Por Roger M. Haigh
                                    Después  de 50 años de apática tolerancia de la sociedad de los Estados Unidos, los  especialistas en la materia fueron llamados a responder complejos interrogantes  respecto a las áreas de interés. Como resultado, se ha encontrado gran cantidad  de material que servirá de guía para responder a éstos. 
                        El entendimiento entre dos  culturas con un sistema de valores, gobiernos y gente muy diferente es  probablemente el motivo que aparece más frecuentemente. Este motivo ha  producido un marcado énfasis en las diferencias de las dos culturas y un  fenómeno que muchos estudiosos presienten como único en América Latina.
                        El fenómeno del caudillismo es  una de las características que ha recibido la atención de los estudiosos. El  término caudillo significa líder militar. Ha obtenido un significado  derogatorio mayormente por la asociación del término con personajes como  Francia, Rosas, Villa, Gómez, Franco, y más recientemente, Fidel Castro. Como  resultado de esta asociación, los estudios sobre los caudillos como una clase  de líder tienden a disminuirlo a una expresión autocrática de algún tipo de  debilidad en el carácter de América Latina, y clasifica a los caudillos entre  las diversas características desafortunadas de la sociedad Latina.
                        Uno de los primeros caudillos fue  Martín Güemes. Luchó en la guerra por la independencia en Argentina y gobernó  la provincia de Salta, situada en el noroeste, desde 1815 a 1821. Durante su  gobierno la provincia rechazó diversos intentos de penetración española. Como  resultado de sus acciones aparentemente arbitrarias, el término caudillo,  déspota, y tirano se han usado frecuentemente 
                        Martín Güemes nació en Salta en  1785. Su padre fue Tesorero Real de la Provincia, y su madre formaba parte de la  prominente familia Goyechea de Jujuy. Fue uno de nueve hermanos, y los  matrimonios de sus hermanos tenían como finalidad contribuir en su carrera. Su  padre murió en 1807, y su madre  volvió a  casarse pasando a formar parte de la familia Tineo, por ende estableciendo más  conexiones de importancia.
                        Güemes se educó en Salta; a los  14 años se enroló como cadete y comenzó su carrera militar. Sirvió en Salta  hasta 1805, año en que su unidad fue transferida a Buenos Aires. Participó en  la resistencia a las invasiones inglesas como auxiliar de Santiago de Liniers.  Por la muerte de su padre, en 1807, Güemes regresó a Salta, permaneciendo allí  hasta la ruptura con España en 1810, cuando es  incorporado a la guarnición en Salta con el grado de teniente.
                        Su primera instrucción fue una  expedición de observación al Alto Perú en manos realistas. Como resultado del  éxito de la operación fue promovido a capitán. Su posterior carrera militar  incluyó servicios con Balcarce en el Alto Perú en 1811, con vinculación con el  Estado Mayor, y participación en el sitio a Montevideo. En 1814 Güemes regresó  a Salta con una expedición militar para reforzar el ejército al mando de  Belgrano en Tucumán. José de San Martín reemplazó a Belgrano en ese mismo año,  y le encomendó a Güemes que se hiciera cargo de la defensa de Salta. Apenas arribado  a Salta encontró que se estaba poniendo en marcha una campaña defensiva bajo el  liderazgo de estancieros locales. Estos grupos estaban comandados por su tío,  Pedro José Saravia. Güemes asumió el control y rápidamente expulsó a los  españoles de la provincia.
                        Luego de asegurar la provincia de  Salta, Güemes acompaña a Rondeau en la invasión al Alto Perú en 1814. Participa  en la batalla de Puesto del Marqués, y regresa a Salta en 1815. En mayo, fue  elegido gobernador. Hasta ese momento había estado totalmente dedicado a su  carrera militar. Desde 1815 a  1821, su carrera adquiere características comúnmente asociadas a caudillos, tomando  medidas por las que lo tildaron de tirano. El propósito de este paper es  indicar que Güemes no fue un tirano, pero que fue creado y controlado por una  estructura de poder mucho más estable que sostenía el control político,  económico y militar de la provincia.
                        Salta estaba situada en un punto  de descanso en la ruta del comercio desde Buenos Aires a Lima, capital del  virreinato del Perú hasta 1776. Todas las mercancías al llegar a Salta en  carros debían ser transferidas a mulas para poder cruzar los Andes. Gracias a  la ruta comercial que atravesaba la ciudad, los salteños prosperaban y  disfrutaban de la venta monopolizada de mulas a las caravanas que se dirigían al  Perú. Como resultado de las ganancias de estas ventas, las tierras alrededor de  la ciudad eran usadas para el pastoreo de estos animales. Estas tierras pertenecían  a familias criollas que controlaban la mayor riqueza de la provincia.  Durante el período colonial, estas familias  demostraron su poder con la dominación del cabildo, sus menciones en los  documentos del virrey, y los frecuentes matrimonios con oficiales españoles.
