OSCAR FELIX HAEDO

 

EL ESCULTOR CRIOLLO

JUAN CARLOS

IRAMAIN

 

Noticia sobre el autor

                El  crítico de arte Oscar Félix Haedo nació en la Capital Federal de la República Argentina. Es miembro de la Asociación Argentina de Críticos de Arte y ha desarrollado en forma permanente su profesión, siendo un colaborador asiduo de los diarios La Nación, La Prensa y Clarín. Sus trabajos han aparecido asimismo en las revistas La Actualidad en el Arte, Lyra, Davar, Correo de Artes, Anuario Latinoamericano de las Artes Plásticas y muchas otras. Fue jurado en infinidad de salones y concursos, nacionales e internacionales. Como conferencista tiene una vasta y calificada actuación. Ha recibido numerosos premios, entre los que figuran  el Tercer Premio Nacional de Historia de las Artes por su libro “Lola  Mora” y el Premio Municipal Hugo Parpagnoli por su ensayo “Visión de la Plástica Argentina (1950—1970)”, el Municipal de la provincia de Buenos Aires y el Provincial de Rosario, Santa Fe.

                Es autor de los siguientes libros: “XVIII Plásticos Uruguayos” (1947); “Lola Mora” (Eudeba); Pintura Argentina 1900-1961/1977); “La escultora Isella” (Club de Lectores); “Las fuentes porteñas” (Cuadernos de Buenos Aires, Municipalidad de la Ciudad); “Vicente Forte”, “Eduardo Mac Entyre” y “Ernesto Deira” (del C. Editor de A.L.); “Mabel Matto” (Universidad Católica de La Plata); “Bruno Venier” (1984); “40 Escultores” (Ed. La Actualidad en el Arte); “Artistas judíos de Argentina” (México). Es asimismo asesor artístico de varias galerías de arte.

 

El autor agradece la desinteresada colaboración de:

 

                Agrupación de Artes y Letras Impulso-Archivo General de La Nación- Diarios: La prensa, La Nación, La Razón – Escultores: Santiago J. Chiérico, Fernández Larrinaga (Tucumán) – Familiares del artista: Señora de Iramain, Demetrio Iramain, Doctor Leonardo Iramain, Alfredo Anuncio Iramain, escritora Silvia Turbay de Iramain- Museos: de Bellas Artes de Tucumán, Municipal  Juan Carlos  Iramain (Tucumán) – Pintores: Antonio Osorio Luque, Irma de Ruiz, María Eugenia Aybar, Santos Legname-Roldán & Cía – Salas Nacionales de Exposiciones – Universidad Nacional de Tucumán.

                Traducciones del inglés: Doctora Ana Silvia Haedo.

                Fotografías: Archivo Gráfico de la Nación –Ana Silvia Haedo – “América” (Tucumán) – César Sondereguer – Diarios La Nación y La Prensa – Diego Forero – Gabino Gómez – Hermanos Forero – José Amores (Diario La Razón) – José Solano – Museo Juan Carlos Iramain – Revista El Suplemento – Roldán & Cía. – Doctor Jorge Rouges (Tucumán).

 

 

 

 

Indice

 

Noticias sobre el autor

Agradecimientos

Indice

Prólogo

Capítulo I. 1900. La niñez artística

Capítulo II. 1918, Con Zonza Briano

Capítulo III. 1919. El tema histórico

Capítulo IV. 1920. El tema telúrico

Capítulo V. 1925. Creador en Tucumán

Capítulo VI. 1926. Premio Estímulo

Capítulo VII. 1927. El Primer Monumento

Capítulo VIII. 1932. En la Residencia Presidencial

Capítulo IX. 1934. La aventura mineral

Capítulo X. 1938. Nueva serie telúrica

Capítulo XI. 1939. Amistad con Yrurtia

Capítulo XII. 1941. La estatutaria monumental

Capítulo XIII. 1941. Propulsor de Zapla

Capítulo XIV. 1948. Consagración en Buenos Aires y Estados Unidos

Capítulo XV. 1950. Einstein y Batista

Capítulo XVI. 1952. El Cristo de Salta

Capítulo XVII. 1965. El Museo Iramain

Capitulo XVIII. 1969. Los homenajes

Capítulo XIX. 1973. La muerte

Itinerario artístico

Ilustraciones en dos cuadernillos intercalados en el texto

Prólogo

 

                Ante la presencia necesaria del signo forjado por el artista de la patria que identifique plásticamente nuestras imágenes -étnica, geográficamente y lo espiritual-, corresponde señalar al que aporta a esta definición tras las huellas de Leónidas Gambartes, Sesostris Vitullo, Emilio Soto Avendaño, César Sforza, Francisco Reyes, entre otros, alertando que “La búsqueda en una identidad nacional no debería constituir una motivación consciente de la creación artística. La identidad  nacional es algo que resulta de la tradición de que el artista está inconscientemente penetrado y su búsqueda de un arte que trascienda las fronteras nacionales”. (1)

                Desde las entrañas de Buenos Aires, Tucumán o La Puna, un escultor estructuró signos al registrar los arquetipos de la región (criollos y aborígenes) con el lenguaje de la época (neoclasismo, naturalismo y expresionismo) modelando una comunicación de existencia que se fija en belleza o fealdad.

                La transcripción escultórica de la realidad de nuestro suelo –impregnada de dramas y alegrías- por Juan Carlos Iramain, que de él se trata, en ocasiones quiebra el concepto belleza para recordarnos que, en relación con lo bello, “lo feo no significa lisa y llanamente la pérdida de la expresión estética, una pérdida del signo”, afirmando con Max Bense que “también lo feo tiene fuerza de signo, la idea de lo feo no destruye la idea de arte pues el arte, no está definido exclusivamente por lo bello”.

                El escultor rescata y transfigura lo bello y feo de su entorno nativo, con las flaquezas y virtudes inherentes, hasta modelar lo argentino; válido de su antecedente incaico, enamorado del alma indígena, analista del período pre-colombino y criollo por formación, su educación estética forjada occidentalmente le provoca una simbiosis generosa en resultados, como fueron las artes mudéjar y mozárabe.

                En la pausa del registro étnico, Iramain elevó sus manos hacia el cielo colocando en la cima de dos cerros –uno tucumano, el otro salteño- a imágenes reafirmatorias de su fe y dones artísticos, ubicándose con ellas como el estatutario argentino que conquistó las alturas.

                Al extender el lenguaje escultórico al registro de nuestros héroes, una argentinidad total envuelve la obra de Iramain gestada durante seis décadas tras la permanente búsqueda del Signo-Génesis de la co realidad que –tras el proceso de lo sensible- se tradujo en Signo Estético de belleza y fealdad corporizado en obras artísticas: Minero de Galicapó, Chacho Peñaloza y Cristo.

                Para elucidar los períodos estéticos de Iramain (indigenista, naturalista o estatutario monumental) e ingresarlos en la historia de la escultura argentina, recogimos su palabra, de testigos de su época, del periodismo, documentos públicos y privados, los que revelan una existencia plena de argentinidad y contenido espiritual.

                                                                                                              Oscar Félix Haedo

(1)    “El correo de la UNESCO”. Los tres rostros del arte, por Huichi Kato, edición castellana, marzo de 1973.

 

 

1900. La niñez Artística

                Al compás del trote corto de su petiso cimarrón, el pequeño Juan Carlos orillaba al río Famaillá en la búsqueda de la tierra dócil a sus manos, deseosas de apretarla, estirarla y modelarla hasta conseguir la semejanza con el Duende de las Montañas, personaje de leyenda imaginado  por la población como aparecido en las huertas.

                Animando los viajes fatigosos que la familia emprendía en carreta desde Monte Grande a Famaillá o, a la ciudad de Tucumán con una duración de veinticuatro horas, su padre les narraba cuentos de fantasmas, Tigre Uturunco, La Mulánima, el Duende de la Siesta, entremezclados con brujas y hechiceros que acrecentaban el saber folklórico de Juan Carlos, sumándose a su admiración por la naturaleza donde transcurría su infancia: el río, árboles, cerros y el barro que sus manos trocaban en formas.

                 No vayas pa`la higuera que va a salir el duende, aconsejábale la abuela con  palabras que resonaban en el oído de aquel niño de ocho años, hasta que su fantasía –formada en esas enseñanzas- ubicaba en los cerros vecinos al rostro mitológico creado por la superstición popular.

                No sólo el Duende de las Montañas se corporizaba en las arrugas de los cerros tucumanos para el espíritu predispuesto de Juan Carlos, que tanto imaginaba al Quitilipi de barba hirsuta como percibía al Chacho Peñaloza con su estampa de caudillo, hasta que las coplas de los lugareños volvíanlo a la realidad. Y las formas humanizadas de los cerros huían, devolviendo a la piedra su silencio milenario, hasta que un día…

                “Monté mi querido cimarrón sobre los caminos montañosos y, tras detenerme luego de una larga cabalgata, desmonté para modelar la cabeza del animal…

                Esto ocurrió de tal manera que los indios me rodearon en un grupo grande y gritaron con asombro y deleite. En ese momento nació mi dedicación al arte. Con ese entusiasmo comencé a modelar los indios, uno por uno, y los pájaros y otros habitantes salvajes de los bosques montañosos”. (I)

                El solar  nativo estaba asentado sobre una historia iniciada en San Miguel de Tucumán en 1565, con la presencia de veinticinco  vecinos encomenderos y tres mil indios de servicio (diaguitas, lules y tonocotés), convertidos en el Siglo XVII en setecientos españoles y veinticinco mil indios para la Gobernación de Tucumán, arribándose al Siglo XVIII con treinta y cinco mil españoles, treinta y cinco mil indios y cuarenta y cuatro mil negros.

                El indio, desposeído material y espiritualmente durante la conquista española, arrastraba su drama por el Norte de Tucumán extendiéndolo a Jujuy, Salta, La Rioja; resignado, el indio vegetaba por dichos campos y las minas jujeñas, acompañado de su música doliente y artesanías primitivas, convertido en el  áspero testimonio de  una pasado cuya intimidad procuraba desentrañar el pequeño Iramain, llevando al barro colorado las facciones angulosas, somnolientas pero expresivas del diaguita, el calchaquí y el araucano, este último incorporado a la caravana de los aborígenes.

                Enamorado del barro, la piedra y la arcilla, dóciles  a sus intenciones primarias de escultor, a los diez años de edad Juan Carlos reproducía los rostros aborígenes con una técnica rudimentaria pero con sinigual entusiasmo, sumándole motivos animales (pájaros, sapos y gusanos) o simples imágenes gestadas por su fantasía.

                “Lo hacía con mucha gravedad y creyendo realizar una obra estupenda. Creí eso, hasta que dos  o tres de mis creaciones de arcilla convirtiéronse en cascotes agresivos y contundentes, con los que me defendía de la ironía de las gentes. Mis coprovincianos se reían de mis obras… Y es que en provincias, el sentido estético, muy afinado en los espíritus cultos, exige una visión del arte sin términos medios ni tendencias arbitrarias: o malo sin remedio o bueno…. Una de dos: la obra completa o el pergeño de obra, sin personalidad ni belleza, que no merece una mirada… Y claro está, que a los diez años ni iba yo a revolucionar conceptos ni visiones artísticas.” (2)

                Conformado espiritualmente en el Departamento de Famaillá, Juan Carlos había nacido en una antigua casona de Monte Grande el 9 de junio de 1900,  en el hogar constituido por Arsenio Iramain, de estirpe vasca y Filotea Bachi de ascendencia itálica (3); su infancia transcurre sin apremios económicos en los extensos fundos paternos con cultivos y plantaciones, hasta que San Miguel de Tucumán atrajo las inquietudes familiares.

                Estudiante en el Colegio Santo Domingo, Juan Carlos no se caracterizaba como alumno aplicado provocando inquietud a los profesores con travesuras reiteradas; estas incluían las rabona, el despojo de tejas a techos del vecindario y el escondite del bombo de una banda de música, alternadas con actuaciones junto al payaso del circo Raffeto. Recuerda años más tarde Iramain:

                “… en el colegio no me soportaban. Un día me cortaron mis hermosos rulos bronceados para la virgen y me devolvieron a casa. Ya no sabía que inventar, entonces se me ocurrió la idea de volar; para conseguirlo me fabriqué un par de alas con sábanas robadas en la vecindad, unas tablas y unos cinturones viejos. No conocía a Leonardo da Vinci, así que mi intención no era imitarlo;  jamás había oído hablar de él. Convoqué al vecindario. Mi pandilla hacía guardia, iba a volar desde la azotea de mi casa. Anta la azorada concurrencia, equipado con mis alas me lancé al espacio. ¡Me salvé milagrosamente!, ¡caí sobre un árbol!. Costillas y pernas rotas fue el resultado de la hazaña, ¡otra larga temporada en cama! Después fui a parar al Colegio del Sagrado Corazón, adonde pasé mas horas en penitencia que en clase, ¡era insoportable!” (4)

                La vocación del joven quedó definida al sorprenderlo su padre en ocasión de una de las ausencias escolares dibujando y pintando santos y paisajes con colores extraídos de plantas y flores que suplían la falta de lápices, logrando compradores en Famaillá y  Montero; también surgían de sus manos los bustos de los los próceres de su admiración, rudamente trabajados con barro arcilloso y quemados en un horno casero, obras que el orgullo paterno exhibía  al vecindario, sobre una carretilla, en largas caminatas.

                Quebrada la quietud pueblerina con los rezos y llantos maternos ante la muerte del jefe de la familia, en plena juventud comenzaron los sinsabores y la dispersión de los bienes  -campos, casas y  joyas- que ubicaron a Juan Carlos ante las necesidades de la vida, obligándolo a encausarse en alguna disciplina; el camino lo encuentra en las bellas artes junto al escultor  Finacchiaro, quien guió sus primeros pasos por la plástica.

                Finacchiaro era el autor de la metopa de la catedral de San Miguel de Tucumán, donde se describe el regreso de los exploradores de la tierra prometida que enviara Moisés –según el éxodo bíblico- “cargados bajo el peso de las gavillas y de los monstruosos racimos, los azorados miembros de la vanguardia judía narran al legislador hebreo las bellezas de la tierra de la leche y la miel” (5) con un lenguaje acorde a la arquitectura clásica del templo.

                El maestro inició la enseñanza conduciendo al joven a contemplar y analizar las formas de las imágenes de Judas y Simón en dicha catedral; le señaló la audacia contenida en La Libertad, escultura que la tucumana Lola Mora ubicara en la Plaza Independencia en 1904;  acompañábalo a la Iglesia San Francisco para regustar en común las tallas misioneras del altar mayor –primera artesanía aborigen contemplada por el montegrandense- terminando la lección ante el monumento a Juan Bautista Alberdi, en la plaza de la estación ferroviaria. Ante el albo mármol cincelado y descubierto por Lola Mora cuando Juan Carlos contaba sólo cuatro años de edad, Finacchiaro le aclaraba acerca de  la técnica y estética del  primer monumento descubierto en San Miguel de Tucumán y una profunda hermandad artística unía a profesor y alumno: el amor a las formas extraídas del mármol de Carrara, tan puro en su albura como aquél barro que el adolescente manejara a la vera del Famaillá.

                En las pausas de las clases de dibujo y modelado, Finacchiaro le historiaba al alumno el panorama artístico lugareño donde el paso de Lola Mora por las plazas y la Casa Histórica –donde se lucían sus dos bajorrelieves históricos –acaparaba el comentario de los cenáculos intelectuales, en una tarea compartida con el escultor Julio Oliva; en la pintura correspondía al italiano Santiago Falcucci ejercitar el magisterio dentro de la corriente del neoclasicismo, mientras el renombre del retratista Ignacio Baz asumía para Juan Carlos contornos de leyenda.

                En el despertar a la adolescencia, en el espíritu del joven se aunaban la necesidad de corporizar plásticamente cuanto le rodeaba y, la inquietud de integrarlo con la tierra tucumana, su paisaje, el alma de los pobladores y las leyendas oídas en las siestas provincianas, imaginando a Uturunco –de barro y arcilla- en su mesa de trabajo. Junto al maestro, en el quehacer  diario daba los retoques finales al rostro de un cañero o un poblador indígena con idéntico ardor, modelando y dibujando con el lenguaje aprendido del naturalismo.

                Fruto de estas lecciones es el bajorrelieve en yeso del General Gregorio Araoz de Lamadrid, colocado en el patio del Convento Santo Domingo (San Miguel de Tucumán) en el verano de 1912, mientras el recuerdo de algunas ventas “lanzándose desde la solariega casa paterna de Monte Grande, con sus primitivas esculturas y pinturas terminadas con la imperfección de un niño” (6) pertenecían a su anecdotario.

                En el otoño de 1914 la exhibición pública de una de sus esculturas atrajo la curiosidad de la población, poniendo de relieve las iniciales incursiones plásticas del adolescente

Pequeño artista. “En los escaparates de la Confitería París se halla expuesto un busto del señor Clodomiro Hileret, hecho en barro por el niño Juan Carlos Iramain, de once años de edad. Iramain ha hecho, además, un busto de Alem y tiene en preparación otro del señor Lucas A. Córdoba” (7)

                La exposición motivó el comentario popular, coincidente en augurar al novel autor un futuro promisorio en la carrera abrazada, trascendiendo del busto la asimilación de las lecciones de Finacchiaro, las que hallaron límite al crearse la sección Bellas Artes en la universidad provinciana, el 25 de mayo de 1914 bajo el rectorado del doctor Juan B. Terán.

                Popularizada como academia, sus aulas se poblaron de aficionados a la pintura y escultura, inscribiéndose Iramain en 1917 para intensificar el aprendizaje; acompañado del futuro pintor paisajista Santos Legname y demás jóvenes aficionados, sometióse a la disciplina impuesta por Oliva y el pintor italiano Honorio Mosi con una sed de conocimientos que –infatigablemente- recababa de sus profesores, ampliada con visitas al Museo de Historia Natural   y Bellas Artes creado en 1915.

                Su contracción y disciplina en el estudio académico lo hicieron  acreedor a felicitaciones por las pinturas, dibujos y esculturas impregnadas de realismo; en mérito a estas cualidades, en 1918 Juan Carlos Iramain obtenía una beca para estudiar en Buenos Aires por   gestión de los doctores Garro, Gijena y Lezama, meta anhelada por quien aspiraba a triunfar artísticamente y motivando el agasajo de sus amistades.

                “VELADA A BENEFICIO. A beneficio del artista tucumano Juan Carlos Iramain, joven  recientemente  becado por el gobierno de Tucumán, para realizar estudios  artísticos en Buenos Aires, se realizará una velada la semana próxima, en la sociedad Sarmiento. Entre las figuras que prestarán al acto su delicada colaboración artística, figuran Adila Soaje, Amalia Gass, Ofelia Lucero Olmedo, Elsa Mosna, Alicia Usandivaras, Irene Meira, Paulina Messi, Mercedes Field, Susana Montenegro, Clara Arzuaga y el profesor de la Academia, señor Carbonell. La parte literaria estará a cargo del padre Salvador Villalba, Luis V. Casanova, fray Francisco Carrasco, José M. Ponsa y otros.” (8)

(1)    Declaraciones de Iramain al Diario “Tallahassee Democrat”. “El creador de una gran estatua entre nosotros” por Betty Patterson, Florida, Estados Unidos, 20-11-1949.

(2)    Reportaje al escultor en la revista “El suplemento” Nº 244, “El animador del aquelarre” por Alfredo Quelu ilustrado con doce fotografías, Buenos Aires, 08-02-1928.

(3)    Según la escritora Elena Zachar los primeros Iramain que llegaron al Perú –desde Guipuzcoa-  contrajeron nupcias  con las princesas hijas de los incas señoriales, originando el apelativo “Príncipe Inca” otorgado a Juan Carlos Iramain durante su gira por Estados Unidos. (De la revista mensual “Escenario” en la nota “El Apóstol I” por Juan Carlos Iramain, San Miguel de Tucumán, octubre de 1972).

(4)    Revista “Escenario”, artíc., cit.

(5)    “Guía de Tucumán”, edición de la Universidad de Tucumán, 1970.

(6)    Diario “Noticias”. Nota “La Escultura: vocación y misterio de la vida de don Juan Carlos Iramain”, San Miguel de Tucumán, 09-03-1964.

(7)    Diario “La Gaceta”, nota “Hace 50 años”; el texto dice erróneamente “11 años”, debiendo informar “14 años”, Tucumán, 30-03-1968.

(8)    Diario “La Gaceta”, nota “Hace 50 años”, Tucumán 11-03-1968.

 


 

1918. Con Zonza Briano

 

“Cuando el tren en que venía a Buenos Aires se detuvo en Retiro, el artista miraba las gentes y las cosas, con aire de conquistador displicente. Imaginábase que todo Buenos Aires conocía y reverenciaría al “escultor Juan Carlos Iramain”. Y es que los periodistas tucumanos, buenos muchachos, lo tenían mareadito a elogios . La realidad porteña fue otra. Desconocido, anónimo, ni sospechado, a pesar de sus melenas y aires de señor del mundo sufrió vértigos de hambre y pasó las un judío errante”. (9) 

                Arribaba en invierno, cuando el país veía instaurar en la presidencia al primer gobernante elegido por el voto secreto: Hipólito Irigoyen; en la cultura se señalaban dos oposiciones: la de las clases tradicionales ornadas con influencias de París, Roma o Londres y, las culturas de las clases media y proletaria, surgidas a fines del Siglo XIX; en Versalles se firmaba un tratado de paz poniendo fin a la guerra, lo que aportaría a Argentina un período de bonanza económica.

