Por Roberto G. Vitry
l trueque en nuestro continente es tan viejo como el continente mismo. El sistema era la moneda corriente en la América precolombina y después, cuando circulaba el dinero normalmente, se lo conocía como permuta y también cambalache o en este caso tal vez de mutuos obsequios. Una mañana de marzo de 1915, en calle España entre Vicente López y Pueyrredón, que por entonces era pleno arrabal, la mulata Felisa hizo descargar a la verdulera Polonia varias árganas de zapallos, pero cuando introdujo su morena mano en el bolsillo, este carecía de fondo y de fondos. Pero de inmediato solucionó el problema al tomar a la menor de cinco años, María del Carmen Arias "... y fingiéndose madre adoptiva de la chiquilla" entregarla a Polonia para cancelar su deuda. A Polonia, comerciante al fin, el pago le pareció sobresaliente: había cambiado inertes zapallos (del quechua zapallus: cosa gruesa, hinchada) por una criatura. Y le agradeció a la mulata Felisa por su generosidad. La Polonia, que al parecer no tenía descendiecia, ni lerda ni perezosa apuró el paso de sus caballos con las árganas vacías y el mediodía soleado se la tragó literalmente. La verdulera era conocida en el vecindario, pero nadie sabía dónde se domiciliaba, aunque suponían al igual que la policía, en una finca vecina a la ciudad.
Una madre inconsolable
La madre de la desaparecida niñita que aún no había cumplido los cinco años, doña María de Arias se había dedicado a buscar a su hijita solamente, yendo de un lado al otro, preguntando a quien conocía o no, sobre si la habían visto. Por comentarios de los vecinos "la mulata Felisa fue conducida a la policía y confesó su delito sin mayor resistencia, pero ésta (la policía) cometió la indiscreción de dejarla en libertad, comprometiéndose aquella a entregar a la menor cambalacheada."
" Lejos de cumplir su palabra, la mulata Felisa se hizo humo o vizcacha, pues por mucho que se trabajó en dar con ella, no se logró tal objetivo hasta hoy por la mañana, siendo recién detenida por un empleado de la policía secreta en circunstancias en que la mulata Felisa se dirigía rumbo al cerro, San Bernardo, en el que buscaba sin dudas un refugio más seguro".
Terminando aquí con lo que se refiere al cambio de una niña por un montón de zapallos y con esta manera de negociar para que el puchero resulte más nutritivo, vamos a decir dos palabras más o tal vez ochenta para hacer resaltar el poco tino con que procedió la policía, su infantil candor, permitiendo que la mulata Felisa cambista, la aparente dueña de la criatura fuera puesta en libertad, fiándose en su monumental palabra de honor de que devolvería al hogar materno a la atribulada criatura.
Esto es imperdonable, tratándose de una repartición publica cuyas características deben ser el anhelo constate de asegurar el orden y la suficiente perspicacia para no dejarse burlar en el desempeño de sus funciones. Que la multa Felisa haya podido hasta ayer más que la policía es un colmo".
Las arganeras en Salta
La árgana es una especie de arganilla formada por dos cestos de mimbre u otra fibra vegetal; los lecheros también usaban sus tachos en idéntica forma. Se las conoce desde tiempos inmemoriales y de la Buenos Aires de la colonia quedaron pinturas donde la misión de vender productos caseros por las calles, estaba reservado para los negros esclavos o criados. A estos ignotos comerciantes se los llevó el tiempo, pero árganas y arganeros , se fueron sucediendo. La misión finalmente quedó reservada para las mujeres que llevaban las árganas en los caballos que montaban, aunque utilizaban otros cuando la carga era mucha o tal producto, abundaba en su estación.
Desde las zonas vecinas de la ciudad, y desde lejanos tiempos, llegaban con sus típicas árganas hombres y mujeres vendiendo pan, verduras, frutas, quesos, quesillos, cuando no, carne de cabrito. Muchos portaban, más avanzado el tiempo, con las famosas y medianas balanzas romanas, útil este conocido como "balanza de turco" por tener el fiel inclinado siempre a favor del comerciante. Las había también a resortes, que todavía existen en algunos mercados, las cuales nunca marcaban el kilo justo, aunque a la vista del comprador, sí."
Una semana duró la desaparición.
María del Carmen Arias había sido negociada por la mulata Felisa a la verdulera Polonia el martes 16 y la niñita estuvo virtualmente secuestrada por espacio de seis días. La situación no sólo era de gravedad para la pobre madre de la criatura, sino para la policía que, al pasar el tiempo sin novedades, empeoraba su situación. Las presiones oficiales pesaban enormemente sobre la institución guardiana del orden de manera tal, que conturbaba a los funcionarios policiales. En vano las comisiones policiales se desplazaban de un lado al otro en afanosa búsqueda aunque sin resultados positivos. Dónde vivía la famosa Polonia?
La difusión periodística del caso, ya conocido como secuestro por todo el pueblo, debe haber llegado a oídos de Polonia quien a la postre, perdería a la niña y su carga de zapallos por un infeliz y desdichado para ella trueque. Finalmente el domingo (seis días más tarde) la criatura apareció para la felicidad de su desconsolada madre y el resto de los familiares, los cuales había pasado horas y horas esperando al retorno de la pequeña María del Carmen quien fue traída desde una finca vecina a caballo y abandonada en la avenida Belgrano, frente a la escuela profesional de mujeres, culminando con ello uno de los más llamativos casos policiales del siglo pasado, al tener involucrada en el mismo a una menor de casi cinco años. En sí, y para los medios que fustigaban a la policía, fue un triunfo, al fracasar los uniformados en su cometido.
La pobre niña que apenas sabía hablar nada pudo aportar sobre el lamentable episodio. La mulata Felisa pasó una buena temporada a la sombra y la verdulera Polonia cambiando la rutina buscó por otros rumbos una nueva clientela.
Por Roberto G. Vitry-El Tribuno30-07-2000
