Poemas y Canciones

 

Ricardo Federico Mena

 

 

 

 

 

 

 

TORO NEGRO

 

Grabado en tinta de Telma Palacios - 1996

 

La muerte es un toro negro,

que me espera,

y con sus oscuras cualidades,

Me acerca el agua tan temida.

 

Por la ventana abierta

De mi casa de huesos tristes,

se precipitan catástrofes, tempestades,

y ausencias

como eco dispersado de mis cosas.

 

Llaman a mi puerta,

y tras los cristales de la tarde,

Contemplo la locura,

mientras veo los pasos de su sombra.

 

El toro negro

tiembla su insistencia, eludiendo las verónicas

que aún me preservan

de la noche sin estrellas,

y un sordo rumor

que nace en mis entrañas,

Anuncia el adiós callado

De mi alma.

 

La fría memoria de la nada

se cuaja en los cristales de la lágrima,

y la hoja cansada del otoño

deambula por los aleros de la vida,

rodando la rutina de existir,

sin brújula…

 

Rueda el capote ensangrentado

por la arena, y envuelto en él,

descubro mi cabeza

mirando desde el vacío de mis ojos

el eco apagado de mis pasos.

 

 

Afuera, la primavera va pasando

por el cielo, mientras la gente silba

su alegría despreocupada,

y yo, abandonando mis ojos

sobre el hueco de mi mano,

soy el limosnero de la paz,

mientras mis labios ondulan, sin voz,

plegarias ciegas

hacia los espejos del silencio.

 

 

 

 

SUEÑO

 

 

 

 

Siento que la noche me atrapa,

En sus redes de cansancio,

Y me conduce por sótanos de sueño,

A un vuelo de crepúsculos,

Sobre el esmalte alado,

De oníricos colibríes.

 

Ellos me llevan a las cosas

Que no pueden olvidarse,

Y regresan fatigadas sobre mis ojos,

Cuando guardan en silencio,

La voz lila de las estrellas.

 

Cerca, muy cerca, escucho

Alegres arpegios de guitarras,

Acercando su miel arrebatada,

Que trepa sonora por mi alegría….

Que se aleja.

 

Era el verano entonces,

Caminando ocioso entre tus pies,

Y tiernamente fecundaba,

Como al descuido,

La semilla violeta de los tarcos.

 

Soñaba que te soñaba,

Junto al río, contemplando,

El vuelo bermejo,

De pájaros sin nombre,

Cuando ensombrecían el rostro del crepúsculo.

 

El sueño me soñaba,

Tras los pasos de tu sombra,

Acercando el eco lejano,

De mi memoria distraída.

 

Allí transitabas lozana,

Rebosando adolescencias,

Desde tu cuerpo,

Alegre de primaveras,

Mientras yo, manoteaba mi tristeza,

Deshilachándose,

 En briznas grisáceas por el viento.

 

Puedo ver todo aquello,

Pasando por el sueño,

Mientras un ángel,

Me descubre el aroma tibio

De tu aliento,

Hecho música al nombrarme.

 

Yo regresaba, en el potro ámbar

De la luna,

Desde horizontes confusos de desesperanza,

Y al respirarte,

Le murmurábamos un réquiem

A la tarde.

 

Ella, preñada de adioses,

Barbotaba los rumores candentes

Del verano,

Mientras cantaba alegre,

 El regreso a su sueño milenario.

 

Yo vi, reventar entonces,

Entre sus brazos maternales,

La semilla rubia de los trigos,

Y la voz rauca, de la madre de los vientos,

Soplándome hecho versos,

Por la ondulación verde,

del San Bernardo en Salta,

por la cumbres blancas del Aconquija,

en Tucumán,

o por la pedrería abrasante del Chango Real,

en el Calchaquí santamariano.

 

Cabalgo alucinado,

La piel de mi nostalgia,

Bautizándome con el agua quieta

De los manantiales,

Que alimentan las lágrimas

De mis antepasados.

 

Entonces…

Sin pensar,

Me trepo por las parras,

Y soy el resuello verde,

Que por las uvas,

Amanece en la garganta de los vinos.

 

De pronto me voy quedando quieto,

Viéndote deambular,

Lejana y sin sonido,

Por los ojos de las llamas.

 

Ya es el día,

Y despierto,

Siento que el silencio

Se va trepando por mis gajos.

