1º PREMIO PROVINCIAL DE LITERATURA AÑO 1990

CATEGORÍA POESÍA INÉDITA

DIRECCIÓN GRAL. DE CULTURA DE LA PROVINCIA DE SALTA

 

__________________________________________________________________

 

 

 

 

 

 

 

 

POÉTICA SIN LICENCIAS

 NI VACACIONES PAGAS

 

(Poemas)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CARLOS JESÚS MAITA

 

LIBRO PUBLICADO POR LA COMISIÓN BICAMERAL EXAMINADORA

 DE OBRAS DE AUTORES SALTEÑOS EN LOS TALLERES DE LA LA IMPRENTA DE LA LEGISLATURA DE SALTA, ENERO DE 1993, CON ILUSTRACIONES DEL ARTISTA PLÁSTICO SANTIAGO JAVIER RODRIGUEZ, RECTOR DE LA ESCUELA POLIVALENTE

 DE BELLAS ARTES “TOMÁS CABRERA”. 162 PÁGS. I. S. B. N. 950-9834-36-X.

 

 

COMENTARIO

 

 

 

 

 

 

    “Poética sin licencias ni vacaciones pagas” es mi primer libro de poemas editado. Posee las temáticas, la cadencia y los estremecimientos de todo mi canto. Antes publiqué algunas coplas de carnaval en el pequeño libro “Coplas de la comparsa”, 1992, pero no lo considero una muestra de mi poesía. Ofrezco mi trabajo con humildad y respeto como quien obsequia un pan casero recién sacado del horno. Tal vez merezca publicar nuevos libros. Tal vez no. El tiempo es juez severo en esta breve antesala del olvido.

    

 

     CARLOS JESÚS MAITA,

Rosario de la Frontera, mayo de 1992.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Qué mano arrancará mi rostro del espejo

 Cuando suenen mis pasos ya por otras calles?

¿Quién se guardará la germinación de mi nombre?

 

 

Una sombra sin color me sigue,

Va borrado mi sombra que se ve.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

 

ESCRITURA DE LOS CALLEJONES

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CORAZÓN

 

A mi máquina de escribir

impulsado por volcanes y por olas del mar

sube mi corazón desvelado para escribir tu nombre.

 

(Todos dicen que no escribo nada,

que sólo dejo manchas de sangre).       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CUALQUIER LUGAR ES BUENO

 

Cualquier lugar es bueno para escribir poesía:

el baño, el tren la orilla de los ríos,

adentro de la panza de los caballos sudados.

Hasta sobre la mesa del estafador uno escribe

y se quedan los poemas

                                      doliendo

como un fuego que consume el acero y la madera.

Mi padre escribe su elegía de albañil con ladrillos de carne

Y su casa se vuelve corazón y su corazón se vuelve casa

y todos los pobres de mi pueblo escriben en el cielo

y un peso como de tigres golpeados

les llena el pecho y la garganta.

             Una tarde me fui con mis primos

déle escribir por callejones,

ahora estoy volviendo solo por el tiempo

y leo entre borrones lo que habíamos escrito.

 

¡Cuántos dejan pasar las nubes y las aves

y nunca descifran el mensaje de sus alas…!

Algunos dicen que llorar no es de hombres,

                        lo que pasa es que aún

no aprendieron a leer el amor en una lágrima.

 

 

 

BARRILETE

 

Todos los días elevaba mi barrilete al cielo

y arriba temblaba junto al sol

como mi corazón suelto en el viento,

sólo lo sujetaba un fino hilo de agua.

Cada vez subía más arriba, más arriba,

pero nunca me conformó su altura,

así que una tarde yapé al hilo

una a una las barbas de mi padre

y el barrilete traspasó las nubes,

se hundía en el infinito como una blanda puñalada.

Luego le aumenté (uno a uno) los sedosos cabellos de mi madre,

después los huesos de mi perro muerto

y más tarde los huesos y la piel

de toda mi familia.

Y mi barrilete subió tanto

que ya nadie lo podía ver desde la tierra

(cuando la gente me veía en el baldío

me preguntaba qué hacía con un hilo hacia arriba

y yo le decía que estaba sosteniendo

mi viejo barrilete).

Pasaron los años y un día vino un viejo

y me dijo

que yo estaba sosteniendo la historia de mi sangre.

 

 

PARÁGRAFOS

 

Es más largo el camino

cuando uno va solo.

 

Es más larga la pena

si no es pan compartido.

 

Es más frío el invierno

si abrazamos cenizas.

 

Es amargo el recuerdo

si el presente no es dulce.

 

Es marchita la rosa

si el alma es marchita.

 

Es un pozo el día claro

si hay noche en la sangre.

 

Es más grande el vacío

cuando pesa la ausencia.

 

 

 

 

 

POEMA DE DIOS

 

Quise hacer un agujero en el cielo de un solo puñetazo

y mi puño golpeó sobre la tierra como un combo,

rompió su carne oscura hasta llegar al mineral,

a los ojos que lloran las vertientes,

hasta el barro que tiembla en el corazón del hombre.

 

(Se dice que mi vida es toda la muerte, el aire, el silencio,

un remolino pariendo los ecos de la sangre,

enloqueciendo volcanes y caballos,

ciudades que acudiendo al fuego se cambian

la piel blanca de oveja por una de león).

 

Yo me quise embriagar con los hombres y me embriagué con los hombres,

dormí con las mujeres de selvas mojadas en el pelo.

Yo pregunté de puerta en puerta

por una puerta que pudiera develarme mi origen.

Fui un colibrí, un ángel,

la flor viva del bejuco trepada a la agonía de un árbol en otoño.

 

He creado casi todo perfecto, hasta la imperfección,

hasta la vasta nada que pendula de mi barba… Sin embargo,

no puedo eliminar la eternidad que me aprisiona.  

 

 

 

ZAFRA

 

Una sola mano machetea

los ángeles chorreantes del cañaveral.

Hay una emoción de huesos blancos, de alas verdes y arañas.

Una sola mano machetea, aprieta y transpira, se contrae y se agrieta

igual que un corazón en la batalla.

De pronto flamean en el viento

lenguas de toros, mariposas y viento.

Y todo se mezcla en el incendio de las hojas

con el agua afilada del machete que avanza.

