
            
              Enclavado en un panorama de excepcional belleza en lo alto del pueblo de La Caldera se yergue el majestuoso Cristo Redentor.
              Esta imponente obra  fue realizada por expreso pedido del Gobernador de Salta, Dr. Ricardo Joaquín Duran,  por  el escultor tucumano Juan Carlos Iramaín quien inicia la obra en su ciudad natal, San Miguel Tucumán en el año 1955, contando con la colaboración de su hijo Alfredo.
              El 8 de Mayo de 1964, se designa una “Comisión Honoraria”, mediante el decreto Nº 3162, para la Organización y Ejecución de la obra en La Caldera, presidida por el Cnel. Julián E. Trucco, cuyo Secretario fue el Sr. Víctor Cornejo Isasmendi y Vocales el Sr. Cecilio Muñoz y el Ing. Predo Dionicio Martell, quien donó el terreno para el emplazamiento de la obra del Cristo Monumental de la Caldera que se inauguraría  en 1969.
              El monumento del Cristo Redentor consta actualmente de cuatro secciones, pesa 10 toneladas, mide 26 metros incluida la base. Su costo fue de pesos 10.982.000  moneda nacional.-
              En su base se encuentra una moderna Capilla y una amplia zona parquizada con instalaciones. La bella vista panorámica y la tranquilidad del entorno natural hacen de este un lugar ideal para disfrutar de un picnic y otras actividades al aire libre. 
                Fue inaugurado el 26 de octubre de 1969.
              Fuente:   http://www.sidisalta.com.ar/LaCalderaturismo.htm 
              Artículo
            
            Por Oscar Félix Haedo
                        La  inquietud creadora de Iramain no estaba colmada con la elaboración de múltiples  bustos de opuestos personajes –pese a que ellos le permitían desplegar su  capacidad de analista, artista y psicólogo- con la permanente búsqueda del alma  criolla del pueblo, madurando una idea de mayor aliento escultórico al evocar  su Cristo de San Javier: un Cristo para la provincia de Salta de similares  dimensiones.
                        Durante  una gira efectuada en 1952 a la ciudad de Salta, a instancia de su hijo  Leonardo confía dicho anhelo al gobernador Ricardo Durand, quien comparte la  idea; el proyecto inicial ubicaba al Cristo en la cima del cerro San Bernardo  que marca la entrada a la Capital.
                        “Con  el contrato y trescientos mil pesos de los de antes –recordaba el escultor-  regresé a Tucumán. Comencé el trabajo, que luego se convirtió –por motivos  ajenos- en el más largo de mi vida, en la Intendencia Regional de Guerra, cuyos  tinglados habían sido habilitados al efecto. Hice estudios, maquetas, planos y  cálculos hasta que decidí empezar. Primeramente realicé la gigantesca cabeza  con parte del cuello y hombros; los otros tramos se iban ejecutando con  plantillas, ¡era increíble que con los pocos elementos con que se contaba  pudiera terminarse la obra!
                        Con  la colaboración  de otros escultores de  su provincia, fueron tomando cuerpo los cuatro fragmentos de casi seis metros  de altura cada uno que  insumieron  setenta toneladas de yeso –listo para su traslado al fibrocemento sobre un  basamento de siete metros de altura- dejando ver la imagen de Cristo de líneas  estilizadas con los dos brazos entrecruzados adelante, a emplazarse sobre una  capilla de diseño moderno.
            