 

 

 

 

SALAMANCA DEL YOCAVIL

 

RICARDO FEDERICO MENA

 

Tinta China de María Virginia Mena

 

Voy caminando noche adentro

Los senderos calchaquinos,

Ahíto de mis andanzas,

A lomo de mi zaino oscuro,

Entrañable marchador peruano,

Buscando en las estrellas

El poema soñado,

Y en la negrura de la noche,

El secreto del infinito,

Ese temblor desconocido…

 

Vaga mi pupila absorta

Por las sombras…

Viciosa de lunas y rocíos,

Cuando ese silencio nocturnal,

Que se adhería a mi entraña

Temblorosa…

Se quebraba por el alucinante

Sonido de violines y guitarras,

En espectral y mágico concierto

 

El recodo del camino,

Y esa quebrada mortecina,

Rumbo a un Amaicha dormido,

Se alumbraban por el vaho fantasmal

Y azufroso,

De la Salamanca.

 

La música, preñada de insinuaciones

Embargaba mis oídos

Con una magia atrapadora

De sentidos.

Mi alma se va yendo…

Al espacio negro

Por ese aire muerto

De las hojas marchitadas,

Y mi cuerpo, como un garfio ciego

Se enreda en la melena

Rubia de las retamas…

 

 No sé si he muerto…

Si estoy vivo,

Sólo sé que me estoy yendo…

 

Hay un canto de sirenas

Que se cuela por el ramaje

De los arbustos rendidos,

Y me siento cual Ulises

Atado al invisible mástil,

De una nave de locuras.

 

Pero...

¿Qué sucede en esta noche

De telarañas demoníacas?

 

La nave ha encallado en la

Ensenada de los cerros,

Y una tripulación sin alma,

Y de ojos ciegos, desciende

Bailando por etéreas escaleras

De bruma,

Hiladas en noches de luna llena,

Por la baba cósmica

De una araña endemoniada.

 

La música me aturde

Y me conmueve…

Petrifica mi carne,

Trémula de soledades y de

Miedos…

 

Pienso, en medio de ese

Atronador aquelarre,

Si esta salamanca será la misma

Que tatuara tu alma,

Y oscureciera el azul de tus ojos,

Luís Aguirre, abuelo,

poeta de la noche…

 

¡Qué bien decía Horacio, viejo amigo,

Tu semblanza de ese diablo

Que mi pupila hoy aterrada mira!

 

Volvías del viaje

Hacia tu muerte, dulce y esperada,

Retornando a la vida,

Con un permiso escaso

Como flor de un día.

 

Era el diablo, decías

“petizo, morocho, petulante,

Y sin cabeza”

Bailando enardecido

Sudoroso y sin camisa,

Esa danza sensual, provocativa,

Ansiosa de la carne,

Que en sexo y más sexo

Se derramaba.

 

Efebos musculosos

Y mujeres como inventadas

De torsos desnudos y perfectos,

Pleiteaban la compañía

De ese Lucifer,

“negro, petizo y sin cabeza”.

 

De pronto…

La danza y sus acordes

Escalofriantes…

Aspiraban bocanadas de silencio…

 

Por un sur desvaído,

Desde un cementerio campesino,

Se va sintiendo

Como aludes de lodo

De un fantasmal río crecido,

El paso de frenéticas cabalgaduras,

Que atropellaban

Como a hojarasca seca

Las multicolores flores de papel,

Con que los muertos

Por las noches de luna,

Engalanan sus osamentas tristes…

 

Viene al frente…

Ceremonioso y pensativo,

En arrogante mula tuerta,

El Titaquín Bohórquez,

Señor de los Calchaquíes.

 

De pié,

Silenciosa, caminante y sin apuro,

Su manceba inseparable,

Escultural mestiza araucana,

Bruja sutil, de argucias y de amores.

 

Los grillos y los tucos,

Respetuosos…

Silenciaban su canto,

Y juntaban presurosos

Sus luces mortecinas,

para iluminar apenas,

la palabra hueca, sin verdades,

de un heraldo diabólico

sagaz y convincente.

 

¡Pedro Bohórquez,

Mistificador sublime!

Te has quedado en el valle…

En tu Tolombón soñado…

Escudero del diablo,

Atrapador de voluntades flacas,

Vendiendo trozos imaginados

De un infernal Pahititi.