 

Los golpes toman aire, retroceden, entrechocan,

se persignan en el día espantado

que baja y que sube. La luna es pobre siempre

como un bocado de pan que se enfría en el cielo.

Y la mano agrietada sube y baja, se multiplica en ampollas y más golpes

y se muere crucificada y ceniza

en el madero profundo de la noche.

 

Con la tercera luz del tiempo resucita

y otra vez el viento, arriba, girando, déle crepitar como un velorio,

y otra vez los pequeños aviones de los pájaros

en vuelos rasantes sobre el hombro de la tierra.

Y el golpe del machete respirando, mordiendo, pellizcando, gerundiando,

hundiendo el amargo costillar

en el dolor oscuro y dulce de la caña.

LAS DOS CASAS

 

Me duele la reja de la otra cuadra

porque es negra y de una casa lujosa.

pero mi casa

        nunca estará presa como aquella, no tendrá una jaula que le cueste tanto.

¡Mi casa es libre! ¡Está viva mi casa!

Yo puedo putear a gusto y llorar, mear en el patio y dibujar rayuelas.

 

Nunca me gustaron esas casas tan blancas,

sin sangre, sin dolor, sin corazón.

Uno tiene que andar almidonado, frío,

cuidando la suela de cada zapato y de cada palabra

porque debe estar sana, dura para pisar cabezas,

cabezas de obreros, de viejitas, de gusanos.

Yo soy un gusano y no voy a esa casa.

Me quedo aquí, catando, diciendo, meando, comiendo tierrita con el dedo.

Yo soy un gusano con esqueleto de indio

y me quema la vida de los panes caseros.

 

Yo tengo una casa sin placas de bronce,

una casa que nadie mira porque es fea

o porque no la pueden ver, porque es pobre.

 

Yo tengo una casa donde el cielo

no se hiere en la punta de los fierros.

Yo tengo una casa sin rejas.

CARTA DE AMOR A LA POESÍA

 

El mundo está afuera pero también está adentro de mí.

Entonces yo soy la casa de cualquier lugar

y mi vecino y yo somos el mismo.

 

Un día sentí una explosión en mis venas.

Mi corazón había quebrado su caparazón de herrumbre

y su carne se abrió como la tierra seca ante la lluvia.

   Ahora estoy lleno de agua.

Tengo agua hasta el cuello y más arriba,

pero no temo ahogarme porque soy el ahogo y la muerte.

Tengo las llaves para entrar en el árbol

y puedo bajar a compartir las sales que beben sus raíces.

 

Las calles son un desfile constante, el desfile de la vida.

Palomas, pintores, futbolistas, caballos con tambores en los cascos.

Pasa el vientote la muerte por la calle

trazando geometrías de pistolas y billetes;

Hay una bandera que amamos con fervor como a una madre.

Yo tengo muchos huesos cuando estoy recordando,

no me debilito, al contrario, me reconforto entero.

Tantas médulas espinales tengo que me siento indestructible.

Soy un río que lleva cadáveres de tigres y furias denigres

y rayas de tigres vueltas serpientes y lonjas de sombras.

Mi voz es tu voz y mi mano es tu mano. Así debe ser. Así es.

La cabeza de vidrio del amor se recuesta en mi pecho

y se quiebra. Y me clava astillas hasta en lo más duro.

Pero siempre hay una nueva cabeza para mí, un nuevo amor.

Y a pesar de todo la nieve es combustible, se hace fuego.

El aire es una bola de fuego que los niños miran

y sienten caer sobre sus altos barriletes.

El albañil lleva el aire del fuego en la camisa

y allí es masticada hasta volverse sudor,

hasta ser una crucifixión de cal, arena y agua entre ladrillos.

Las hembras sufren el fuego del aire.

Tienen los senos quemados de tanto amamantar a la vida,

a la encrucijada central del corazón de Dios.

Las praderas, los ríos, los jardines,

todos tienen una honda transparencia de ojos.

Voces, risas, babas, misas, fabricantes de bombas y bombos,

todos quedan exhaustos en un punto nocturno

y allí sueñan un abierto cielo, un cementerio de donde

se sale con más vida que del vientre de una madre.

 

Yo camino colectivamente sobre de ti en nombre de todos,

es decir que vienes a ser un puente sobre el que toda la humanidad transita,

un abismo sobre el que toda la humanidad cae,

un tren donde toda la humanidad viaja,

un avión cuyas alas son nuestros brazos.

Tú sabes que yo te amo y me amas

y me entrego a ti humanamente, animal.

Soy un ciempiés que tú abrazas y besas

Y yo soy más pequeño que un piojo

en esa inmensidad obscena de tu sangrante cariño.

Soy un regimiento de hormigas que te pica los senos,

soy un grillo y hago guerra de músicas con las ranas,

soy un ciego que construye paredes surrealistas,

multitudes enmascaradas tratando de adivinar los rostros que se ocultan debajo.

Todo lo soy de ti, a partir de ti.

Por eso es que ya no me pertenezco y cuando digo YO estoy diciendo

TÚ estrafalariamente.

Y me pertenezco olímpicamente y no me pertenezco nuevamente.

De un lado hay llamaradas danzando como dioses ebrios

y de este otro lado hay mujeres desnudas corriendo

con el pelo suelto y alaridos

obre una ruta mojada por la lluvia en la noche.

Tú eres de todos como todos nosotros somos de ti.

Tú nos provocas entre las cálidas selvas

y nosotros te alcanzamos, te mordemos el cuello, te cabalgamos

y te dejamos preñada.

Y luego te hacemos parir todos los tiempos, todas las alas,

todos los trenes, los autos, la leche, las moscas

y el olor de la tierra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL BAÚL

 

Hay un baúl que me espera en la pieza del fondo

(las arañas guiaron sobre él su cielo ceniciento

y el polvo de su tapa es una luz molida,

la sangre del tiempo, la piel del olvido).

 

Adentro están las tardes, las mañanas viejas,

el olor de la lluvia, las calles arboladas,

aquella mariposa que no pude atrapar y que una noche

confundida entre pañuelos de abuelas fallecidas

se voló del mundo por la boca de Dios.

 

Nadie puede abrir aquel baúl (su adiós me pertenece).

Si alguien lo abre quebrará el hechizo,

el vidrio que me separa del corazón de la ausencia

(algunos aseguran que si esto sucede

mi ser llegaría a la inmortalidad).

