Esteban de Urizar y Arespacochaga

En 1707 llegó la noticia que había asumido el Gobierno del Tucumán Don ESTEBAN DE URIZAR Y ARESPACOCHAGA. Había sido nombrado Gobernador por el Rey, en 1701 pero ante la imposibilidad de asumir funciones, permaneció en Buenos Aires como consejero militar en la Defensa de La Banda Oriental del Uruguay contra los portugueses.

Una vez asumido el gobierno, mantuvo en sus cargos a los tenientes de gobernador y a los altos funcionarios de la administración, atendiendo con celo los requerimientos de los vecinos. Limpió las fronteras de bárbaros e infieles, formando para ello un ejército de 1316 hombres, con el que redujo a las tribus del Bermejo, llevándolas a Santiago del Estero, para poblar la reducción jesuita de San Esteban de Miraflores.

En 1710 organizó una gran expedición al interior del Chaco, planeándola cuidadosamente y coordinando sus fuerzas con las ciudades de Asunción, Corrientes y Santa Fe. Estas, debían enviar contingentes de 600, 200 y 300 soldados respectivamente para encontrarse en un lugar predeterminado de la llanura chaqueña.

Antes de lanzarse en campaña, reunió una junta de teólogos que dictaminó favorablemente sobre la justicia de la guerra que iba a librar contra los aborígenes. También dejó constancia de que la empresa se realizaba a su costa y sin exigir contribuciones forzosas a los particulares y comerciantes.

El 19 de junio de 1710 partió la vanguardia de la expedición desde el fuerte de Esteco.

La siguió el mismo Gobernador el 10 de julio con el resto de las fuerzas. Componían los efectivos 1.300 soldados de los tercios de Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja, llevando 4.000 cabezas de ganado, 300 caballos y abun- dante provisión de yerba y tabaco.

Los tercios de Salta y Jujuy penetraron por sus respectivas fronteras; el Teniente de Gobernador de Jujuy Antonio de la Tijera, partió simultáneamente desde Tarija con un cuerpo de ejército más el auxilio de dos compañías de indios ocloyas y chiriguanos de dudosa fidelidad. Este jefe debía reunirse con el grueso de la expedición en las Juntas de San Francisco. Con tan impresionante despliegue de fuerzas -las más numerosas y bien equipadas que entraron al Chaco- el Gobernador logró llegar al Bermejo y costearlo hasta el paraje llamado Esquina Grande. Después de varios combates consiguió someter y reducir a los malbaláes y alejar temporariamente la amenaza de las tribus tobas y mocovíes con la fundación del Fuerte de Ledesma. A su amparo se repoblaron tierras que habían sido arrasadas por las invasiones indígenas. Si bien Urízar no consiguió todos sus objetivos ni logró reunirse con las fuerzas de las otras gobernaciones, su expedición ocasionó un desplazamiento de gran parte de las tribus guerreras hacia las otras fronteras.

No obstante tuvo que organizar otra entrada en 1719 para castigar a los indígenas sublevados sobre las riberas del Pilcomayo – que reconoció en su curso superior –; la paz conseguida en estas jornadas, le valió el cargo de Gobernador vitalicio del Tucumán otorgado por el Rey en mérito a sus relevantes servicios. Una característica que distinguió a D. Esteban de Urízar fue el buen trato y el respeto que dispensó a los indígenas, sin ernpañar con actos indignos la firmeza y resolución con que llevó a cabo sus empresas.

Don ESTEBAN DE URIZAR Y ARESPACOCHAGA murió en 1724 y, debido a la destitución por el cabildo de Salta de su sucesor Don ISIDRO ORTIZ, Marqués de Haro, a mediados de 1725 y hasta tanto se posesionara en al gobernación Don BALTASAR DE ABARCA, quedó a cargo del gobierno Don ALONSO DE ALFARO, durante seis meses y pro disposición de la Audiencia de Charcas.

Historia del Chaco- Altamirano - Dellamea de Prieto - Sbardella

REBELIÓN EN EL CHACO

En los años 1709-10, durante la Gobernación de don Esteban de Urízar y Arespacochaga, Salta fue conmovida por  una enorme rebelión de las tribus aliadas del Chaco que llegaron a las puertas de la ciudad dispuestas a exterminar a los cristianos. En su magnífica recopilación de hechos y tradiciones, Bernardo Frías  cuenta lo ocurrido(*).

El glorioso varón francés San Bernardo, Abad y Doctor de la Iglesia, cumplía sus deberes de estado con plena fidelidad a la gracia de Dios. Su influencia era tal que gobernaba en sus días toda la Europa cristiana.