 

Te integrabas gozoso

A la danza,

Bailando sin sosiego,

Alucinando con un coloquio dulce,

Seducente

Las almas nuevas que Mandinga,

En insomne asedio,

A la Salamanca ha convidado.

 

Veo irse a mi caballo,

Sin poder hacer nada…

Con los pies anclados

A mi rubia retama…

 

Pienso…

Va a contemplar de cerca,

Junto al zorro y a la vizcacha,

Ese petizo, morocho, petulante,

Y sin cabeza.

 

Siento mi carne,

Atravesada por la mirada

Convocante,

De un ojo malévolo

Que no veo y espeluzna.

 

Busco con afán desesperado

Ese temblor lila

Con que el lucero del alba

Adorna la alborada…

 

Ya no temo,

Pues en el cielo,

Un niño hermosamente rubio…

Me protege.

 

Lo pienso sin nombrarlo,

Porque al hacerlo,

Ruedan esparcidas

Como gotas de lluvia,

Las cuentas de purísimo nácar

De ese rosario azul,

Convertido en lágrimas.

 

Ha llegado el día,

Y estoy aquí

Salvado…

 

Sólo siento haber perdido,

Mi zaino oscuro,

Entrañable marchador peruano.

 

 

 

RESPUESTA A NICOLÁS

 

A NICOLÁS

 

 

Corazón palpitante y estremecido,

Sensible luz de los sentimientos,

Descubro en ti poesía y alimento,

De mi alma sedienta y estremecida.

 

Cual Lucanor, a su hijo, aconsejarte…

Es un creciente río inundando el pecho,

Evocando de mi padre palabras y hechos,

Contesto a tu poema sin abrumarte.

 

HONOR, DIGNIDAD, majestades de la vida,

Fueron y serán el escudo eterno

De tu devenir noble y sempiterno

De genéticas ancestrales ya vividas.

 

Busca con afán la entelequia del alma,

En cosas simples que maravillan esta vida,

Te alumbraré hijo, sin emociones reprimidas

Cabalgando cual potro al lucero del alba.

 

Cuando encuentres el amor, al entregarte

Con mansedumbre y sin claudicaciones,

Observaré colmándote de bendiciones

Desde el azul arcano, sin poder besarte.

 

 

 

REGRESO A TI

 

 

Veo la estrella de la tarde

Temblando estrellas silenciosas,

Lejos de ti

Arden mis labios

Tus besos que inventan el amor,

Y escucho el triunfal torrente

De tu risa ronca

Mientras reposa tu mano sobre la mía.

 

Voy a escuchar

En las tardes sin puerto

Tu risa de pétalos felices, cuando hilos de luna

Van amarrando

Tu corazón al mío.

 

Escucho los silenciosos biseles

Del aire,

Sobre tu piel ansiosa,

Como el eco de antiguas lluvias

Deshojándose

En los ocredales del otoño.

 

Mis manos en la ausencia

Te dibujan los transparentes vestidos

Del amor

Que van cayendo

Como corolas encendidas,

Desvaneciéndose a tus pies.

 

Se escuchan músicas lejanas,

 

 

En esta húmeda e infinita madrugada,

Que van conmoviendo de placeres

La celestial epifanía

De tus caderas,

Y desde mis ojos,

Que son el hogar de las cosas cotidianas,

Voy regresando a ti…

Y desde mis labios que te nombran,

Voy construyendo

El hogar sublime

de las palabras dichosas.

 

Estoy ante tu puerta,

Trepidante…

Regresando eufórico

De versos y de amor.

 

 

 

OTOÑO

 

Soneto

Acuarela – José de Guardia de Ponté - 2003

 

Conturbado el firmamento de ilusiones

Que bordaba un mundo mágico en mis sueños,

Juveniles primaveras fueron alma de su dueño,

En tránsito fugaz, aun invierno de pasiones.

 

Es vivir, a veces, lancinante herida,

De pulposos y amenazantes labios bermejos,

Purgatorio que acrisola virtudes y consejos,

Preanuncio Feliz de su aurora consentida.

 

He vivido intensamente las armonías primeras

Que cimentaron las estructuras de mi impronta,

Universo feliz de mi infancia y la quimera

Del Amor, la Mujer, bella matriz de la simiente

Cuajada de nardos azules los retoños. Escolta

Bulliciosa y magistral, de un Otoño, que se siente.

