Hoja Nº 13.... ........................ febrero de 2004

Nicolás entra en escena

Cuando corre hacia mí

mi cansada osamenta responde

con un espasmo emocional. Así que

bienvenido a esta escena

donde los títeres se apalean

por razones que ignoras tanto como yo.

Pero de todos modos alcanzaré a ser

el primer fracaso de tu vida

y tu primer sospechoso. No te molestes

en desmentirlo: considera este final

como un detalle en el curso de las cosas,

un accidente que ayudará a marcharme

antes de que me pidas explicaciones

por este tumulto. Tu llegada

quizás oculte la promesa de entender

lo que fue secreto para mí,

poeta de oscuro oído que no percibe el rumor

de un sistema coherente de realidad.

Desde mi último sillón asisto

a tus asombros. En tus ojos voraces

apuntan los titubeos prenatales

de un mundo que no me pertenece.

El mío se deshace, estupefacto

sobre los escombros de su propio centro.

Despide entonces a mi siglo con piedad.

Ahora tu oportunidad consiste

en cuidar el tuyo y tu cerebro,

mientras amaneces

y mi herencia son todas tus preguntas.

Homenaje

JOAQUÍN GIANNUZZI

(Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004)

Ilustración: Parpagnoli

Amantes en la noche

Nos amamos y apagamos el televisor

como negando la realidad. Pero el mundo

insiste en sus convicciones o las busca

por motivos que ignoramos o acaso

porque el crimen debe seguir su curso.

Desde afuera, sus figuras insomnes

presionan contra las paredes que nos refugian.

Se encarnan en el viento, aullidos

de neumáticos y en las inmediaciones

de todas las cosas, tiroteos

que no resuelven la discordia general.

Ahora acumula hojas secas

al pie de las ventanas y desliza

una carta de origen desconocido

por debajo de la puerta.

Pero florecemos desnudos en medio de la noche

donde el amor decide en su propia voluntad

y por él sabemos cómo hacer de la historia

un rumoroso escándalo que no nos concierne.

Dormitorio y nada

Espera. Cuando salgo

del dormitorio me detengo y vuelvo

mi perpleja cabeza de Lázaro.

Allí estuve yo

donde dormí cien años, sin fumar

ni cambiarme de ropa, sumergido

en la negación, sin culpas, aguas abajo,

puro bulto fisiológico, montón

tan impolítico que, no sé,

a lo mejor daba gusto.

La esposada
Su primera orina fluye libremente
asistida por una certidumbre que no me concierne
mientras preparo el desayuno, atada con una cuerda
que va de su cerebro hasta mi mano.
Al naufragar mi apellido en su poder
lo demás se destruyó a sí mismo
y consagró el fracaso
y la banalidad del sacrificio impar.
No se trata de platos, cosméticos o pañales,
toallas de la íntima aceptación,
sino esta desaparición callada
y mi lenguaje propio
acorralado en la garganta

como una hiel no resuelta.

Ahora que se demora
en reflexiones secretas
guardo en mis entrañas la llave imposible.
En esta oscura democracia asimétrica
entrego mi gratitud por un sitio en la cama,
y un mínimo de fe para respirar.
Mientras merodea en mi desvanecida luna

la utopía de un crimen y su justicia.

El carnicero

Ni Rafael modelando con azul

el manto de la Virgen

fue tan feliz como el carnicero de mi calle

cuando esculpe a cuchillo cada fragmento de carne.

Porque adora su oficio, el cuchillo

es un arma de precisión y conocimiento.

Su problema artístico es la repetición

pero tiene derecho

a una noción personal de la belleza.

Su ropaje blanco exhibe sin ostentación

la sangre del sacrificio de un ganado infinito.

Sólo le falta creer

en la gloria y resurrección de los cuerpos

sean de vaca, perro o de señoras y señores.


Oficio del esternón

Entre todos los huesos fue el más sensible

a las realidades de la época. Me delata

su experiencia. Cuando lo serrucharon

para el abordaje cardíaco

gimió en mi nombre pero resistió

y lo cosieron con alambre. Los años setenta

le silbaron balas a su costado soñador,

escuchó la masacre en la oscuridad

y pareció entender algo en un triste

crujido: pero yo pregunté lo suficiente.

Ahora le digo: desmayado pecho,

el futuro está despedazado,

hacete cargo del resto de mi invierno.

Dramaturgia de los objetos

Apacibles, en su reino seráfico, estables

en su crédulo corazón. Así,

esta mesa domina el arte

de persistir en su sitio. La inercia

es el compromiso de la materia. No obstante,

no parecen ajenos a nuestra conciencia.

Su silencio ejemplar mide la inocencia

pero a veces, en medio de la noche,

crujen y gimen por sus tendones más débiles

buscando su reposo natural.

De este modo, revelando sus pesadillas

su oscura dramaturgia nos recuerda

la responsabilidad humana

de no haber creado sino cosas mortales.

Accidente aéreo

Leímos que el accidente aéreo se produjo

a causa de una falla en el radar, cuando la niebla

devoraba esa noche el aeropuerto.

Aquí están los rostros en las fotografías

reproducidas en frío de los desolados documentos personales.

Destinos resueltos en una conmoción instantánea

al final de una parábola

cuyo curso no entró en los cálculos;

paralizados por un error

no previsto en la materia irresponsable

no del todo dispuesta

a coincidir con nuestras informaciones,

o por falta de amor en una incierta sección del mecanismo.

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