 

Sin embargo mi suerte y mi condena están echadas.

Nadie podrá abrirlo.

Y el día que yo levante su pesada tapada

será cuando mis pasos y mi voz no ejecuten

                                        mi orden,

cuando tenga el coraje de ser sólo un recuerdo,

un relámpago hundido en la arena.

          Entonces el baúl será mi mundo, mi casa de fantasma.

MARTES

 

Querido Barbitas, hoy, 2 de agosto de 1988,

ya debes estar moviendo la cola entre las nubes,

comiendo otra vez de las manos de mis abuelos

que se fueron hace tiempo a trabajar en el cielo.

Me queda un color blanco en el silencio

y este temblor tibio y casi blanco en mis ojos

es, quizá, tu última pirueta irresignable en mi alma.

De aquí en más tu nombre me traerá tu memoria,

la memoria de mi infancia.

Cada vez que se muere un perro, un amigo como tú, Barbitas,

es como si la infancia tomara otro tren y se alejara más.

Cómo cuesta en este serio revoltijo de inflaciones y días

amortiguar el océano candente de la ausencia.

Y ahora que ya no irás nunca más al río Rosario

yo sé que es mi alma la que se queda

sin el poco de agua que brillaría en tu pelo.

A veces me pongo a pensar

que nuestros muertos suben y secretamente

levantan una casa allá arriba para albergarnos un día como en esta tierra

de la cual nos cuesta tanto desprender a mirada y los pasos.

 

Hoy te enterramos en el fondo de la casa.

Mi abuelo decía que los perros

deben ser sepultados en las casa

porque después de muertos nos siguen cuidando.

Un perro es parte del amor del hombre

y el hombre es parte del amor de un perro.

Mi padre cavó tu sepultura y mi perro Capitán y yo

te vimos entrar en la tierra como una semilla blanca,

como un poco de sol que se guarda para cuando falte.

Me hubiese gustado tener una foto tuya, pero no la tengo;

nunca tendré una foto tuya.

Diez años con nosotros y ninguna foto.

Diez años corriendo de aquí para allá entre las higueras,

en medio de los felices charcos, trayendo un palito, tomando sopa,

ladrando sapos, espantando gallinas, molestando chanchos…

Diez años que en la ventana del tiempo ya no existen.

Muy lejos veo un corazón (igual que una medalla de sangre),

tiene clavado un rayito de sol y está sangrando,

tiene clavado un adió como un árbol que no muere.

 

Esperáme, Barbitas,

decile a los abuelos que tengan una fiesta preparada,

porque así como llegaste tú

les vamos a caer por sorpresa.

 

 

 

 

 

 

 

SOLDADO DE MALVINAS

 

La nieve se comió tu calavera

y el viento gastó tus costillas hasta volverlas niebla.

Ya no duerme la noche abrazada a tu espinazo.

 

Hay una fuga de caballos cenicientos en la madrugada…

Y una bandera blanca se desfleca en sus crines.

Es tu alma que busca entre los tallos de hielo

Una boca que entibie la soledad de tu nombre.

 

¿Y dónde está tu fusil?

¿En qué pozo se ríe a carcajadas de los hombres?

¿Qué fue de tu barco?

¿Qué aguas han borrado tu sangre de su piel?

 

En lugares oscuros debajo de la tierra

tus manos reconstruyen el cóndor, los maizales,

el patio donde ahora no eres ni fantasma.

Las paredes de tu barrio ya te van olvidando.

 

Tú conversas de tarde con las uñas del mar

mientras limpia tu madre tu retrato en el living.

 

 

 

 

NO TENGO GANAS DE COMER

 

No tengo ganas de comer mamá

las arvejas del plato que tanto me gustan

son municiones de acero

 

recuerdo que tu amor me alcanzaba

para ser entre tus brazos un gato mimoso un manojo de hierba fresca balanceándose

en la brisa celeste

pero ahora mamá nadie ni siquiera tú

me puede salvar de esta angustia

ni el amigo que charla conmigo y me ofrece un cigarrillo

ni todos los que tratan de aplastar con sus consejos los clavos de mi pena

yo les agradezco a todos su amor por mí

pero no puede ser

yo les agradezco de todo corazón

miro para todos lados y las manos de todos mis amigos

no alcanzan para detener la sangre que chorrea de mi alma

 

hay palabras que le quiero decir a una mujer

pero ha mudado sus oídos

como un dios que me diera la espalda negándome

un rincón en el mundo

hay una mujer a la que quiero decirle unas palabras

pero todas sus alas y su carne y su corazón son de acero

 

levanta la mesa mamá             no tengo ganas de comer.

TREN

 

Cuando viajo en tren

se me hace que me voy alejando de la tierra.

Las ventanillas se llenan de retazos de cielo,

de cuadros amarillos y de pañuelos verdosos.

Qué fácil se cae en la distancia de tu nombre…!

Me cobijo en el corazón de Dios

como un ángel sin ojos.

 

Y el tren sigue avanzando,

parece un cuchillo partiendo en dos la tierra.

(Su cuerpo espeso frota los patios de la infancia

y en la hondura es de ceniza bailando con el viento).

Es necesario que yo sienta y vea con la piel.

Cuántas veces pasé sobre las vías corriendo

y perseguí la sombra de un amor que se alejaba…

Me daba miedo el adiós…

 

Pero yo amo los trenes,

amo sus huesos de hierro carcomido,

su aullido de trapo amoratado y profundo.

 

Y yo te quise mucho

sin embargo: tú te fuiste en un tren…

Y desde entonces te espero,

acurrucado en una cueva que me dejaron tus manos.

EL DÍA QUE EL CANAL LLEVABA SANGRE

 

Al lado de mi casa, paralelo a la calle Alberdi,

hay un canal de desagüe que desemboca en el río.

Cuando caen las tormentas de verano va lleno

y en invierno permanece vacío. Pero fue en un mediodía de inverno

que se escuchó un grito, un grito que se fue multiplicando por el barrio:

–¡El canal…! ¡Va lleno…! ¡Está rebalsando…!

Y toda la gente salió de sus casas, algunos con la boca llena de comida

y un pan en la mano; otros con las manos vacías y los rostros hambrientos;

había chicos de guardapolvos blancos y perros flacos revoloteando entre ellos.

El canal iba lleno, hasta el tope,

pero no era agua lo que corría por su larga garganta: era sangre.