 

 

 

1er Premio Provincial organizado por la AOS para escritores del medio

 

 

MI SOLEDAD

 

Acuarela – José de Guardia de Ponté

 

 

¿Quién eres, niña de miel, quién eres,

Que tienes los ojos abiertos al asombro

Del amor y la osadía?

 

¿Qué soles encendieron el trigo de tu piel,

Y qué lunas inventaron tu deseo

Que deshoja mi espera

De vértigos latentes?

 

Desde lejos presiento tu sangre,

Corriendo por mi alcoba,

Que inquieta mi sosiego,

Burilado de hastíos y costumbres.

 

La luna va buscando con sus dedos encendidos,

Acariciar la crispación de tus caderas,

Desmintiendo así tu indiferencia,

Que estremece de gozo mi espera alucinada.

 

Quiero caminar contigo, sencillamente,

Desvanecer mi soledad

En el misterio del eclipse

O en el murmullo insondable de la arena.

 

Quiero acariciar tus montes ignorados,

En las rutas del amor

Que acunan las tardes muermas,

Y fosforecidos con embozos de luna,

Van bordando de luciérnagas

El cauce d tus ríos.

 

Te veo como un eco que regresa,

 

 

Mientras mis manos te persiguen

Y mi soledad acristalada de silencios,

Se conmueve ante tu desnudez,

De brazos y piernas que,

Abriéndose, me esclavizan.

La tarde se aquieta, en los umbrales del silencio,

Cobijando el murmullo de los pájaros nocturnos,

Y mis labios que te nombran

Esperan la señal de tus caricias,

Mientras la noche te conduce,

Indeteniblemente,

Hasta mi amor que se derrama

En tus caderas.

 

Estaremos juntos, en horizontes

De eternidad,

Y al abrir mis manos contraídas,

Dejaré escapar las aves negras

Que engarfían

 

MI SOLEDAD

 

 

 

 

 

LA TABEADA

 

Lujuria de Acuario

Sonrojando la piel del estío…

El sol derramaba un río ardiente

De calores

Que penetraban la entraña misteriosa

De la tierra

Madurando las uvas

Y acariciando el pie rugoso

De los chañares,

Que endulzaban el aire

Con su ropaje de verano.

 

La casa campesina

Y Domingo Flores, desvaneciendo eneros,

En Lampacito,

Dibujaban su perfil blanco

 y humilde

en el azuloso lomo

de un horizonte lejano,

hueco de silencios…

desprovisto de tiempos…

 

Veo con los ojos de la infancia

La pupila celestre de aquel momento…

Un patio de caballos

Poblado de relinchos

Ejercitando sonoromente 

El sereno equilibrio

De córneas y de tímpanos.

 

 

Huelo…hasta la insistencia

El vaho amarillo y espumoso

De la urgencia carnal de la caballada

Que temblorosa…

Reniega de caronas y de aperos.

 

Los perros flacos y amistosos,

Sabedores de la furia ciega

De los toros, descansan

Como palomas dormidas

 En el regazo gredoso y maternal

De la Pachamama.

 

El aroma de la carne

Como una cascada de sabores,

Penetra estrepitosamente la entraña

Del hombre,

Mientras bebe agua esa tierra

Seca, que será la cancha.

 

Enmudecen las voces del gentío;
se cercenan las gargantas,

Cuando el aire quieto

de la mañana

ve surcar audaz

el destello plateado de la taba.

 

Caras ansiosas, tensas…

Como corzuelas perseguidas,

Expresan la angustia crucial

De ese momento.

 

Se distienden

Como campanillas de luz

O se aletargan en un invierno

De sensaciones

Ante ese veloz y huesoso

Designio…

Que es la taba…

 

 

 

 

 

ESPERANDO A ELISEA

 

 

Sutil aleteo de azahares perfumando,

El aire purísimo de mi otoño resignado.

 

Hay un no sé qué, misterioso y sensitivo,

Nirvanas envolventes, efluvios sugestivos.

 

Hálito salvaje de juventudes perimidas,

Resultante savia, caminando arterias ateridas.

 

Un aroma alucinante de misterio, estremece,

Mi carne, que en carne nueva, palpitante, reverdece.