                        La ruptura con España en 1810,  mediante la eliminación de los oficiales españoles, aumentó el poder de estas  familias. Desde 1810 hasta 1821 esta estructura familiar brindó la fuente  básica de poder que posibilitó que Salta repeliera siete invasiones y la  convirtió en merecedora del título “Bastión del Norte”.
                        Para determinar la composición de  la estructura familiar, se llevó a cabo una búsqueda de documentos de la época  de la colonia y de la independencia que reveló una frecuente mención a varias  familias poderosas, específicamente los Figueroa, Cornejo, Saravia y Toledo.  Otras investigaciones sobre la naturaleza de estas familias revelaron que ellas  controlaban la mayoría de la riqueza de la provincia y estaban directamente  relacionadas con aquellos que manejaban otras áreas. Estas relaciones fueron el  resultado de una  multiplicidad de  conexiones de parentesco, una red de familias que conformaron la elite  socio-económica de la provincia. Las conexiones de parentesco eran fortalecidas  por un contexto étnico similar, intereses económicos mutuos, y un escenario  particular común. La estructura familiar de Salta, por lo tanto,  representaba la combinación de diversos tipos  de grupos solidarios informales, conectados íntimamente por repetidos vínculos de  parentesco. El núcleo de esta elite de parentesco estaba compuesto por las  familias Cornejo, Figueroa, Saravia y Toledo.
                        Cuando abordamos el tema de  parentesco, la singularidad de la institución de la familia es inmediatamente  visible. La familia española era inusualmente fuerte debido a su posición, no  sólo en lo relativo a las costumbres sino también a las normas laicas y  religiosas. La familia se formalizaba por ley con un detallado cuerpo de  regulaciones que controlaba varias manifestaciones sobre la vida familiar.  Entre éstos habían códigos que regían la dote, rangos, mayorazgo, y el cuidado  de niños huérfanos y adoptados. Estas regulaciones le dieron a la familia  española un sustento básico en la responsabilidad legal. La Iglesia también le brindó  fuerza adicional. El matrimonio era santificado y protegido por los sacramentos  de la Iglesia,  y la administración de sacramentos a los niños le dio a la familia  reconocimiento como tal. Este entorno legal y religioso le otorgó a la familia  española una solidaridad poco común.
                        La posición de la familia en  Salta fue reforzada por las condiciones locales. La inaccesibilidad de la  provincia, la concentración de familias en los valles aislados, la difícil  comunicación y el complicado transporte en los primeros años del siglo  diecinueve, fueron las condiciones más visibles. Estos factores tendieron a  limitar el alcance y los contactos de los salteños con otras áreas fuera del  territorio de la provincia; produjeron una multiplicidad de conexiones internas  en asuntos socio-económicos locales  y  restringieron  las relaciones exteriores.
                        Finalmente y más importante era  el tamaño de la provincia. 7000 personas habitaban en la ciudad; en la  provincia cinco veces ese número. Esta escasa población, acompañada de una tasa  de crecimiento bastante estable, podía,   en unas pocas generaciones de matrimonios interrelacionados, provocar  una provincia de parientes. Esta amplia familia tendría sus líderes que  provendrían de la elite y de las familias cercanas a ella.
                        Económicamente, las cuatro  familias principales eran estancieros y controlaban las tierras de Salta. La  primera evidencia de la fuerza de este grupo económico data de 1778, año en que  los Figueroa, los Cornejo y los Toledo fueron tres de los cinco donantes que proveyeron  las bases fundamentales para el establecimiento del tesoro real en Salta. Desde  1810 a  1815 el poder económico de este grupo quedó demostrado por el apoyo brindado a  la milicia de Buenos Aires en varias invasiones al Alto Perú. En 1810, por ejemplo,  los Figueroa donaron 22000 pesos plata al ejército comandado por Balcarce; en  1812 los Saravia donaron 5000 cabezas de ganado; los Cornejo también donaron  ganado y equiparon a una unidad de 1000 hombres que se desempeñaban en la  fuerza porteña; y los Toledo entregaron más de 1300 caballos a los ejércitos  que se preparaban para invadir el Alto Perú. Por todos estos aportes, Feliciano  Chiclana, el primer representante de  la Junta de Buenos Aires en  Salta, constantemente alababa a estas familias por prestar un servicio  invaluable en la causa de la independencia.