Las abuelas horrorizadas buscaron sus rosarios blancos

y vino más gente. Vino mucha gente. Policías, monjas, el cura,

los maestros, los concejales, los vagos…

Todos se abrazaron en las orillas y lloraban,

lloraban y lloraban y lloraban mucho.

Un viejo dijo que esa sangre salía de la espalda del pueblo

que estaba siendo asesinado a mansalva. 

 

Fue en mi infancia, hacía frío. Y salí a caminar por el mundo.

He visto incontables canales con sangre,

incontables familias abrazadas llorando…

 

Y sigue corriendo la sangre por todos los canales.

 

 

 

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

 

POÉTICA SIN LICENCIAS NI VACACIONES PAGAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POEMA

 

No me dejés solo, mamá,

con este delantal que era blanco

y que ahora está negro,

duro de cuajarones.

 

No me dejés en la puerta del mercado

que me pueden confundir con un cordero.

 

No me dejés solo porque soy un león.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

AQUÍ ESTÁ, ÉSTA ES

 

Ésta es la poesía genuina, la verdadera poesía,

y al que le guste bien sino coma cebolla.

Los metros quedaron de lado.

¿Qué podríamos medir hoy en día

sino el cielo agujereado a balazos que tenemos?

Y este cielo no se vende por metros,

este cielo es gratis aunque nos cueste mucho más que un 0 Km.,

que una computadora o una cámara nueva.

Es un cielo que cae de la farmacia y va al prostíbulo,

del prostíbulo sale y duerme con los curas,

sale de la iglesia y se mete en los cuarteles.

Allí le hacen herejías, lo violan, le pegan en el traste,

lo exilian, lo hacen bailar desnudo.

Y el cielo se mete en los jarros con mate cocido,

nadie lo adora porque es como el Cristo.

Se sabe que fue grande, o que nunca fue grande,

y que nunca será grande porque es lo más pequeño

del pesebre y apenas la empuñadura del bastón del papa.

¿Y quién puede medirte, Jesucristo? ¿Quién puede medirte, Poesía?

Poesía que me corres por la espalda hecha agua,

poesía que en la basura convocas a las moscas, a los gusanos,

al calor más podrido del verano, a los mendigos,

a la lluvia aplacadora de incendios forestales.

Yo he conocido vates por libros y personas y personalmente.

Tenían (y tienen) naftalina en los bolsillos,

plumitas de pajaritos en las orejitas,

y se suben temblando a los divanes cuando entra una rata.

Nunca tendrán olor a queso, a taller, a sémola con leche.

Endiosan el metro, le ponen flores, le espantan los zancudos.

Una vez me acerqué a uno y no tenía ningún olor.

Me dio miedo. O no miedo, sino que me repugnaron sus ojos.

Había en ellos endecasílabos y princesas con caras de luna.

Pero a mí me gusta cuando las princesitas se masturban en la luna,

cuando son lesbianas y ninfómanas en la luna.

Porque las princesas siempre están en la luna, viven en

la luna. Y allí hacen sus necesidades.

Después la revista Gente dice otra cosa,

les pone un taparrabos las pobres DÓLARidas, DÓLARientas, indoloras.

 

Salí a la calle porque la calle es mi madre y mi salón,

mi pocilga, mi aire puro y viciado, mi Virgen.

Qué lindo nombre para una virgen: La Virgencita Calle.

Pero a mí no me joden, qué joder.

Miro de reojo la cartelera de los cines,

meto la mano en los bolsillos y tanteo

y nunca termino de sacar ni de contar mis millones

de nada.

 

 

 

 

 

LOS ABRELATAS

 

Los abrelatas hicieron en el cielo una calle subterránea.

Yo voy en motocicleta sublevando moscas.

Alguien viene enhebrando su saliva en el culo de la patria.

Alguien viene con la lluvia florecida en la cabeza.

Cristóbal Colón fue polígamo, subió a la Niña, a la Pinta

y a la Santa María. Le mostró un huevo a la reina Isabel.

Los militares intentan nuevo golpe de estado.

El estado nos da golpes donde más nos duele.

Hay gente que se persigna y compra helados de limón.

Un burócrata dice que la democracia es amor.

Los demócratas se quieren comer vivos a los de izquierda.

En la izquierda está el corazón, pensaba el Manco Paz.

Y Maradona hizo plata con la izquierda en los estadios.

El diario dice que encontraron una mano de Jesús.

Un borracho se ríe porque encontró una botella llena.

Qué gentiles son los fabricantes de bombas,

han creado una nueva sociedad de beneficencia.

Los que arrojan bombas son unos cretinos.

El presidente entró al cuarto oscuro, desnudo.

Los días pasan agachados debajo de nosotros,

ni cuenta nos damos de lo rápido que pasan los días.

¡Cómo me gustaría leer como los analfabetos!...

 

 

 

Y ENTONCES SUPE QUE YA ERA GRANDE

 

De mi mesa hasta Chile va esta sangre.

De mi sangre a Centroamérica va mi mesa.

Tinta de ojos. Adjetivados gritos de esencia dolida.

Una mañana cualquiera tomé la decisión de tener

lengua continental,

de ser un pedazo minero y un pedazo ministro,

un pedazo presidente y un pedazo perro.

Y créanme que en las calles a la luz del sol

me siento tan cansado, tan nocturno

como una cárcel que se queda a oscuras en la noche

de año nuevo.

Yo de pequeño quise una motocicleta. (¿Y quién de ustedes no?)

Me subía a un caballo destartalado y le buscaba el motor,

aceleraba en sus hijares y me iba por el monte.

 

Fui creciendo con el moco endurecido en las narices,

rodeado de enfermeros que censaban en los ranchos.

Aprendí a leer hasta en los huesos,

daba vuelta los ladrillos viejos y leía la humedad.

Aún lo hago. Leo las cruces sin nombres, sin fechas.

Los chistes de los diarios empezaron a sangrar

y entonces supe que ya era grande,

que en mí podían caber, ya no un póster del mar

sino todo el mar, todos sus peces, todos sus asesinatos.

Mi corazón se ensanchó tomando formas de pueblos.

Los ocasos me sorprendieron bajo lunas de agua,

comiendo con miserables en sus mesas mugrientas.

