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Frangollito

 

l sobrenombre le llegó por herencia, pues era hijo del famoso cabo Frangollo de comienzo de siglo. Su nombre verdadero era Arturo Viggiani y fue hijo de un autentico representante de las autoridades y llegó a este mundo con  el  "duende" de las aficiones artísticas. Lamentablemente Frangollito le rehuía con persistente tenacidad  a todo lo que sea aprender, enriquecer la cultura propia, como si las aulas escolares  fueran mazamorra para su espíritu inquieto de  muchachito, que sentía que demoraba mucho en crecer. Continuas reprimendas de su padre le valieron esta natural  "tendencia" hasta que, ya en la adolescencia,  se auto proclamó "libre e independiente". Su constante ociosidad y la falta de oficio para  aplicar sus escasas dotes  artísticas, le  mantenían en una miseria permanente.

Los boliches con su agrio olor a vino derramado, le atraían sobremanera, especialmente cuando retornaban al cielo las estrellas,  después del ocaso rojo de las tardes de Salta.

Se ingeniaba para contar cuentos, o hacer comentarios en voz alta, a fin de  llamar la atención de algún parroquiano  de corazón generoso y  ponderable sed, para que le convidara con un vaso de vino. Así fue haciéndose conocer y ganando fama,  en un submundo noctámbulo que transcurría junto a las mesas de las borracherías, que se esparcían  por las afueras, como un  cordón de sueños de pesadilla, que surgían del espíritu del vino.

Poco  a poco su  "rebusque" se convirtió en oficio y marchaba hacia las festividades patronales de los pueblos del  interior,  donde efectuaba verdaderas parodias  de la animación de bailes. Subía a la tarima  infaltable  de la  reunión carpera, tomaba  el micrófono y hablaba una interminable "sarta" de disparates, que muchas veces arrancaban risas a los presentes y en otros casos protestas masivas reclamando su retiro del micrófono, para dar lugar a  la música y al baile.

Su aspecto esmirriado, delgado y poco higienizado, movía a compasión. Era indudablemente de carácter noble y tolerante y nunca se enojaba ante las pullas y hasta insultos, que mucha gente le prodigaba cuando "actuaba", en las reuniones que decía animar. Sus chistes surgían del uso erróneo de vocablos cuyo  verdadero significado no conocía, ni se ocupaba de conocer. Los epítetos que le dirigían  por ello no le molestaban, pero si se mostraba feliz, cuando sus yerros garrafales arrancaban algunas carcajadas. Anduvo dando vueltas por todos lados, hasta que llegó a la carpa de Marcos Tames. Allí quedó como "animador oficial", según el mismo se titulaba.

Noche a noche salía a pronunciar sus incomprensibles peroratas que se alargaban  con exceso, provocando generalizadas  quejas, que al final terminaban con  su retiro del improvisado escenario.

Su edad era indefinible,  dado su  aspecto descuidado y enfermizo, que no variaba nunca. Cuando pasaron algunos años,  mostraba en su rostro las huellas inconfundibles  que va esculpiendo el alcohol en los adoradores del vaso. Se dice  que nunca tuvo amores, pues todo su ser estaba arrebatado por la pasión  del bebedor consuetudinario.

La música carpera llegó  ser algo en su vida... No sabía interpretarla,  pero la sentía y la amaba  a su manera. Había intentado ser Tony, pero sus intentos quedaron truncos en una especie de fracasada parodia de payaso, sin la dramática tristeza del que llora por su cara enharinada. El público comenzó a comprenderlo y había "barras" que seguían su trayectoria con simpatía y hasta llegaron a alentarlo en el ejercicio de esa no bien definida función que cumplía, cada vez que se interrumpía la música vernácula que llenaba el ambiente de melodiosas zambas y ocurrentes chacareras.

Durante el carnaval vivía tal vez sus  mejores horas, porque era el tiempo en que los excesos alcohólicos se generalizaban y ganaba cierto "nivel social", con otras personas que no tenían su misma asiduidad para beber. Su partida fue inesperada, dramáticamente tonta. Una noche de invierno, como todas, había estado cumpliendo con lo que tomó obligación. Habló de todo, con el empleo de palabras  para él desconocidas, recibió  agravios y aplausos y continuó con su noche de locura, hasta que ebrio, salió tambaleante de la carpa. Al amanecer  unos trasnochadores lo vieron tendido cerca de ahí, a la intemperie... Frangollito al parecer había muerto bajo los rigores de una helada.

Pero allí no se termina la historia, ya que Dn. Ramiro Caro Figueroa nos cuanta:

 "Lo dieron por muerto equivocadamente al aparecer la noticia en el diario Norte. A los pocos días se presentó el propio Frangollo al Intransigente para desmentir su fallecimiento. Esta noticia tuvo repercusión nacional y el vespertino porteño La Razon publico una nota que textualmente decia: " Desmiente un hombre noticias que decían que había fallecido. Salta- Un hecho poco común se registró en la redacción de un matutino local donde se presentó un ciudadano para aclarar que no había fallecido. La presunta víctima, Arturo Viggiani, había estado internado en un nosocomio reponiéndose de lesiones que le provocara un grupo de desconocidos que integraba una patota. Erróneamente se publicó en un diario local que había fallecido, sindicándosele como un conocido malviviente. Viggini ofendido aclaró que continúa con vida, que actúa en números cómicos y es hijo del extinto cabo Viggiani, quien fue popularmente conocido como el "cabo Frangollo" en la década de los años 20, cuando prestaba servicios en el cuerpo de policía provincial." Esto ocurrió en el año 1974.

Frangollito con Ramiro Caro Figueroa

Fuente: "Crónica del Noa" -16/11/1981

Fotografía: Ramiro Caro Figueroa.

Relatos recopilados por la historiadora María Inés Garrido de Solá


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