 

Veo en ti, mujer de mis amores, diferente

Aura que adorna tu belleza, plena, sugerente…

 

Es el soplo de Dios, posado sobre tu vientre,

Manantial de dichas, nueve lunas que convierten,

 

Ese otoño mío resignado, en fulgurosa primavera.

La Vida canta hoy, la canción gozosa de la espera.

 

Te soñaba largo, antes de nacer, graciosa Dulcinea,

Cutis de nácar, ojos de almendra, bellísima ELISEA

 

 

ENCUENTRO

 

Jorge Cornejo Albrecht

 

SONETO

 

A Nita

 

 

LUZ de mi destino, has bajado

En manantiales de trigo y oro

Una tarde cualquiera que añoro

Al valle, con tu garbo sublimado…

 

Perfil de estatua, con piel de azucenas,

Navegando el quieto mar de mis ojos,

Barca encallada, calmando el antojo

De mi corazón voraz y sin cadenas.

 

Conocerte, anticipar ese destino

Que mi alma ansiosa soslayaba

El amor como lluvia, en el camino

 

 

Andando y desandando acristalaba

El encuentro, en una tarde cualquiera

Saitilla de una noche enamorada.

 

 

 

 

Hablar de mi padre excede un tanto la ponderación de la palabra, sólo bástenos decir, que fue un hombre consustanciado con la Cultura y la Docencia. Fue doctorado en Derecho y Profesor universitario de Filosofía y Letras. Profesor Emérito de la Facultad de Derecho, en suma un hombre de consulta. Fue asimismo un político con gran vocación de servicio, dos veces legislador durante la presidencia de Hipólito Irigoyen y Marcelo T. de Alvear.

De él decía don Rafael Augier, en la columna Perfiles.

 

“La suave energía de su rostro, sus pupilas llenas de inteligencia, la espiritualidad y la gracia fina de su decir, la palabra afable y luminosa, fue la recia contextura de su personalidad de pensador y de maestro.

Su palabra de serena claridad en el vocabulario y en el ritmo de la frase, un tono grave en el decir y en la manera de escuchar, una elegante cortesía educada desde niño, cierto modo de distinguirse de los demás, sin que nada muestre una postura buscada, un modo afable y correcto del caballero que había llegado a ser entre los legisladores. Una figuración serena, cordial y fértil.”

 

Mi memoria almacena vibraciones más profundas de su amada intimidad, y con el corazón pleno de palpitaciones lo recuerdo así en esta su elegía:

 

 

ELEGÍA A MI PADRE

 

Tinta China de María Virginia Mena

 

Insomnio de Marzo, aleve y brutal…

Flagelando mis carnes un veintiséis.

Siento ya el espacio circundante

De la muerte

Vestido de verano

Atormentando…

La garganta ciega de clamores,

Y el desierto gris de mis ojos,

Que como pájaros de humo,

Van hendiendo mi alma

Ensombreciéndola…

Con el ala negra de la pena.

 

Te vas amigo mío, Padre mío…

En tu barca de cardón,

Navegando la noche sin olvido.

 

Capitán de mares azules,

Que ojos humildes de tu pueblo

Han llorado.

 

Acecho el espacio…

Buscándote…

Y te descubro en el sabio designio

Del algarrobo,

En la sangre germinadora del río,

O en la belleza inconmensurable

Y perfumada

Del Amancay de la montaña.

 

Me abandonaste…

 

Pero te siento vital,

En la sangre de bucólicos atardeceres

O en el renovado misterio de reverdecer.

 

Te escucho…

En la melancólica canción

Que entona la madre de los vientos,

En la carnadura vegetal de los follajes,

O en el arrullo enamorado del agua clara,

Que besa la rústica aspereza de la piedra.

 

Te hablo…

Con palabras sin voz…

Sé que me esperas a compartir tu sueño.

 

 

 

CARNAVAL EN CHAÑARPUNCO

 

Tinta China de María Virginia Mena

 

 

Carnaval…

Leña lujuriosa

Del verano

Despertando vehementes

Sensaciones dormidas.

 

¡Qué exultante brillo,

Tienen tus ojos

Carnaval!

 

Has despertado de su invierno,

A aquella muchacha

Morena,

De potente travesura,

En la mirada.