En la pintura predominaba el impresionismo divulgado por Martín A. Malharro con la mirada sobre nuestro paisaje; en la escultura regía el naturalismo en la obra de Lucio Correa Morales, mientras el Salón Nacional cumplía siete años de existencia, con Pedro Zonza Briano coo uno de sus galardonados con el bronce Creced y Multiplicaos, modelado con la estética impresionista predicada por el francés Rodin.

Un retrato publicado en la revista “Caras y Caretas”, informaba sobre la presencia del becario en la urbe porteña:

“TUCUMAN. Señor Juan Carlos Iramain, subvencionado por el gobierno para seguir estudios de escultura en la Capital Federal” (10). Meses después, en “Revista Pupularreproducíase su efigie y tres esculturas, con este comentario:

“UN BUEN ESCULTOR TUCUMANO. He aquí un artista joven y de talento. Hijo de sus propias obras, supo pasar por encima de todos los obstáculos. Sin recursos para costearse sus estudios y sin maestros que dirigieran sus primeros pasos, Iramain se impuso siendo un  niño con una bella cabeza de anciano: El Bostezo. Luego gestionó y obtuvo de los doctores Garro, Lezama y Gijena un beca para perfeccionar sus estudios (11)”.

De las obras reproducidas trascendía la influencia del nuevo maestro –Zonza Briano- en cuyo taller Iramain ingresaba como alumno; simultáneamente cursaba dibujo y escultura en la Mutualidad de Bellas Artes con modelos vivos asimiliando las normas académicas, pero una huelga puso fin a estos estudios. De dicha época recuerda Iramain:

                “Progresaba mucho en arte. En el colegio no sé cómo pasé mis cursos estudiando tan poco”. (12)

Desde su primer domicilio porteño –el Colegio Lacordaire- se encaminaba diariamente al taller de Zonza Briano, siendo inicialmente un colaborador en la maqueta del monumento a Leandro N. Alem, obra que el maestro ablandaba atmosféricamente en cada sesión y que, el tucumano aplicaría en los primeros yesos trabajados en Buenos Aires, a la manera de Rodin.

“Se ha señalado que en Rodín, como en el italiano Medardo Rosso las formas nacen en relación directa con las luces que las iluminan, restableciendo así la unidad de punto de vista, ya que sólo en un determinado juego de claroscuros las formas pueden expresar la verdad poética y atmosférica de las impresiones que el artista ha querido traducir. Esas formas ya no están más cerradas y limitadas, aisladas en el espacio, sino que son abiertas, ya que su determinación construye el mismo espacio”.

Ubicado Zonza Briano en la línea rodiniana, compartiendo dichas inquietudes con Hernán Cullen Ayerza, su producción mostraba tal influencia en el ámbito porteño (dominado por el naturalismo de Correa Morales, con cierta influencia telúrica en Cautiva) distanciado de su obra.

“…. Un   arte orientado hacia la simplificación de las masas y la modulación barrocamente decorativa de las superficies, con personal transfiguración expresiva de las formas naturales; suscitaba, por lo menos, el desconcierto de una opinión habituada al verismo tradicional. La intención trascendente, de proyecciones espirituales y en ocasiones audazmente eróticas, acentuaban los perfiles de una obra de contenidos, esencias y alcances significativos, demasiados desusados para concitar la aquiescencia de los contempladores habituales de los escasos salones y galerías de la época. (13)”

Junto a Zonza Briano, Juan Carlos reestructuraba su técnica hasta merecer el primero comentario con unos bustos, que señalaban el relieve de las condiciones artísticas de su autor, dentro de las nuevas tendencias del arte escultórico (14), orientadas hacia la estética del impresionismo. Reafirmando dicho juicio de valor, Zonza Briano enviaba a la madre de su alumno una carta laudatoria sobre la labor del aprendiz expresándole que en su vientre materno había gestado a un artista.

Al artista un núcleo de personalidad al taller, surgieron elogios para un busto ejecutado por Iramain creyéndolo una obra de Zonza Briano; tras la despedida de los visitantes, el maestro despedía al alumno presintiéndolo un competidor, expresándole: Mi  hijito, te habrás dado cuenta que tu presencia en este lugar ya no es posible.

La actitud de Zonza Briano señalaba la asimilación lograda por Juan Carlos en el reducido tiempo de aprendizaje (casi tres meses), proseguidos con el escultor uruguayo Juan Carlos Oliva Navarro, formado en la Asociación Estímulo de Bellas Artes; con versatilidad, el tucumano pasó de las elecciones de Zonza Briano, signadas por la búsqueda de fusión y disolución de las formas, al estilo que le transmitía Oliva Navarro, reanudando una amistad con origen en el Museo de Bellas Artes de Tucumán donde el uruguayo fuera interventor.

“El gobierno tucumano habíame asignado una pensión pero con los olvidadizos que somos los provincianos, yo cobraba una mensualidad cada seis meses. Entonces, de pura desesperación, trabajé en una santería haciendo barbas de santos y mantos de vírgenes…. Cobraba ocho pesos como jornal y cuando quise irme, el santero me ofreció catorce… Yo acababa de cobrar una mensualidad y sintiendo los pesitos en el bolsillo, lo miré de abajito, otra vez en escultor con ideales… ¡Bohemia pura y linda aquella!” (15)

 

( 9) Revista “El Suplemento”, art. Cit.

(10)Revista “Caras y Caretas”, Buenos Aires 11-05-1918

(11)Revista “Popular”. Nota “Un buen escultor tucumano” ilustrada con cuatro fotos. Buenos Aires 24-12-1918

(12)Revista “Escenario”, art. Cit.

(13)Catálogo. “Homenaje a Pedro Zonza Briano”, prólogo de C. Córdoba Iturburu. Asociación Estímulo de Bellas Artes. Buenos Aires. Agosto de 1972.

(14)Revista “Popular”, art. Cit.

(15)Revista “El Suplemento”, art. Cit.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1919. El tema Histórico

 

                Juan Carlos trabajaba para aliviar los problemas económicos, pero atendiendo primordialmente su vocación (modelar, tallar, cincelar y pintar) realiza una maqueta de monumento al vencedor de Caseros.

                “ARTISTA. Procurando el estímulo de los poderes públicos, el joven escultor tucumano Juan Carlos Iramain ha presentado a la Cámara de Diputados de la Provincia, un proyecto de monumento al General Justo José de Urquiza.

                Desea que se le encargue la obra destinada a emplazarse en el paseo del mismo nombre. El joven Iramain cuenta 19 años de edad, es una promesa en el arte y su empeño da fe de una vocación que, decididamente, es preciso estimular (16)”.

                Entusiasmado con el tema histórico, lo prosigue con un nombre grato a su espíritu tucumano: Juan Bautista Alberdi, cuyo mármol debido a la escultora Lola Mora analizara y contemplara reiteradas veces en una plaza de su lar natal.

                La maqueta de yeso mostraba al autor de “Las Bases” sentado, con la diestra sobre un libro y la izquierda algo recogida, el ceño adusto y la mirada hacia el horizonte; el modelado respondía al realismo – naturalista, sobrio y elemental, que observara en las esculturas de Correa Morales y Oliva Navarro.

                “Un joven artista argentino, uno de nuestros más jóvenes escultores, Juan Carlos Iramain,  ha puesto su arte al homenaje de una de las figuras más importantes de nuestra historia, Juan Bautista Alberdi” dice un suelto del diario porteño “La Mañana” refiriéndose a las tareas de nuestro comprovinciano.

                Apunta que su monumento a Alberdi –que será exhibido por la Liga Patriótica Argentina –es “una obra de reales méritos, que evidencia la preparación de su autor, escultor que a pesar de sus 19 años, no tardará en enorgullecer a la Argentina con una labor interesante. La crítica de algunos conocedores que visitaron la escultura es sumamente favorable, hasta el punto de considerarla de primera categoría y parangonarla con nuestras mejores obras” (17).

                Una comisión presidida por el señor E. Wappers, en San Miguel de Tucumán, interesó al intendente tucumano sobre la adquisición del proyectado monumento en la suma de Pesos veinticinco mil ($ 25.000.-) para que sea  ubicado en alguna plaza pública. Nuestro redactor –publicaba “La Gaceta”- expresa que la crítica porteña ha recibido con entusiasmo la presentación del “Alberdi” en la reciente muestra (18).

                Entre las críticas aludidas por el periodista se destacaba una aparecida en “La Montaña”, un reportaje ilustrado con la maqueta en cuestión. Entre otros conceptos, la nota decía:

                “Después del almuerzo, aprovechando la templada temperatura de una tarde primaveral, fui de visita hace unos días al Colegio Lacordaire, con el deseo de jugar una partida con os padres domínicos. Cuando llegué a la sala de billar, llamóme la atención la presencia de un joven, que… empuñaba el taco como lanza de caballería y que al “tirar” las carambolas, hacía crujir las bolas de marfil y tronar las barandas de la mesa”.

                “Un tanto azorado, pregunté en voz baja:

                -¿Está loco ese joven?

                - No, es escultor- “se me repuso”.

                -Ah!- “agruegué”, -no me había equivocado… ¿cómo se llama?

                - Juan Carlos Iramain… tucumano… un buen muchacho y de talento.

                -¿El autor del monumento a Alberdi?

                -El mismo.

                “Siempre he tenido profunda simpatía por esos jóvenes que trabajan y que aspiran a la gloria. Son lo mejor de la juventud y el porvenir los ha de saludar con gratitud y respeto”.

                “Observé, pues, con curiosidad llena ya de simpatía a ese joven alto, modestamente vestido, que sacudía su melena de apariencia agreste, cada vez que tiraba esos cañonazos que amenazaban desvencijar al billar”.

                “Nos presentaron y ambos hicimos un aparte. Alguien aprovechó esa circunstancia para apoderarse del taco, y evitar alguna posible catástrofe”.

                “Entablamos entonces conversación y hablamos del arte, de las obras que habían terminado, de sus proyectos, de sus esperanzas”.

                “Tiene Iramain 19 años. Su espíritu ingenuo  e infantil como de verdadero artista, encanta con su optimismo y su sencillez y modestia. Hablamos de su última obra, el Alberdi, escultura que goza ya de popularidad y que ha de ser adquirida por el gobierno de Tucumán”.

                “Es su obra de más aliento y está realizada con acierto. El gran pensador surge del bloque con la serena energía que le fue propia. Esa cabeza, de nobles líneas, parece vivificada por el pensamiento. El arqueamiento de las cejas, esos ojos que miran a lo lejos, sugieren el esfuerzo intelectual, la concepción intensa de la idea. Me contó luego algo de su vida, de su niñez, de esos años luminosos y felices pasados en su hermosa provincia de Tucumán de las montañas esbeltas y verdecinas”.

                “Me refirió cómo había nacido en él la poderosa  inclinación hacia el arte. Desde los once años modelaba. A esa edad, trabajaba los primeros croquis. Después  arrastrado por la pasión artística, estudiaba y estudiaba, con fe en el éxito, con esa fe profunda y arraigada de los visionarios del arte”.

                “Tiene Iramain, constantemente palabras de reconocimiento para los poderes públicos de su provincia, que le han prestado apoyo, asignándole una modesta pensión. Es, pues, un muchacho agradecido y nombre. Al preguntarle si no había gestionado un aumento a su pensión, me repuso: “

                “-Me dieron lo que pedí:  ciento cincuenta pesos. No sabía yo la cara que es la vida en Buenos Aires. Además, por allá, los que ganan ciento cincuenta pesos, son orgullosos…. No pedí más de miedo que se enojara el interventor…”

                -¡Hombre, enojarse!- “observé sin poder evitar una sonrisa”.

                -Sí; creí que me bastaría… Si pido más , quizá se hubiera enojado.

                “Junto a esa ingenuidad infantil, Iramain posee brillantes condiciones artísticas. Concibe bien los asuntos; su imaginación es rica y espontánea; la ralización técnica es correcta y original. Será uno de los grandes artistas del futuro”(19).

                Cuando el éxito trascendió a su hogar provisorio, autoridades y alumnos del Colegio Lacordaire hicieron suyo el triunfo de Iramain, encargándole la estatua del sacerdote que daba nombre al establecimiento. La comisión gestionó fondos del Congreso de la Nación y el Jockey Club de Buenos Aires a fin de concretar el proyecto, pero los problemas surgidos de la relación del artista y el Colegio anularon la obra y su alejamiento del hogar provisorio.

                Iramain iniciaba el peregrinaje por pensiones porteñas –más tarde compartido con su hermano Demetrio, pintor y modelo para más de una de las esculturas- en cuyas habitaciones acumulaba tiza, cartón, arcilla y yeso junto al atril donde asentaba al último busto en elaboración. El espacio reducido que disponía en los cuartos de pensiones le impedía trabajar en proyectos grandes limitándose a piezas chicas.

                “De estas andanzas surge el recuerdo de una pensión ubicada en la calle Chacabuco (entre Moreno y Belgrano) donde la propietaria (reconocida como doña María Rosalía de Castro, por su ascendencia gallega) compartía la mesa junto al pintor Juan Carlos Castagnino, Iramain, Federico y Enrique Bermúdez (hermanos del poeta Francisco Luis) y José Sebastián Tallón, autor ya consagrado de los versos de El Sapito glo glo glo, pensión descripta por Alberto Pinetta en Verde Memoria (20)".

                Al notificarse que el monumento a Alberdi para Tucumán era rechazado por las autoridades provinciales asesoradas por el escultor Oliva -quienes a su vez le vetarían un monumento a Sarmiento destinado a Jujuy- el espíritu de lucha de Iramain no cedió continuando su labor.

                Con Urquiza, Alberdi, Lacordaire y luego Sarmiento, en la trayectoria escultórica del tucumano se desarrollaba el ciclo de narración histórica con una técnica estructurada entre el vanguardismo de Zonza Briano y el dogmatismo de Oliva Navarro, ciclo constituido en el receptáculo de técnicas opuestas asimiladas sin una depuración previa.

                Con destino a una exposición en la Galería Witcomb de la Capital Federal modela una serie de bustos una serie de bustos (Serenidad, Retrato, Kirsis, Tipo Criollo, Ño Pedro, Auto retrato, Cabeza de estudio) y el bajo relieve Caridad con técnicas disímiles, reveladoras de la búsqueda de una imagen propia. Para las figuras femeninas optaba por el neo-clasisismo, mientras Tipo Criollo y Ño Pedro lo mostraban -en su primer trabajo con temas nativos- inclinándose al naturalismo en uso por Correa Morales.

                "Que la sinceridad es factor decisivo en la inspiración artística se manifiesta elocuentemente al modelar  Iramain, libre de sugestiones extrañas, exteriores, su propia máscara facial y salirle ella una maravilla, plena de sabor romántico byroniano. Y conste, este auto retrato del joven escultor es de su periódo de iniciación en el arte, cuando aún él no sabía manejar la techa,ignoraba de escuelas y estilos, sólo era dócil a su propia intuición. El busto titulado Ño Pedro pertenece más o menos a la misma época; igualmente el bajo relieve Caridad, ambos pletóricos de concepto y gracia. Serenidad, aunque sintética de planos es toda una expresión magnifíca de energía y resulta hasta de conjunto decorativo. Traducida en mármol, colocada bajo un plinto y fuste prolongado, haría bello efecto bajo una "pérgola" o a la vera de un rosedal.

                Serenidad y Kirsis son los dos trozos escultóricos mejores salidos de las manos de Iramain según los cánones modernos. Kirsis por su turgencia sensual de formas, simplicidad clara, transparente, el helenismo del perfil, nos habla gratamente de visiones muy lejanas, de superficies inmensas azules marinas, espumas venusinas, una colina de oro cumbrada por una acrópolis de mármol rubio...".

                "Busca con empeño Iramain el tema indígena, el folklorismo patrio. Pertenece a esa noble tendencia la escultura titulada Caba de Estudio. Sobresale en ella como cualidad primitiva la cadencia lineal, una cierta depuración del detalle y la potencia del carácter étnico regional, dentro del tipo mestizo, el más difícil de interpretar (21)".

                Asimismo, el crítico puntualizaba la influencia de otros estilos: "... del neoclasicismo moderno, sus durezas, su pulimentado excesivo, su detallismo fatigante. Bueno es inspirarse pero no imitar. A la receta migelángelesca de Rodín, Bistolfi, Yrurtia, Zonza Briano -de planos abocetados, figuras embrionarias- se ha sucedido desde veinte años a esta parte una falange de imitadores estilistas del primitivismo y el clasicismo, que todo lo que quieren es componer dando candidez sin iris las pupilas de los ojos, dislocando o desdibujando determinadas formas (22)".

                Desde 1920 Iramain asiste a la controversia entre los vanguardismos (el cubismo de Curatella Manes y abstracciones de Antonio Sibellino) y el estilo tradicional (visto en el monumento al Almirante Brown que el turinés Alejandro Chiapasco descubría en Avenida Leandro N. Alem casi Cangallo, visible en las esculturas de Arturo Dresco, Torcuato Tasso, Gonzalo Leguizamón Pondal, Alberto Lagos, Emilio Andina, Nicolás Lamanna) alternando con el impresionismo que divulgaban Yrurtia, Zonza Briano y Cullen Ayerza.

                Curatella Manes propugnaba "Yo quiero ver planos, redondeces, huecos... El tema plástico debe sobreponerse al motivo anecdótico" (23); a su vez Correa Morales declaraba "Me apasiona el gaucho porque representa el noble tipo que derramó su sangre y ya no sirve... Es el último gesto del arte argentino antes de sucumbir por el cosmopolitismo y, como mi ABEL, bajo el golpe de sus propios hermanos" (24), conceptos opuestos que Iramain se interesaba en elucidar.

(16) Diario "La Gaceta". Sección "Hace 50 años". Tucumán. 22-03-1969

(17) Diario "La Gaceta". Sección "Hace 50 años". Tucumán. 30-08-1969

(18) Diario “La Gaceta”. Sección “Hace 50 años”. Tucumán.09-12-1969.

 (19) Diario “La Montaña”. LOS ARTISTAS JÓVENES. Juan Carlos Iramain, nota por Emilio Gouchan Cané, Buenos Aires, 10-10-1919.

(20) Diario “Clarín”. TALLON por Francisco Luis Bernárdez, Buenos Aires, 28-05-1970.

(16)Revista Regional “Sol y Nieve”. SEMBLANZAS DE ARTISTAS. Juan Carlos Iramain, nota por Teófilo Castillo, Tucumán. Mayo de 1922..

(22) Revista “Sol y Nieve”, art. Cit.

(23) “Aproximación a la escultura argentina de este siglo”, por J. M. Taverna Irigoyen. Editorial Comegna (Santa Fe). 1967.

(24) “Argentina en el Arte” (fascículo “Los comienzos de la escultura” por Jorge López Anaya) Viscontea Editora. Buenos Aires. 1966


1920. El tema telúrico

 

                A la controversia técnico temática uníase el planteo telúrico de los escultores Luis Perlotti, César Sforza y Ernesto Soto Avendaño, con equivalente ideario en la pintura de Cesáreo Bernaldo de Quirós, Alfredo Gramajo Gutiérrez, seguido de Ramón Gómez Cornet y en lo literario por Leopoldo Lugones, Benito Lynch, Juan Carlos Dávalos, Ricardo Güiraldes, apoyados filosóficamente por Ricardo Rojas y Martín S. Noel.

                Rojas proponía la creación de una Escuela de Artes Indígenas en la Universidad de Tucumán, en 1914, a fin de que el alumno hallara inspiración en los modelos regionales y la arqueología aborigen para adaptarlas a las necesidades de la industria y la vida moderna. Rojas decía:

                “La estética americana que postulé en Eurindia fundada en nuestra experiencia histórica, concilia la emoción indígena con la técnica europea; muestra la unidad cíclica de todas las artes y extiende nuestra nacionalidad artística a todo lo americano. El sistema allí enunciado utiliza como principal documentación la literatura, pero sin olvidar la función expresiva de las artes plásticas.

... de una vez he dicho que por el nacionalismo iríamos al americanismo y por éste a la universalidad de la prehistoria humana, manantial de su historia...

... el problema consiste en sentir o no sentir las fuerzas subconscientes de la raza, entendiéndose por raza un tipo espiritual, no un etnos físico...”(25).

                Con la investigaciones del sabio Juan B. Ambrosetti en las grutas pintadas y monumentos megalíticos de Tafi del Valle, reveladores de una civilización independiente de la incaica, se ampliaban las posibilidades temáticas para los artistas interesados en lo telúrico.

                Testigo de la afluencia de opuestas ideas estéticas en el Buenos Aires artístico de 1920, Iramain desbrozaba las tendencias en pugna a fin de hallar la imagen anhelada; un arte de contenido argentino.