Y me sentía feliz descubriendo sus penurias,

me sentía salvador… Qué sé yo por qué…

 

Nunca me pregunten por qué me sentía salvador…

La cuestión es que luego me sentaba a escribir

y me daba cuenta de que solamente era una bolsa de carne molida

o un corazón hecho bolsa con carne molida adentro.

Afuera refrescaba mis pulmones. En la noche clara.

Miraba lo más alto que podía y mi cabeza era una casa

con puertas, con ventanas, con hombres…

 

Aprendí que la palabra DEMOCRACIA es un plato

donde unos engordan, otros se envenenan y otros se embarran.

La iglesia es un desfile de modas y no me soporta

ni yo soporto a la iglesia porque todos me miran de manera rara.

Yo sólo tengo un pantalón de Grafa y una zapatillas Pampero,

una camisa Lavilisto caliente como piel de un ángel en celo.

Muchos se preguntarán por qué uno toma la decisión de ser

todos los hombres, todas las tierras, todos los preámbulos y las revoluciones…

 

Yo sólo sé que en mis costillas está Bolivia,

Puna y metales supurando pus,

y que Argentina me pica en las patas como la micosis,

que tengo esta mesa donde parezco Drácula

de tanta sangre que pasa por mis ojos y mis labios.

 

Las bombachas de las prostitutas continentales, ¿dónde están?

¿No las tienen? ¡Qué deshonestas! ¡Qué putas!

¿Dónde están las reglas poéticas de mis palabras?

No las tienen. No y No. ¡Pero qué barbaridad!...

 

Solamente necesito que la gente me entienda.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LLEGÓ UNA NOCHE

 

Llegó una noche entre los últimos pájaros.

Me abrió las coyunturas para darles agua.

En la heladera sólo había uvas y un caracú vacío.

El televisor no estaba apagado porque ya había terminado la transmisión.

Era tarde.

Pasó la lengua por la ventana donde brillaba el rocío.

¿Todavía escribís?, me preguntó,

y yo le dije que mis palabras se habían vuelto subterráneas,

tragacielos, llenas de cejas y tacos y veredas.

Que les aparecía a la gente desde abajo, haciéndoles

cosquillas como una serpiente. Que casi me llevan preso

una noche cuando me hallaron desnudo y gritando en

la Plaza Independencia, pero me dejaron ir porque me vieron llorando

por otra mujer llamada Palestina.

¿Palestina?, me preguntó sorprendida, cómica.

Sí, Palestina, ¿acaso no puedo llorar por Palestina?

Sí, pero Palestina es un país de Oriente.

¿Y qué?, ¿no puedo llorar por un país de Oriente?

Bueno, está bien, siempre con tus locuras vos.

Yo solamente te pregunté si todavía escribís.

Mirá, no sé si escribo o qué,

todos los días siento que mis codos menstrúan,

voy al baño y me ato papel higiénico,

me echo loción, me afeito, prendo la radio,

agarro un papel y dibujo jirafas, caras negras,

y cuando me doy cuenta abajo hay una sucesión de versos.

A mí me parecen horribles, los leo, los releo y se me hace

que no van a gustar.

Todos nos acostumbramos a las telenovelas y a Borges,

a Bécquer y al Quijote de la Mancha. Algunos a la revista Nocturno

y al chisme de las vecinas, otros al encierro del departamento,

otros a dormir cuatro horas, a tomar el micro, a gritar por teléfono…

Y es difícil admitir otro puñal en la carne, otro espejo,

es casi imposible que alguien se arrime a vos a olerte las manos,

a chuparte el pelo embebido en el humo

de las fábricas pobres. Te llaman copista, copista de la desgracia

y hasta puede que te llamen vocero del sindicato.

Pero en el fondo uno siente que quiere ayudar a la gente, amarla,

porque la gente se nos pega en los huesos

y de noche nos miramos el cuerpo en silencio y estamos

cansados, rendidos, igual que si hubiéramos hecho el amor

con toda la gente que hallamos en la calle.

Sin embargo te extrañaba mucho. Me faltaba un pedazo sin vos

o quizá yo era un pedazo tuyo que se quedó flameando

en esta habitación. Y ahora llegaste, tan tarde, tan temprano,

tan temprano si pensamos que ya es otro día.

Y quizá tenés hambre. Tengo un puñado de uvas, un caracú vacío.

No sé si nos van a atender en el almacén de la esquina.

Hace falta pan, queso, vino

o tal vez querés una gaseosa…

 

No, mi amor, yo solamente te pregunté

si todavía escribís.

JUJUY

 

Una vez yo fui a la Fiesta Nacional de los Estudiantes, en Jujuy.

Estaba en un campamento de jóvenes. Había un montón de

árboles. Y las chicas bebían de las botellas junto con los changos.

Yo tenía una guitarra y 16 años.

Me dijeron que hay barrios de bolivianos, de borrachos,

de devotos, de putas, de diarieros, casi como en todas partes.

 

Pero curiosamente un mendigo llegó una tarde al parque

y acercándose a mi pequeña carpa me pidió que le prestara

la guitarra. Yo se la cedí desconfiando el hurto.

El mendigo se sentó sobre un póster del presidente

y sacó de una bolsita un poco de carne hervida.

Con sus uñas largas la fue despedazando lentamente.

 

¿Sabés que yo fui ministro de educación?, me dijo.

Un día derrumbé todas las escuelas, todos los institutos,

todas las universidades, todas las instituciones educativas de todo el país.

Las derrumbé porque las creí innecesarias.

Comencé a mendigar en Retiro, pasé por Córdoba, fui al manicomio,

pasé por el Jardín sin jardines de la República. Y llegué aquí, a Jujuy.

 

Yo estaba obsesionado con su relato y no me di cuenta de que el mendigo

había echado la carne picada en el agujero de mi guitarra.

No te preocupés, me dijo, no te preocupés,

la comida con música hace bien.

 

TODOS

 

La verdad que me puse a jugar con un gusano verde

que había caído de una hoja de parra.

Le tocaba la colita con el dedo y él se contorsionaba como un acordeón.

Mamá me había llamado infinidades de veces

para que fuera a tomar la sopa

que ya se enfriaba en el plato enlozado.

 

–Carlos, venía a tomar la sopa.

–No quiero sopa.

Vení o le digo a tu papá que te traiga con el cinto.

 

Y como no hice caso a mamá

vino papá con el cinto doblado en la mano.