 

Aquella…

La de los negros carbones

Encendidos,

En el encuadre perfecto,

De un óvalo adolescente

Y campesino.

 

Su pelo…

De noche retinta,

Va encendiéndose

De estrellas multicolores,

que alumbran la penumbra

cómplice,

de una carpa ritual

en una enamorada noche,

 

 

de un Chañarpunco perdido.

 

Se ha cegado

La luz de los espejos,

Que avivan la alegría

de las comparsas,

y la gritería inocente

de los niños,

huyendo alborozados

ante la arremetida

de ese diablo,

bailarín, coludo y atrevido

 

Ha terminado

La alegría de la danza

Y la noche del valle,

Luminosa,

Atormentada de brillantes

Constelaciones,

Profunda y sensual,

Se perfuma…

De albahacas y hierbabuenas.

 

Hay una vigilia tensa y sigilosa

De carreras

Que van encendiendo el monte

Con el fuego sagrado

Del amor

Bárbaro y carnal.

 

Te veo salir,

Muchacha…

De los negros carbones encendidos,

La del sexo travieso

En la mirada,

Vestida de serpentinas…

Olorosa de agua florida,

Envuelta en la roja capa

De un mandinga terrenal

Y lujurioso.

 

 

 

Increíble noche…

De tantas estrellas azules…

Encendidas…

Que miras resignada,

De espaldas en la arena,

Húmeda de besos,

Mientras se agitan trémulas

De emociones reprimidas,

Las morenas torcazas

De tus senos,

Entregados…

Al juego alucinante

De ese amor breve

Intenso…

De los carnavales.

 

Miércoles de ceniza…

Apagando el brillo de esos ojos,

Y callando en polvoriento olvidos,

El estertor salvaje,

De las torcazas,

Rendidas

Por las nueve lunas

Que serán mañana,

Ti simiente,

Compañera.

 

 

 

Canciones

 

PICO DE PALOMA

 

SERENATA-CANCIÓN

 

RICARDO FEDERICO MENA

NÉSTOR ROBERTO JURI

 

El amor como la fe, puede mover la montaña, transportar la realidad hacia un mundo mágico de ensueños, donde un hombre y una mujer, en la fugacidad de la vida, se juran ese amor perdurable, donde lo mejor aún no se ha vivido… donde la Felicidad y la Tristeza, como inexorable destino de luces y de sombras, se convocan al amparo de la noche, derramándose en un río torrentoso, desde astrales vertientes, serpenteando  inverosímiles barrancas de nubes; ellas traen como mágicos nenúfares miríadas de estrellas, encendiendo un cielo, donde quizá el desvarío de dos locos que se aman, inventan con el alma llena de poesía, una galaxia nueva: EL PICO DE LA PALOMA.

Es allí donde bajo su romántica advocación se prometen ese amor, nimbado por un halo de eternidad que, como medusa ciega va devorando la muerte para resucitar : LA VIDA.

 

 

 

I

 

Porqué te ensañas

Tristeza…

Cuando el sol brilla audaz

En el horizonte…en el horizonte

 

Felicidad, porqué claudicas…

Cuando el cielo enciende

De galaxias

El corazón hambriento…

El corazón hambriento….

 

Miro arrobado el firmamento

En éxtasis

Comulgando a Dios y al infinito

En éxtasis,

Y siento que el viento amigo…

Me trae efluvios de tu aroma

Que van penetrando como un vaho dulce

Mis espaldas.

 

II

 

Sonríes mujer…

Y estamos juntos

Gozosos de eternidad

Escudriñando…escudriñando…

Desbordados de ternura

Esa romántica galaxia

Que has nombrado

 

Miro arrobado el firmamento

En éxtasis

Comulgando a Dios y alinfinito

En éxtasis

Y siento que el viento amigo…

Me trae efluvios de tu aroma,

Que van penetrando

Como un vaho dulce

Mis espaldas…

 

El Pico de la Paloma(bis)

allí estaré algún día esperándote…

 

 

OLVIDO

 

ZAMBA CANCIÓN

 

RICARDO FEDERICO MENA

NÉSTOR ROBERTO JURI

 

 

La tarde incendiada de arreboles demoraba su ocaso presentido, junto al éxtasis con que la canción del agua seducía la severidad augusta de la piedra. Allí sobre la arena ardiente de la playa, el ocaso encuentra al hombre que sueña un amor sin esperanza…es un navegante sin velero, con su brújula perdida.