                “Buscándose, realizaba obras dignas, pero que no acusaban al vigoroso artífice de hoy, creador de un mundillo grotesco y trágico, que sólo él ha sabido ver y plasmar en nuestra tierra... Regresó entonces a Tucumán. Irresistible impulso lo lanzaba al terruño donde debía refrescar su espíritu con los paisajes que admiró de niño y renovar sus visiones de la vida y la belleza, ante el rudo medio del campo y la solemne grandeza plástica de sus tipos. Vagando por extramuros de la ciudad florida y bella, internándose a caballo por los campos, descubrió una inagotable fuente de inspiración”.

                “En torno veía seres deformes, miserables, sin esperanzas de dejar de serlo, indios embrutecidos por el alcohol, el hambre y los palos, viejos rugosos, mudos, ciegos, cubiertos de andrajos y de sentencias, mujerzuelas y tipos trágicos, ex hombres y ex mujeres... Todos productos del medio, tipos de la tierra, engendros de cuevas o de presidios”.

                “El artista deleitábase en su contemplación. Pasaba horas escuchando las palabras idiotas del borracho, las sentencias amargas del viejo ciego, las palabrotas de las mujerzuelas, el llanto hiposo del ex hombre, que con sólo el aroma del vino se adormece ebrio”.

“... Y ante la revelación de ese mundo infernal vio su obra del futuro, se encontró  por fin, definitivamente en el difícil rol de animador del aquelarre...”.

“Y al conjuro de sus manos febriles, fueron surgiendo en mármol, piedra y bronce magníficas esculturas que en ocasiones recuerdan figuras mitológicas”.

“Tal El duende de la montaña, el Tigre Uturunco, Estudio del norte, etc...  Son piedras animadas por violentos soplos de vida bárbara. Pasiones desencantadas en las pupilas y en las bocas contraídas...” (26).

                En 1921 Iramain envía un busto a los Juegos Florales de San Miguel de Tucumán, patrocinados por la Conferencia Vicentina de San Francisco, obteniendo un premio; Iramain recibe la recompensa durante una velada de gala en el Teatro Odeón ante la presencia del interventor federal interino, doctor Rafael Nocetti, ministros y el Jefe de la 5º Región Militar, general Ricardo Cornell.

                “Estudié seis años. Adquirí lo que hoy no abunda... conciencia artística. Y sólo cuando creí que mi obra podía ser juzgada como realización de arte, me presenté al público (27)”.

                Munido de tal conciencia artística en 1923, Iramain participa en el Salón Nacional con el bronce El Palúdico y la terracota El tuerto Ychuna, registrados con los números 155 y 156 del catálogo Sala V.

                “En ambas piezas Juan Carlos Iramain denotaba, a par de una muy suelta manera impresiva, un modelado vigoroso al que sólo faltaba mayor firmeza en los planos y un más ajustado equilibrio en los volúmenes.

                Pero, en cambio de tales seguridades técnicas, producto de la observación reposada y del estudio fragmentario del modelo, Iramain ponía de manifiesto una genuina enjundia y una verba abundante para caracterizar personajes aborígenes, de tierra adentro, con sus inconfundibles rasgos típicos.

                El novel expositor mereció entonces, muy halagüeños conceptos por sus dos envíos... (28)”.

                Había conocido a El Palúdico y El Tuerto Ychuna en un boliche suburbano en los frecuentes viajes que realizaba a Jujuy y su provincia, desde 1922, en tertulias compartidas con sus confesiones. Iramain trazaba sobre un papel blanco el esquema de sus rostros para modelarlos, ya en su taller, ajeno a toda intención meramente realista.

                Dejemos eso para los profesores de las academias, proclamaba Iramain, mientras colocaba en dichos retratos alguna musculatura imaginaria y, las distorsionaba con criterio expresionista para impregnar las angulosidades de cada rostro (indio o criollo) con la gesticulosidad contemplada en una copia del Balzac de Rodin, propiedad de Zonza Briano.

“Ejercitándose en este estilo, Iramain lo aplicaba a los bustos de contenido telúrico en una labor interesada en dar forma a un arte nacional mediante la conjunción técnico-temática descripta. Junto al acento expresionista, dichos bustos transparentaban una visión norteña captada por Iramain al exhibir el espíritu calchaquí, los aires coyas y la irradiación incaica al que Rojas otorgaba valor estético.

                Obediente a su inquietud de búsquedas, Iramain presenta en el Salón Nacional de 1924 a un rostro de mujer modelado académicamente: un bronce titulado Hierática (número de catálogo 174, en la Sala V).

                “Con Hierática el joven estatutario quería demostrar su capacidad  para abordar temas de la ciudad y desarrollarlos con una técnica distinta a la empleada en las obras de su reciente revelación al público. Tratábase de una estilizada cabeza femenina, en la que el modelado suave y la envoltura del claroscuro, si bien le acordaba una apariencia de fineza, no llegaban a ocultar la construcción vacilante y, sobre todo, la frialdad emotiva que trasciende siempre la realización de un tipo que se conforma al sentimiento o a la sensibilidad del artista que lo interpreta (29)”.

                El escultor tucumano desconoce el comentario crítico y envía Hierática junto a otras obras con motivos norteños, a la Exposición Comunal de Artes Industriales inaugurada en 1924 en el Pabellón de las Rosas.

                “En la sala 21 se hallan obras del escultor argentino, que desde el primer día han sido objeto de los más variados comentarios, no sólo por la esmerada ejecución sino especialmente por el sello del estilo personal del autor, que caracteriza a cada uno de los trabajos.

                La escultura representando a la Comadre Ña Ramona la tuerta Norte. El autor ha puesto al servicio de sus elementos de trabajo, toda su sinceridad, de ahí que sea esta una de las esculturas que más llama la atención (30)”.

                Dos acontecimientos conmovían la temporada plástica de 1924: la exposición de pinturas del futurista Emilio Pettoruti, tras su regreso de Europa, y otra de esculturas de Curatella Manes, ambos planteando inicialmente las estéticas de vanguardia tras la brecha abierta en 1921 por la muestra pictórica de Ramón Gómez Cornet en la casa de fotografía de Chandler con una imaginería precubista.

                Estas exposiciones suscitaron polémicas que dividieron a la opinión artística porteña, escuchándose la palabra atemperadora del escultor Alfredo Bigatti:

                “Las nuevas escuelas de vanguardia en pintura y escultura están mucho más cerca de mi espíritu de lo que mis obras reflejan, pero siempre consideré que para un escultor argentino y de mi generación era fundamental que cumpliera el ciclo que correspondía realizar en el ambiente existente, dado que este –sin respaldo del pasado- necesitaba formarlo para poder luego ir adelante con paso firme y convincente (31)”

 

(25) “Silbario de la decoración americana”, por Ricardo  Rojas. Editorial Losada. Buenos Aires. 1953.

(26) Revista “El Suplemento”, art. Cit.

(27) Revista “El Suplemento” art. Cit.

(28) Revista sin identificar, en nuestro archivo. “Notas de arte. Juan C. Iramain” por Expectator. Buenos Aires, abril de 1928.

(29) Revista sin identificar cit.

(30) Diario “La Acción”, “Obras del escultor Juan Carlos Iramain”. Buenos Aires. 29-12-1924.

(31) Del curso de la profesora Nelly Perrazo, Museo Sívori, 1972.

 

 


1925. Creador en Tucumán

 


1925. Creador en Tucumán

 

La actividad de Iramain en Buenos Aires tuvo un paréntesis en 1925 con un reintegro al lar natal en una actitud introspectiva, necesaria para madurar su estilo, su estética, al estar jaqueado por los vanguardismos y distanciado de los académicos; en Tucumán se relacionó con los pintores Nieto Palacios, Gonzáles de Real, Timoteo Navarro y el dibujante Silvio Jiménez, acompañados por su hermano y futuro pintor Demetrio Iramain, reuniéndose en talleres y cafés en procura de crear un clima artístico en la urbe provinciana.

            El citado núcleo realiza una ardua labor rodeándose de pintores, dibujantes, escultores y poetas en una tarea culminada en 1938 con la creación de la Sociedad Artística Independiente de Tucumán mediante la iniciativa de los hermanos Iramain, los pintores Antonio Osorio y Luque y el boliviano Rodolfo Franco.

            El escultor obtiene el premio a sus inquietudes en dos encargos de trabajo, regresando en 1926 a Buenos Aires para modelar un Cristo y el busto del Inca Garcilaso de la Vega; el primer trabajo provenía de una solicitud de los constructores de la bóveda de la familia del senador Alfredo Guzmán en una necrópolis tucumana. El segundo trabajo provenía de un encargado de la comuna norteña; ambas maquetas fueron ejecutadas en el taller de Oliva Navarro, pero no tuvieron fortuna.

            En procura de la aprobación del Inca Gracilaso de la Vega que modelara a gran tamaño, en 1928 Iramain se presenta a la Intendencia de Tucumán, donde le aguardaba un lamentable final.

            “... había sacudido su melena de cachorro de león en pleno Concejo Deliberante, gritando a los sardineros concejales –el que no pasaba de tendero en ramos generales- verdades de a puño y terminachos, como cachos de tejas lanzados con honda.

            “-Son unos cuadrados ustedes! ¡Unos obtusos.... Cerebros poliédricos...! ¡Cabezas de trogloditas!”

            “Con su voz tonante, sus puños en alto y su melena de león aterró a los pacíficos concejales –extranjeros y sardineros casi todos- que habíanse atrevido a decir que a Tucumán maldita la falta  que le hacía el busto de Garcilaso de la Vega, el Inca Garcilaso que trazó la ruta de Lima a Tucumán...”

            “Y de miedo lo hicieron detener. Estuvo preso dos días, por ‘razones de arte’, según se empeñó Iramain en hacerlo constar en la comisaría (32)”.

            El citado busto fue adquirido posteriormente, siendo emplazado en la Avenida Mate de Luna de donde fuera hurtado en circunstancias no aclaradas.

            No tuvo mejor fortuna  con el Cristo, debiendo recurrir Iramain al Senador Guzmán ante el reiterado desconocimiento de la deuda por los constructores de la bóveda.

            En actitud de búsqueda el tucumano retorna al modelado neoclásico –similar al utilizado en Hierática- en los bustos del actor teatral José Gómez (descubierto en el hall del desaparecido Teatro Marconi, de Buenos Aires), un joven de apellido Rosenvald y del poeta Antornio Lamberti, originalmente destinado a las Barrancas de Belgrano, luego emplazado en un paseo de Mendoza. Junto a estos trabajos pulidos y de índole académica, realiza unos bustos de gran tamaño –Chacho Peñaloza y El duende de las montañas-  en opuestos análisis de formas, volúmenes y técnica plenos de un espíritu telúrico.

            Con estas dos últimas obras Iramain ensaya el modelado estatutario, no estando ajeno en su intención el señalar la presencia de sus esculturas en los salones por su dimensión, en una época en que el tema indocriollo no merecía el respeto y atención de la crítica y el público. La ubicación de las esculturas de índole regional de Iramain obedecían a un criterio parcial, al igual que las obras de otro artista nativista: Perlotti; las obras de este artista se las coloca según opinión de expertos en contiendas artísticas, en lugar poco favorable. Gran parte del público y críticos ni siquiera se enteran de su existencia la tarde que se inaugura la exposición (33).

            La danza de la flecha, una escultura debida a Perlotti era colocada por autoridades del Salón Nacional en un lugar de escasa iluminación, sitio compartido por las esculturas indocriollas de Iramain; esto justificaba el tamaño desmedido de las esculturas del tucumano con destino a los salores en aras de hacer notar sus presencias. Esta técnica preanunciaba la futura obra como estatuario monumental.

 

(32) Revista “El Suplemento”, art. Cit.

(33) “Luis Perlotti, el escultor de América”, por Sara Sáenz Cavia de Morales Torres. Nelson Editorial. Buenos Aires. 1971.

 


1926. Premio Estímulo

                En base a sus investigaciones sociales y antropológicas realizadas en Tucumán, Salta, Jujuy, La Rioja y Catamarca, Iramain envía al Salón Nacional de 1926 tres bronces: El  Condenado, El hombre de las montañas y Facundo Quiroga, acentuando los rasgos con intención expresionista.

                “.... tres fuertes cabezas de tipos norteños... piezas a la vez intensas de vida y plasmadas con el impulso tumultuoso en que desborda, cuando no la constriñe un propósito contrario, la vehemencia del autor. De las tres, la más equilibrada en valores escultóricos, era sin duda Facundo Quiroga, a la que con verdadero acierto se le discernió uno de los Premios Estímulos” (34).

                El modesto galardón era una recompensa a su labor en pro del arte nativo; también lo procuraban el neo cubista Curatella Manes con Motivo Criollo en 1921, el naturalista Correa Morales con Cautiva, Emilio Serniguet con El Resero y Cullen Ayerza con El aborigen (o Salvaje); se les sumaba Ernesto Soto Avendaño, César Sforza, Leguizamón Pondal, con determinadas obras de sus producciones apoyándose en el espíritu indocriollo que animaba Iramain, con su espíritu conformado a orillas del Famaillá, de las minas jujeñas, de los cañaverales tucumanos y la ardiente tierra santiagueña.

                Junto al estímulo oficial, el artista norteño también recibía el apoyo moral del escultor de mayor predicamento de la época –Rogelio Yrurtia- mediante una líneas manuscritas donde le confesaba con cuanto placer firmaría sus obras como si hubieran surgido de sus manos.

                De tal manera se estableció una correspondencia espiritual entre el renombrado autor de Canto al trabajo e Iramain, donde el primero respaldaba la producción del tucumano.

                La prensa reflejó el éxito de Iramain, correspondiendo al diario “La Epoca” publicar la nota de mayor relieve, de la extensión de una página e ilustrada con fotografías del artista y cinco bustos.

                En ella se expresa el rigor descriptivo de Iramain, quien se declara el esteta de las razas olvidadas, seres desclasados o imaginados por la superstición popular. La nota decía:

                “En las reuniones fraternales de “La Peña”, simpática agrupación hecha por artistas para artistas, donde se derrocha el buen humor junto a la habilidad de mostrar el ingenio o de probar actitudes, vienen siendo características y llamativas las ocurrencias de Juan Carlos Iramain. Es un muchacho apenas, alto, bien conformado, risueño y divertido. Aunque alterna con el medio de la bohemia, ya que ha de haber pasado y pasará privaciones físicas, pone el espíritu por encima de toda tristeza, que no llega a apoderarse casi nunca de su filosófica tranquilidad. Ríe y habla como un torrente, pero sin ser empalagoso, muy al contrario. Se le escucha complacientemente hasta instarse a seguir hablando, porque sus cuentos tienen el sabor fuerte de la leyenda del norte, definiendo tipos y costumbres, esos mismos tipos que él cincela con fuerte expresión de vida y con rara originalidad, mezclada a la propia fantasía del relato”.

 

                                                                              ************

 

                Iramain, alumno aprovechado que cursó la Academia de la Mutualidad, ha sido becado por el gobierno de la provincia de Tucumán. Pero una restrictiva disposición de esa ley de ayuda, que podría ser más eficaz si  no se encerrara en términos tan mohosos, lo obliga a su radicación en Buenos Aires, quitándole así en forma de despojo, la única, la verdadera fuente de su vocación. Por eso no le despierta interés el atorrante de estas ciudades demasiado en contacto con lo  extranjero, que no le ofrecen ni en sus virtudes escasas, ni en sus degeneraciones artificiales la poesía sentimental del vagabundo de tierra adentro, incapaz de especular con la simulada profesión de su miseria. Es más desinteresado, se confunde en su insensibilidad con la tolerancia piadosa para convertirse a menudo en un sujeto familiar, inofensivo, que oscila entre la picardía y la despreocupación por la vida, como si un destino ingénito le marcara el derrotero de su triste suerte, en medio de una curtida resignación”.

                “Quizás choquen de primera impresión y especialmente para los profanos o los que se resisten por repulsión a admitir las cruzadas del abandono, tirando a lo salvaje, esas caras rudas y esos gestos huraños, como consecuencia de rodar al raso, sin el calor del hogar y sin el abrigo del techo y la dulcificación del amor. Pueden ser buenos a pesar de su aspecto desagradable que predispone a rechazarlos, a diferencia de los que esconden sus perversiones a través de una sonrisa de amigo”.

                “Comenzaré por referirme a El Duende de las Montañas, el bronce expuesto también este año en el salón nacional. Llama de pronto la atención esa figura al parecer caricaturesca, marcando trazos fisonómicos que no son contorsiones ni piruetas. Indiscutiblemente es extraño, pero analizándolo de cerca se revela en su valor técnico. Está tratado sinceramente, es pastoso y acusa el afán escultor por sugerirlo en toda su verdad y vigor, lo que consigue plenamente”.

                Iramain, que ha pasado su niñez en esa tierra de las supesticiones habrá sido asustado alguna vez por la amenaza de ‘no ir bajo la higuera, porque va a salir el duende....’. Para los chicos es el cuco que les intimida, privándoles por miedo a cometer una travesura. Para los grandes, ignorantes o crédulos, es el protagonista en carne y hueso de la leyenda, transmitida de generación en generación por la abuela, con lujo de detalles, hasta darles visos de verosimilitud”.

                “Dicen que era chato... Así lo ha fabricado el escultor; chato y feo, con expresión imaginada, pero con parte de la cara tomada del natural. Ha servido de modelo, esta vez, un tipo de tonto, el proveedor o transportador de leñas, que lo mismo se presta para cualquier otra changuita. Es Ruperto, el viejo sexagenario, que carga al hombro, al igual que esos bandidos que raptan las criaturas malas o atrevidas, que han violado la orden de no alejarse de las casas. Pudo apenas bosquejar el diseño a lápiz, porque Ruperto a pesar de su noñez, es avisado y desconfía. Prefiere mezquinarse a ofrendarse con un exceso de fe”.

                “Fundido en el taller de ‘Trivium’, como casi todas sus obras tiene a Quitilipi el clásico ladrón de gallinas. Ño Primo Alvarez se ha prestado gustoso a que lo retraten (así lo suponen siempre cuando se les hace posar un rato), pero con la recomendación de que no lo vayan a olvidar después y que hagan para que le conozca porque quiere difundir  su popularidad. Guitarrero y cantor, va repitiendo, sin cambiar de repertorio, este versito que ya todos se lo saben de memoria, pero que le piden que se lo cante de nuevo. Y Ño Primo Alvarez, que no se hace rogar y espera en pago del favor de la propina, después de templar la bordona, deja oir aquello de: De mi mujer no mi acuerdo/ Diré que nunca le’i tenido/ Catorce años pa’ los quince/ Que nunca a verme ha venido.

                “(La escena aparenta ocurrir en la cárcel, donde van a fusilarlo, y entonces hace esta solicitación, como súplica de la última gracia que a nadie se niega): Oiga señor verdugo/ Un favor le vo’a pedir/ Que me traiga mis hijitos/ Que me vo’a despedir...”

                “La guitarra ha dejado de ‘rascarse’. La voz gangosa se convierte en la tirada al ‘pechazo’ reglamentario”.

                “Y entonces, aún aquellos que le conocen y saben que es incapaz de llevarse una gallina, ni encontrándola muerta, suponen ver, por misteriosa asociación de ideas, al fantasma del cuento. Se ha presentido un ruido sospechoso hacia el lado del ‘alambre’. Salta a coro, quizás por dentro, como un balbuceo, la exclamación única e invariable:

                “-Ai’e ser el Quitilipi que anda dañinando...!

                No puede admitirse otra cosa. Así se traduce la razón de aquel rumor que atemoriza a los más inconmovibles.

                “El premio de estímulo que se mereció Iramain en el Salón anual le ha sido adjudicado por su cabeza de Facundo Quiroga, acertada y llena de autenticidad, ya que no acusa tendencia a escuela clásica; la nariz del caudillo es justamente la que caracteriza a un sujeto de aventuras y de valor temerario. La ha encontrado nuestro escultor en un paisano de las afueras, como vulgarmente se dice. Tucumano o riojano. No importa mayormente, porque se asemejan hasta confundirse en el molde de origen”.

                “Para crear encarnando al gaucho de las correrías, que infunde pavor y hacer doblegar hasta la sumisión de la obediencia a sus servidores, ha debido estudiar detenidamente al personaje de la historia de nuestro caciquismo civil y político. Lo ha conseguido en su paciente documentación, a punto de gustar de veras, determinando ese pronunciamiento del jurado que constituye el primer peldaño de la escalera de la ascensión”.

                “Abordando el tema del peón ya inutilizado para el trabajo por agotamiento físico o degeneración alcohólica –la desgracia las coloca en el mismo cambio de la tortura- ha producido El Condenao. Va de pueblo en pueblo, de almacén en almacén. Traduce en su rostro  una expresión de dolor. Al “amansar” el gesto lo suaviza exageradamente hasta parece idiotizado. Sin embargo, bien lo define el dicho del lugar: “cara de tonto,  pero mano larga”; despierto y malicioso, “naides le toma el pelo”. Como el trovero, es errante y cantor. Anda de a pie, caminador infatigable. Todo lo resume con el bálsamo de alcohol ya que el cansancio únese allí a un clima que ‘da mucha sed’”.

                Iramain explica así el fenómeno de beberse tanto  vino en el norte: la sed, la terrible sed del borracho”.

                “Volviendo a la escultura que se impone por su perfección, exaltando al personaje que tuvo en vista su cincelador, diré que trasunta esa pena humanamente”.

