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Investigadores
Mariano Cabezón

Por Rafael P. Sosa

u padre era un maestro esclarecido, don José León Cabezón, natural de Logroño (España), nacido en 1.767, que se radicó en Salta, empezando a enseñar en 1.787. Su madre, salteña, fue doña María Martínez Outes.

         De don José León, dice el Dr. Bernardo Frías ‘que regenteó durante treinta años su famosa escuela de gramática y latinidad en donde aprendieron la lengua de Virgilio y Cicerón, los que fueron después ilustres hijos de esta provincia. Sabemos que tenía por auxiliares a sus hijas doña Dámasa, doña María Josefa y doña Manuela, que más tarde se destacaron como maestras en las Repúblicas de Chile, Perú y Bolivia, en donde formaron sus hogares alejadas de nuestro país por la tiranía de Rosas. También lo secundaba en sus nobles tareas su hijo Mariano, quien puede decirse consagró a las funciones docentes ‘toda su vida’.

         En 1.817, fue aquel maestro llamado a Buenos Aires para dictar las cátedras de latinidad en el Colegio del Estado, regresando a Salta dos años después, cansado –dicen las crónicas- del carácter inquietante de la juventud porteña.

         Ya había abrazado desde sus comienzos la   causa de la Independencia, obteniendo después carta de ciudadanía argentina.
         En una biografía escrita años atrás, cuando era  presidente del Consejo General de Educación, y que seguiré en parte, decía haber visitado una escuela de varones, de las más antiguas de la Capital Federal, ubicada a dos cuadras y media de la Avenida de Mayo, en su nuevo edificio de la calle Cangallo, inaugurando en 1921 y que ostenta este significativo nombre ‘familia Cabezón’, al lado de su padre. Con él aprende latín, gramática, retórica y matemáticas. Completa esos estudios en el Colegio Franciscano.

         Desde 1.819 prosigue la obra de don José León Buenos Aires, aplicando el método pedagógico de Lancáster, que se consideraba el más adelantado.

         El presbítero Dr. Antonio Sáenz, rector de la Universidad lo hace nombrar en 1822 vicedirector y preceptor de la denominada Escuela Normal ‘que, en realidad, no era otra cosa sino el nuevo departamento de primeras letras, dependiente dela Universidad’, el que se componía de diez escuelas de la ciudad  y suburbios y de doce en la campaña, adaptadas todas al método lancasteriano’.

         Después de desempeñar durante cuatro años ese cargo en 1.826 vuelve a Salta llamado por su padre. Aquí, siguiendo su vocación funda una escuela de primeras letras. Dos años después cuando su padre y sus hermanas se trasladan a Chile, pensó acompañarlos, pero llamado por el general Antonio José de Sucre, que deseaba establecer en Bolivia una Escuela Modelo, accedió a tan honrosa solicitud. Muy halagüeña retribución para que continuara al frente de aquel Instituto se vino a Salta, en donde el gobernador general Pablo de la Torre lo nombrara preceptor público de primeras letras, por el método de Lancaster’.
         Ello da origen a su famosa ‘Escuela de la Patria’, ubicada en el mismo sitio ocupado por el edificio del Consejo General de Educación, frente a la plaza municipal.

         Don Manuel Solá Chavarría, prestigioso escritor y hombre público, en su boceto biográfico de Mariano Cabezón, a quien define como símbolo vivo de honradez y virtudes públicas y privadas, hace de El este retrato: ‘El carácter afectuoso, complaciente y humilde  del maestro Cabezón, su oficiosidad proverbial y la rectitud de sus sentimientos le captaron el aprecio y el respeto de cuantos le conocieron y a pesar de las resistencias que le oponían las pasiones de aquella época, se consagra con resignada paciencia a su labor diaria, tenaz y minuciosa, huyendo de toda participación política que pudiera comprometer su magisterio. El maestro Cabezón comprendía que la moral no puede ser para los niños un ramo de estudio, una parte del  programa, sino que debe ser algo así como la atmósfera que rodea la escuela en todos los momentos, que las más fructíferas lecciones constituyen los buenos ejemplos que se presencian o que escuchamos reavivados por la voz de nuestros padres o maestros’.

         La independencia de criterio del maestro Cabezón le hace cerrar las puertas de la escuela, para que sus alumnos no presencien el vejamen a que eran sometidos en la plaza unos amigos del gobierno. Por ello, y otras rebeldías de tan digno maestro –como el omitir en sus comunicaciones oficiales la consabida fórmula ‘Mueran los salvajes unitarios’-, la escuela es clausurada y él para evitar su castigo emigra a Chile, donde en la capital se hace cargo el 1º de abril de 1834 de la dirección del colegio que venía dirigiendo don José León Cabezón –ya de avanzada edad-, con el auspicio oficial del gobierno chileno.

         En Chile permanece hasta 1.814, cuando el entonces gobernador de Salta, coronel Manuel Antonio Saravia, no obstante los antecedentes antirrosistas de Cabezón, lo hace llamar para que reabra la ‘La Escuela de la Patria’. Al mismo tiempo continúa con su enseñanza particular, de la que se benefician muchos jóvenes no sólo de Salta sino también de Jujuy.

         Salta recibió de su enseñanza un beneficio incalculable. Quizás a ella se debiera la cultura de los hombres dirigentes de la provincia, preservándola de la ignorancia y de la crueldad. Refiérese que en 1.845 estaba orgullosa porque toda la juventud sabía leer. Ya en el año ’40 (gobierno de don Manuel Solá Tineo) llegaban a 22 las escuelas de primeras letras, sólo en la campaña.

         Por otra parte, su dominio de latín, en que seguía la tradición paterna, lo habilita como ‘secretario de la Curia Eclesiástica por la redacción en esa lengua sabia, de los documentos dirigidos a Roma papal’ (Manuel Solá Chavarría, hijo del antes mencionado).

         A fines de 1.852, se produce el fallecimiento de don Mariano Cabezón, tan pobre, que el modesto entierro hubo de ser costeado por sus numerosos discípulos y agradecidos discípulos.

         Una escuela de esta capital y un pasaje de la ciudad de Salta llevan su ilustre nombre.

Setiembre de 1.966.
        

 


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