El alma se arrodilla vacilante, sin fe, y pide al viento-ese eterno vagabundo- le traiga la caricia errante de su aroma.

El olvido, como el destierro, es uno de los innumerables rostros de la muerte, las ojeras de la tristeza, donde el amor va navegando un río turbio, de aguas procelosas, dando al dolor, un territorio desértico, donde están sepultadas por la arena de todos los desiertos y la nieve de todos los inviernos, las cenizas de aquél amor, que sin nacer, golpea bajo la luna gris y fría, la sombra deshabitada de sus silencios.

 

I

 

Trae la tarde tu recuerdo,

A orillas del crepúsculo,

Y un viento dulce me acaricia,

Con tu aroma frutecida.

 

II

 

Olvidas…y mi boca espera,

En un alba sin rocíos,

La promesa aún no vivida

De fuegos y ocasos rojos.

 

 

ESTRIBILLO

 

Tus ojos, dos estrellas lilas,

Tu boca una rosa estremecida,

Alumbrando de imposibles,

noches de luna…entristecidas.

 

I

 

Me amanecen los recuerdos,

Como luz en la penumbra,

Me anochecen los desdenes

Bajo una luna gris y fría.

 

II

 

Flor desierta tu corazón,

Agostado en sus silencios,

Ciego a los ocasos rojos,

Y a las madrugadas frías

 

ESTRIBILLO

 

Tus ojos, dos estrellas lilas

Tu boca una rosa estremecida,

Alumbrando de imposibles,

Noches de luna…entristecidas.

 

 

NOSTALGIA DE AMOR

 

Ambulando tras la nostalgia, el hombre vuelve a los altos días de la melancolía de amor. Suspira y evoca, esa graciosa tez de arena y de sal, de la mujer que sueña. Sus ojos, entonces, se desprenden tras el hervor espumoso de la playa y la brisa lo asalta con almibarados sorbos de amor.

Sin pausa, del brazo de una música que hechiza el alma, comienza a caminar por las habitaciones desiertas de un cariño ya olvidado. Busca su rastro por los rincones desvelados del tiempo, y a través de la ventana entreabierta, una levedad de gaviotas parece decirle, que acaso, envuelto en las nueves del crepúsculo, ha llegado la hora del retorno.

El corazón emerge, y no puede contener su palabra, mientras sueña con su paso leve, cuando hería el delgado camino de la noche.

Sin días que él ve, azules de encanto, bajo el suave peso de unos labios abriéndose al amor. Quizás algún día vuelva a encontrarla en las espigas del tiempo, y descubrir en ellas, a Dios.

 

ZAMBA CANCIÓN

 

RICARDO FEDERICO MENA

 NÉSTOR ROBERTO JURI

 

I

 

Estoy pensando en amores,

Junto a la nostalgia de un antiguo amor,

Con un tremendo suspiro,

En tu tez pintada, de arena y de sal,

Fuiste un juguete, de aquel olvido,

Dispuesto estoy para amar

 

II

 

¡Qué llanto azul al perderte!

En hervor de espumas, de playa y de mar,

Amo tus ojos de luna,

Volviendo en gaviotas, de viento y de sal

Con la alegría sobre la brisa,

Que es como volver a amar.

Con la alegría sobre la brisa,

En sorbos dulces de amor.

 

ESTRIBILLO

 

Si hubieras visto aquella pasión,

De nuestra historia de amor,

Que trepa al beso, que arde en tu boca

Luz de distancia en el mar…

Ocaso y luna en el mar.

 

I

 

Mojo mis manos en las nubes,

Buscando tu rostro divina mujer, quién sabe si estarás libre,

Como las gaviotas que surcan la mar,

Seré el juguete que no te olvida, acariciando el amor.

Seré el juguete ebrio de mieles, sobre la espuma del mar.

 

II

 

Me siento triste y lejano,

Pensando en qué brazos, que gente amarás

Veo acercarse la noche,

Desde la ventana de mi soledad,

Desesperado quiero que escuches,

Este llamado de amor,

Desesperado quiero que escuches,

 el viento gritando amor.