                “Su canción tiene el dejo de la amargura, distinguiéndose a la vez de aquel otro paisano rudo y simpático, el Ño Primo Alvarez, que le sirvió para encarnar tan acertadamente su Quitilipi que combate la picardía infantil, inyectando la superstición del episodio. Ño Primo Alvarez viste rigurosamente de blanco (quizá un tanto ‘desteñido’ invierno y verano, calza zapatillas y lleva sombrero de paño color gris perla). El cambio de las estaciones no le hace variar de gusto”.

                “Y cuando estos parias del mundo dejan hablar al corazón, en medio de una rueda apretada, anhelante, de tertulianos que son sus admiradores, ponen gran sentimiento en sus versos, que no serán prolijos en la métrica, pero que hablan románticamente hasta hacer empañar los ojos”.

                 Para Iramain la voz aguardentosa que tiembla de emoción, le llega también al alma; por eso condensa su expresión admirativa diciendo al recordarlo: ¡viera que lindo...!”.

                Ña Isi (abreviatura de Isidora) la Médica, vulgarmente la curandera de la campaña, está modelada por el artista en una figura de la cuarta parte del cuerpo; narigona, boca bien dura, con raya peinada al medio de la cabeza, combada de piernas y cargada de espaldas, en fin, cual si fuera una bruja con algo de lechuzón. A la vez que corrigen las dislocaciones y quebraduras, llevan su espíritu maligno hasta la hechicería, para producir ‘el daño’, que resulta la desgracia peor que una epidemia repugnante, porque de él difícilmente la víctima pueda librarse. Cuenta la abuela del escultor, que frisa en la centuria, de una negra  criada que  mordisqueó de los quesos calientes  de cabra que mandaron ciertas amigas de la casa”.

                “Pues bien, no hubo indignación; pero estuvo atascada por la desesperación de la locura. Gritaba desaforadamente y los brazos se le hincharon en forma adiposa como si tuviera sapos por dentro. El quesillo se llenó después de gusanos...”.

                “Una cabeza de El tuerto brujo, aún no ha sido fundido. Estuvo exhibido en ‘La Peña’ y una noche, entre la curiosidad de los asistentes, cayó del caballete. El modelo se destruyó, pero conozco la pieza, que refleja cabalmente a ese tipo andariego y bailarín, de boca y nariz torcidas y ojos magnéticos que levantan el arco indefinido de las cejas. A pesar de su fealdad irradia una atracción que bien podríamos calificar de maquiavélica. Los juicios sobre esta obra han debido ser elogiosos”.

                “Se separa de todo rasgo fisonómico del vagabundo urbano. Es inconfundible”.

                “Su autor que ha adivinado un poco de incredulidad después del examen, me repite lo que ya supo decirme acerca de esos sujetos holgazanes a quienes difícilmente se les convence para abandonar su olímpica delgadez, producto de su inveterada indolencia”.

                “-‘Vea en Jujuy, donde fui dos veces, una de ellas hace aproximadamente cuatro años’ –me recalca- ‘quería procurarme de la ayuda de un sujeto de estos en la estación, para conducir los equipajes. No hubo oferta que lo tentara, ni lo sacara de su modorra. Después de repetirle que lo gratificaría debidamente, se limitaba a contestar en monosílabos –‘y no’hai ser. No m’ei cansar’ y frases parecidas; pero la ociosidad no lo determinaba a moverse siquiera Quizá el clima o el mal de la Puna los atrofia, aun cuando yo, por mi parte, conozco jujeños ‘punados’ que andan de a prisa y saben ganar dinero”. “

                “En ese mismo ambiente del norte, fronterizo con lo quechua o indígena que consiste en la especialización del otro escultor, Perlotti, que en nada se le asemeja y de quien nada ha imitado tampoco, hizo Una mataquita, chica de la servidumbre, que son como prolongaciones de la esclavitud. Se eternizan con sus patrones, sin ningún otro derecho a la libertad. De boca grande, por lo general, nariz chata, pómulos saltones, frente chica, pelo lacio y caído y ojos oblicuos, como si tuvieran afinidad con lo mongólico”.

                Ño Pedro el Borracho perpetúa el recuerdo de un tipo popular de Tucumán que una mañana de crudo invierno apareció muerto en el banco de la plaza Lamadrid, donde pernoctaba habitualmente: se dijo por efecto de una paliza a garrotazos, pero la policía justificó por su parte la defunción atribuyéndola al exceso de frío”.

                Así lo consignaba el informe médico, aparente o real, como resultan siempre estas clases de certificaciones, sobre el cadáver. Lo cierto es que con él desapareció ‘el borracho más simpático de la ciudad’, que era presentado a los forasteros, alternando en los medios familiares de donde se procuraba la vestimenta para usar según lo decía, en los banquetes. El traje regalado se enajenaba como negocio de ropavejero, que rendía dos o tres pesos destinados a convertirse en la caña de la embriaguez. Ño Pedro era locuaz y parlanchín. Divagaba con obsecaciones de grandeza a punto de considerarse un hombre indispensable por su influencia y vinculación en toda la esfera nacional, para resolver los más arduos problemas de la política”.

                Ño Cirilo el Santo, también modelado por Iramain, es la antípoda  del vicioso empedernido. Tira hacia una bondad casi apostólica. Lo trasunta en su rostro de viejo provinciano, cubierto por barba blanca. Llega peregrinando desde Bella Vista para vender gallinas, comercio pacífico y doméstico que alterna con el suministro de jugosas naranjas o de la almibarada caña, pero sólo para los clientes que vienen de tan antiguo como la fecha de su iniciación”.

                “Este busto fue enviado a la Exposición Internacional de Filadelfia entre la concurrencia de arte argentino y ha de interesar sin duda, allá como acá”.

                “No obstante su apariencia de abstinente, lejos del pecado o de la tentación, Ño Cirilo cuenta a sus familiares, con los que tiene mucha confianza, una enternecedora historia de amor. Fue allá en Monte Grande, Famaillá”, cuando yo era mozuelo y tenía novia...” lo que parece imposible (tan acostumbrado se está a verlo siempre tan viejo)”.

                “El episodio sentimental cobra así el atractivo de su remota lejanía”.

                “Pues bien, a la hora de la cita, en una noche lóbrega, porque ‘sonaban y crujían las ramas de los zarzales’” en agreste paraje, pedregoso y solitario, se apeó de su caballo a la espera de la amada. Y al acentuar la tragedia de aquel momento, como para preparar el ánimo, repite con su palabra lenta que ha tomado un tono adecuado: “Veía lo que pasó, velay, prieste atención....”. Un intenso escalofrío se había apoderado de él, una especie de ‘miedo’. Al volverse divisó a su Ramona, como una visión, vestida de blanco.

                Dirigióle algunas palabras, pero ella no le contestaba y al rato desapareció en la sombra, tan misteriosamente como había llegado. Al regresar a la villa dirigióse al bar, apurado y afligido. Los amigos que le salieron al encuentro se sorprendieron al verle entrar. ¿Qué está haciendo don Cirilo? ¿Por qué no va a la casa de su novia que ha muerto? ¡La están velando!, le dijeron”.

                -“No ‘ai ser así- él balbucía sin comprender su confusión y su pena- porque a las nueve y media estuvo conmigo en la cita, entre los pedrales...” Pero vuelto a la realidad, después de su inconsciencia vio luz y mucha gente en aquella dirección. Era, en efecto, un velorio y la muerta su propia novia.

                “Entonces comprendió la ‘aparición’: el alma de la finada que se había ido a despedir...”

                “Tigre Uturunco, recogido de la leyenda por la brillante pluma de Ricardo Rojas, pero con las reservas de una mejor identidad, ya que la abuelita del escultor Iramain, que es más antigua que el escritor, ha sabido referirla de otra manera, atribuyéndola a Tucumán en lugar de Santiago del Estero, ha dado motivo para otra obra en que lo humano se mezcla con lo salvaje. Ha sido llevado también  a Filadelfia. Le sirvió de modelo un hombrazo cabezón de muchas espaldas a cuya tosca y dura silueta, se le imprimió el aire de aquello que se bestializa, perdiendo los atributos de lo racional. Sobre esta materia como base, ha trabajado el espíritu del artista con minuciosa recapacitación para simbolizarla. Resulta un mascarón de frente abultada, chato, ‘ruludo`, con un pelo pesado que le llena la cabeza en desorden, dejándole en descubierto sólo alguna parte del rostro, curtido, cetrino”.

                “Es el talador de árboles que se pierde en la espesura del bosque. De él nada se sabe. Pasan 10 ó 15 años hasta que ciertos cazadores que se internan audazmente en la maraña le sorprenden, convertido en animal tímido pero huraño, que huye de los hombres, en su asociación con esa naturaleza virgen. Lo ‘caza’, llevándolo a la ciudad. Reintegrado a su vida de antes y ya de nuevo ‘domesticado’ termina sus días conduciendo las viandas para los presos, después de haber probado el encierro de la cárcel, que lo mismo sirve para el castigo de los criminales como para acercar por lástima a su desviación moral, de cerebros enfermos”.

                “El Ucumar” esta vez con más aciertos del mismo, Rojas, al describirlo sin desnaturalización, está ejecutado por Iramain de acuerdo con el relato, al cual ha seguido escrupulosamente. Su fuerza evocativa marca otra creación interesante y ponderable”.

                “Las Comadres recogedoras de chismes y propaladoras de enredos, se ha caracterizado muy bien en las figuras que abarcan poco más de la mitad del tamaño natural. La una vieja como la otra –que se las supone solteronas por necesidad- están hablando al oído de la colega, con las manos apoyadas sobre sus hombros, como para que el secreto que se siembra como un ‘venticelo’ de deshonra, no salga de entre ellas, antes de que lo sepa todo el mundo. La otra atentamente escucha, a fin de no perder ningún pormenor de la intriga, que ha de ofrecerle la fruición de un nuevo plato, a costa de la felicidad o tranquilidad ajena, que destruyen de un solo zarpazo”.

                “Dado que esta categoría de mujeres se universaliza, no cuesta interpretar el trabajo de Iramain, prolijo en sus lineamientos y  lleno de expresión, en la actitud y el ademán que va gestando esa malevolencia del anónimo, para hacerla más dañina”.

                “Nos parece haber visto esas mismas caras levantando y cerrando los visillos de las ventanas, cuando todo el mundo duerme, curioseando las escenas comprometedoras del vecino. Son también las que madrugan al salir el sol, lo que hace decir a las chinitas que van a la feria para comprar barato: - A gatas va ña Margarita pal lao de la iglesia...”. En efecto, camina apenas, pero ¡como corre hasta el desparramo su lengua viperina!. Rezan a Dios y tienen entregada sus almas al diablo”.

                “Por último citaré a El Maltrato, máscara de sufrimiento: es el peón de ingenio en tiempo de la zafra, que ha soportado la jornada ruda, interminable, en que el brazo deshecho ha debido cortar millares de cañas hasta pelar varios surcos para ganarse la miserable paga de su destajo. El dinero pasa de sus bolsillos sin detenerse tampoco un día. Va con él, de regreso al almacén del propio ingenio que se lo reintegra, especulando por doble camino, con la doble ganancia, merced a la pródiga riqueza de la tierra y a esa máquina barata de su explotación”.

                Iramain, dispuesto a hacerse conocer y librarse a la crítica, ha enviado a Filadelfia para la exposición internacional que allá se realiza, El Tigre Uturunco, El Quitilipi, Ño Cirilo El Santo, La Bruja (cabeza de bronce), El Ucumar y Agonía de Moctezuma, reproduciendo este último la muerte del postrer emperador de los aztecas que, atacado por la plebe que le supo adorar como un Dios, se entregó a la desesperación de su desgracia de vencido”.

                “A pesar de estar prisionero de los españoles, conservó  la fidelidad a sus ídolos, rechazando la conversión al cristianismo”.

                “En ‘La Peña’ se encuentran actualmente: una muchacha en rulo, estilizada, a imitación de las rústicas decoraciones que grababan los incas en sus morteros y trabajos de cerámica, algunos de los cuales se conservan en el  museo provincial de Tucumán, de donde ha sido sacada. Naturalmente  que hubo de completarse con la piedra, porque las muestras son un tanto imperfectas. La otra es un estudio de esas chinitas del norte, nacidas por casualidad, pero con madre conocida, a quien se la apellida ‘guapa l’hija’, vale decir, con cría agradable por su donosura”.

 

 

                “Sus grupos ‘Las Comadres’ y ‘La Llorona’, esa profesional de la tristeza que irrumpe en el velorio a lágrimas vivas, dejando escapar entre hipo e hipo su queja dolorida como un lamento, que apena a los demás: “Pobrecito el finao... hasta que se ha ‘machao’ y le roban la damajuana, podrían ornamentar algunos de nuestros paseos, ya que el estímulo hay que practicarlo a favor de los artistas nóveles,  que se revelan con sólidas condiciones. Debe reintegrarse a su taller ‘urbano’ y sólo a las escapadas correrse a Tucumán, donde modela con tierra de la región, porque el yeso es inconsistente y se quiebra, sus típicas cabezas que como lo dijimos, reflejan la más pura modalidad del ambiente norteño (35)”.

                Su espíritu extravertido lo llevó a ampliar el círculo de las amistades, frecuentar salones de arte y galerías, sumarse a los habitués del café ‘Tortoni’ asociados en ‘La Peña’, alternar el trato de personalidades: Marcelo Torcuato de Alvear, Agustín P. Justo, Benito Quinquela Martín, Berta Sigerman, Enrique Loudet, Juan José de Soiza Reilly sin olvidar a sus comprovincianos.

                “Con Benito Quinquela Martín y otros artistas” –confiesa Iramain- ‘formamos el Partido Federación Artística Obrera (era el principio de los sindicatos) luego, terminamos peleándonos todos y cuando llegaron las elecciones sacamos ocho votos. Ya habían quedado atrás los tiempos de mis recorridas por las casas de pensión y bohardillas de los hoteles, que frecuentemente abandonaba dejando una vajilla vacía y algunos dibujos. Tenía un hermoso estudio en la calle Independencia que era el sitio obligado de reunión de artistas, poetas y residentes tucumanos’.

                “Juan de Dios Filiberto llevó un pequeño órgano, con él hacía música; también tocaba la guitarra Agustín Magaldi y mi hermano Demetrio a quien había llevado a Buenos Aires iniciándolo en la pintura”.

                “De mi provincia me enviaban cajas con tamales, exquisitos y desconocidos en la gran capital. Era una hermosa y despreocupada vida de arte y bohemia”.

                “Los martes de la Boca eran famosos; una vez por semana, nos reuníamos en el estudio de Quinquela a comer tallarines y beber vinos italianos, se hacía música, los poetas recitaban, yo contaban los cuentos del norte. Todas las noches estábamos las mismas personas, en la peña del café Tortoni, fundada por Quinquela y un grupo del que yo formaba parte. A todos los grandes poetas: Machado, Neruda, García Lorca, los conocí en ese lugar. En ese tiempo eran infaltables Carlos Vega, Juan José de Soiza  Reilly, Pedrito Tenti, Alfonsina Storni, Lía Camaglia, Berta y Paulina Singerman, Castagnino, Soto Avendaño, Pugliese, Enrique Loudet, José Tallón, Stephan Erzia, -famoso escultor ruso- y mucho más”.

                “La fiesta del artista que se conmemoraba el 21 de setiembre era inolvidable; se efectuaba el gran baile de las artes, que generalmente se hacía en el antiguo Palais de Glace; concurríamos disfrazados con las vestimentas más exóticas y abigarradas; a veces, íbamos en carrozas adornadas y el bullicio y la alegría eran extraordinarios; se hacía toda clase de bromas, pero sin maldad, casi con inocencia. Recuerdo una vez que empapamos a Alfonsina con vino, de pies a cabeza; se jugaba con todo lo que venía a mano”.

                “Benito Quinquela Martín era aficionado a las cinchadas; recuerdo una foto de una vieja revista en que aparecemos ambos compitiendo (36)”.

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 (34) Revista sin identificación, cit.

(35) Diario “La Epoca”. Nota del director del diario, Armando Maffei, “Los tipos y leyendas del Norte, en la escultura de Juan Carlos Iramain” ilustrada con las fotos del escultor, FACUNDO QUIROGA, EL CONDENADO, LA BUENA MOZA, EL DUENDE DE LAS MONTAÑAS y una muchacha irónica. Buenos Aires 1-11-1926.

(36) Revista Escenario, art. cit.

 


1927. El Primer Monumento

 

            Consecuente a las indagaciones telúricas en 1927 Iramain envía al Salón Nacional El tigre Uturunco, El Quitilipi y Ño Cirilo el ñato (número de catálogo 334, 335 y 336) de los cuales, el último se singularizaba por una estilización del cabello y de la barba a toda vista falta dentro de la caracterización del tipo (37).

            Con dichas obras participa en la Bienal de Filadelfia obteniendo una medalla de oro con El tigre Uturunco un contacto artístico con Estados Unidos que, años más tarde, constituiría una meta anhelada.

            En 1927 Iramain concreta su primera obra pública: el Monumento al trabajo para la localidad pampeana de Castex, ganada en concurso pública; en su hermano Demetrio halló el modelo para simbolizar al trabajador: un hombre de pie con el torso superior descubierto, la mano derecha apoyada en el frente como avizorante a porvenir y, la izquierda hacia atrás. La alegoría, ubicada sobre un basamento cuadrangular, tenia en su frente una plaqueta en bajo relieve con la esfigie del doctor Castex, rodeándole una figura masculina apoyada en una rueda simobolizando la industria. El estilo del monumento respondía al ralismo naturalista mediante un modelado simple no exento de gracia.

            Días antes del acto inaugural trascendía el anuncio del inminente ajusticiamiento de Sacco y Vanzetti en Estados Unidos, lo que postergó el acto anunciado, finalmente cumplido el 20 de setiembre.

            “Constituyó un verdadero acontecimiento el acto de la inauguración del monumento al Trabajo, efectuando en Castex, gobernación de La Pampa”.

            “Dicho monumento es obra del escultor argentino señor Juan Carlos Iramain; su basamento es de mármol de Bélgica y tiene su bajo relieve el busto del fundador de ese pueblo, señor Eduardo Castex. La estatua, cuidadosamente terminada es de bronce.

            Al acto asistieron el gobernador del territorio, señor Laza, el representante del Ministerio del Interior, Alberto E. Castex, miembros de la legislatura y el foro del territorio, delegaciones de las municipalidades y numeroso público (38)”.

            El debut como estatutario de Iramain concidía con los lauros publicos dispensados a Ricardo Güiraldes por su novela “Don Segundo Sombra”, lo que incitaba al tucumano a luchar por un arte nativo, en tanto otros juicios críticos reconocían la seriedad de su producción.

            “... dedúcese que Juan Carlos Iramain, estatutario de vigoroso empuje y de dúctiles medios expresivos, es uno de los más hondos interprétes de los tipos del norte, al que sólo faltan reposo y meditado estudio para ajustar su técnica al grado que merece su intuitiva concepción del arte (39)”.

            El 12 de setiembre de 1928 el diario “La Nación” anunciaba al Salón Nacional con las fotografías de obras seleccionadas por su crítico (¿José León Pagano?); en pintura La rubia y el Tito de Enrique Policastro; Bañista de Raquel Forner y Margarita de Jorge Berystain, junto a los motivos criollos Ultimos rayos de sol de Ceferino Carnaccini, El viejo Tamboril de Mario Anganuzzi, Paisaje de Bolivia de José Malanca, Don Próspero de Cleto Ciocchini, San Vicente Córdoba de Antonio Pedone y Humahuaca de Adolfo Montero; en escultura: Retrato de Roberto J. Capurzo, Resentimiento de Vicente Roselli y Ternura de Pablo Tosto, junto a los temas nativos Don Segundo Sombra de Octavio Peró y el busto Borracho de Carnaval de Iramain.

            El día 20 se otorgaron las recompensas, galardones que no respondían al amplio temario nativo asistente al Salón, siendo visible la preferencia del jurado (así como de numerosos expositores) por el desnudo, una imagen predominante durante varias décadas como antítesis ante las vanguardias que mantenían como modelos a obispos cotidianos.

            Iramain retornó a su provincia en ese constante entregarse a su tierra natal, a los personajes plenos de humildad, al silencio del paisaje y el lento andar del río Famaillá.

            “Ahora me marcho a Tucumán y dentro de diez meses volveré para exponer... Allá veremos”.

            “ Se marcha,  siempre optimista, feliz. En los campos tucumanos pronto se perfilará su figura oteando horizontes, para convocar a su corte de miserables... El fuerte artista, torna a vivir su otra existencia de animador del aquelarre... ¿Qué le reserva el porvenir?. Es joven,  laborioso, honesto en su arte y su vida. Las luchas, por grandes que sean los obstáculos a vencer, no lo abaten, al contrario, lo estimulan.

            Su fuerte temperamento, está hecho para domar piedras y hombres. A la piedra sabrá arrancarle la forma suave y bella  y a los hombres, el aplauso recio. Triunfará, definitivamente, si la lírica bohemia de su vida no lo desvía hacia horizontes de placer o hacia halagos fáciles y efímeros... ¡Qui lo ...! (40)”.

