Orán: la última población fundada
por los españoles en América en 1794

Por Andrés Mendieta


“Tal vez nada me cale tan hondo en el alma como tu nombre, Orán, tu nombre dibujándome horizontes de pá-jaros y agosto, tu nombre descubriéndome pasados con naranjos y coyuyos, y aun-que distante te vivo muy adentro tuyo me muero”.

Cada 31 de agosto se cumple un nuevo aniversario de la última fundación de los españoles en América, recordación que va ensamblada con merecida severidad de homenaje a los audaces y sagaces conquistadores que habían recorrido la extensa geografía que correspondía a la Intendencia de Salta del Tucumán –a la sazón que comprendía las actuales provincias argentinas de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca, como así Tarija –en el actual territorio de Bolivia- desde 1807. La zona que atrajo a los españoles era el valle de Zenta luego de haber visitado el Fuerte de San Andrés y la Reducción de Nuestra Señora de las Angustias.

Siendo gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán en 1792 Don Ramón García de León y Pizarro - uno de los más suficientes subalternos de los Reinos de España y de las Indias, ostentaba como per-gamino su eficiencia y contracción en tareas encomendadas tanto en Eu-ropa, África y América- recorrió nuevamente la zona antedicha y estudió la posibilidad de fundar una ciudad tras conversaciones mantenidas con sacerdotes de las Reducción de Nuestra Señora de las Angustias quienes lo exhortaron de fundar una posesión en las vecindades para el cultivo y la cría de ganado elementos que servirían para alimentar por años a los indígenas.

Tal posibilidad si bien era posible existía también una contra-dicción. Sería una tentación para los aborígenes no reducido para sa-quearlas.

De acuerdo a documentación manuscrita que se guarda en el Mu-seo Histórico del Norte como solución al planteo del clero León y Pizarro fundó la ciudad obligando a los pobladores que recibirían tierras a cultivarlas y a la cría de ganado.

La historia de una historia

Cuenta la historia que en 1792 Ramón García de León y Pizarro, quien ostentaba los títulos de Madrigal y Ruiz de la Torre, marqués de la casa de Pizarro, caballero profeso de la Orden Militar de Calatrava, Gran Cruz de la Isabel la Católica, teniente general de los Reales Ejércitos y gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán –con capital en la actual ciudad de Salta- reconoció “la gran utilidad que traería el estable-cimiento de una estancia en las inmediaciones del fuerte de San Andrés y reducción de indios matacos, titulada Nuestra Señora de las Angustias”, según puede leerse en una Real Cédula del Rey Carlos IV, fechada el 4 de diciembre de 1796.

En el mismo documento soberano se menciona al:

“mantenimiento de los soldados que guarnecen el referido fuerte: que excitado por otra parte a vista de las deliciosas llanuras del citado Valle del Venta, su situación, tempera-mento y las grandes ventajas que prometía la fertilidad del terreno por producir todo género de semillas, árboles y demás clases de materiales para construcción, concebisteis, desde luego, la idea de promover el establecimiento de una población, persuadido de la gran utilidad que de ella resultase al Estado, a la defensa de esas provincias y a muchos de sus vecinos…”.

Así el rey Carlos IV reconocía a Ramón García de León y Pizarro la fundación de la ciudad el 31 de agosto de 1794.

La fundación

Claro está que la concreción de ella llevó un proceso largo de trámites, muy propios de la época y porque no decirlo de estos tiempos. Esta no es una excepción: actualmente vegetan muchos trámites que duermen “el sueño de los justos”. Sólo basta detenerse en las denuncias que se realizan por los diferentes medios de comunicación –locales y nacionales- donde hay expedientes que pernoctan en los cajones de los funcionarios hasta por años.

Cuando algún “atrevido” le reclama por la demora “muy sueltos de cuerpo” responden: “en eso estamos traba-jando”. Sobre este punto es necesario refrescar la memoria de los “me-moriosos”. Durante el gobierno de Bernardino Biella (1958-1961) nin-gún expediente –especialmente en la cartera del ministro de Gobierno Julio Barbarán Alvarado- podía permanecer por espacio de 48 horas sin el trámite correspondiente. A los responsables del retardo se les aplicaba algún tipo de sanción. ¿Porqué no seguir estos ejemplos?

Retrotrayéndome a la historia de Orán existen testimonios de una proclama de León y Pizarro, fechada el 22 de febrero de 1794, donde manifiesta que:

“me produjo un conocimiento cabal de la comodidad y ventajas que los fértiles y dilatados terrenos de Zenta, hoy frontera de Jujuy, ofrecen para fundar un pueblo, villa o ciudad, que a los primeros pasos de su establecimiento, re-dunden en honra de Dios, en servicio del rey, en utilidad del Estado y en fomento de muchos individuos particula-res…”

Más adelante, según puede leerse en los documentos de la época, que se invitó a:

“todos los vecinos o moradores es esta provincia, (ya es-pañoles, ya cholos y ya mulatos) que, teniendo mujer, o hijos, o siendo recién casados, quisieran tener el honor, la satisfacción y el provecho de ser primeros pobladores y fundadores de la Nueva Orán, cuya denominación tendrá el pueblo, villa o ciudad que se estableciere”.

Fijó un plazo de tres meses para que se registraran y declararan el ganado que tuvieren, como así también las armas.

También, en el bando, León y Pizarro prometió a cada poblador un solar para que se construyese su vivienda y “formar plaza, calles y manzanas, o cuadras, como la ciudad más ordenada de América”.

Por otra parte, garantizaba facilidades de riego para que los pobladores obtu-vieran las posibilidades de hacer sembradíos y sementeras. No dejó esca-par el apoyo espiritual de quienes se alojarían la futura ciudad, Pensó en un párroco y en el aporte religioso de los padres doctrineros establecido en la Reducción de Zenta.

En julio de 1794, un mes antes de la fundación, comenzaron los trabajos de demarcación del pueblo con la presencia del gobernador Ra-món García de León y Pizarro y, en los primeros días de agosto, más de setenta padres de familia estaban abocados en la construcción de las viviendas.

Estaba previsto que en el acto fundacional se cumpliera el 31 de agosto, oportunidad en que se exhibiría el pendón bendecido el 22 en la Iglesia Matriz de Salta.

La nueva ciudad, bajo el nombre de Orán (en homenaje a la tierra natal del fundador ubicada en África) se pondría bajo la advocación de San Ramón Nonato, por coincidir con la fecha.

Aquel 31 de agosto

Fray Gabriel Tommasini cuenta que aquel domingo 31 de agosto de 1794, “día de San Ramón, nuestro Patrono, concurrió el vecin-dario a caballo, a la seña de un cañonazo, y los indios de la Reducción con sus adornos y pinturas, lo mismo que las demás parcialidades del interior del Chaco, llena la plaza de cristianos, catecúmenos y gentiles, que tocaban diversi-dad de instrumentos, a las diez del día se descendió el real estandarte, conducido por el alférez real, diputados, suje-tos de distinción, destacamento de tropas montadas, con salva de artillería, y vivas al Rey llegó la comitiva a la iglesia donde colocó el estandarte en el altar mayor, se cantó la misa y solemne Te Deum; concluida la función se condujo y depositó el estandarte en el balcón”.

También se dice que los festejos culminaron con la creación de un cuerpo de Dragones de 55 plazas por cada compañía y a la distribución y posesión de solares. En el acto fundacional estuvieron ochocientas per-sonas procedentes de Salta, Tucumán, Jujuy y Tarija.

Así nació Orán, la pujante población del norte de Salta.

 

 

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