 

ESTRIBILLO

 

Si hubieras visto aquella pasión,

De nuestra historia de amor,

Que trepa al beso, que arde en tu boca,

Luz de distancia en el mar…

Que trepa al beso, que arde en tu boca,

Ocaso y luna en el mar…

 

 

 

ENDECHAS DE AMOR

 

ZAMBA

 

RICARDO FEDERICO MENA

JORGE GONZÁLEZ SOLÁ

 

I

 

Escucho el viento en la noche

Trae tu boca, respuestas… dolor

Su lengua me quema con besos

Y tiernas endechas de amor.

 

II

 

Me trepa de ansias la sangre,

Me devora la carne tu amor,

Como un río loco cantando,

A tus labios de espuma me voy

 

ESTRIBILLO

 

Ser el sol que abrace tu trigo

Ser el fuego que dore tu pan

Bajo la luna caliente de enero,

Ritual de vida en el medanal.

 

I

 

Subo a los vientos llevando

A tu oído mi canto de amor,

Recibe el fuego encendido,

Hecho hoguera en mi corazón.

 

II

 

La noche me puebla de aromas,

Las estrellas adivinan tu luz,

La arena del río dibuja,

Caderas de fuego en el azul.

 

ESTRIBILLO

 

Ser el sol que abrace tu trigo

Ser el fuego que dore tu pan

Bajo la luna caliente de enero,

Ritual de vida en el medanal.

 

 

 

NUEVE LUNAS

 

Ricardo Federico Mena

Jorge Hugo Chagra

 

I

 

Ayer llegaste a mí, Mujer

Desde el origen vivo de la sombra,

Sublime zumo en floración,

Cuajada estrella del rocío.

Te voy soñando en la canción,

amor que vuelve del olvido.

 

En nueve lunas te amaré,

Antes de que el tiempo te anochezca,

Tu carne esquiva y virginal,

Estremecida de luna y greda,

llovizna azul de eternidad,

Crespones hondos de la pena.

 

ESTRIBILLO

 

Te busco amor, y te mezquinas,

Corola cerrada y temerosa,

Morena flor que siente arder,

El beso voraz de mi verano.

Morena flor que escucha florecer,

Simiente, amor y carnavales.

 

II

 

Amor de ayer que viene a mí,

Soplo acezante de la luna,

Salvaje, dulce y loca tentación

Germinando el trigo en su cintura,

Rosada flor de ensoñación,

 

 

Aun madurado tiempo de ternura.

 

Si escucha tu alma en soledad,

Las confesiones tristes de la lluvia,

Abrigarás con besos mi ilusión,

Ardiendo amor en nueve lunas,

Vivamos juntos la pasión,

Que esparce el viento por las dunas.

 

 

NO QUIERO DECIRTE ADIOS

 

El amor es un insondable misterio que desde el inicio de los tiempos, como un pájaro de fuego nos transporta en sus alas desplegadas, hacia los confines celestes de la dicha; pero ocasiones ese hontanar de sol que fecunda la primavera de la vida, apaga su luz y cubre con un manto esquivo, la inmensidad descubierta en unos ojos, donde otrora reposaban como diamantes, un puñado de estrellas hurtadas a la noche.

Toda la esencia del amor y la cantarina madreselva, florecida en besos, como extraños jinetes fugitivos, huyen de esos ojos que avizoraban la miel. Es el canto vibrante del hombre en soledad, que bajo la luna amanecida canta:

 

I

 

No quiero decirte adiós

Ni dar la espalda al amor

Quiero volver a la luz

De encendidas primaveras

 

II

 

Trasiega tu ternura

Ardida en besos de ayer

Abrasándonos la piel

Reverdeciendo el amor.

 

ESTRIBILLO

 

Carnadura del amor irrepetible

Que da sentido a la vida

De este corazón enamorado

Que grita su silencio alucinado

En las negras grutas de la sombra

Es el amor el que hoy te nombra.

 

 

II

 

 

 

I

Tus manos en las mías

Loco temblor en tus dedos

Tejiendo amores y hogueras

En la trama de tus besos

 

Te necesito mujer

Como la Luna a la sombras

Sintiendo latir nuestra sangre

En la piel amanecida

 

ESTRIBILLO

 

Carnadura del amor irrepetible

Que da sentido a la vida

De este corazón enamorado

Que grita su silencio alucinado

En las negras grutas de la sombra

Es el amor el que hoy te nombra.