Se acercó a mí y dejó el cinto sobre una pila de leña.

–¿Qué hacés, hijito? –me preguntó.

–Estoy jugando, papá.

Y mi papá se arrodilló sobre la tierra húmeda

y se puso a jugar conmigo.

 

Mamá se cansó de gritarnos a los dos

que fuéramos a tomar la sopa,

entonces se vino haciendo sonar las zapatillas viejas

por sobre las hojarascas del patio.

Pero cuando llegó

halló a todo el barrio jugando conmigo debajo de la parra.

USTED ME PREGUNTA

 

Usted me pregunta si frecuenté a Walt Whitman, y le digo que sí,

a Walt Whitman, a Walt Disney, a Walter Scott y a otros Wálteres más.

Hasta vi peleas de peso welter y welter juniors.

Los wats ya son distintos. Uno toca un cable pelado

con las manos mojadas y los wats nos saludan 

y nos hacen pasar a su casa mortal.

 

Una vez anduve entre hojas de hierba como una hormiga,

como un hombre descalzo, como una mujer en celo,

como un niño fresco, sonámbulo y dormido.

Después subí a un árbol, me bajé, fui a leer el diario.

Me dieron ganas de comer puré con papas y de tomar limonada.

Me acordé que una vez le dieron a un primo mío

un gato asado de cena y el inocente lo comió por vizcacha.

Al otro día llamó a su gato Koñiky pero no lo halló

ni lo hallará por los siglos de los siglos. (Amén).

 

Sí. También sé que a Vallejo le daban duro con un palo

y también con una soga y son testigos…

Y sé que a Nicanor Parra lo acogieron los amores

de sus antipoemas. Y que a Neruda le dieron el Premio Nobel

y que a Rubén Darío el Modernismo lo acercó ensangrentado

a todas las ventanas.

No me pregunte más, señor, que no he venido a contestar

preguntas sino a cantar. ¿O es acaso una corte de interrogación el mundo?

El mundo es mío y yo quiero gozarlo.

No me trate de privar usted con su crítica y su análisis

intelectual, forense. ¿Estamos?, bien,

entonces, déme la mano que lo quiero saludar.

Usted es mi hermano y yo soy su hermano.

Usted tiene un traje Cristian Dior y yo apenas un traje Cristo Dios y es suficiente.

(¿Si he leído a Guillén? ¡Por su puesto que he leído a Guillén!).

 

Mire, todo lo que nos rodea es luz, es verde, es MUNDO.

Aflójese la corbata y respiremos hondo, hondo, bien hondo…

¿Verdad que es hermoso? ¿Sí? ¿Ve que hasta sonríe ahora?

Siga, siga respirando, olvídese de los libros,

acuérdese de los hombres, compruebe que es cierto que el cielo

es un montón de agujeros y en cada agujero podemos meter

la cabeza y espiar a los ángeles que juegan a los naipes

con los demonios y las sombras. Mire, más allá está Elías el

profeta con una autobomba tratando de apagar su carro.

Es colosal la vida. No le ponga límites.

Usted se queja de las manifestaciones siendo que usted también

protesta, siendo que usted se ata defendiendo

el orgullo de viejos oligarcas de la pluma.

 

¿No es acaso mejor esta libertad de junco y cielo?

¿No es acaso más bello despojarse de un traje y arrojarse al río?

¿Sí? Entonces no me pregunte si frecuenté las escuelas.

Después de todo: lo único que me interesaba en la escuela

era la idea de levantarle la pollera

a una maestra muy linda, de cabellera suelta y carnes de manzana.

 

ORACIÓN DEL ALASDELTA

 

En toda la anchura del cielo crucifiqué mi cuerpo

y ya no puedo despegar mi carne mi color azul.

He gritado desde la altura y las montañas levantaron sus cabezas

para ver mi corazón desenvuelto, abierto y hondo

igual que la puerta de un zaguán sin fin.

 

Me arrodillé en el aire representando a los contaminadores,

pedí perdón por ellos,

lloré y mis lágrimas volaron como pájaros,

canté y mi canción llovió sobre los verdes follajes y sobre las

ramas asaltadas por las muelas del invierno.

 

Fui minúsculo como una semilla; aún más pequeño

que entre las multitudes de las grandes ciudades.

Estuve frente a la eternidad y la vencí.

(Ahora la llevo en mis pulmones y la paladeo cuando digo: HOMBRE).

He aprendido un idioma que flota como una azulada menstruación

debajo de las nubes.

 

Varias veces pensé que era un pájaro, pero un pájaro distinto

a todos los pájaros, porque mis alas impermeables

me daban el aspecto de una especie distinta.

A veces me reía porque me imaginaba una bandada de alasdeltas emigrando.

Y muchos alasdeltas anidando en los rincones de los tejados,

en los horcones, entre los cocos de las palmeras,

 en las antenas de televisión, en los pararrayos,

en el vientre manso y verde de lo lagos.

 

Ahora estoy de pie, mi cuerpo que fue timón de mi alma en

el viento es un tubo vertical y transparente, repleto de 

atmósferas. Mis manos tienen la forma del espacio, el peso

del vuelo, de la curvatura de un giro entre las calles del aire.

Yo sé que en mi cintura ha rozado la melena de Dios.

Yo sé que en cada hueso mío fecunda la intemperie

su secreción de sueños.

 

Volando fui como el reloj que controlaba el tiempo del silencio.

El verde de la tierra fue mi brújula.

 

Reí por las aves que murieron sin reír en las prisiones.

Descendí lentamente como desciende una pluma.

Y recién cuando tocaba la piel gruesa del suelo sentía los pies

como si ellos se hubiesen quedado a esperar que yo bajara.

 

Cómo quisiera confesar esta oración a todos los hombres

                        y también

a esa muerte burlona que en lo alto

me besaba la espalda.

 

 

 

 

 

ELECCIONES GORILÍSTICAS

 

 

En la selva, bajo el agobiante calor tropical,

se reunieron los gorilas para elegir representantes.

Hicieron un círculo a la vuelta del jefe muerto.

 

A pocos quilómetros de allí andaba de cacería un rajá

con su nutrida comitiva. Más allá brillaban los fusiles

de un gobernante norteamericano también de cacería.

Y más allá, tal vez perdido del centro, de la izquierda

o a derecha: cazaba un narcotraficante sudamericano

con sede en Europa.