            En sus andanzas por la Quebrada de Humahuaca, las márgenes de los ríos salteños en diálogos imaginarios con el duende de las montañas, Iramain descubre nuevos personajes y lejos de Buenos Aires, retira el tema criollo en sus esculturas.

 

(37) revista sin identificar, cit.

(38) Diario “La Prensa”. Nota “Monumento al Trabajo en Castex”. Buenos Aires 20-09-1927

(39) Revista sin identificar, cit.

(40) Revista  “El Suplemento”, art. cit. 


1932. En la Residencia Presidencial

 

            Sus preocupaciones estéticas son escuchadas por el sabio Miguel Lillo, la recitadora Berta Síngerman y los gobernadores provinciales habitúes de su taller, así  como los jurados de los salones de arte.

            Lo halaga la adquisición del bronce Rulito por el Presidente de la Nación, general Agustín P. Justo, reivindicando a una obra ignorada por el Salón Nacional, gesto complementado por el mandatario al encargarle en 1936 una fuente de agua (artística) para la residencia de Olivos.

            Bajo la forma de un monolito ofreciendo en una de sus caras al bajo relieve –con una imagen de un personaje ofreciendo el agua- la fuente modelada por Iramain fue colocada en un ángulo de los jardines de la residencia presidencial de Olivos con la siguiente inscripción: “El Poder Ejecutivo de la Nación Argentina a don Carlos Villate Olaguer –Donante de esta propiedad- MCMXXXVI”.

            Asimismo lo reconforta el gesto del pintor Benito Quinquela Martín de adquirirle el bronce El Minero de Galicapó para el Museo de la Boca, obra que también fuera ignorada por los jurados oficiales.

            “Benito Quinquela Martín se enamoró de mi minero de Galicapó y lo compró para su museo de la Boca; -comenta Iramain-. Creo que es una de mis más importantes creaciones, todos los que la ven la consideran fantástica; tiene algo de mí mismo, de mi arte, de mi vida, de mis sueños, de mi vivir andariego, de mi convivir con los seres incomprendidos y desolados de la Puna; parece que con ella quisiera devolverles el tesoro inalcanzable de sus montañas que nunca me fue posible (41)”.

            José León Pagano, el crítico de mayor relieve del ambiente artístico de Buenos Aires, en la década del ’30 analizaba extensamente los yesos y bronces del escultor tucumano en estos términos: “El hombre de la raza es el título de la escultura, pero también puede ser la definición de todo un arte en el fervor de una vida. A ella continúa adherida Juan Carlos Iramain en un preferir de hondo arraigo terrero (42)”.

            “Su plástica, toda ella, acude a la entraña viva de nuestra más fiera autoctonía. Se propone lograr aquí lo alcanzado por Julio Antonio en España. ¿Lo confesó Iramain alguna vez? Pero sigue otro rumbo, en lo expresivo, el escultor de Tucumán”.

            “No se limita éste a la personificación individual de ejemplares humanos representativos. También suele buscar en ellos algo así como una síntesis de estados psicológicos. Por la psicología de las expresiones particulares aspira a lo general de algunas condiciones ambientales. Así cuando modela El duende de la montaña y Yastai, el genio de las montañas. En él personificó Iramain lo legendario. El  sentir dramático del autor lo hace  naturalmente apto para tales expresiones. Algunas se dijeran derivadas de algún cuento de Edgard Poe, si el vivo acento nacional no las localizara de manera inconfundible”.

            “La deformidad de El duende de la montaña –exaltación voluntaria de la forma- en acentuaciones de rasgos expresivos, le hace participar de lo bestial sin desligarse de lo humano. En algunos casos amplía sus cabezas Iramain, llevándolas a proporciones monumentales. Así la ya citada de Yastai, El genio de la montaña y la de El Chacho Peñalosa típica de otra serie en la cual van comprendida varias de tamaño natural, definidoras de caracteres típicamente raciales: El cuatrero, Facundo Quiroga, El hombre del surco, El arriero y entre las femeninas, Chicha de Famaillá, de tan acentuada sugerencia”.

            “No faltan los grados extremos en este escultor de la tierra. Puede darnos figuraciones de expresión torva, como El Condenado y tras la sugerente dulzura de Angela –tipo también de la raza- logra deliciosas cabezas infantiles, cual la denominada Rulito (43).

            Buenos Aires se había constituido en escenario de problemas sociales y económicos que agobiaban a la población, cuyo índice lo constituía el llamado a la solidaridad popular formulado por el diario “Crítica” en favor de las familias necesitadas, lo que encuentra eco en los hermanos Iramain.

            “Un gesto que tiene un profundo significado de solidaridad humana es el que acaban de exteriorizar dos artistas argentinos, que hoy nos visitaron para poner a nuestra disposición las valiosas donaciones que han decidido hacer con destino a algunas familias necesitadas para quienes “Crítica” solicitó ayuda a los lectores.

            Juan Carlos Iramain, el conocido escultor a quien sus admiradores han dado en llamar “el artista de los humildes” por su fecunda obra de realización escultórica sobre motivos populares, por sus bronces que perpetúan los rasgos típicos de los pobladores aborígenes y por sus figuras de gran significación como expresiones  de un acendrado argentinismo. Juan Carlos Iramain, el más criollo de los escultores, no pudo permanecer indiferente a nuestro llamado. Las numerosas familias indigentes, cargadas de hijitos de corta edad, amenazadas por la más espantosa de las miserias y el desalojo forzoso, y para quienes solicitamos de nuestros lectores alguna ayuda, encontraron en los hermanos Iramain el socorro pronto y generoso que necesitan para “salir del mal trance”. “

 

Un cuadro valioso

 

            “Hoy vinieron a hacernos entrega de lo siguiente: un cuadro de Demetrio Iramain titulado “Rincón de la Isla Maciel”, una de las últimas producciones del artista, de quien la crítica se ocupó elogiosamente hace poco tiempo con motivo de la exposición del salón  Müller; dicho cuadro será rifado y el producido se destinará a socorrer a los pobres.

            Una autorización para cobrar la suma de $ 500 del Museo de La Plata extendido por el escultor Juan Carlos Iramain, de quien aquella institución adquirió la cabeza en bronce titulada “El Condenado”; esa suma se destinará fraccionada a ser repartida entre las familias que necesitan una ayuda inmediata para evitar el desalojo”.

 

Mil kilos de pan

 

            “Además, estos generosos artistas cuyo gesto de desprendimiento es una lección para muchas personas que pasan por filántropos, harán por nuestro intermedio un reparto de 1.000 kilogramos de pan entre las familias de algunos barrios pobres de la capital...(44)”.

            “Misteriosamente, desapareció de un salón donde era exhibida una obra de escultura. Se trata del bronce “La niña del moño”, que exponía en Witcomb el escritor Juan Carlos Iramain.

            Tres mil pesos. El escultor Juan Carlos Iramain se presentó en la Comisaría Primera denunciando la sustracción de una obra escultórica de que es autor, y que exponía en el Salón Witcomb, Florida 362 de esta Capital. La obra de referencia que era fundida en bronce, se titula “La niña del moño” y fue llevada desde el estudio del mencionado artista, Chacabuco 382, hasta la sala de exposición de donde ha desaparecido, ignorándose en qué circunstancias.

            Está valuada por su autor en tres mil pesos. Las autoridades policiales han iniciado las averiguaciones del caso para establecer el paradero, habiéndose solicitado el concurso de la división de investigaciones”.

 

Con el señor Iramain

            “En su domicilio de la calle Chacabuco 382 entrevistamos esta tarde al escultor Juan Carlos Iramain, autor de la cabeza “La niña del moño”, cuya misteriosa desaparición del Salón Witcomb constituye hoy el comentario obligado de nuestros círculos artísticos..

            Y es por primera vez, si mal no recordamos que se produce en Buenos Aires un hecho semejante. El suceso une, pues, a lo novelesco de su propia naturaleza, un interés de novedad”.

 

Habla el artista

            “El artista damnificado nos recibió con la gentileza habitual en él, comenzando por expresarnos que estaba realmente sorprendido con lo ocurrido”.

            No me explico –nos dijo- cómo pudo haber desaparecido ese bronce del salón, donde dos porteros mantienen constantemente vigilancia sobre personas que entran y salen y donde, como ustedes saben, se congrega siempre un público numeroso.

            Además, -agregó el escultor- ‘La niña del moño’ pesa, con su base de mármol alrededor de 35 kilos y desplaza un volumen bien apreciable. No es posible que quien se llevara la obra lo hiciera ocultando ésta bajo sus ropas”.

 

Tres mil pesos

¿Qué valor en metálico le atribuye usted a esta estatua?-

El señor Iramain queda un momento silencioso. Luego nos dice:

“Es siempre difícil para un artista justipreciar en dinero el valor de sus obras. Les diré primero de ‘La niña del moño`, cuya exhibición databa sólo de diez días, había llegado a interesar a mucha gente, entre otros, al doctor Enrique Loncan. Tal vez ese interés radicara en el hecho de que constituye mi primer trabajo en esa modalidad. Hasta entonces yo había trabajado en temas completamente distintos, especializándome en composiciones de tipos característicos de Tucumán, que es mi provincia y temas de leyenda, tales como ‘El duende’, ‘La bruja’ y ‘El Condenado’, obras que la crítica comentó con elogios en su oportunidad. Bien, teniendo en cuenta todas estas circunstancias, estimo el valor de mi bronce en unos tres mil pesos”.

 

La Niña del moño

 

            El artista refiere luego que ‘La niña del moño’ tiene apenas seis meses de vida en el bronce. La realizó en Tucumán, donde tiene montado su taller habiendo sido su modelo una niña de aquella ciudad.

            “Siento profundamente –agregó- la pérdida de esa cabeza, que para mí tiene el valor de una iniciación auspiciosa en una nueva manera de mi arte. Ojalá que haya caído en buenas manos, aunque sean las de un ladrón...” (45)

 

 

(41) Revista Escenario, art. cit.

(42) Nuestra investigación en la sede del Concejo Deliberante en 1973 constató la desaparición de la obra desde 1943.

(43) Historia del arte argentino, por José León Pagano. Editó L’Amateur, Buenos Aires 1944.

(44) Diario Crítica. Nota Dos artistas argentinos nos entregaron valiosas donaciones para las familias necesitadas. Buenos Aires. ¿ 1931-1932?

(45) Diario La Razón. Buenos Aires. 02-06-1933

 

 


1934. La Aventura Mineral

 

            La vida azarosa de Juan Carlos Iramain en las pensiones porteñas, compartida con su hermano Demetrio, llega a su término con el casamiento (el 17 de setiembre de 1934) con María Margarita del Valle Tula Todd, joven tucumana descendiente de catamarqueños, con hogar en una casona de San Miguel de Tucumán (Entre Rios 27), motivando la residencia estable del flamante matrimonio en aquella provincia.

            Recibido en su lar natal como el triunfador en el ambiente artístico de Buenos Aires, acogido como el hijo pródigo de regreso al hogar, la nueva etapa emprendida por Iramain motivó reportajes, banquetes, conferencias y exposiciones junto a notas periodísticas donde se analizaba detenidamente a su producción escultórica con un balance meticuloso.

            “... el esfuerzo cumplido por el ‘Centauro de América`, como lo llaman nuestros principales críticos de arte es titánico y fruto de esa sensibilidad extraña y potente guardan varios museos en un lugar privilegiado, sus obras cuya consagración es amplia y merecida...”.

            “Hombre de la raza y Rulito, se exhiben en el Concejo Deliberante de la Capital Federal, y residencia presidencial,  respectivamente. En el Museo de La Plata están dos de sus obras, Condenado y Eleodoro el puestero; en el Museo de Mendoza, Poeta Antonio Lamberti. En el Museo Hispano Americano, Estudios; en el Museo Nacional de Filadelfia, El engualichador, Tigre Uturunco. La bruja; en el Museo  Centro Americano Ña Isi la médica, Hijo de la raza (colección Cabrejas); Del poncho rojo (colección Italo D. Catallani); Hombre de San Javier, Guitarrero (colección Dr. José Destéfano); La niña del moño, Ño Cirilo el santo (colección José Cúneo); Inca Gracilaso de la Vega (propiedad del gobierno de Tucumán) y muchas otras que sería largo detallar aquí (46)”. 

            Al recibir encargos de varias provincias, el artista tucumano retorna al tema histórico, modelando para Santiago del Estero al busto de San Martín; para San Miguel de Tucumán: Urquiza (plaza Urquiza, 1933, homenaje de la Municipalidad local, Canónigo Doctor Idelfonso de las muñecas, ‘Mártir de la Independencia’ (plaza Urquiza, fechada en 1963), Rivadavia (busto en la plaza Rivadavia), Obispo Piedrabuena, José F. Moreno  (Escuela Moreno), el monumento a Diego de Villarroel (de 1934 con los bajorrelieves laterales debidos a Angel Dato y Fernández Larrinaga, ejecutados años más tarde) en el Parque Avellaneda; Alberdi para un pueblo tucumano; busto del Vicario Segura y un pila bautismal para una iglesia, ambas para la provincia de Catamarca.

            Con la misma unción con que registrara al coya humilde Iramain fue modelando día tras día apoyado en la técnica del naturalismo a las variadas imágenes de próceres, destinados a ser venerados públicamente. Su nuevo estado civil lo instaba a compromisos de trabajo que estabilizaran el presupuesto hogareño, retomando el ciclo de narración que abandonara durante buen espacio de tiempo, pero, simultáneamente, dedicóse a otro tipo de actividad distanciada del arte. Evoca Iramain::

            “Desde entonces el itinerario de mi vida y mis viajes cambió: con mi esposa comenzamos a viajar por todo el Noroeste y después preferimos el Norte: Jujuy y sus pueblos, Volcán, Tumbaya, Maimará, Tilcara y toda la Puna pasando Tres Cruces hasta La Quiaca. Me atraían los tipos enjutos y misteriosos de sus habitantes, sus trabajos y oficios. Así comencé a interesarme, primero, por los mineros y después por la minería, que se transformaría de pasión por largos años.

            Al principio algunos de mis modelos me contaban su ‘tapado’: un tesoro de mineral escondido, me traían muestras que yo hacía analizar, casi siempre eran buenos; después con baqueanos y el minero chileno don Roberto Guerrero –que me acompañaba en mis andanzas mineras- íbamos a verlas. Tortuosos caminos de herradura a través de los cerros recorríamos a lomo de mula; así descubrimos manganeso, plomo, azufre, cobre, oro y mármoles. En esto gastaba casi toda la ganancia de mis trabajos de escultura, llevaba ingenieros, hacíamos mensuras, análisis, etc. y como pedimento de cateo lo hacíamos anotar en el Registro de Minas; después buscaba capitalistas, pero era muy difícil encontrarlos; cuando hallaba alguno siempre quería explotarnos y aprovecharnos; así no se podía llegar a un acuerdo! (47)”.

            Como su comprovinciana y escultora Lola Mora, Iramain se apasionó por la experiencia y riqueza de las minas; conocía las peripecias sufridas por la artista en la provincia de Salta, por haber participado en una colecta a su favor convocado por el diario ‘La Gaceta’, en la compañía de su hermano Demetrio y el pintor Osorio Luque.

            Iramain fue conquistado por la aventura del mineral a partir de 1934, siempre acompañado de su carpeta de dibujo registradora del minero de Puerto Galeno, la lavandera de la Puna, el cuidador de cabras, el silencioso aymará y el buscador de oro.

 

(46) Revista ‘El Norte` Nota El Centauro de América. Juan Carlos Iramain, por el profesor Pascual  R. Materazzi. San Miguel de Tucumán 3-11-1935.

(47) Revista ‘Escenario’, art. cit.


1938. Nueva Serie Telúrica

 

            Su pasión por los pobladores norteños halló nuevo aliciente en una beca concedida por la Comisión Nacional de Cultura a fin de estudiar los tipos y costumbres del norte y noroeste de Argentina en 1938, iniciando una gira por Bolivia, Chile, Perú y Brasil, comenzó las indagaciones en Taif del Valle y Tilcara, internándose por la Quebrada de Humahuaca para detenerse en cada reducto calchaquí, conversando con pastores y mineros, reafirmando su lenguaje escultórico al contacto con el coya. En cada rostro aborigen, Iramain recordaba a Rojas que decía:

            “... sin el indio no podríamos explicar la alfarería calchaquí de nuestros museos, ni la actual industria de tejidos criollos, ni las misiones jesuíticas del litorial, ni las estancias feudales del interior ni la ocupación tardía de la Patagonia, ni la formación del ‘Martín Fierro’, ni las invocaciones incaicas de nuestro himno, ni el sol de nuestra bandera, ni el actual movimiento euríndico de nuestro arte nacional... Los pedantes de la imitación extranjeriza y de la sociología sin alma, habían eclipsado la verdad, pero la verdad reaparece.

            Si tales son las condiciones sociales de nuestra América, la oligarquía poseedora de las riquezas, del gobierno y de la enseñanza, no debe permanecer divorciada del indio, sino ir hacia él, hablándole el lenguaje de sus signos tradicionales, que lo son para todos. Yo creo posible crear, en torno de ellos, una nueva moral cívica, un arte, una pedagogía, una política que redunde en beneficio de la conciliación racial (48)”.

            Iramain observa en Tiahuanaco a la arquitectura incaica, descubriendo en cada cerámica al espíritu trascendente de la raza; participa de rituales aborígenes, enriquece su conocimiento lingüístico con palabras aprendidas del guaraní y chorote; se compenetra de la música de algunas tribus al ejecutar el sicuri, para regresar a su provincia con un vasto caudal de información sobre el poblador indo criollo de varios países americanos.

            Ya en su taller tucumano modela la dramática vida del aborigen, hasta completar un album escultórico plena de riqueza étnica; surgen los bustos de la india diaguita, del pialador de Andalgalá, la familia del minero, el indio del paralelo 23, el capataz de Laguna Bilama, seres rudos que no habían sido tratados hasta entonces en la escultura.

            La nueva etapa artística del tucumano muestra un cambio de personajes; se mantiene la indagación étnica, pero la búsqueda de los caracteres sociológicos se ubica en otros sectores.

            En sus primeros contactos con el indio o el criollo en los caseríos de Monte Grande, en los cañaverales tucumanos, los pobladores de Jujuy, La Rioja y Salta, Iramain había captado emocionalmente el drama del poblador trasladando a la escultura los vicios, las desgracias, las supersticiones y lacras adheridas a la vida de aquellos parias; ahora, al compenetrarse de la riqueza espiritual de dichas colectividades, Iramain descubría en ellas el amor a la familia, el apego al trabajo, la honda condición de creyentes en sus religiones primitivas y, un amor profundo a la tierra que ya no les pertenecía madurando otra serie de esculturas de valor apreciable.

            Para facilitar el conocimiento de estos personajes, Iramain incorporó en los catálogos de sus exposiciones a una somera descripción de cada obra, su contenido étnico y temático y, en ocasiones, con alguna anécdota clarificadora. En uno de dichos catálogos se lee:

            “CONDORI. Esta cabeza de indio minero describe la mezcla de las razas aymara y peruana; de gran fuerza, rudeza y decisión representa la resignada desesperación y melancolía del indio minero”.

            “INDIA DE CATAMARCA. De la raza calchaquí. Esta madre de ocho hijos, delos cuales perdió cinco por explosiones en las minas, visita diariamente a los restantes, llevándoles alimentos en una canasta. La triste y quejosa expresión de su cara refleja la profunda congoja de la raza condenada al trabajo eterno y la lucha por la vida en las montañas”.

            “NIÑO INDIO BUSCADOR DEORO. Pertenece a la raza coyanboyo. Este, como los otros modelso, es representativo de la gente que el artista ha encontrado. Viviendo con sus siete hermanos en las montañas,conseguía su sustento en invierno de las cabras y en verano, cuando venían las lluvias diarias en las montañas lavaban el oro en el lecho del río”.

            “NATIVIDAD. El poderoso cuello y la reciedumbre de este minero de las montañas de Salta marcan la búsqueda de un nuevo estilo –una realización de fuerza, solidez y potencia-. Pero la expresión de la cara del minero con su mirada tendida al vacío, de una involuntaria tristeza, muestra que el artista captó el sufrimiento humano”.

            “MONAGUILLO. El artista halló al pequeño monje indio durante su transitoria estadía en un monasterio e impresionado por sus facciones tristes realizó el busto de memoria al regresar a su aposento”.

            “EMBRUJADA. Una anciana indígena que prepara con una mezcla secreta de hierbas la porción mágica utilizada en sus prácticas ocultistas.”

            “MADRE DEL PASTOR DE CABRAS. Una sufrida india de la raza aymara que hallara a su paso por las montañas jujeñas”.

            “PRIMERA COMUNIÓN. Una niña de nueve años, medio india tucumana, preparándose para la primera comunión. Su inocencia y expresión devota conmovió al artista tan profundamente que realizó su busto”.

            “CABEZA DE INDIO. Tipo de indio aymará que vive en el lago Titicaca”.

            “CABEZA DE INDIO. Tipo de los indios chulupí que se va extinguiendo gradualmente, convirtiendo a este bronce en documento histórico”.

            “NOSTALGIA. Pequeño indio que sufre una enfermedad secreta, quizá del corazón, evidenciando melancolía en su rostro ante la belleza del mundo que, instintivamente, percibe que pronto dejará de gozar (49)”.