                        Militarmente, la fuerza de estas  familias puede ser mejor explicada considerando la naturaleza corporativa de las  mismas. Entre los límites de esta institución el terrateniente era el patrón de  todo aquel que viviera en su tierra. En Salta, el gaucho había adquirido una  posición sedentaria en los grandes campos, trabajando como lo hacían los  vaqueros en el Oeste Americano. Cuando la estancia era amenazada, los miembros  de la familia del patrón lideraban a los gauchos en su defensa. De esta manera,  los Cornejo encontraron la forma de poner en el campo cerca de 1000 hombres,  los Figueroa alrededor de 500, y los Saravia 600. Junto con unidades similares  bajo el liderazgo de las familias afiliadas, las fuerzas de la elite de  parentesco eran constantemente el grueso de las tropas que defendió Salta. La  unión de las fuerzas económicas y militares de estas familias formó una vasta  red de conexiones con lazos familiares. Debido al matrimonio de María de Toledo  con Antonio Figueroa, los Toledo y los Figueroa eran parientes. Esta conexión  entre los Figueroa y los Toledo es indicativa de interconexiones entre la elite  de parentesco y las otras familias adineradas de la región. En dos generaciones  los Figueroa y los Cornejo se casaron entre sí seis veces y los Cornejo y los  Saravia, dos. La frecuencia de uniones produjo una superfamilia que, en dos  generaciones, contrajeron matrimonio con 36 otras importantes familias de la  zona. Si la cantidad promedio de parientes en una familia es alrededor de 50  miembros, la elite de parentesco y las familias asociadas tendrían un total de  2000 personas o cerca del 5 por ciento de la población de la provincia de  Salta. Esta red fue la estructura que controló no sólo la vida socioeconómica  de la provincia sino también al caudillo Martín Güemes.
                        El poder político de la  estructura puede ser medido más precisamente con la representación del grupo  familiar en los ámbitos del gobierno, en el cabildo y en las asambleas  provinciales. El principal órgano político era el cabildo o consejo de la  ciudad; sólo se convocaba a asamblea provincial por motivos especiales.
                          Antes del acceso de Güemes a la  gobernación, el poder del cabildo en los asuntos provinciales era revisado sólo  por un representante de la junta de Buenos Aires. Este representante mantenía  la posición de gobernador de la provincia y presidía las asambleas en el  cabildo. Durante el período de 1810   a 1815, fueron 37 personas diferentes las que ocuparon  su banca en el cabildo; 30 de ellos fueron o miembros de las cuatro familias  líderes o estaban directamente relacionadas con ellas. Esta fuerte  representación le otorgó a la elite de parentesco una mayoría efectiva de los  miembros de cada cabildo en este período.
                        En mayo de 1815 Martín Güemes  regresó a Salta desde el Alto Perú, y a su llegada, el cabildo lo eligió gobernador.  Los historiadores generalmente se interesaban en la legalidad de la elección y  la ruptura del control de Buenos Aires. La pregunta de por qué Güemes fue elegido  ha sido desechada haciendo referencia a su reputación como militar y su  popularidad con las masas. A pesar de que estos factores, indudablemente,  incidieron en su elección, no brindaron   una respuesta completa. Desde 1812 la provincia era un campo de batalla,  por lo que Güemes no era el único salteño que tenía una admirable reputación  como militar, su popularidad con las masas se limitaba a los gauchos, quienes  vivían en las zonas menos civilizadas de la provincia y no gozaban de  influencias políticas. Su posición en la elite de parentesco fue más importante  que su habilidad como militar y su carisma.
                        En mayo de 1815 ocho hombres  conformaban el cabildo en Salta, siete de ellos eran familiares de Martín  Güemes, el más cercano fue su hermano, Juan Manuel Güemes. La conexión de Güemes  con la elite era directa; su hermana Francisca estaba casada con Fructuosa  Figueroa y Toledo; su tío materno, Lorenzo, con María Ignacia Cornejo; su tía  paterna, Bárbara Tineo, con Pedro José Saravia. Estos vínculos relacionaban a  Martín con las cuatro familias líderes de la localidad. Su acceso a la posición  que anteriormente ocupaba el representante de Buenos Aires no fue usurpación  del poder sino una eliminación del único regulador del poder de la elite de  Salta reemplazando a un extraño por un miembro de las familias del círculo  dominante.