 

Curiosamente los cazadores cazaron al mismo tiempo sus presas.

Y curiosamente no fueron fieras de la jungla

sino inmensos racimos de doradas bananas.

 

Entre la encrucijada oculta entre lianas y exuberantes plantas

cuyos nombres por supuesto desconozco, se encontraron los cazadores

que regresaban con us presas destellando al sol.

Se saludaron protocolarmente y contaron

de pozos petroleros, de fabricantes de armas,

de cargamentos de droga, del tiempo, de sus ahijados…

 

Sin embargo la paz de sus charlas se ahogó pronto

en una discusión sin cuartel. Discutían y discutían

los propietarios del poder y sus secuaces.

Y no tardaron en hacerse presentes los queridos tiros.

 

Luego se supo que la gresca se produjo a causa de las bananas.

Me explico, los tres bandos se acribillaron a balazos

por establecer el dominio sobre los abundantes frutos.

El diario dijo que nadie había sobrevivido.

 

Los gorilas que estaban de elecciones, abandonaron las urnas

y se dirigieron al lugar de los hechos. Se llevaron consigo

todas las bananas. Y yo no sé si es casualidad o qué,

pero me viene ahora a la memoria este aforismo:

“Lo que fue de un gorila, otro gorila se lo lleva”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL FLAUTISTA DE LA PEATONAL FLORIDA

 

Yo andaba por la orilla del río.

Había un tipo barbudo que refinaba palabras.

Lo seguían como cinco mil personas y perros.

Y vino uno y me pidió el canasto.

Allí estaban mis dos peces y mis cinco panes.

Y todos comieron y yo los miraba.

Y el tipo barbudo siguió hablando del cielo,

de su padre, de los hombres, de él. Yo lo escuché y me fui yendo.

Cuando llegué a casa me pidieron los panes

y me pidieron los peces mis padres lisiados, mis padres muertos de hambre.

Y yo les conté del tipo, de las cinco mil personas,

del Padre, del Hijo, del Cielo…

Ellos se miraron en silencio. Y luego se echaron a reír.

Se rieron tanto que terminaron llorando. Y dijeron que no era cierto.

Dijeron que yo era un reverendo mentiroso

y que ellos tenían mucha hambre.

Y me amenazaron. Mis pobres padres eran crueles.

–Ya verás –me dijeron–. Ya verás cómo es esto.

Y esa noche, mientras yo dormía me amarraron,

me cortaron las piernas y me pincharon un ojo.

Y por eso yo soy un lisiado. Un tuerto pobre y lisiado.

Y toco esta flauta compañera. Escuchen.

Es un pan que pasa conversando

con una mariposa y un ladrillo.

 

HABLANDO EN INGLÉS

 

El estudioso Richard Hateley

descendió del avión y un taxi lo dejó en la puerta

del Instituto de Entomología y Ornitología de Nueva York.

Se presentó, lo aplaudieron. Venía de Inglaterra.

Puso en la grabadora la cinta magnetofónica

y todos escucharon los cantos de muchos pájaros.

A cada rato Richard Hateley pedía detener la grabación

y explicaba los tipos de pájaros y hablaba hasta de su

árbol genealógico.

Otra vez los aplausos. Las fotos. Los anteojos.

Muchos zapatos negros brillaban impecables.

Luego de media horas dio vuelta el cassette.

Y ya al final de la cinta se escuchó un disparo.

Perfectamente grabado. Nítido.

 

(Anteriormente Hateley dijo

que todo lo oído pertenecía a una zona de monte virgen

existente en Argentina. Una riqueza natural impresionante

se almacenaba allí. Insectos y pájaros de todo tipo).

 

Y cuando otro estudioso de apellido Hudson

preguntó por el disparo que se oía en la grabación

Hatley respondió despectivamente

que se trataba de un disparo con el cual

había dado muerte al guía. Un argentino de 45 años.

–Lo tuve que matar porque me pidió protección

para la naturaleza de todo el mundo.

Protección para lo pájaros.

Que yo interceda ante las autoridades nacionales

promoviendo el desarme nuclear.

Miren, nada menos que a mí.

Nada hubiese ocurrido si me pedía un cheque por 500 dólares.

 

Entonces todos aplaudieron.

 

Y Hateley salió del instituto y viajó hasta el lugar

donde se hallaba en fabricación otra bomba nuclear.

Cuando entró, todos lo saludaron con sumo respeto

porque Richard Hateley

era el director.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NO DIGÁIS (O SÍ DIGÁIS)

Rima IV

 

Sencillamente

todo es poesía.

 

El drogadicto con su espiral multicolor

sobre el páncreas de la noche,

el detective tras las huellas

de su mujer profesional e infiel,

un cura arribando a un aeropuerto

y besando su suelo mellado por los pasos.

Un perro loco, un farmacéutico, un tuerto,

la ballena con dolor de muelas y el dentista:

todo es poesía.

 

Haya o no haya flores,

haya o no haya pájaros meando entre las ramas

y cantando, hayan mujeres aborteras o estériles,

haya o no haya sol o haya eclipse,

haya o no haya presidentes de facto,

haya votos, botes, votantes o botarates:

lo mismo habrá poesía.

 

Quieran o no quieran abrirse las bocas encendidas al beso,

cueste caro o barato ir al prostíbulo,

aunque se tome Coca–cola, agua Palau o vino Toro,

aunque se unan los extremos de los extremistas

y el extremo del centro y las figuras

de la geometría de los locos, o no,

aunque se quemen todos los libros de Bécquer,

los calzoncillos de Bécquer, los fósforos de Bécquer,

y aunque Bécquer vaya a llamar a los bomberos,

aunque este dictamen desaparezca

y aunque nadie lo lea:

lo mismo habrá poesía.