            Utilizando al dibujo con igual destreza sin prescindir del tratamiento del volumen, aplicando colores delicados, el tucumano fue documentando al arriero, el minero, la lavandera de Palavecino, el pialador Timoteo, el mayordomo salteño, el comerciante de esclavos, el chinchillero, el tropero catamarqueño, el domador y los músicos de Humahuaca.

            Para volcarlos en la escultura Iramain recurría, indistintamente, al naturalismo o el concepto expresionista no apartándose de los tradicionales cánones artísticos de Occidente. Pese a su consustanciación espiritual con el indio y el criollo, de su análisis minucioso de las costumbres del Noroeste y de una trayectoria artística encaminada a dejar trascender los valores étnicos de su país y regiones de América, Iramain no incorporó a su técnica a ningún elemento extraído de dichas culturas.

            Tampoco lo influían las corrientes vanguardistas, corrientes nutridas en el redescubrimiento en Occidente de las artes negras, polinésica, oriental, nazca y azteca. Iramain registraba a los personajes indo criollos con el lenguaje heredado de Occidente, recordando con Ernst Cassirer que éste aparece como símbolo, como fuerzas que crean y establecen cada una de ellas, su propio mundo significativo; y las formas simbólicas son órganos de la realidad.

            Tras la búsqueda del símbolo artístico, de la imagen telúrica, estructuraba las formas indo criollas con espíritu occidental en una simbiosis anunciadora de las posibilidades expresivas de esta conjunción. Eran ejemplos Las damas de Avignon, de Pablo Picasso, plena de connotaciones de la cultura africana, así como las esculturas del italiano Amadeo Modigliani y del argentino Sesostris Vitullo, éste con influencia de la escultura precolombina, así como el ascendiente de la pintura japonesa sobre el arte moderno.

 

 

 

 

(48) Silabario, ob. Cit.

(49) De un catálogo impreso en Florida (Estados Unidos) 22-01-1950

 

           

            1939. Amistad con Yrurtia

 

            Iramain estaba unido espiritualmente con el escultor nacional Rogelio Yrurtia a través de una correspondencia activa sobre temas estéticos y el uso de los materiales, del  que dan ejemplo las siguientes misivas enviadas por el autor de Canto al trabajo en el lapso de un año.

            “Buenos Aires, 12 de septiembre de 1939.

            Mi estimado Iramain:

            Contesto a su carta del seis, agradeciéndole mucho su envío de la tierra. Las noticias que tengo que  darle, es probable que ya las conozca. V.- Son de suyo muy poco agradables. La beca que gestionaba, ha sido acordada al escultor Sassone. Sé extraoficialmente, que la designación de la Comisión, no ha caído en gracia al Dr. Sánchez Sorondo. V.- dirá, ello importa poco; la triste cuestión  es que yo no tengo mi bequita que me permita vivir en paz y en gracia de mi virgencita por todo un año más. Eso lo pensábamos todos los que le estimamos y creemos en su talento. Pero cabe ahora, esa resignación inteligente que no dudo le aportará la piadosa Virgen del Valle”.

            “Quizá le sea útil alguna pequeña estada por Buenos Aires para tantear un poco el ambiente y solicitar al Ministro, alguna cátedra tal vez en la Universidad de Tucumán u otra escuela dependiente de ese Ministerio, como tuvo la gran suerte de obtener el escultor Leone, en Mendoza. Aquí siempre se podrá conseguir algo. Claro está que V. Hará lo que crea más conveniente si es que en esa puede V.- darse vuelta para vivir”.

            “Volviendo un poco a lo suyo, creo que algo debe haberle perjudicado ante la Comisión de Cultura, sus exagerados envíos cuyos largos pescuezos no ha sabido interpretar esta gente, poco experta en cuestiones de arte y de suyo, incapaces de ver en una obra las preciosas cualidades que hay en ella.”

            “Tengo la seguridad, que no me ha de juzgar V.- cargoso, por mi insistencia acerca de esta cuestión que, es necesario piense. V.- formalmente dado sus grandes cualidades de eximio modelador y sensible artista. En mis anteriores, ya le he hablado sobre estas cosas. Busque siempre a realizarse dentro de la más perfecta armonía y equilibrio. Entonces, creo que pronto podrá V- realizarse con magnifica grandeza. Le repito otra vez más que si me escucha irá V- muy lejos. El país necesita de artistas de su envergadura- pero va de suyo, con una grande disciplina mental”.

            “Como V ve; le sigo escribiendo en amigo que debe escuchar. No pierda pues aliento que le seguiremos ayudando en cuanto nos sea posible y esté dentro de mis alcances. No descuide los estudios de arquitectura: elementos de proporciones y volúmenes que son de absoluta necesidad para las concepciones de monumentos y proyectos que pueden solicitarle”.

            “Bueno mi estimado Iramain, mis afectuosos saludos que ruego extienda V- a la Señora y familia. Siempre suyo”. Rogelio Yrurtia.

            En la segunda carta, fechada en Buenos Aires el 5 de septiembre de 1940, Yrurtia mantiene el tono de consejero espiritual para Iramain:

            “Señor Don Juan C. Iramain. Mi querido amigo: Acuso recibo a su esperanzada carta del 29 p.p.. Mucho me alegra saberlo en camino de la razón, al procurarse un trabajo que pueda un día independizarlo para poder entonces, dar libre expansión a sus sueños de artista. Al decirle esto, recuerdo algo que le decía hace algunos años a uno de mis discípulos de la Escuela, cuando era profesor: ‘vea, joven, aprenda el arte y déjelo aparte’. La filosofía que esto encerraba, no era otra que aquella de un profundo respeto por estas cosas que nada puede nunca hacerlas prostituir, en razón de ser ellas tan santamente profundas y tan unidas por la divinidad de nuestro ser. Por ello, la mentira en el arte es indigna de la inteligencia y de suyo, de toda idea de bien, cerca siempre de Dios”.

            “El artista que para vivir, desciende de su ideal, es odioso y no merece esta gracia, ni el respeto de ninguno”.

            “Esta sanción no tarda en llegarle del mundo que por lo que fuera, quiso engañar o complacer. El desconocimiento de estas cuestiones fundamentales, es lo que lleva a la mayor parte de los que se inician con fines especulativos por estos tormentoso caminos a tan rotundos fracasos, porque el arte no comulga jamás con mercaderes”.

            “Siempre pide el sacrificio de una vida. Por eso es, que cuando se puede hacer como en su caso, es mejor sin abdicar a sus sueños de belleza pura, hallar los medios de vivir, en alguna otra manera digna. El arte lo hará V- cuando pueda con la independencia y libertad de un verdadero artista. Si todos hicieran así, no veríamos imponerse con tanto descaro, la farsa impertinente que sella el arte de este momento universal”.

            Dígole pues, que mucho me alegra haya V- resuelto su situación financiera, con este cargo que halló V- en las minas de hierro de Jujuy. Esto al menos le procurará esa serenidad de espíritu que todo hombre necesita para vivir, sobre todo cuando se tiene familia a quien no puede exigirle el sacrificio de un sueño tan difícil de realizarlo en esta hora angustiosa de incertidumbre y materialismos bastardos”.

            “Cuando consiga reunir algunos centavos realizará V- un arte para V-, repleto de sanidad. Esa será su obra. Viva pues tranquilo llevando la felicidad a su hogar con la salud de un espíritu fuerte y sano. La existencia de todo artista es triste en nuestro país tan poco crédulo de nuestros valores positivos y tan ausente además del concepto verdadero y trascendente de estas cosas. A esta altura de su vida, creo que ha de haber comprendido lo inútil que es para todos, nuestro lenguaje. No vale pues la pena sufrir tanto para terminar con la desilusión del gran Edgard Poe, el gran americano, quien como V- sabe, murió renegando de la belleza que creía ya sólo un fantasma”.

 

            “No, mi querido amigo. Yo creo, que la virgencita del Valle que tanto quiere V- le ha puesto en mi camino para aconsejarle bien. Sea feliz con los suyos y deje este mundo de falsos artistas. Trabaje y gane dinero con la empresa, que espero será próspera. Un saludo cariñoso para V- su señora y su lindo nene y demás familia”. Rogelio Yrurtia.

 

 

P.D. Cuando vaya al Salón veré su trabajo y le daré mi impresión. Espero tenga aquí suerte.

 


1941. La Estatuaria Monumental

 

            En 1938 Iramain funda la Sociedad Artística Independiente de Tucumán junto con su hermano Demetrio, Osorio Luque y Franco, recogiendo la semilla sembrada desde 1925 junto a colegas de la provincia. En un local cedido por el gobierno en la calle Congreso casi General Paz, la entidad organiza exposiciones y salones con una labor extendida a Santiago del Estero, Jujuy, Salta y Catamarca.

            En una de las primeras muestras era premiada la escultora Iglesias, compartiendo los honores Demetrio Iramain y Osorio Luque en pintura; la figura consular de Juan Carlos –merecedor del Primer Premio en la Exposición de Artistas Independientes de Tucumán y, en el Salón Nacional de Tucumán (con Chañi el minero y Yastai), así como el 3º otorgado por la Comisión de Cultura en el máximo evento porteño a su yeso El Cuatrero –atraía a los plásticos adheridos a SAIT a su taller particular donde trabajaba junto con el escultor Dato, a la Biblioteca Sarmiento y los cafés que frecuentaba, en una actuación extendida a los cursos que dictaba sobre dibujo y modelado en la Academia de Bellas Artes del Colegio Santo Domingo.

            Iramain había ensayado la estatuaria monumental a través de unas cabezas de grandes proporciones, pero la técnica se materializa cuando el Barón Biza (esposo de la aviadora Myriam Stteford) le encarga un monumento funerario para perpetuar su memoria. La obra memorativa de la aviadora debía ubicarse en el camino de Alta Gracia (Córdoba) con una altura aproximada de 40 metros representando a una mujer alada, semisentada con el brazo izquierdo doblado y su derecha en alto, donde “se buscará en vano la fisonomía fiel de la heroica e infortunada aviadora, pero en cambio se tendrá la sensación de una sed infinita de altura y de vértigo, que fue el rasgo fundamental de su espíritu al que se podía llamar Alado”; el boceto serviría, además, para fundir el trofeo de una carrera por el circuito que lleva su nombre, con una altura de 70 centímetros, fundido en plata en incrustaciones de oro.

            La falta de concreción de la obra funeraria no desalentó el interés de Iramain por el modelado escultórico de proporciones grandes, ya en 1938 presenta al gobernador de la provincia de Tucumán, Dr. Miguel Critto, la idea de emplazar en la cima del Aconquija a un Cristo monumental; la iniciativa fue aprobada en forma oficial y con ella iba a cobrar volumen una temática practicada en piezas menores.

            Iba a culminar una serie, la tercera, de imágenes: 1º, la narrativa histórica, la 2ª lo telúrico y la 3ª, la fe, a la vez que encaraba otra faz técnica: la estatuaria monumental que tenía antecedentes americanos en el Cristo Redentor (Cordillera de los Andes), Cristo Redentor (Corcovado, Brasil), Cristo (Piriápolis, Uruguay) y la estatua de La Libertad (Estados Unidos).

            El hispano-argentino Mateo Alonso era autor del Cristo de la Cordillera considerado el monumento con la mayor altura geográfica del continente; en el monte Corcovado de 710 metros de altura se ubica al Cristo con 38 metros de altura y, la Libertad -ofrecida por Francia a Estados Unidos en 1884 siendo colocada en el puerto de Nueva York- como realización del francés Federico Barthold, con un peso de 225 toneladas y una altura de 46 metros y fracción, sobre un pedestal de 40 metros, totalizando más de 86 metros sobre el nivel del mar.

            El proyecto para emplazar al Cristo en la cima del Aconquija tuvo detractores que casi hacen fracasar la obra, lo que –sumado a los caminos aún en construcción, la falta de agua y otros inconvenientes- modificó el emplazamiento inicial trocándolo por la cumbre del Cerro San Javier por mediación de la esposa del gobernador, Doña Mina López Pondal.

            Pocos lugares de la provincia tucumana, con una perspectiva elevada a 1.400 metros de altura sobre el nivel del mar, podían ser más apropiados para la ubicación del monumento, en un sector turístico glosado por Paul Groussac.

            “No hay necesidad de desviarse para gozar plenamente del mágico encanto de esta naturaleza; cada paso que se da, ofrece a la vista nuevos fenómenos vegetales: gigantescos laureles revestidos de flexibles lianas, flores del aire y otras plantas parásitas, corpulentos naranjos llenos de frutas rojizas en la frondosa copa; y cien árboles desconocidos para mí, cubiertos de musgo y líquenes: hay un fresno altísimo llamado Palo de lanza. Sea por la forma de su esbelto tronco recto y redondo, sea porque realmente tenga aquel uso de madera fibrosa y compacta; he visto al acacia indígena llamado cebil, de forma elegante y cuya corteza de la mejor curtiente conocida. Y los colosos del monte: el quebracho y la tipa, el cedro y el lapacho, de cuyas ramas descienden cien arbustos trepadores entretejidos con las preciosas tillandias que florecen en la primavera (50)”.

            El escultor bocetó y corrigió al Cristo durante cuatro años en un taller ubicado en el Parque Nueve de Julio, volcando al  yeso las diferentes partes que integrarían la futura mole de cemento, a realizarse  en la sede de la Intendencia de Guerra del Ejército, en Tucumán, cedida al efecto.

            Interesado en el proceso de la monumental estatua, el gobernador Critto frecuentaba al establecimiento siguiendo la marcha del modelado, hasta que el 7 de setiembre de 1940 pudo contemplar al boceto ya terminado.

            El Cristo estaba representado de pie, cubierto con hábito, con su mano derecha en la actitud de impartir una bendición y la izquierda tendida hacia abajo. La figura se apoyaba sobre un basamento cuadrangular con la siguiente inscripción en la cara frontal: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

            Al ser proyectado el Cristo para ser contemplado desde amplias perspectivas, Iramain le eliminó detalles superfluos con un modelado estilizado, dentro de los cánones del tradicional naturalismo con un esbozo de grandes planos, exento de problemas lumínicos y ritmos complicados. El escultor recuerda: “Al verlo concluido mi emoción fue tan grande, que me pareció increíble. Siempre he admirado a Cristo, tanto en lo divino como en lo humano y mis deseos se vieron cumplidos: honrarle con mi mayor obra. Fue la oportunidad de realizar una obra gigantesca, que siempre había soñado. Cuando se me encargó el Cristo de San Javier, en la cima del cerro (51)”.

            Finalizada la primera fase del trabajo, la noticia trascendió a la población que, rodeando al estudio del escultor, le arrojaba flores, caravanas de autos iniciaron el ascenso por los cerros para transportar las partes del monumento ya volcado al cemento, con un peso total de 74 toneladas, en un ascenso a las cumbres que insumió un año.

            “Luego de una serie de peripecias y gestiones, venciéndose no pocos inconvenientes de carácter económico, se logró emplazar la gran figura de Cristo de San Javier. Desde la campaña, han llegado hasta él, para admirarlo de cerca y con fervor han palpado la pieza y escrito sus nombres al pie del monumento. Ha despertado la curiosidad de todos. Desde las calles de la ciudad en las montañas claras, se destaca nítidamente, majestuosamente junto al edificio de la Hostería de Anta Muerta, que se levanta en uno de los promontorios vecinos a 1.300 metros de altura.

            La hostería aún no ha sido habilitada. Se están realizando los trabajos para dotarla de agua potable y otros elementos accesorios y próximamente será librada al público tucumano y al país, en general, ya que para todos ha constituido un anhelo el poder disfrutar de la belleza incomparable de la zona y su saludable clima.

            Pero el Cristo de San Javier no ha sido terminado aún. Faltan los últimos retoques que deberá hacer el artista a su obra. No había bien a favor de Tucumán el que un monumento de esta categoría esté inconcluso. No es mucho lo que resta por hacer, pero afecta a la obra” (52).

            Cuando la estatua fue descubierta elevándose sobre el Cerro San Javier, el público asistente a la ceremonia quebró el silencio mediante una salva de aplausos. El escultor recuerda: “Yo miraba fijamente el monumento. Profundamente conmovido y en ese gran momento tuve que confesar que nunca soñé que ello me iba a impactar de tal manera. El Cristo sobre la montaña, rodeado por el cielo azul y dominando todos los campos de los alrededores, parecía tan grande, tan enorme, tan espléndido que me pareció imposible que lo hubiera ejecutado una mano humana” (53).

            La estatua concitó el interés internacional incorporando a Iramain, desde 1945, a la lista reducida de escultores americanos con obras monumentales; el Vaticano solicitó antecedentes para el Museo Cristológico, al igual que desde el Diccionario Benezit; el Cristo constituyó en la imagen para la postal de San Javier: la revista “Selecciones del Reader Digest” la reprodujo a color en una doble portada para una de sus ediciones internacionales.

            Alternando los trabajos del CRISTO, desde 1939, Iramain se había dedicado a remodelar su casa taller de la calle Entre Ríos que heredara su esposa.

            “El escultor Iramain está realizando en su propia casa, una labor artística que no tiene similar en Tucumán. Buenos Aires, al igual que México y otras capitales americanas, trayendo el efluvio estético de Europa, cuenta con obras semejantes.

            Pero en nuestra ciudad hacía falta un artista empeñoso y hábil para transportar que puede convertirse en un nuevo y bello estilo de decoración de interiores familiares. Juan Carlos Iramain ha decorado su hogar con bajo relieves de su propia inspiración y su mano de diestro modelador ha logrado efectos admirables que ya empiezan a divulgarse. Además un grupo de pintores y escultores de la Sociedad de Artistas Independientes va a participar en la decoración de la casa de Iramain, lo que le dará un carácter de museo, realizando indudablemente su valor artístico”. (54)

            Esta nota estaba ilustrada con cuatro fotografías: el Gobernador Miguel A. Campero y el Ministro de Hacienda, Juan Schruer (h) de visita en el taller, el bajo relieve La sagrada familia una estufa decorada y los frisos murales.

            Finalizada la remodelación de la casa taller de Iramain, fue habilitada públicamente con asistencia del gobernador, con la posterior realización de conciertos, conferencias, exposiciones y actos con fines benéficos para ALPI, Fraterna Ayuda Cristiana, Residentes Húngaros, entre otras entidades, una misión cultural cumplida durante años.

 

 

 

 

(50) “Un paseo por San Javier”, texto de Paul Groussac.

(51) Diario “La Gaceta”, San Miguel de Tucumán, 3-6-1973.

(52) Diario “La Gaceta”. Nota “Faltan aún detalles para ser terminado el monumento a Cristo que se levanta en la cumbre de San Javier”. San Miguel de Tucumán. 15-05-1944.

(53) “El Creador...”, art. cit.

(54). Nota (presumiblemente del diaro “La Gaceta”, San Miguel de Tucumán, 1939) “En la casa museo del escultor Juan Carlos Iramain

 

 

 

1941. Propulsor de Zapla

 

            En los frecuentes viajes al Norte argentino tras la búsqueda de personajes para su obra, Iramain retomaba el contacto con los dueños de minas, iniciado en 1934, alternando su inquietud artística con las financieras mediante la investigación de los minerales, la explotación del estaño y el mármol negro.

            “Tucumán, 13, 1941. (De nuestro corresponsal). El escultor Juan Carlos Iramain y el perito en minas don José García, acaban de hacer una presentación al gobierno provincial, denunciando haber hecho el descubrimiento de importantes vetas de carbón y estaño. La noticia ha causado verdadera conmoción en la provincia y los diarios la anuncian con grandes titulares, destacando la importancia del hallazgo para el futuro económico de la pequeña provincia cuya industria azucarera desde hace algún tiempo viene padeciendo una grave crisis progresiva”.

            “Ubicación de las vetas.  Las vetas carboníferas y estañíferas descubiertas –según las declaraciones de los autores del hallazgo- se encuentran en las montañas aconquijeñas, a una altura de 4.500 metros sobre el nivel del mar, en el límite con la provincia de Catamarca. Dicha zona goza desde el tiempo de la conquista de fama por sus riquezas mineras. Pero, a pesar de esto, nunca se hicieron exploraciones, pues el gobierno nacional sólo ha encontrado hasta el momento el problema minero bajo el aspecto burocrático y en cuanto a Tucumán, todo el mundo vivió absorbido por la industria azucarera”.

            “Un artista convertido en minero. Juan Carlos Iramain, desde hace algunos años, viene compartiendo sus actividades  artísticas con las mineras. Al lado de sus esculturas de figuras populares del Norte argentino, modeladas en barro colorado, era posible encontrar en su taller muestras de mineral y planos de zonas en las que efectuaba exploraciones”.

            “Está dispuesto a iniciar la explotación. Simultáneamente con la denuncia hecha a las autoridades, Iramain y el señor García reclaman de éste el apoyo necesario para dar comienzo a la brevedad posible, la explotación de las vetas”.