                        Güemes gobernó la provincia de  Salta durante un período de caos en la historia argentina. Lo que antes de 1815  parecía unidad nacional colapsó con la ruptura entre José de San Martín y el gobierno  central de Carlos Alvear. Desde 1816   a 1818 el país estaba unido por el Congreso de Tucumán.  Entre 1818 y 1820 la unión desapareció y la autoridad se vio reducida a los  límites de las provincias o incluso de las ciudades.
                        Durante la administración de  Güemes, Salta tuvo muy poco contacto con los problemas de la nación ya que la  mayor preocupación seguía siendo la supervivencia al poder de los españoles en  el Alto Perú. Durante este período de seis años, la provincia enfrentó y redujo  cuatro invasiones españolas, en 1817, 1819 y 1821. Como gobernador de la  provincia, la mayor preocupación de Güemes era la defensa de la zona, y  demostró ser un hábil  jefe militar.
                        La autoridad y el poder ejercido  por Güemes estaban relacionados con el apoyo que le brindó la estructura  familiar. En todos los problemas que afrontó la provincia, las familias le  otorgaron a Güemes  un apoyo competente.  En esas ocasiones, era visto como un líder con gran poder. Siempre que su  interés coincidiera con aquel del grupo, él compartía el poder y se beneficiaba  con su ejercicio de la autoridad. Ejemplo de esto fueron las invasiones  españolas, el intento de Rondeau de requisar 1000 rifles que pertenecían a  Salta y que Güemes consideraba indispensables para la defensa del territorio y  sus intentos por purgar a la sociedad salteña de simpatizantes españoles. En  estos casos, la estructura familiar lo respaldó y sus proyectos se llevaron a  cabo.
                        Políticamente, la elite continuó  dominando la provincia. El cabildo de Salta fue controlado por una efectiva  mayoría de miembros pertenecientes a la   estructura familiar, excepto en 1820, año en que se estableció una  asamblea provincial para manejar los asuntos relacionados a la provincia, y el  grupo familiar lo dominaba. Nueve de los quince miembros pertenecían a la  elite. Por lo tanto, el  poder político del  cabildo, esencialmente fue el mismo durante la administración de Güemes que  antes de que se desempeñara como gobernador. La única diferencia era que el  gobernador era también miembro de la estructura más que un representante de  Buenos Aires. El relativo poder militar de las familias disminuyó entre 1815 y  1821. Mientras que los estancieros todavía mantenían el dominio de sus  unidades, Güemes regularizaba la milicia urbana, reorganizaba la defensa, y  creaba nuevas unidades al mando de jefes profesionales. No obstante, en 1817,  en el apogeo del poderío de Güemes, después de la exitosa expulsión de La Serna, la elite de  parentesco toma el control de cuatro de las seis divisiones de gauchos, y sus  miembros ocupan  posiciones claves tales  como Jefe de Milicia y Jefe de la Frontera.    Es necesario considerar  las áreas de desacuerdo entre Güemes y la elite de parentesco para medir su  relativo poder y el del grupo al cual pertenecía. Entre 1815 y su muerte en  1821 existieron sólo tres serias cuestiones de conflicto entre ellos. Estas  fueron un programa de reforma agraria en 1817, un programa de reforma impositiva  en 1820, y la guerra con la vecina provincia de Tucumán en 1821. Güemes estuvo  a favor de estos tres ítems pero la elite se mostró tanto firmemente en contra  como desinteresada.
                        Estos tres programas fueron el  resultado de diferencias básicas con respecto a las ambiciones de Güemes y las  de la elite de parentesco. Güemes estaba primero interesado en derrotar a los  españoles, y segundo en el bienestar de la provincia. La elite, en cambio,  estaba interesada en su propio bienestar y en el de la provincia primero, y en  derrotar a los españoles en segundo en un pobre segundo lugar.
                        En 1817  Güemes intentó recompensar a los gauchos que  habían luchado contra La Serna  exceptuándolos de pagar los impuestos a los propietarios de las haciendas. Los  hacendados, incluyendo aquellos que pertenecían a la elite, se opusieron a esta  agresión a sus propiedades, y los gauchos no aceptaron la quita del impuesto ya  que la devoción que sentían por sus patrones era mucho más fuerte que el deseo  de no pagar impuestos. Güemes abandonó su idea.  
