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Personajes, anécdotas y relatos de Salta

Manuel Mauricio W. Serrey

Por Andrés Mendieta

El médico que combatió al cólera en 1886

“El que dice: Amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve y no ama a su hermano a quien ve? Este es el mandamiento que hemos recibido de Él; si el que ama a Dios debe amar también a sus hermanos”.

eyendo a San Juan encontramos este pensamiento que nos llama a la reflexión. ¿Estamos cumpliendo con el amor al prójimo o atacándolo permanente con falacias y preocupados en la vida del mismo –aunque sea amigo- para resaltar sus traspiés para ridiculizarlo?.

La entrega que habla el apóstol pareció que se hizo carne en la profesión que abrazó el doctor Manuel Mauricio Wardbusku Serrey, distinguido médico y polígloto, quien llegó a Salta traído a la fuerza por el caudillo catamarqueño Felipe Varela. Serrey nacido en Memel, actualmente conocida como Kláipeda (ciudad del oeste de Lituania, es un puerto pesquero a orillas del mar Báltico) procedía del hogar conformado por el barón Manuel Wardbusku de Serrey y de doña Berta Esther Rössen. Después de llegar a la Argentina se radicó en La Rioja donde contrajo enlace con doña Clarisa Dávila y ya en Salta, por los motivos ya expuesto, tuvo aquí dos hijos: Conrado, lexicógrafo, apasionado por el idioma castellano; y Carlos quien llegó a ocupar una banca en el Congreso Nacional y a destacarse en el campo de las letras y como jurista.

Manuel Serrey –dominaba el hebreo, latín, griego, sánscrito, francés, inglés y castellano- durante la epidemia de cólera que azotó a la provincia en 1886 trabajó denodadamente en Metán y Campo Santo donde el flagelo asumió caracteres más graves.

SERREY Y LA MONTONERA

El doctor Manuel Mauricio Serrey, surge de la escasa documentación existente, hizo sus estudios de medicina en la Universidad de Koenigsberg (Prusia) y en Berlín (Alemania), graduándose en 1848. Por sus ideas republicanas debió expatriarse en momentos en que se producían los sucesos revolucionarios en ese mismo año. Llegado a América se estableció en La Rioja donde practicó el arte de curar.

Felipe Varela, cuerpeando las tropas mitristas, se unió con Elizondo –después del combate de Pozo de Vargas- para esconderse en las alturas de la chilena Antofagasta (entonces pertenecientes a Bolivia) y desde allí bajó a Salta donde esperaba proveerse de armas y alimentos. De paso por La Rioja incorporó a su vanguardia por la fuerza al médico Serrey.

En aquellos tiempos gobernaba Salta Sixto Ovejero quien, sabedor que al caudillo catamarqueño lo perseguía de cerca al coronel Octavio Navarro, no supuso que la ciudad fuera atacada por los vándalos de Varela. Pero, sólo cuarenta minutos fue defendida Salta y por espacio de una hora la ciudad estuvo situada en poder de los montoneros, quienes prosiguieron viaje a Jujuy.

En esas circunstancias de confusión sirvió para que Manuel Serrey se agenciara para escapar de las huestes de Felipe Varela.

EL MEDICO SERREY

establecido ya en esta ciudad se dedicó a ejercer su profesión especialmente en los sectores más indigentes, gratuitamente.

En 1886 los soldados del Regimiento 5 de Línea que habían acantonado en Metán, procedente de Buenos Aires para reemplazar al Regimiento 10, transmitieron el cólera (mal cuyos indicios se exterioriza con diarrea y la pérdida de líquidos y sales minerales en las heces, vómitos, sed intensa, calambres musculares, y en ocasiones, fallo circulatorio) a una vendedora ambulante. Esta enfermedad se extendió en toda la provincia. La ciudad capital, Cerrillos, Chicoana, Rosario de Lerma, La Viña, Guachipas fueron los lugares más castigados por la enfermedad. Tanto en Metán como en Campo Santo se ocupó en trabajar Serrey enviado por el entonces gobernador Martín Gabriel Güemes, nieto del prócer; mientras que el presidente del Consejo Nacional de Higiene se fugó a los Valles Calchaquíes.

En la vida de Manuel Serrey no todo fue color de rosas. No al haber revalidado su título se le prohibió ejercer la profesión a la que tanto había dado.

Ocupó cátedras de lenguas en el Colegio Nacional en mérito al predominio de diferentes idiomas. A través de la figura del germano Manuel Mauricio Wardbusku Serrey se tributa un sentido homenaje a todos aquellos inmigrantes que llegaron a este suelo y con sus esfuerzos lograron, junto a los criollos, construir la gran nación argentina y, a las autoridades provinciales y nacionales les recuerdo aquellas palabras de Nicolás Avellaneda: “Los pueblos que olvidan de sus tradiciones pierden conciencia del destino. Y los que se apoyan sobre sus tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir”.

 

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