            “No desistiremos de nuestra empresa pese a cuantos inconvenientes se nos presenten- nos declaró el artista en una entrevista. Hemos presentado amplia documentación sobre la riqueza mineral de las vetas constatadas. Su explotación constituye para nosotros una responsabilidad de argentinos más que de interés personal. Sabida es la importancia que el carbón tiene para nuestro país en este momento en que las fuentes de que se proveía en Europa han quedado clausuradas por la guerra. De terminarse la construcción del ferrocarril trasandino del Norte, por el paso de Socompa, Tucumán y las demás provincias diaguitas, cuya riqueza minera es ingente y cuentan con abundante mano de obra, se transformarían en un centro industrial de proporciones insospechadas, capaz de entablar una activa vinculación comercial con los Estados Unidos de Norte América y las naciones hermanos del Pacífico” (55)

            Las investigaciones en los cerros de Jujuy alcanzaron resultados positivos al extraer de las minas de Zapla (los mineros Gallardo, Gómez y Copra junto a Iramain) una muestra de hierro; ante el descubrimiento, el artista propuso al Ejército la formación de una sociedad mixta para explorar la zona, urgíéndosele la entrega del metal fundido para su análisis. Efectuado el trabajo en colaboración con la Fundición Colin no arrojó el resultado anhelado, pero la experiencia señaló a Iramain como propulsor inicial de la actividad minera en Zapla, junto al Ejército nacional.

            “La empresa Colin buscó con entusiasmo nuevas muestras para hacer otro ensayo de fundición. Después se resolvió hacer un contrato de sociedad con los mineros para su exportación, pero a causa del administrador de la empresa Colin no se pudo llegar a un acuerdo. ‘Yo no me desalente’ –contesta el escultor- ‘seguí buscando capitalistas, hubo algunos que enviaron geólogos más no le dieron importancia ni al mineral ni a la mina, entonces todo se paralizó; yo tenía que dedicarme a mi arte” (56).

            Poniendo fin a las investigaciones de minerales y cargado de problemas financieros, Iramain cedió al Estado su patrimonio en un gesto patriótico culminando una pasión que lo llevara hasta las minas azufreras de Jujuy, de manganeso de Santiago del Estero, de cobre, estaño, mica, plomo y oro en Catamarca, de hierro en la mina ‘Lola Mora’ por él bautizada y un mineral desconocido en Casquivil, Tafi del Valle.

 

 

 

 

 

 

 

 

(55) Diario “Crítica”. Nota “Iramain, escultor y minero, encontró ricas vetas carboníferas en Tucumán. Su explotación podría transformar la economía del país”. Buenos Aires. Verano de 1941.

(56) Revista “Escenario”. Art. cit.

 


1948. Consagración en Buenos Aires y Estados Unidos

 

            Con una labor consecuente sobrellevada durante tres décadas, Iramain vio reconocidos sus méritos en la patria y el exterior a través de situaciones oficiales, notas en la prensa (57) y una invitación procedente de Estados Unidos para una misión oficial.

            El éxito se inició en 1948 con el 3er Premio en el Salón de Bahía Blanca otorgado al yeso ‘El minero de la oreja rota’  lauro al que se agregaba en 1949 el 3er. Premio  en el Salón Nacional al yeso ‘El minerito Condorí’, nuevos honores en el 8vo. Salón de Arte de Mar del Plata y primeros premios en el 8vo. Salón de Arte de San Fernando y el de Artes Plásticas de Santiago del Estero.

            ‘El minerito de Condorí’,  representaba la cabeza de un indiecito norteño tratado con estilo naturalista, estilo también aplicado al yeso ‘Muchacho tucumano’. (Premio Estímulo en el 8vo. Salón de Mar del Plata) en 1949 con una recompensa de $ 1.000, mil pesos; en opuesta actitud plástica y reactualizando las formas expresionistas que le otorgaron éxitos mediante una imaginaria indigenista, en San Fernando participaba con dicho estilo con el yeso ganador Minero.

            En 1949 Iramain es invitado por la Universidad de Florida y la de Ohio (Estados Unidos) a exhibir sus trabajos –junto  a las pinturas de su esposa- con el dictado de conferencias y clases como profesor especial, junto a la realización de retratos. Su paso por los centros universitarios fue documentado por la prensa estadounidense con amplitud a través de notas ilustradas, textos sobre su vida y declaraciones del artista, simultáneamente con los anuncios y comentarios sobre las actividades culturales del matrimonio Iramain. Dijo la Prensa:

            “EL CREADOR DE UNA GRAN ESTATUA ENTRE NOSOTROS”: “Tallahasse se ha distinguido este invierno con la visita de un argentino. El es Juan Carlos Iramain de Tucumán, Argentina, invitado por Ernest Von Dohmanyis y descendiente de una princesa Inca. Iramain es reconocido como artista escultor. Su realización de la expresión humana de un modo moderno ha sido vista con interés por la crítica. Unos trece museos de América Central y del Sud, de los Estados Unidos e Italia han expuesto sus trabajos y ha completado treinta monumentos de hombres famosos, incluyendo a San Martín y Gracilaso de la Vega....

            ..... Anteriormente muchas de esas razas jamás habían sido observadas y descriptas por un artista. Iramain hizo algunos descubrimientos significativos. (N. del A.: alusión a la imagen del indio) Finalmente llegó el momento en que el escultor deseó visitar a los Estados Unidos, un país que él siempre admiró. “Yo siento que al fin tengo el derecho de seguir los dictados de mi corazón”.

            “¿Y sus planes? “Yo no tengo ninguno todavía”, comentó. Nunca los tengo pero siempre vivo el presente por mi arte y por llenar mis sueños artísticos”.

“Algunos de sus trabajos pronto se exhibirán en la Universidad local como una muestra de sus series artísticas y es probable que algunos escritos sobre sus experiencias, preparados por la señora Dohmanys sean leídos al público. Iramain gusta de los Estados Unidos y ha dicho, hace poco tiempo atrás, que desea ofrecernos todos los servicios de su talento y su arte”. (58) 

            “UN NOTABLE ESCULTOR VISITA LA SEDE DE LA FSU”

            “En nuestra sede está uno de los primeros escultores del siglo Juan Carlos Iramain. Su hogar es Tucumán, Argentina, donde vive en la cumbre de la montaña”.

            “Decidió inmortalizar los tipos indígenas de las montañas y pasó gran parte de su vida estudiando, pintando y esculpiendo esa gente. Ha viajado por Chile, Perú, Bolivia y Brasil buscando datos durante doce años”.

            “Ha estudiado razas que antes no habían sido observadas y descriptas por ningún artista, habiendo hecho descubrimientos significativos. Paralelamente ha escrito varias melodías indígenas y esos temas tristes los han incluido en varias composiciones originales. Su música tiene el sentimiento de esa gente que él comprende muy bien. El doctor Zachar de nuestro equipo musical se está ocupando de recopilar varias de las melodías de Iramain. Iramain siempre ha vivido en el campo y habla muchos de los dialectos indígenas. Está casado y tiene tres niños...” (59).

“LOS TRABAJOS DE UN ESCULTOR ARGENTINO SERAN EXHIBIDOS EN EL CLUB FEMENINO”

 

            “Estos trabajos han sido hechos con una rapidez increíble. El maestro Iramain tiene que ver sólo una vez o dos,  a una persona para reproducir su cara en una escultura. Además tiene una mente fotográfica. Estudia las caras con un ojo especial para tipos y diferencias de expresión en la gente”.

            “También están en exhibición algunos bocetos de sus trabajos y mostrará aspectos de su tierra y de los indios que allí viven. El rompió su habitual estilo cuando, al regresar de una recepción en casa de los esposos Campbell, se halló intrigado por la belleza de la mujer americana haciendo algunos rápidos bocetos de lo observado. También ha hecho apuntes de escenas de Tallahassee con lápices de colores y acuarelas. No están terminados, pero lo esencial está allí. Sus dibujos son más escultóricos que los bocetos de escultura. Hay algunos dibujos que muestran los estudios que usó en sus clases de escultura. No toma como alumnos a estudiantes, sólo a profesionales. Esto no lo hacía hasta su llegada a Tallahassee. Ahora tiene muchos jóvenes y fieles admiradores que toman clase de modelado en arcilla. Una de ellas es Carol Ann Kuersteiner, hija de Dean y Kar Kuersteiner. A Iramain le gusta mucho los chicos y ha hecho varias cabezas de niños que hoy serán exhibidas (60)”.

Para promover la exposición de 77 dibujos y 11 bustos de indígenas y personalidades de Tallahassee y Quincy, el Club Femenino distribuyó la siguiente invitación: “Usted está cordialmente invitado a asistir a una exposición de trabajos del maestro Juan Carlos Iramain. El maestro Iramain es el más famoso escultor de Sudamérica, artista y autoridad sobre indios sudamericanos. Esta es su primer visita a Norteamérica. Tallahassee tiene el privilegio de ser la primera ciudad que ve esta muestra antes que él se disponga a exhibir sus trabajos en una gira por otras ciudades norteamericanas. Domingo 22 de enero. Tallahassee. Club Femenino. 2:00 – 10:00”.

Añorando a su patria, el escultor tucumano enviaba a un matutino porteño una de las invitaciones con una misiva personal, escrita con su puño y letra al dorso: “Enero 12, 1950, Florida, USA. Diario La Nación. El día 22 de enero, el estado de Florida, me tributa un homenaje considerado el primero en Norteamérica –consistirá un homenaje a mi obra, hora 8 de la noche del mismo día, se llevará a cabo una recepción, donde estarán las autoridades, decanos, profesores, intelectuales, artistas.

Las Damas de Florida, me obsequiarán con un pergamino, ejecutado por niñas de ese Estado, como así también, un riquísimo reloj pulsera, con maza de oro. El día 29, hora 4 de la tarde, en el Salón Sender, art. Los intelectuales, artistas, me tributan otro homenaje, se expondrán obras mías. Saludos a ese gran diario y siempre recuerdos. Escultor, Juan Carlos Iramain (61)”.

Compartiendo la misión cultural, la señora Iramain exponía sus pinturas extendiendo a Estados Unidos el escenario de sus actividades, precedidas por muestras en Buenos Aires, Tucumán y Bolivia. Una de las exposiciones era anunciada así: “Delson. ART. CENTER... 209 East Call Street. Tallahassee, Florida. Invitamos cordialmente a usted, asistir a la inauguración, el domingo 29 de enero de 3 a 9 de la tarde, de una muestra de pinturas y esculturas de Mary Todd y Juan Carlos Iramain, de Tucumán, Argentina. El señor Iramain demostrará su técnica escultórica durante la recepción, junto a la apertura de la muestra de las obras de su esposa de pinturas de vibrante y extremada personalidad. Nosotros tenemos el privilegio de exponerlos hasta el 18 de febrero”.

 

 

(57) Este es nuestro arte.  Demetrio y Juan Carlos Iramain.

(58) “El creador de...”, art. cit.

(59) Diario “Florida Flambeau”. Nota “Un notable escultor visita la sede de FSU por Margot Nasrallah, Florida, Estados Unidos, 2-12-1949.

(60) Diario “Tallahassee Democrat”. Nota. Los trabajos de un escultor argentino será exhibidos en el Club Femenino. Florida. Estados Unidos. 22-01-1950.

(61). Del archivo del diario ‘La Nación’, versión textual. Buenos Aires. Registrado durante 1973.

 

1950. Einstein y Batista

 

El periplo artístico de los Iramain extendióse a los Salones de las Américas (Washington) con la presentación, entre otros bustos de El minero de Puesto Galeno (Catamarca), a las universidades de Athens (Ohio), Kansas, Laredo, Florida, exhibiéndose en esta ciudad al busto del matemático Albert Einstein y, en Nueva York el de Ernst Von Dohnarys; además, se presentaron en los centros Cultural Hispano Americano y Centroamericano de Filadelfia, en la residencia del gobernador de Florida, en la Tucker Gallery (Miami), Residentes Húngaros y City Gallery (en California y Nueva Orleáns).

La gira tuvo éxito material en la entrega a Iramain de una plaqueta de plata por las damas de Tallahassee, un anillo distintivo de la marina norteamericana entregado por el general Mac Arthur, la adquisición de esculturas por museos estadounidenses y una exposición volante con obras que el presidente de la Junta de Notables de la ciudad de Florida, padre Génova, llevó por varios estados, éxitos registrados por la prensa porteña (62)”.

Después de un año de actuación en los Estados Unidos 1949-1950, el matrimonio Iramain se embarcó en el buque carguero “El Naviero” haciendo escalas en Cuba; en la Habana Iramain realizó el busto de Fulgencio Batista, expuso obras en el Ateneo Cienfuegos, para extender el viaje a Curacao, Río de Janeiro, Santos y Montevideo con exposiciones y conferencias, una de ellas en la universidad oriental por Iramain.

En su retorno a la patria, Iramain recibió felicitaciones por su labor artística desarrollada en Centro y Norte América, siendo recibido por la señora Eva Duarte de Perón en su despacho de la Secretaría de Trabajo y Previsión, en tanto la prensa le dedicó notas (63).

Sin procurarse descanso  Iramain reanudó el contacto con el ambiente artístico local participando en sus salones con yesos, bronces y fibrocementos de expresión telúrica. En 1950 obtenía el 2º Premio en el Salón del Norte Argentino y el Premio Adquisición ‘Ministerio de Obras Públicas del Salón Nacional’; en 1951 enviaba a la Bienal Hispano Americana de España y en 1952 a la muestra ‘La Pintura y la Escultura de este siglo” realizada en Buenos Aires; en 1953 recibía el Premio Nacional, enviando a la Bienal Hispanoamericana de Cuba, en tanto la Universidad de Tucumán le auspiciaba una muestra, participando en 1954 de la Segunda Bienal de Cuba en carácter de invitado.

La personalidad del Jefe de Estado, Juan Domingo Perón, interesó a Iramain para concretarlo en un busto como lo hiciera anteriormente con poetas, actores teatrales, caudillos y mineros, siendo inaugurada una de sus réplicas en un poblado salteño el 9 de julio de 1951, en tanto otras versiones se ubicaban en Tucumán, Jujuy y Catamarca. El interés de Iramain por realizar el busto del gobernante se extendió a la esposa, la Sra. de  Perón, volcada en numerosas réplicas.

(62) El escultor argentino Juan C. Iramain triunfa en los Estados Unidos. En el Woman’s Club de Tallahassee, Florida,  aquel de los estados norteamericanos que conoció las andanzas legendarias de Búfalo Bill, se congregarían mañana a la noche las autoridades del gobierno, de la Universidad, de las instituciones artísticas y de los organismos rurales que conservan el culto de las tradiciones y el tipismo característico de la región, para celebrar a un artista argentino cuyos valores y nombradías en nuestro país no le pusieron a salvo del consabido proverbio: “Nadie es profeta en su tierra”.

(63) Juan Carlos Iramain. La escultura es un arte de tradición grecolatina, desde luego más italiana que española. En España, aparte de la imaginería, expresión maestra pero menor, no tuvo la lozanía de la pintura o la literatura. Un Berruguete, o un clásico, o un Victor Macho, moderno, no impiden el hecho general. Pero en la Argentina, con ser tierra de esencias españolas, la escultura tiene una gran frondosidad de auténticos hombres de valor.


1952.El Cristo de Salta

 

            La inquietud creadora de Iramain no estaba colmada con la elaboración de múltiples bustos de puestos personajes –pese a que ellos le permitían desplegar su capacidad de analista, artista y psicólogo- con la permanente búsqueda del alma criolla del pueblo, madurando una idea de mayor aliento escultórico al evocar su cristo de San Javier: un Cristo para la provincia de Salta de similares dimensiones.

            Durante una gira efectuada en 1952 a la ciudad de Salta, a instancia de su hijo Leonardo confía dicho anhelo al gobernador Ricardo Durand, quien comparte la idea; el proyecto inicial ubicaba al Cristo en la cima del cerro San Bernardo que marca la entrada a la Capital.

            “Con el contrato y trescientos mil pesos de los de antes –recordaba el escultor- regresé a Tucumán. Comencé el trabajo, que luego se convirtió –por motivos ajenos- en el más largo de mi vida, en la Intendencia Regional de Guerra, cuyos tinglados habían sido habilitados al efecto. Hice estudios, maquetas, planos y cálculos hasta que decidí empezar. Primeramente realicé la gigantesca cabeza con parte del cuello y hombros; los otros tramos se iban ejecutando con plantillas, ¡era increíble que con los pocos elementos con que se contaba pudiera terminarse la obra.

            Con la colaboración  de otros escultores de su provincia, fueron tomando cuerpo los cuatro fragmentos de casi seis metros de altura cada uno que  insumieron setenta toneladas de yeso –listo para su traslado al fibrocemento sobre un basamento de siete metros de altura- dejando ver la imagen de Cristo de líneas estilizadas con los dos brazos entrecruzados adelante, a emplazarse sobre una capilla de diseño moderno.

            En una técnica similar al Cristo tucumano, Iramaín modeló al Cristo salteño con sobriedad de formas, despojado de todo juego lumínico o composición arrítmica, estructurando una imagen ascética para su serena contemplación en el marco  de una amplia perspectiva otorgada por el valle de La Caldera; para ello dispuso del realismo naturalista uniéndole la mínima estilización, tal como la vista en los cristos de los andes, Corcovado y Pirlápolis.

            Ante los cambios políticos el trabajo se paralizó parcialmente durante largo tiempo, al extremo que el artista se paralizó parcialmente durante largo tiempo, al extremo que el artista enjuició a la provincia.

            “Salta. Trascendió en medios oficiales que el escultor tucumano Juan Carlos Iramaín inicio juicio a la provincia de Salta ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por la suma de treinta millones de pesos, en concepto de daños y perjuicios”.

            “La notificación respectiva ya había llegado a las autoridades de la intervención federal. Como se recordará el escultor Iramaín fue contratado por el gobierno del Doctor Ricardo Durand para realizar, conforme a planos y proyectos que fueron aprobados en su oportunidad, una gigantesca estatua de Cristo y sus apóstoles, monumento que iba a ser emplazado en la cima del cerro, cerca de la entrada a la ciudad”.

            “Posteriormente, funcionarios del gobierno de la provincia aconsejaron dejar sin efecto el contrato existente con Iramain. Esto se concretó mediante decreto pese a encontrarse la obra escultórica terminada. Ahora, el afectado reclama dicha suma por la vía judicial”.

            A su vez el escultor declaraba:

            “El trabajo continuó hasta la caída del gobierno de Perón y por consiguiente del gobernador Durand; luego no se quiso seguir con el contrato ni invertir más dinero. Para poder continuar empecé a gastar mis dólares; así pasaron muchos meses; viajaba a Salta para gestionar su prosecución, pero todo en vano; vinieron los malos tiempos, yo sufría en silencio”.

            “El grupo de amigos que frecuentaban el museo y a se había disgregado, algunos habían fallecido, otros viajado al exterior –Norteamérica o Europa- donde se radicaron u otros habíanse casado”.

 

 

 


1965. El Museo Iramain

 

Para las actuales generaciones Iramain está presente en su estatuaria pública y en su hogar-taller que desde 1939 comenzara a transformar en museo, una actitud precedida por similar labor de Yrurtia, Quinquela Martín y Agustín y Agustín Riganelli, este último posteriormente frustrado, al igual que Perlotti. (68)

“Al abrir la puerta cancel surge la quieta reunión de figuras de piedra insufladas de vida. Desde los grandes volúmenes hasta las pequeñas miniaturas observan al visitante con ojos ausentes en los  que la dulzura de la expresión venció a la dureza mineral. La casa, poblada de seres nacidos al fuego de la pasión del artista tiene ahora la fisonomía silenciosa y austera de los museos. Sin embargo, no es algo definitivo. Se tiene, permanentemente, la sensación que nuevas formas, nuevos movimientos vendrán a detenerse en las piedras que aguardan su turno de entrada en el hall y los patios señoriales. Es la residencia del escultor tucumano Juan Carlos Iramain “El mayor escultor argentino vivo” como lo calificara recientemente la prensa brasileña”.

“La casa de un hombre en el que se realizara acabadamente la simbiosis de hombre y artista; que construyó su destino al calor de una pasión en la que consumió lo mejor de sus energías pero que, dejó luego de la catarsis de más de sesenta años de labor, una obra madura, completa y de singular labor (69)”.

El 21 de noviembre de 1965 el gobernador Lázaro Barbieri inauguraba al museo haciendo entrega de un subsidio de $ 50.000 (Pesos Cincuenta Mil) para refacción de las salas, destacando el aporte del artista con sus propias obras y las de su colección particular (entre ellas 25 esculturas obsequiadas por el italo argentino Pedro Tenti). El Poder Ejecutivo provincial adhirió al acto ofreciendo un vino de honor a la vez que haciendo acto de presencia en el museo.

Con la habilitación oficial, en 1966 el Departamento de Artes Plásticas fijaba como horario de visita del museo  los días lunes y jueves, de 18 a 20 horas, efectuando un censo de las obras para confeccionar su guía y presentar un libro de visitas, junto a los habilitados que registraban en sus páginas las firmas de gobernadores de Tucumán (Campero, Critto, Barbieri, Imbaud y Sarroulle), los escritores Ricardo Rojas, Enrique Loudet (70), Cayetano Córdova Iturburu, el pintor Arcidiácono, el teniente general Pedro Eugenio Aramburu, doctor Horacio Thedy, el pianista Witold Malcuzinsky y su esposa Gaveau, el músico López Buchardo y su esposa la cantante Brígida Frías, entre otras personalidades.