Fundador de la Orden Cisterciense, tenía bajo su influencia mas de tres mil monasterios; levantó su Abadía en un oscuro lugar repleto de malhechores de toda índole, que se limpió tanto con su acción, que tomó el nombre de Claraval, que significa “Valle Claro”.

La fortaleza de carácter del santo lo hacía lanzar rayos y truenos cuando la situación lo exigía, sea ante quién sea, incluso en polémicas como la que mantuvo al aire libre en París con un profesor, logrando con sus argumentos que el libro presentado por éste fuera declarado “un depósito de herejías”.

Escribió su famosa Carta sobre la vocación del monje guerrero en las Ordenes de Caballería y formó la segunda Cruzada para la recuperación del Santo Sepulcro de manos de los musulmanes. Pasó su vida deplorando y combatiendo los males que habían  penetrado en el Clero: “¡quien me diera la dicha –decía- de ver, antes de morir, a la Iglesia de Dios como era en sus primeros días!”.

Monje joven y lleno de vida, de buen gusto, ni torvo ni retobado como pintan a los santos de la Edad Media, que ciertamente nada tenían de eso –dice Frías-. De costumbres elegantes y afecto al buen decir, no pasaba delante de una imagen de la Santa Virgen sin saludarla con un: “Dios te salve María”; hasta que un día, Ella le contestó: “¡Dios te salve Bernardo!”.

Volvamos a Salta, capital por entonces del antiguo Tucumán.  Desde Tarija a Santa Fe –refiere el historiador salteño- se extendía el Gran Chaco, llanura inmensa, boscosa, llena de iniquidades, cuna de langostas y sabandijas, y de tribus salvajes rebeldes a cualquier civilización, sucios y vagabundos, desleales a todo juramento, crueles hasta la ferocidad(**) -Tobas, Mocovies, Vilelas, Mataguayos y muchas más.

Aquellos hombres vivían desnudos, sus mujeres con sus formas dadas al viento y teniendo los hijos como las bestias sus crías.

Soldados españoles había que nada entendían de urbanidad o diplomacia para con estos indios, y sus violencias provocaban mayor odio y venganza contra el cristiano.

Por más de doscientos años, las ciudades hispano-indígenas principales del Norte fueron el centro de ataque, de lo que resultaban daños irreparables y muchas historias para contar.

Las avispas de San Bernardo

Pero volvamos a nuestro tema principal. Un día, como dijimos, la ola invasora llegó hasta las puertas de Salta volcando sobre sus rastros un verdadero reguero de destrucción y sangre, porque era, entre todas, la más maldita para los salvajes, la presa codiciada; querían la gloria de vencerla porque era nido de cristianos y el cuartel general de la colonización española en el Tucumán.

El incendio principió a abrasar la ciudad, las calles se llenaron de indios, se oían llantos de mujeres y niños, los hombres caían… ¡la hora de morir sonaba para muchos!

Los invasores no aceptaron parlamentar y sacrificaron cruelmente a los voluntarios que hicieron el intento. Eran dos hermanos, uno de los cuales estaba a punto de casarse y formar su hogar en suelo salteño; la novia se había quedado en su casa, esperando su vuelta... La ciudad asediada levantaba, quizás por la postrera vez,  la voz al Cielo.

Inesperadamente, algo ocurrió que cambió el curso de los acontecimientos: un hombre vestido de hábito blanco, parado sobre las rocas del cerro pegado al caserío, apareció impávido, tranquilo, y  mirando a Salta; la brisa movía sus ropas y su capa; en una mano sostenía un libro y un pequeño bulto en la otra. Era un panal.

Los indios lo vieron y comenzaron a huir despavoridos; aterrorizados, pasaban cerca de él con el rostro descompuesto y mirada de espanto.

Los cristianos se sintieron salvados, pero no acertaban a entender el porqué!  Sólo atinaron a dar gracias  con el Santísimo en los altares y las campanas al viento.

Diz que los indios contaron que cuando el hombre vestido de blanco agitaba el panal, salían legiones de avispas bravísimas, que clavaban rabiosas sus aguijones envenenados en los ojos y en cualquier parte de su piel desnuda.

Menos de una hora tardaron en abandonar la ciudad estremeciendo el cerro con sus chillidos.

Salta quedó libre de enemigos.

A modo de observación, pequeñas partidas los siguieron. Con algunos hablaron, y les dijeron que habían visto un hombrecito blanco que les infundía tal pavor, que no serían ellos quienes volvieran a Salta para guerrear con él.

Tiempo después, algunos comisionados indios bajaron a la ciudad. Rodeados por mucha gente fueron preguntados para develar el misterio; relataron lo del hombre vestido de blanco y las avispas.

