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Personajes de Salta

El “loco” Wilde y su congénere Honorato
Oliva dos personajes de la Salta de antes

Por Andrés Mendieta

"Buenos Aires está enfermo. Lo han dejado las epidemias de cólera y fiebre amarilla, pero lo aqueja otra enfermedad interna. Este pueblo padece de una afección moral, de un trastorno funcional de las pasiones. La causa de esta afección es la necesidad, pero no la necesidad imperiosa de vivir y de poder emplear los elementos necesarios para mantener en función los organismos. Los habitantes de Buenos Aires, tienen qué comer, con qué vestirse, aire para respirar, terreno en qué caminar, luz para ver y todos y todos los demás elementos que utilizan los órganos para mantener sus funciones…". (Eduardo Wilde)

emoviendo viejos archivos vinculados a los personajes de la Salta “de antes” tropecé con apuntes sobre un protagonista que, con sus desvaríos, dio mucho que hablar tanto a las autoridades locales como a los vecinos. Me estoy refiriendo a Wenceslao Wilde -hermano del célebre médico, estadista y escritor Eduardo Wilde- quien supo desempeñarse como profesor en el Colegio Nacional. Para iniciar este trabajo me ha servido un párrafo de una carta que escribió Eduardo Wilde, en 1878, cuyos términos como dice Sánchez Discépolo en su "Cambalache": "Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé... (¡En el quinientos seis y en el dos mil también!)…", salvo cambiando algunos términos es de actualidad. Lo dejemos ahí…

Wenceslao nacido accidentalmente en Tupiza (Bolivia) llegó a Salta cuando aun era un niño, siguiendo a su padre el Coronel Diego Wellesley Wilde, del ejército regular boliviano, que huía de su país por razones políticas y su madre, doña Visitación García fue una distinguida dama tucumana de filiación unitaria; quienes se había exiliado en Bolivia durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas.

El personaje de hoy era más conocido por el “loco Wilde” que el de su propio nombre. Su anecdotario es muy rico como aquel que se titulaba como presidente del “Club de los Muertos” cuyos integrantes erróneamente habían sido consignados en la lista de difuntos por los diarios durante la epidemia del cólera que afectó el norte del país.

Entre otras de las extravagantes fechorías del “loco Wilde” -quien frecuentemente era acompañado por otro excéntrico personaje de la Salta de antes, Honorato Oliva- fue cuando tuvo la escandalosa idea de ingresar a las monjas de clausura del Convento de San Bernardo. Sea como sea. Llegó hasta el monasterio y tocando la campanilla ubicada a un costado del torno y cambiando su voz le expresó a la monjita portera que traía un obsequio para la comunidad en nombre de una caracterizada vecina. Sorprendida en su buena fe la religiosa hizo girar el torno situación que aprovechó Wilde cubierto su cuerpo con ropas muy ligeras.

Ya dueño de la situación el “loco Wilde” comenzó una desaforada carrera por las galerías del claustro ante el estupor de quienes, a pasos lentos, rezaban con el breviario o con sus rosarios. El terror se hizo cargo del claustro mientras alarmantes gritos proferidos por las religiosas se perdían en cada una de las celdas. Mientras tanto la monja portera echaba al aire las campanas de la ermita en procura de auxilio. Antes que llegara la policía Wilde se alejó del lugar siendo detenido horas después.

En otra oportunidad Wilde fue a “visitar al comisario de Policía” en dos carros cargados con sus muebles aduciendo que cuando lo llevaran preso podría gozar de las comodidades que le proporcionaba su hogar.

Para finalizar esta curiosa nota les puedo decir que de Honorato Oliva se puede comentar que durante el invierno usaba trajes de seda y su cabeza la cubría con un sombrero “panamá”. En días de lluvia se bañaba en la calle con traje, bajo los chorros de agua que desagitaban los techos por las características canaletas.

 

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