“El gobernador de la provincia, licenciado Carlos Imbaud, en compañía de su esposa, doña Berta Corbacho, del presidente del Consejo de Difusión Cultural, licenciado Gaspar Risco Fernández y de la vocal de ese organismo, señorita María Eugenia Aviar, realizó ayer a las 20 una visita al escultor Juan Carlos Iramain. Las autoridades recorrieron las dependencias del museo informándose sobre las obras de arte”.

“En la oportunidad –1971- el licenciado Imbaud testimonió al maestro Iramain su reconocimiento por la labor artística cumplida expresando asimismo el propósito del gobierno provincial de promover la actividad artística local, emplazando esculturas y otras obras de arte en distintos lugares y edificios de la provincia.”

 

“Un subsidio. También el licenciado Imbaud informó al escultor Iramain que el gobierno había resuelto acordar un subsidio permanente para solventar los gastos de mantenimiento del Museo Iramain, agregando que la medida pertinente sería dada a través del Consejo Provincial de Difusión Cultural”.

“Por último, el jefe del Poder Ejecutivo expresó que el gobierno de la provincia adquirirá obras de arte al escultor Iramain, las que serán colocadas en la gobernación y en otras dependencias estatales, exhortando al artista para proseguir con su obra”.

“El escultor Iramain agradeció las palabras del gobernador Imbaud, haciendo entrega de una pintura con el rostro de una mujer norteña”, para ser colocada en el despacho del jefe del Poder Ejecutivo (71)”.

 

Fundación Museo Iramain. En la actualidad colabora con el museo –en la actividad cultural- la Fundación Museo Iramain presidida por la doctora María del Huerto S.B. de Iramain, acompañada por el doctor Leonardo Iramain, desarrollando una acción extendida a todos los niveles de la creatividad artística y literaria.

El Museo Iramain colaboró para el éxito de numerosos actos culturales, entre ellos el Simposio de Críticos de Arte organizado en 1969 por el Consejo de Difusión Cultura con exhibiciones de esculturas del artista y pinturas de su hijo Anuncio.

“Fundación Museo Iramain. En la actualidad colabora con el museo –en la actividad cultural- la Fundación Museo Iramain presidida por la doctora María del Huerto S.B. de Iramain, acompañada por el doctor Leonardo Iramain, desarrollando una acción extendida a todos los niveles de la creatividad artística y literaria”.

 

 

 

(68) ... en la época de las reuniones en mi museo creamos la Cofradía de la Cordialidad Humana; participamos pintores, escultores, intelectuales, sin distinción de ideologías políticas, raciales o religiosas; cuando se hacía una fiesta concurríamos todos, a mi se me designó jefe y me llamaban EL APÓSTOL. (De la revista Escenario, art. cit.)

(69) Diario Noticias. Nota “La escultura...”, art. cit.

(70) Junto a la firma de Loudet se leía esta misiva personal del citado doctor y ministro plenipotenciario. “Buenos Aires, 22 de abril, 1958. Señor Juan Carlos Iramain. Mi querido artista amigo: No me fue posible ponerme en contacto contigo para saludarte antes de mi retorno. De esa legendaria Tucumán pasamos a las Termas de Río Hondo, para después de una permanencia de tres días, regresar a la casa bonaerense. Quiero en nombre de mi señora y mío hagas presente a tu compañera nuestros recuerdos y nuestros agradecimientos por la cordialísima acogida que nos dispensaron ambos en tu casa museo. Pienso que no debes demorar dos años para reaparecer en Buenos Aires con una nueva muestra de tus obras, para seguir luego a Madrid, Roma y París. Pienso, asimismo, que debes concentrar tus valiosas energías –exclusivamente en dos cosas. Primero: atender o no descuidar tu hígado. Segundo: preparar los ejemplares que vas a exponer sin hacer cuestión de números. Son 20,30,50. No interesa el número ni el tamaño: el valor está en el ALMA que hay en ellas!.

Antes de partir, con mi señora fuimos a San Javier donde nos fue dado admirar tu Cristo. ¡BELLÍSIMO! Saludamos a tu señora e hijos y un fuerte y apretado abrazo para ti de tu Enrique Loudet”. Archivo del Museo de Juan Carlos Iramain, en Tucumán.

(71) Nota en el diario “Noticias”: Visitó el gobernador al escultor Juan Carlos Iramain. Tucumán 6-1-1971

 


1969. Los Homenajes

Próximo a cumplir los setenta años de edad y constituido en el patriarca de las bellas artes de su provincia, la presencia de Iramain –con su alto porte y su cabellera nevada enmarcando a un rostro tocado con una permanente sonrisa- hízose común en las reuniones culturales donde su palabra rectora era escuchada con atención. Decía el maestro: “La escultura es para mi un misterio. Aconsejo a los jóvenes escultores. Primeramente, que aprendan el dibujo para entrar al modelado. Entrar a la verdad, no a la que se deforma ahora”. “El único orgullo que tengo es ser muy trabajador. (72). Creo haber realizado alrededor de 1500 esculturas y más, sin incluir a las que realicé en mi infancia, pues comencé a modelar antes de los diez años. Primero animales y objetos de mi fantasía, después próceres y santos. Cuando comencé a trabajar en serio me presenté en salones oficiales y obtuve premios y distinciones”.

“Mis obras fueron adquiridas por coleccionistas y galerías de arte y tuve muchos encargos particulares, gané concursos para monumentos y mis obras fueron a los museos”.

Obra preferida: El minero de Galicapó. “Creo haber transmitido con ella un mensaje de humanidad. Estoy satisfecho de lo que he producido. No he recibido influencias de nadie, pues siempre fui muy rebelde.

¿El momento más importante de la plástica tucumana? La década del treinta” “¿Los artistas de mayor mérito de Tucumán? A mis años, numerosos y vividos intensamente, he llegado a pensar en una forma muy amplia. Creo, sin dar nombre, que desde el más humilde hasta el más encumbrado intelectual o artista de mi provincia, todos han contribuido al desenvolvimiento cultura de nuestro medio y todos ellos tienen su mérito. A todos admiro y respeto (73)”.

“Concurro al club de los viernes del padre Amadito Dip y a las tardes del ‘Cardón’ –refugio de todos los artistas- que alienta con entusiasmo poco común Gustavo Bravo Figueroa; a los actos de difusión cultural y a toda manifestación de arte y cultura. Me encanta el arte moderno y admiro la audacia de la gente joven”.

“Yo también en mi época fui de los primeros rebeldes y melenudos; entonces para poder usar melena era necesario ser poeta o artista. En mis momentos de angustia o desesperanza fueron mucho para mi: Ernesto Soto Avendaño con su profunda filosofía, Rogelio Yrurtia que me alentaba con sus cartas y sus consejos (padrino de mi hijo Rogelio Eduardo José), Pedrito Tenti, el amigo incomparable, José Gómez el famoso actor dramático, monseñor Hanlon (arzobispo de Catamarca) y Venier, el pintor que tal vez pocos recuerdan. (74)”.

Acallada su palabra, el maestro Iramain se trasladaba al viejo café de la calle Lamadrid, frente a la terminal de ómnibus de la capital tucumana, para compartir tertulias con los parroquianos arribados de Montero, Lules, Famaillá o Salta. Tomaba rápidos apuntes de aquellos paisanos en procura de nuevos personajes para su galería, apuntes que –posteriormente- trasladaba a la arcilla o a la acuarela.

“En los últimos años ha comenzado a dibujar con asiduidad. Rostros como de piedra. Hechiceros. Mujeres serranas. Otra vez indios y hacheros. Niños. Sus dibujos sorprenden por la potencia expresiva y por la fuerza del modelado. Son dibujos de escultor moviéndose en una temática de escultor. No otra cosa puede decirse mirando esos cortados con el cuchillo de la pobreza o de las fuerzas de la naturaleza, aún antes que el artista los tomara como tema (75)”.

Su propia efigie se constituyó en modelo al recrearla en una máscara para una fuente; el autorretrato, con la mirada baja, la melena al viento y barbilla escasa, está ubicada en el primer patio del museo, donde también se halla otro autorretrato en fibrocemento.

Con la entrega de una medalla de oro por la Fundación “Miguel Alfredo Nogués” –1969- obedeciendo a su larga y destacada actuación artística, iniciáronse los homenajes a su labor, compartiendo junto a su hermano Demetrio un agasajo en el Museo de Bellas Artes de Tucumán; el 5 de agosto de 1970 inaugurábase en dicho ente la exhibición escultórica de Iramain, programada por el Museo y el Departamento de Artes Plásticas del Consejo Provincial de Difusión Cultural, con asistencia del presidente del Consejo, profesor Risco Fernández, el director del Museo, profesor Ricardo Abraham, funcionarios, artistas y numeroso público. La licenciada Aviar, funcionarios, artistas y numeroso público. La licenciada Aviar, vocal de Artes Plásticas del Consejo, dijo: “Es necesario a veces hacer un alto en el camino y reconocer públicamente esa labor, esa entrega, esa vocación de los creadores de arte. Arte lo ha comprendido la Dirección del Museo de Bellas Artes al iniciar, con esta muestra, el estudio de la obra de los artistas tucumanos”.

“Esta exposición de dos tucumanos, Juan Carlos y Demetrio Iramain, señala el momento de rever sus obras, estudiar sus aportes y testimoniar ante nuestro pueblo la dedicación de sus vidas. Ellos recibirán esta noche, rodeados de sus obras, un homenaje de Tucumán a sus artistas”.

Al ser entregada al escultor una medalla de oro, de manos de la poeta Amalia Presbich de Piossek, anuncióse la compra de su obra Cristo rebelde para el Museo, compliéndose un acto similar en “El Cardòn”.

El 4 de mayo de 1972 Iramain recibía una pensión vitalicia de $ 50.000 por Decreto Nº 2557 del Poder Ejecutivo Nacional; originada en el Ministerio de Bienestar Social, la pensión se fundamentaba –de acuerdo a la Ley Nº 19173- en los méritos y la trayectoria artística del escultor Iramain, con trascendencia en el país y el exterior, así como  en su esfuerzo desinteresado por incrementar el acervo artístico de la Nación.

            El 3 de junio de 1973 trascendían las declaraciones póstumas del maestro tucumano, junto a un juicio de un crítico local sobre su obra:

            “Los Iramain –Juan Carlos, Demetrio, Mary Iramain, Alfredo- son sí mismos, un capítulo importante de las artes plásticas  de la evolución cultural de Tucumán en lo que va del siglo. Los dos primeros han conquistado a través de largos años de permanente e intensa actividad-, obras que deberán citarse siempre que se quiera dar un panorama real del arte argentino siglo XX, cualquiera sea el tiempo que transcurra. Demetrio es un pintor, un intérprete del paisaje tucumano, de alto nivel. Juan Carlos, por su parte, es el escultor por antonomasia en esta provincia; nadie le niega ahora la categoría de maestro y su nombre es mundialmente conocido (76).

 

 

 

 

(72) Del Diario “Noticias”. Nota “La escultura.... “, art. cit.

(73) Del diario “La Gaceta”. Reportaje al escultor Juan Carlos Iramain. Tucumán 3-6-1973.

(74) Revista “Escenario”, art. cit.

(75) Periódico “Norte”. Nota Juan Carlos Iramain y su intento de expresar los más puros y profundos valores de los hombres del norte” por Ramón Alberto Pérez. Tucumán. Junio-julio de 1963.

(76) Del diario “La Gaceta”. Reportaje cit.

 

             


1973. La Muerte

 

El 14 de junio de 1973, transcurridos cinco días de la celebración del setenta y tres onomástico del escultor, Iramain cerraba los ojos en Tucumán, siendo sepultado al día siguiente –con un hábito religioso- en el Cementerio del Oeste de San Miguel de Tucumán.

Su deceso fue registrado por la prensa nacional, motivando una serie de homenajes evocativos de índole provincial, comunal y privados que testimoniaban el dolor ocasionando por la pérdida física de un creador que, a lo largo de una activa existencia, había enriquecido las páginas de nuestras bellas artes con un profundo amor a la tierra nativa.

Sus restos tienen el descanso definitivo al pie del monumento al Cristo de San Javier 22-06-83, respondiendo a un deseo póstumo del artista, cerro que también guarda en sus entrañas los restos del novelista tucumano Pablo Rojas Paz .

En el postrer deseo de confundirse con la tierra de los cerros tucumanos está presente el espíritu de Iramain, el que animara las piedras, el barro colorado y la arcilla con los habitantes de esa misma tierra, legándonos una obra de transparencia argentina y con aliento criollo.

 

 

 

 

 (77) Del diario “La Prensa”. Capital Federal 16-06-1973.

ARTES PLASTICAS. Juan Carlos Iramain. Murió en Tucumán. En la ciudad de San Miguel de Tucumán, falleció a los 73 años de edad, el escultor Juan Carlos Iramain, artista de larga trayectoria, conocido en nuestro medio, de modo especial, por su estatua de Cristo emplazada en la cumbre del Cerro San Javier en Tucumán.

Juan Carlos Iramain, que nació en Tucumán el 9 de junio de 1900, obtuvo en 1917 una beca de su provincia para realizar un viaje de estudios por el norte y noroeste argentino, y otra en 1938, con el mismo fin de la Comisión Nacional de Cultura.

En 1949, invitado por la Universidad de Florida, de los Estados Unidos de América, visitó ese país, donde se estableció por el término de un año, durante el cual fue nombrado profesor especial de la universidad antes nombrada, así como también la de Ohio.

Iramain, cuyo largo itinerario creador estuvo colmado de distinciones, obtuvo entre otras recompensas: en 1926 el Premio Estímulo del Salón Nacional; en 1938, el tercer premio de la Comisión Nacional de Cultura; en 1950, el Premio Adquisición del Ministerio de Defensa Nacional; en 1938, el primer premio del Salon Provincial de Tucumán y en 1948 el tercer premio del Salón de Bahía Blanca. En 1949 fue premiado también en el salón de Mar del Plata y en el mismo año obtuvo el primer premio en el Salón de San Fernando. En 1952 obtuvo el segundo premio en el Salón Norte Argentino. Entre las distinciones recibidas fuera del país se destaca la medalla de oro de la Exposición Internacional de Filadelfia obtenida en 1927.

Entre sus muchos monumentos pueden citarse los erigidos a San Martín, en Santiago del Estero; a Segurola en Catamarca; y en su provincia natal los dedicados a Alberdi, Urquiza, Gracilaso de la Vega, Rivadavia, Moreno, Laprida y otros. En el extranjero hay estatuas realizadas por el artista en la Universidad de Florida, donde se erige el busto de Einstein y  en Nueva York, donde se exhibe un busto dedicado a Ernest Von Dohnanyis.

Sus obras figuran en el Museo Nacional de Bellas Artes y de Bellas Artes de la Boca; y en la mayor parte de nuestros museos provinciales. En el extranjero, algunas de sus obras pertenecen a varios museos estadounidenses, como  el Hispano Americano, Centro Americano, el de Filadelfia y los de las universidades de Florida, Ohio, Laredo, Kansas y otros. También poseen trabajos de Iramain la Universidad de Montevideo, Uruguay; el Palacio Arzobispal de La Paz, Bolivia y el Museo de Arte Moderno de Génova. Los restos fueron sepultados en el cementerio del Oeste de la ciudad de Tucumán (Del Diario La Nación, Capital Federal, 16-06-1973)

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JUAN CARLOS IRAMAIN. Su sepelio. San Miguel de Tucumán. En el cementerio del Oeste de la ciudad, fueron inhumados los restos del escultor Juan Carlos Iramain fallecido en la víspera a los 73 años,  personalidad bastamente conocida en los círculos artísticos del país.

Iramain había nacido en Famaillá. Tucumán, el 9 de junio de 1900 y en su niñez comenzó una prolífica labor artística.  Tuvo como primeros maestros a Zonza Briano y Oliva Navarro.

A los 16 años, con una beca del gobierno de Tucumán se trasladó a Buenos Aires para perfeccionarse. En 1938 la Comisión Nacional de Cultura le concedió una beca para continuar su obra sobre tipos y costumbres del Noroeste.

Numerosos fueron los premios y distinciones obtenidos por Iramain por su participación en certámenes y salones de plástica.

Entre ellos se encuentra el de la medalla de oro en la Exposición de Arte Hispano Americano, en Génova, en 1927; medalla de oro de la Exposición Internacional de Filadelfia; primer premio en 1948 del Salón de La Plata y tercero, en 1949, del Salón Nacional de Artes Plásticas.      

 

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Del Diario “La Gaceta”. Tucumán 15-06-1973.EL ESCULTOR JUAN CARLOS IRAMAIN FALLECIO AYER EN NUESTRA CIUDAD. Al cabo de una vida íntegramente dedicada a la creación plástica y a la reafirmación de los valores estéticos tradicionales del arte argentino, falleció ayer, en esta ciudad, el escultor Juan Carlos Iramain. Su vasta obra, cuyos méritos trascendieron hace ya años al ámbito argentino para ser reconocidos en muchos países de América y Europa, ubica al extinto maestro entre los grandes argentinos del siglo y lo destaca como un intérprete excepcional del hombre y de la tierra norteña, que supo asimilar a su sensibilidad y a su espíritu.

Nació en Tucumán el 9 de junio de 1900 y comenzó a modelar y esculpir en plena niñez, con un empeño y una vocación que mantuvo hasta el momentos mismo de su sorpresiva muerte.

Tuvo como primeros maestros a Zonza Briano y Oliva Navarro, pero como él mismo lo señaló no hace mucho tiempo, aprendió el misterio de la forma y captó el alma de las cosas, en un interminable ambular por el interior de la provincia observando y adueñándose de la naturaleza, de los árboles, las piedras, las formas y los colores, modelando con barro en la orilla de los ríos y pensando y sufriendo los viejos mitos de la tierra que, con el andar de los días, habrían de cristalizar en obras como “El Yastay” y otras, señeras en la escultórica nacional.

 A los dieciséis años era ya un artista en la plena significación de la palabra y tenía realizada una obra múltiple de imágenes telúricas, héroes de la independencia, pájaros y rostros de mujeres y hombres que le valió una beca del gobierno de la provincia para realizar estudios en Buenos Aires. Allí se quedó por largos años integrándose a los constructores de la plástica argentina del siglo y compitiendo con éxito con los más destacados de ellos. En 1938, la Comisión Nacional de Cultura le otorgó una nueva beca, esta vez para continuar su obra sobre tipos y costumbres del noroeste argentino, que consolidó con realizaciones como  “El familiar”, “Hombre de la raza”, “Hombre del surco” y la muy importante serie de “Los Mineros”, que le valieron premios y distinciones. Había  iniciado ya por aquellos días sus trabajos de escultura monumental, que prosiguió cuando volvió a radicarse en Tucumán sin abandonarla hasta sus últimos  días, pues al ocurrir su fallecimiento, se encontraba ocupado en las tareas preliminares para la erección del monumento a Guemes, que debía levantarse en el cerro San Bernardo de Salta.

Desde esa fecha los monumentos realizados son  numerosos y están emplazados en diversas provincias argentinas. En la larga nómina se destacan el monumento a Castex en La Pampa y Diego Villarreal, Urquiza, Alberdi, Sarmiento, San Martín, Belgrano y muchos otros en Tucumán, Catamarca, Santiago del estero, Salta. Párrafo aparte merecen sus grandes monumentos religiosos: El Cristo de San Javier, y el Cristo de La Caldera, llamado “El Penitente”.

En 1949 viajó a Estados Unidos, radicándose en Florida, prosiguiendo en el país del norte su permanente labor artística. En esa oportunidad la crítica estadounidense recibió elogiosamente al maestro tucumano y sus obras de ese período se encuentran actualmente en museos y universidades norteamericanas.

La obra escultórica del artista tucumano fallecido se caracteriza por su potencia expresiva y la clara voluntad de mostrar los valores éticos esenciales del hombre argentino, en su fe y su lucha sin claudicaciones por la existencia, frente a los medios hostiles o en la afirmación de los ideales de la nacionalidad.

Deja Iramain, como herencia para Tucumán, una obra de perduración indefinida y el ejemplo de un artista que mantuvo a través de toda una existencia, la fe en su pueblo y en los elementos culturales básicos que informan el transcurrir histórico. El diputado provincial, doctor Miguel Issa presentó ayer un proyecto de ley por el cual el Senado y la Cámara de Diputados expresan que el poder Ejecutivo sufragará el sepelio de los restos del artista tucumano Juan Carlos Iramaín, imputando los gastos a rentas generales.

El proyecto esta fundamentado en la importancia de la obra realizada por el escultor, que trascendió la dimensión nacional, proyectándose a los grandes centros de cultura del mundo y destaca los valores de su temática popular y su interés por la problemática social del hombre de campo.

El 7 de noviembre de 1976, en dependencias del Comando de la V Brigada de Ingeniería con asiento en Tucumán, era descubierto el busto  de Belgrano, donado por el extinto escultor Iramain y complido por sus familiares. La ceremonia fue presidida por el comandante del cuerpo y gobernador de Tucumán, general Antonio Domingo Bussi, pronunciaron palabras alusivas Fran Luis Cano por el Instituto Belgraniano y el coronel Alberto Luis Cattáneo.