Para saber de quién se trataba los llevaron a ver todo lo que podría parecerse. Así es que fueron al convento de los padres belermitas, y cuando entraron a la capilla, los indios señalaron la imagen de San Bernardo gritando ¡aquél es, aquél es! , y salieron corriendo llenos de espanto parando recién en pleno campo.

La gratitud de Salta para con el Santo protector fue mostrada de mil maneras, con actos piadosos y  obsequios, el Cabildo Eclesiástico lo nombró segundo Patrón de la ciudad, el Gobierno civil le firmó despachos de Capitán de Ejército con galones militares y la paga de su sueldo en el día de su fiesta; el cerro que fue teatro de tan prodigioso milagro, desde entonces se llama “Cerro San Bernardo”.


Esta breve síntesis de los coloridos relatos de Bernardo Frías –que estaba orgulloso de llevar ese nombre-, nos sirva para recordar el prodigio que Dios obró por manos de San Bernardo en un momento de grave aprieto. Digámosle al Vice-Patrono de nuestra ciudad como le dijo la Virgen: “¡Dios te salve Bernardo!”, y que vuelva a su cerro, y mueva otra vez el panal salvador para soltar su ejército de aguijones alados y evitar posibles males cada vez que sea necesario!  Que así sea por siempre.

FUENTE: http://argentinagrandeza.blogspot.com.ar/2014_09_01_archive.html

 

Esteban de Urizar y Arespacochaga, Gobernador vitalicio de Tucumán

Don Esteban de Urizar y Arespacochaga, n. en Elorrio, señorio de Vizcaya, país vasco, y bautizado en Arrazola el 22-1-1662, Maestre de Campo, Caballero de la Orden de Santiago desde 1692, gobernador vitalicio del Tucumán  1707-1724, Capitán General y Brigadier General de los Reales Ejércitos fallecido soltero en Córdoba 4-5-1724, s.s., hijo de Esteban de Urizar y Uribelarrea, natural de Arrazola y de Catalina de Arespacochaga Itiriozaga, casados en Arrazola el 11-2-1657, nieto paterno de Martin de Urizar Urrutia, b. Arrazola, el 13-8-1619 y de Marina de Uribelarrea Aresti, b. Axpe el 23-3-1619 casados en Arrazola el 29-7-1637, nieto materno de Martín de Arespacochaga y de Domenja Itiriozaga, bisnieto paterno de Martín de Urizar y María de Urrutia

Este caballero desde joven se dedicó a la carrera de las armas, en la que se distinguió por su valor en diferentes campañas. Militó en las  guerras de Italia y Francia al lado de ilustres capitanes de los ejércitos de España, mereciendo en 1699 ser nombrado maestre de Campo de infantería de las tropas que ocupaban el territorio de Milán.

En 1701, como premio debido a su comportamiento le confió el Católico Monarca el gobierno de Tucumán, del que no disfrutó por las razones que dejamos referidas, hasta el 12 de junio de 1701, fecha en que el Cabildo de Córdoba recibió la real Cédula de confirmación de su nombramiento, conteniendo las siguientes expresiones que denotan la gran estima que le profesaba el Soberano:

He resuelto que luego incontinenti que recibáis este despacho, hagáis cese en el gobierno de Tucumán, don Gaspar de Barahona, y déis posesión pronta y efectivamente al maestre de Campo, don Esteban de Urizar, por los motivos que tengo para ello, sin que por ningún accidente, causa o razón dilatéis o embaracéis ni permitáis se embarace, enviando testimonio de haberlo ejecutado, con advertendia, de que lo contrario, me daré por muy deservido, por lo que conviene a mi real servicio y las razones que movieron mi real ánimo a esta elección, habiendo sido muy de mi desagrado lo que en contrario se ha ejecutado por mi virrey y por las audiencias de Lima y Charcas, de que he querido advertiros… y a mi virrey y Audiencias he mandado participar esta mi resolución para lo que tengo entendido y no obren cosa en contrario y vos lo observaréis sin retardación alguna, que así procede de mi voluntad”.

La confianza de su majestad en los buenos servicios que esperaba de la gestión de Urizar no fueron defraudadas, pues en los diez y siete años que la ejercitó supo desenvolverse con tal prudencia y acierto que ha merecido pasar a la posteridad como uno de los más ilustres y meritorios gobernantes que tuviera la provincia.

