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Antonio Yutronich

Nació en Salta el 9 de junio de 1928, hijo de un croata y una española. De su padre, que arriba a Salta para la construcción del ramal del ferrocarril Huaytiquina, recibe la conexión con el mudo de la literatura y el arte, encontrando luego estímulo a su vocación creadora en las personas de Juan Carlos Dávalos, Manuel J. Castilla y el Doctor Gustavo Leguizamón. Se inició en la pintura con el artista tucumano Manuel Catán y posteriormente con Lino Eneas Spilembergo cuando Éste estuvo en Salta.

En la vida de este artista sólo tenía cabida la pintura, su arte, ese arte que durante tantos años lo vio recorrer su mundo, cargado de energías y ganas de hacer. Para Salta, Yutronich fue un personaje entroncado en sus calles, en su tiempo, en su gente. Le interesaba el entorno, el hombre y la circunstancia de ese hombre, “ mi arte quiere penetrar en ese mudo”, nos dice.

Y en ese mundo, este hombre trashumante, de mesas de café y de pasos nerviosos, vivió su vida, exponiendo sus obras en salas y predios, deliberando con poetas, escritores y músicas, en un intento por enriquecer su alma ávida de caudales vitales, para seguir así su camino de creación permanente que fue sin duda su único universo y su único nutriente, hasta su muerte acaecida en 1996.

El pintor de su aldea

Yutro, como afablemente lo llamaban sus amigos, se alejó muy pocas veces de su provincia natal como él mismo lo afirmaba: “He salido poco de Salta, pero eso no me encierra en el localismo. Creo en Tolstoi cuando escribe: “si quieres pintar el mundo, pinta tu aldea”. Esta afirmación se evidencia en su obra, donde la temática regional y americana se manifiesta a partir de formas plásticas eminentemente europeas.

Romero Brest expresa con respecto al artista: “su pintura se erige como una interrogación profunda a la realidad americana, más precisamente andina, hecha por alguien que conoce desde adentro, sin haberse instalado cómodamente. No hay curiosidad de extranjero ni identificación cabal del autóctono ingenuo, sino una toma de distancia reflexiva que, sin desconocer los criterios universales y sobre todo europeos, reivindica una visión propia, no superficial y nada romántica. Yutronich no retrata el entorno. El paisaje está de alguna manera en sus cuadros, pero no se lo ve. Un rigurosos proceso de abstracción toma los más diversos elementos para centrarlos en una visión antropológica difícilmente encasillable porque no maneja conceptos covencionales.

La imagen presenta al hombre americano, andino, -dice el pintor-, sumergido en sus enigmas ancestrales y abordado por las pasiones actuales en búsqueda de su identidad. Sus perfiles aparecen mediatizados en la piedra rugosa y teñidos de los colores terrosos, indefinidos: verdoso amarillento... como si la pureza cromática del arco iris le fuera esquiva. Y el gris y el negro como protagonistas.

Tampoco la solidez es sinónimo de algo dado rígidamente pues la interrogación que mencionáramos antes es como un movimiento medular, íntimo, siempre presente, si la simbología se remite a las raíces tradicionales –cerámica, mitología- el tratamiento es netamente contemporáneo. En este conjunto de obras el tiempo es totalmente abstracto. No hay un transcurrir ni una referencia cronológica en los dibujos.
Los rostros no tienen edad precisa, son vagamente jóvenes o adultos, tal como el propio pintor. Pero el lenguaje es hoy, para las inquietudes metafísicas de siempre. El hombre frente a lo absoluto repite una vez y otra, aquí con pinceles, exigente y sin estridencia, con una emoción modulada y apenas sugerida, desde su América ¿Por qué? ¿Por qué? ¡El tribuno, 29 de agosto de 1984).

Pintó incansablemente con el afán de penetrar en lo más hondo del hombre de la región, con un leguaje plástico que se enraíza en el expresionismo, para llegar luego a un personalismo cubismo. En su murales como en las pinturas, la forma emerge poderosa, desde una especie de caos cósmico, que se funde en increíbles texturas, las que en algunos casos constituye verdaderos relieves. Fue además un incansable experimentador de técnicas, pues de se expresaba usando desde las más tradicionales hasta las más complejas y experimentales.

Recibió numerosos premios y realizó variadas exposiciones en Salta y Buenos Aires, su obra se encuentra en colecciones privadas de Israel, Francia, Alemania, Estados Unidos y países de Latinoamérica. Su nombre figura en el diccionario de artistas plásticos en la argentina, dirigido por Vicente Gesualdo y editado por Inca en 1988.

Premios y distinciones: Premio Comisión Nacional de Cultura, Salta (1949); tercer Premio Pintura Museo Castagnino, Rosario, Santa Fe (1958); Primer Premio Poema Ilustrado junto al poeta Miguel Carreras, Tucumán (1971).

 

Información extraida de llibro "Vida Plástica Salteña" de Carmen Martorell y Margarita Lotufo Valdés.

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