 

Y aunque la poesía se revele y les mande

un telegrama de despido a todos los poetas,

y aunque la poesía ya no quiera existir

y se pegue un tiro

y aunque muera y se pudra y la pisen:

lo mismo habrá poesía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

POESÍA PANCARTA

 

Todas mis poesías son pancartas

ya sean de zapatillas o alpargatas

ya sean patapilas o sin patas

ya sean de uñas sucias o corbata

con rima con rimel o rítmicamente

poesía–pancarta

pata de araña

escrita con los codos con las manos

con las orejas con la garganta

con el sexo con los huesos con la máquina

con palitos de yerba con café molido

con yogurt con leche fresca

con bosta fresca y patas de cabrito

con miseria con salpicaduras

con banderas haciendo el amor con sueños

con hombres y mujeres formando bandadas

fornicando como langostas

votando esperanzados y sin más esperanzas

qué le vamos a hacer

 así es la vida

 

la gente reclama lo suyo   no lo de otros

y sin embargo los otros se llevan lo poco

que tiene la gente

vamos hermanos

todos denme la mano

hagamos una manifestación a la vuelta del mundo

hagamos un anillo grande y fuerte y eterno

como ese que rodea a Saturno

llevemos mi poesía pegada en madera en latas

en chapadures en cartones en huesos

total esta poesía la aprobaron todos los que

gritan y callan los que conocen las dos caras

del sabor amargo y del sabor dulce que es un poco traidor

vamos

vamos hermanos

hagamos una manifestación

porque el mundo por las buenas o por las malas

tiene que cambiar

 

hagamos un mundo nuevo

seamos mundiales de una vez por todas

y el mezquino el egoísta el que niega el alma

y opone barreras y fronteras que se quede

que se pudra que se busque otro planeta

que se vaya

 

todas mis poesías son pancartas.

 

 

 

 

 

 

 

LA CABEZA HALLADA

 

 

 

 

La hallaron entre las dalias rojas

blanca como el yeso y blanda como una palta madura.

Los hombres corrieron con ella al antropólogo

y en el camino se encontraron con una adivina que dijo:

–Esa cabeza, según la Ley del zodíaco, es de un marciano decapitado.

Una mujer embarazada dijo que se parecía a la cabeza

de un muñeco de goma.

Un tipo de un restaurante se secó las manos en el delantal

y dijo que era una cabeza hervida.

Los Testigos de Jehová dijeron que era un anticipo

del Armagedón, del fin del mundo. Un farsante se agarraba el

estómago con las dos manos y se tiraba al suelo de la risa.

–Esa cabeza se parece a la cabeza de cerdo de mi suegra– decía.

Y todos vieron la cabeza balanceándose en una bandeja

de acero inoxidable. El periodista sacó su cámara Cannon

y disparó. El forense se acomodó los bigotes postizos y pensó

que la cabeza era igual a la de un calvo al que le había

realizado la autopsia esa mañana.

Los hombres llegaron a la casa del antropólogo y los seguía

un cardumen de curiosos.

Tocaron el timbre y salió la mucama.

– ¿Está el antropólogo?– preguntaron cansados los hombres.

La mucama entró y volvió a salir de inmediato

con un hombre cuya cabeza no se veía.

Es decir que no tenía cabeza.

Todos creyeron que era un mago o alguien

que se tapaba con algo para que no le vieran la cara,

pero no era así. A aquel hombre le faltaba

la cabeza.

 

Todos se quedaron estupefactos y atónitos cuando vieron

ese cuerpo incompleto. Solamente la cabeza saltó de la bandeja

y se unió al hombre decapitado.

–Muchas gracias, señores– dijo el antropólogo–. Muchas gracias

por devolverme la cabeza que había perdido hace diez años

entre las dalias rojas de la plaza del pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DESNUDANDO TRACTORES

 

Pasan los tractores verdes con sus acoplados marrones

como largas lagartijas sucias. Pasan los tractores

como deformes limones motorizados. Pasan.

Pasan con sus cráneos detractores de terrones, con sus ruedas

como rodajas de pan embebidas en aceite quemado.

Raulito, mi sobrino de tres años, los saluda con su sueño

de ser algún día tractorista. Pobre Raulito.

Los tractores se pierden bramando como leones en la infinidad

de la carretera negra. Desde arriba las palomas los miran

se codean preguntándose de qué color será la paz

que le reclaman los hombres al cielo.

 

Raulito se queda bramando como un tractor con la boca

en todas direcciones como los volantes de los tractores.

Pobrecitos los tractoristas, Raulito. Se pasan arando

horas y horas y el dueño de la finca se pasa timbrando

la plata del tractorista, horas y horas en los casinos,

en los juegos electrónicos, en las quinielas;

los dueños de las fincas se van de vacaciones al extranjero,

a la nieve en invierno y a la playa en verano, y hasta

hay dueños de fincas que no gastan de puros amarretes,

se hacen un montón de colchones rellenos con dinero

y se acuestan a invernar como los osos (invernan especulando).

Yo conocí tractoristas de cutis quemado, de cuero quemado,

de manos grasientas, de hambre pelado… Y también conocí tractoristas

despedidos, sin trabajo porque reclamaron

un sueldo justo a sus patrones. Se quedaron

con la sed atada a la cintura y con la desnudez de sus

hijos pegados como calcomanías en sus cerebros.

 

También conozco patrones (todos son similares)

que tienen sus chaleses a todo trapo y sus autos,

todos los años con la plata de las cosechas

se compran autos nuevos y la panza se les crece de tanto

comer carne y pasteles, y se les va creciendo tanto la panza

que tienen que ir a sesiones de gimnasia rítmica,

de gimnasia jazz, mientras tanto

los tractoristas se pelan la lengua en los veranos.

Andan sembrando poroto y sudor para cosechar miseria,

andan sembrando lágrimas y desvelos para que el patrón

coseche riquezas y bienaventuranzas.

 

Los tractoristas parecen tipos conformes, descansados, platudos,

pero no te dejés engañar por las apariencias, querido Raulito,

los tractoristas a veces no tienen qué comer

y se comen las uñas de los nervios.

Y yo te digo todo esto porque yo fui tractorista

y tuve muchos amigos tractoristas. Había uno que tenía

la mujer preñada pero se fue en el tractor

levantando tierra por los callejones, espantando gallinas,

cuises, perdices, y al quinto día de su ausencia

su mujer se enfermó y se murió porque no tenía

ni un cinco para comprar remedios, ¿y sabés qué le dijeron los

patrones de su esposo?: –Espere, señora, no podemos hacer nada

mientras su marido no cumpla con nosotros.

¿Y qué es “cumplir con nosotros”, Raulito? ¿Dejarse explotar?...

También conocí a un tractorista que tenía un hijito así, de tu tamaño,

que le pidió a los Reyes Magos un tractor de juguete,

pero a los pobres padres aquel día

apenas les alcanzó para medio kilo de pan.