Acreditó su buen criterio con la primera medida que adoptó apenas recibido.
Era práctica establecida por sus predecesores al entrar al gobierno cambiar los tenientes de las ciudades para ocupar a personas de su privanza o que se les recomendaban, lo que traía como era natural, grandes trastornos para la buena administración. En nuevo gobernador no se dejó llevar por ese precedente y confirmó a todos en sus cargos con lo que se captó las simpatías de las personas que los desempeñaban. Ejemplo digno de ser imitado aún ahora por muchos de nuestros gobernantes que por razones políticas remueven de sus puestos a empleados meritorios sin otros motivos fundamentales, que los de los compromisos adquiridos antes o después de su ascensión, en lo que no pocas veces suelen cometer, además de la injusticia que entraña proceder, graves errores de la elección de los sujetos que llevan a cubrir las respectivas plazas, desprovista de experiencia que dan los años de prácticas y del conocimiento de los  asuntos de su incumbencia, echándose encima profundas y numerosas enemistades que fermentando entre los agraviados y los círculos de su relación, producen, el malestar de gran parte de la población.

Por la inhabilidad de Barahona, hallábase el Norte de la provincia como queda referido, infestada por la incursión de bárbaros chaqueños que llegaron hasta pasearse osadamente por la ciudad de Salta, cometiendo toda suerte de fechorías, mientras se hallaba en ella don Esteban de Urizar. Quedó este asombrado de tamaño exceso y sin pérdida de tiempo ordenó se hicieron los aprestos necesarios para llevar la guerra al mismo corazón del Chaco y sujetar a las tribus que lo habitaban. Organizadas las fuerzas que habían de acometer la gran empresa penetraron por varias partes de aquella región, al mando de expertos oficiales y después de rudos encuentras y largas fatigas, lograron recorrer extensas comarcas y dominar a sus feroces moradores, estableciendo varios presidios a medida que se iban internando para asegurar los frutos de la expedición de forma permanente. A los indios del territorio conquistado juntó en una sola reducción que se denominó San Esteban de Miraflores, encargando a los padres de la Compañía de Jesús que la evangelizaran y atendieran lo que efectuaron con tanto celo, que poco tiempo después la había convertido en una floreciente cristiandad.
Dirigía personalmente el gobernador esta conquista, gastando gruesas cantidades de su propio peculio, y con su ejemplo se estimulaban los hombres de guerra y oficiales, emulando entre sí, gloriosas y arriesgadas acciones.

Con tan felices sucesos quedó la provincia tranquila y aseguradas sus fronteras, prosperando en todos los órdenes, a la sombra de su celoso y digno administrador.

Terminando su quinquenio se disponía entregar el mando, cuando un incidente inesperado determinó su permanencia en el cargo. El 12 de junio de 1712 por la noche, víspera de la recepción del nuevo gobernador, la campana mayor de la iglesia matriz de Salta, comenzó a doblar como si una persona principal se hallase en agonía. Extrañado Urizar de aquel toque inesperado, hizo indagar la causa, resultando de sus averiguaciones que algún sujeto desconocido había pretendido con esa demostración significar el placer que  le causaba la expiración de su período. Profundo pesar le causó aquella intención maligna y herido en su amor propio muy justamente, puesto que sólo motivos de gratitud había dado a sus subordinados, trató sucesor y obtuvo de él una suma de dinero, probablemente el cediese su derecho para seguir en el gobierno. Pidió luego al Rey aprobación de aquella transferencia que no sólo vino en confirmarla sino que se la concedió en carácter vitalicio.
Recibió con esto grande alegría todo el Tucumán y no tuve que arrepentirse de ella, pues don Esteban, supo corresponder las esperanzas de sus gobernados y el afecto que le demostraron.

Atendía con amable deferencia a cuantos acudían a él, sin distinción de clases ni de personas. Era recto en su justicia, moderado en sus costumbres y sinceramente cristiano en sus procederes. Atendió con gran celo a la conversión de los infieles, enviándoles misioneros que los doctrinasen y consiguiendo atraer un gran número de ellos a la fé Católica.

Sus bienes no teniendo herederos a quien dejarlos, sino un hijo natural, fruto de sus pasiones juveniles allá en las guerras de Italia, los destinó a obras piadosas y a construir el convento de la Merced y el Colegio de Jesuitas, donde dispuse que lo enterrasen a su muerte que acaeció en 4 de mayo de 1724, sumiendo a todos en gran consternación.

El Gobernador contra el comercio ilegal

El 3 de octubre de 1708, fechado en la ciudad de Salta donde residía, el gobernador de Tucumán, don Alejandro de Urizar y Arespacochaga, emitió un extenso auto, dirigido a los Cabildos de su jurisdicción. El de San Miguel de Tucumán, ni bien recibió el documento, lo hizo publicar en la plaza "a son de caja y pregonero", el día 21.