                        En 1820 San Martín urge a Güemes  a montar una ofensiva contra el Alto Perú. Para sustentar este objetivo militar  Güemes propone a la asamblea provincial que se adopte un sistema de impuestos  conveniente para garantizarle una confiable fuente de recaudación. Su propuesta  incluía impuestos que serían recaudados por la elite. Esta fue votada en contra  y la carga de impuestos se ubicó como uno de los intereses esencialmente en  contra de la elite. Estas eran la   Iglesia, pequeños comercios y la población ciudadana.
                        La preocupación de Güemes por la  invasión al Alto Perú provocó, en 1821, la guerra con Tucumán. La guerra civil  se había desatado entre Tucumán y Santiago del Estero contra el sur de Salta.  Este conflicto impidió que Güemes obtuviera provisiones que habían sido  prometidas por las otras provincias. Sin este apoyo su invasión al Alto Perú no  era posible pero en lugar de darse por vencido con este proyecto, Güemes le  solicitó permiso a la asamblea provincial para invadir Tucumán y reabrir la  ruta para el traslado de las provisiones. La elite, votando a favor nueve de  once, le dio su aprobación. La situación cambió rápidamente cuando las fuerzas  del salteño fueron vencidas por Tucumán   y los realistas lanzaron una nueva invasión sobre la provincia desde el  norte. La provincia en ese entonces, enfrentaba hostilidades de los españoles  en el norte y de Tucumán en el sur. Güemes abandona Salta para hacerse cargo de  las unidades que luchaban contra los españoles en el norte y dejó a la elite en  control del cabildo. El 21 de mayo de 1821, el cabildo votó la destitución de  Güemes como gobernador e hizo las paces con Tucumán. Esta acción inició una  breve contienda entre Güemes y la estructura familiar que terminó en su muerte.
                        El cabildo posicionó a Saturnino  Saravia como gobernador y a José Antonio Cornejo como jefe militar de la  provincia. Güemes al escuchar de noticia y regresa a la ciudad el 31 de mayo  con una tropa de 600 hombres para asumir el control. Siete días después una  fuerza realista de varios cientos de hombres penetró en Salta durante la noche  e hirió fatalmente a Martín Güemes.
                        Después de la muerte de Güemes se  llevó a cabo una reunificación de intereses. Terminó la guerra con Tucumán y las  fuerzas de la elite bajo el mando de José Antonio Cornejo, Apolinario Saravia,  y Luis Burela se unieron a las fuerzas de Güemes; para mediados de julio habían  expulsado de la provincia a los realistas. Saturnino Saravia y José Antonio  Cornejo, ambos miembros de la elite, controlaban, respectivamente, los asuntos  políticos y militares.
                        Algunas bastante curiosas  circunstancias alrededor de la muerte de Güemes sugieren que los realistas  fueron guiados por fuerzas locales. La primera incongruencia fue que una fuerza  enemiga de tal magnitud pudiera penetrar en Salta sin ser vista. Esto contrasta  abruptamente con la vigilancia que los salteños mantenían sobre los movimientos  realistas con anterioridad. La segunda curiosa característica fue la reacción  de Güemes a la emboscada, ya que él inmediatamente asumió que se trataba de un  movimiento interno. Finalmente, existe cierta evidencia de que los realistas  fueron asistidos en su entrada a Salta por líderes gauchos como Pedro Zabala y  Ángel M. Zerda. Güemes fue ciertamente muerto por tropas realistas, pero es  dudoso que su muerte haya sido necesariamente el resultado de un encuentro  casual. El abrupto fin de una lucha de poderes entre Güemes y la elite podría  no haber sido accidental.
                        Resumiendo, es evidente la  relación entre Güemes y la elite, la constante dominación de la estructura  familiar. Él fue seleccionado por ella y fue exitoso sólo mientras gozó de su  apoyo. Sobre los puntos de discordia entre Güemes y su grupo de apoyo, fue  tanto derrotado como forzado a comprometer su posición. Güemes murió una semana  después como resultado del golpe final, y la estructura familiar inmediatamente  reasumió el completo control de la provincia. Parece que Güemes fue más un  instrumento de la elite que el tirano de Salta. 
                        No  se sugirió que lo que se ha aprendido de la  elite de parentescos y la estructura del poder del siglo diecinueve en Salta sea  totalmente aplicable a los caudillos de Latinoamérica en otras regiones y en  otras eras. Sin embargo, parece que una aproximación semejante al interrogante  sobre el poder del caudillo podría, por lo menos en ciertos casos, ser más  fructífera que los enfoques hasta ahora empleados. Es, con respecto a esto, que  el presente estudio resultaría tener una más amplia validez.