen lugar entre 1580 y 1630 más o menos, y que incluyen la destrucción sistemática de ídolos, lugares y objetos de culto, arresto y aislamiento de sacerdotes o hechiceros paganos, tenaz castigo de prácticas y usos considerados nefandos, predicaciones continuas contra la idolatría, etc.; y segundo, un largo programa de educación llevado a cabo por suficiente número de clérigos en una gran cantidad de misiones, parroquias y escuelas, educación cuya eficacia cristaliza al cabo de una o dos generaciones, al llegar a edad madura los indios catequizados desde su niñez.

El catolicismo llega entonces a ser una parte funcional de la vida indígena, pese a numerosas y tenaces supervivencias de ritos o prácticas prehispánicas y aun de errores y confusiones doctrinales. […]

Es muy importante reiterar qué a las filas del clero tuvieron acceso casi exclusivamente los blancos, criollos o chapetones. Vimos que los esfuerzos iniciales para preparar un clero indígena se consideraron prematuramente fracasados y se juzgaron peligrosos para la ortodoxia religiosa; el Vaticano mostró por este asunto un interés más bien tardío e insuficiente, o por lo menos, ineficaz; el Regio Patronato dificulta o veta de modo sistemático toda iniciativa sobre el particular, por razones políticas. No tuvieron así los indios otro papel en la Iglesia que el de modestos y dóciles fieles, el clero blanco no podía concebir hacia ellos más alto sentimiento que un amor compasivo y una actitud protectora, paternal; en las misiones y en las parroquias el clero tendió en consecuencia a mantener los indios en una situación de tutela perpetua, terminando por hacerles incapaces de valerse por sí mismos: fomentan su docilidad, desarrollan su disciplina y adormecen su personalidad y espíritu de iniciativa, en general ya bastante escaso. Así se explican los graves casos de regresión cultural y espiritual acaecidos en misiones abandonadas por uno u otro motivo, así se comprende que los indios sintieran (aunque sea difusamente) la religión como algo exterior y en cierto modo impuesto, no como cosa íntima y personal, y la Iglesia como una estructura ajena, propia más que de ellos del pueblo dominador: el escaso carácter nacional de la Iglesia en todos estos países guarda estrecha relación con tales hechos.

Hasta cierto punto, algo de ello le ocurre a toda la sociedad colonial, incluidos los blancos. El clero monopoliza casi la cultura, la vida y el prestigio religiosos; la Inquisición, velando celosamente por la ortodoxia, llega a hacer peligrosas las inquietudes espirituales del individuo. La Iglesia, en consecuencia, es cada vez más clerical, y los seglares acaban por no tener en ella otro lugar que el muy pasivo de dóciles fieles; de la pasividad al desinterés el camino es corto.

Céspedes del Castillo. G. La sociedad colonial americana, en Historia social y económica de España y América.

 

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