El gobernador llamaba la atención sobre diversas "desordenes" acaecidos en sus ámbitos. Algunos infringían el estricto sistema de monopolio establecido por la corona. Percibía, por ejemplo, "muchos excesos en el comercio de géneros prohibidos", ya que se introducían al Tucumán mercancías llegadas en "las naves francesas, por los puertos del Sud o por cualesquiera partes".
En consecuencia, mandaba que aquellas introducciones ilegales "se declaren por perdidas, con más las penas en tales casos impuestas a los mercaderes dueños de recuas, carretas, arrieros, carreteros y conductores".

Ordenaba que, en adelante, los comerciantes que vengan del Perú no usarán "más camino que el que viene derecho a la ciudad de Jujuy, en cuya Real Aduana se presentarán". Y los que vinieran del Río de la Plata y Paraguay, no usarán más que "el camino real de carretas y el que llaman de la puerta de Choromoros, que viene derecho a la ciudad de Salta".

Allí, mandaba, "se presentarán ante mí, y en mi ausencia ante mi lugarteniente, antes de tomar casa, tienda ni aposento". Esto, bajo "pena de perdimiento de los bienes que trajesen y de las mulas y recuas que los condujeran".

Artículo relacionado: Los Urizar

Fuentes:
1. Archivo Diocesano de Bilbao
2. Álbum General de la Provincia de Tucumán 1816-1916
4. PARES - ES.28079.AHN/1.1.13.8.4//OM-CABALLEROS_SANTIAGO,Exp.8345 – 1692
5. PARES - ES.41091.AGI/23.15.123//INDIFERENTE,123,N.161 – Méritos

6. Andrés A. Figueroa, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba,año 8, nº 2 abril de 1921
7. Actas de la XI Reunión Americana de Genealogía

 

Fuente: http://geneasud.blogspot.com.ar/2015/05/esteban-de-urizar-y-arespacochaga.html

 

 

 

EL GOBERNADOR URIZAR EN SALTA

Es un hecho cierto que los terribles terremotos de 1692 echaron por tierra casi todas las ciudades de Esteco y que en Salta produjeron grandes daños en los edificios, en general, cuando la población buscó amparo en su desolación en la sagradas imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro. Esto y la calidad de las construcciones de adobe, nos explican de cómo a principio del siglo XVIII la ermita de San Bernardo amenazaba ruina. Lo cierto es que durante el progresista gobierno de Dn. Esteban de Urizar y ArespacochagaSalta sufrió de una manera extraordinaria los ataques de las tribus del Chaco (1). Estando este gobernador en Salta en 1704 los indios penetraron al recinto mismo de la ciudad, según lo afirma Lozano. Entonces el pueblo cooperó a la acción de las fuerzas cristianas de Jujuy, Tucumán y Salta para arrogarlos a sus bosques y guaridas. De este acaecimiento dada el reconocimiento –según parece- de San Bernardo como protector especial de la ciudad contra los indios sanguinarios de las vecinas comarcas. El fervor y gratitud que despertó en Salta esa visible protección y el aspecto ruinoso que ofrecía la ermita de San Bernardo movieron al Cabildo y a la población entera a pensar en una reedificación del pequeño templo. Durante el gobierno el señor Urizar, no sólo luchó heroicamente contra los indios sino que favoreció su conversión. Leamos al Padre Lozano: “El celo de la religión le impulsó a procurar cuanto pudiese la conversión de los infieles, dando fomento a los ministros del Evangelio; y su piedad religiosa manifestó bien en las fábricas que hizo a su costa de los templos del Convento de la Merced de Jujuy y de nuestro Colegio de Salta (jesuita), gastando en éste con tan larga mano que ha salido uno de los más lucidos de toda la Provincia”. (Tomo V, pág. 301). Pero esa piedad en el Gobernador parece fue condición de su familia, porque aparece en esta época (1707-1724) un su pariente, acaso hermano o sobrino, llamado don Miguel de Urizar y Arespocochaga. Este caballero fue el autor principal de la nueva ermita de San Bernardo. (1) El Gobernador del Tucumán Urízar fue uno de los más brillantes guerreros del Rey. El Padre Lozano en el t. V de su Historia de la Conquista dedica varias páginas a narrar sus heroísmos en Italia, Francia y América. Murió en Salta en 1724 y sus restos reposan en lo que fue la Iglesia de los Jesuitas.

Fuente: BOLETIN DEL INSTITUTO DE SAN FELIPE Y SANTIAGO DE ESTUDIOS HISTORICOS DE SALTA TOMO V N° 17 Pag. 5 - http://c9000591.ferozo.com/Boletines/Tomo0051.pdf

 

 

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