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EN NOMBRE DE LA POESÍA (El romance que liberó un preso)

Por Luis Wayar

En mayo de 1956 Hugo Genaro Brizuela cayó preso. Eran los tiempos duros de la Resistencia Peronista. Gobernaba Jujuy el capitán de navío (R) Andrés Schack, sucesor del contralmirante Gastón Carlos Clement, primer interventor milita designado por la “Revolución Libertadora”.

Schack mantenía una rigurosa vigilancia sobre la militancia peronista. Muchos de sus dirigentes estaban exiliados en Bolivia, otros permanecían en la provincia bajo sospecha. Entre éstos se contaba Brizuela, mítico activista incorporado al peronismo desde la izquierda. “El Vinchuca”, como se lo conocía, tenía una gran influencia sobre las bases y la dirigencia de la época. Eran un hombre peligroso que debía ser “sacado de circulación”. Fue a parar con sus huesos a la cárcel de Villa Gorriti. ¿Qué hacer? Poco y nada. El escarmiento de José León Suárez estaba allí nomás, muy cerca. No había lugar nada más que para la resignación y la esperanza.

Nadie, salvo uno, tuvo en cuenta la astucia y la seducción de la poesía. Ese uno fue el poeta salteño Manuel J. Castilla, amigo y compadre de Brizuela.

Castilla no era peronista. Por el contrario, había formado parte del staff del diario El Intransigente, órgano periodístico opositor a Perón y clausurado por éste en el último tramo de su gobierno. “El Barbudo Castilla” salió en defensa de su amigo empuñando la única arma que conocía. Así, escribió una “Carta Rogativa al Interventor de Jujuy, Capitán de Navío Andrés Schack, por Hugo Genaro Brizuela”. Se cuenta que el interventor recibió el texto en el atardecer del 21 de mayo de 1956. Lo leyó en la soledad de su despacho de la Casa de Gobierno. Llamó a su ministro de gobierno, el Dr. Jorge Horacio Fraga, y le ordenó la inmediata libertad del amigo del poeta. Lo imposible había ocurrido.


En nombre de la poesía
y de sus nobles amigos
y en el de los que en la noche
velan verseando sus vinos,
al señor Interventor, marino,
en respetuoso romance
mediterráneo le digo:

En la cárcel de Jujuy
cerca de un patio amarillo
entre uniformes azules
se halla Brizuela, mi amigo.
Soltarlo será justicia
y por eso se lo pido
y más porque quien vio el mar
y quien mandó sus navíos
sabe que se hallan tesoros
en su arena sumergidos
pero que no valen como
la libertad de un amigo.
Que si las sirenas cantan
su celeste sueño antiguo
es porque sus cabelleras
–ojalá que fueran de trigo–
se sienten en libertad
y quieren irse a los ríos.

Que quien se fue por los puertos
pisando nuevos rocíos
y vio la luna quebrada
sobre los mares bravíos,
sabe que la luna es luna
cuando anda libre en el río,
y que el viento sólo es viento
y flor en los remolinos
si va suelto por la tierra
cantando por los caminos.

En nombre de la poesía
yo le pido por mi amigo.

El mar cantará su nombre
de capitán de navío
y la rosa de los vientos
tendrá un perfume marino.

Manuel J. Castilla
Jujuy, mayo 21/ 1956


Este romance no se encuentra recogido en las obras completas de Castilla. Quizá así sea mejor, pues es patrimonio exclusivo del pueblo de Jujuy, que todavía recuerda el increíble –para éste y otros tiempos– episodio: ¡Quién ha visto o verá que un poema libera a un preso!


 

 

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