                        En  una técnica similar al Cristo tucumano, Iramain modeló al Cristo salteño con  sobriedad de formas, despojado de todo juego lumínico o composición arrítmica,  estructurando una imagen ascética para su serena contemplación en el marco  de una amplia perspectiva otorgada por el  valle de La Caldera; para ello dispuso del realismo naturalista uniéndole la  mínima estilización, tal como la vista en los Cristos de Los Andes, Corcovado y  Piriápolis. 
                        Ante  los cambios políticos el trabajo se paralizó parcialmente durante largo tiempo,  al extremo que el artista  enjuició a la  provincia.
                        “Salta.  Trascendió en medios oficiales que el escultor tucumano Juan Carlos Iramain  inició juicio a la provincia de Salta ante la Corte Suprema de Justicia de la  Nación por la suma de treinta millones de pesos, en concepto de daños y  perjuicios”.
                        “La  notificación respectiva ya había llegado a las autoridades de la intervención  federal. Como se recordará el escultor Iramain fue contratado por el gobierno  del Doctor Ricardo Durand para realizar, conforme a planos y proyectos que  fueron aprobados en su oportunidad, una gigantesca estatua de Cristo y sus  apóstoles, monumento que iba a ser emplazado en la cima del cerro, cerca de la  entrada a la ciudad”.
                        “Posteriormente,  funcionarios del gobierno de la provincia aconsejaron dejar sin efecto el  contrato existente con Iramain. Esto se concretó mediante decreto pese a  encontrarse la obra escultórica terminada. Ahora, el afectado reclama dicha  suma por la vía judicial”.
                        A  su vez el escultor declaraba:
                        “El  trabajo continuó hasta la caída del gobierno de Perón y por consiguiente del  gobernador Durand; luego no se quiso seguir con el contrato ni invertir más  dinero. Para poder continuar empecé a gastar mis dólares; así pasaron muchos  meses; viajaba a Salta para gestionar su prosecución, pero todo en vano;  vinieron los malos tiempos, yo sufría en silencio”.
                        “El  grupo de amigos que frecuentaban el museo ya se había disgregado, algunos  habían fallecido, otros viajado al exterior –Norteamérica o Europa- donde se  radicaron u otros habíanse casado”.
                        “Mientras  tanto en Salta se constituían comisiones para actualizar al Cristo; todos  tropezaban con la indiferencia de los gobernantes; hasta que al fin la última  formada por el Coronel Ernesto Truco, David Serrey y otros, tuvo éxito en el  apoyo del Doctor Durand que había retornado al gobierno. Habían transcurrido,  más o menos, unos dieciséis años”.
                        “De  tanto peregrinaje y lucha se lo bautizó a mi Cristo como El Penitente. Después  se resolvió cambiarle la ubicación, se buscaron varios lugares hasta que se decidió  colocarlo en La Caldera”.
                        “Durante  un período de trece años, el proyecto  de  Iramain fue apoyado por el interventor   de la provincia de Salta, Teniente Coronel Lobos, su ministro de  Finanzas Doctor Dardo Arias, el Jefe de la Intendencia Regional de Guerra de  Tucumán, Teniente Coronel Joaquín Godoy, el Doctor Mario Díaz Colodrero y el  gobernador Ponce Martínez, gestión coronada en octubre de 1969 con el  descubrimiento del Cristo en el pueblo de La Caldera, distante a 24 kilómetros  de  la Capital de Salta, en actitud de  contemplar al Valle de Siancas.
                        El  artista había insumido casi trece años en su tarea hasta ver emplazado el  Cristo sobre la capilla, con la espera angustiosa de dieciséis años plagados de  incertidumbres, una labor coronada después de ocho meses de ir y venir por el  escarpado cerro controlando la subida de las distintas partes que compondrían  la monumental estatua.
                       Los  Cristos de San Javier y La Caldera constituían para Iramain una parte de sus  ambiciones de estatutario monumental proyectando, en el silencio de su taller,  nuevas obras que incluían a sus proyectos escultóricos insertos en las  montañas.
                        “Un  fantástico proyecto ha sido presentado por el gobernador de la provincia por el  escultor Juan Carlos Iramain, sobre la construcción de un monumental rostro del  Héroe de la Guerra Gaucha, General Martín Miguel de Güemes, el cual sería  esculpido sobre la roca de las montañas salteñas”.
                        “La  maqueta de la obra proyectada, ha sido presentada ya por el artista al  gobernador de la provincia, doctor Ricardo Durand, cambiando impresiones sobre  la posibilidad de la ejecución de este fantástico proyecto.”
                        “Las  medidas del rostro desde el cabello al cuello, que emergería de la roca,  alcanzan a un total de treinta metros. Esta proporción de la obra escultórica,  de llegar a realizarse, dotaría a nuestra provincia la estatua más grande del  mundo en su género”.
                        “Actualmente,  esculpidos sobre las laderas de los montes Rocallosos de los Estados Unidos, se  encuentran los rostros de los héroes de la historia norteamericana, tales como  Jorge Washington, Abraham Lincoln y Tomás Jefferson, alcanzando cada uno de  estos rostros un total de veinte metros”.
                        “La  construcción demandaría grandes esfuerzos, debiéndose utilizar dinamita para  dar una forma primaria a la roca y posteriormente, acción de cuadrillas de  obreros, proceder a la perforación de las definitivas mediante equipos de  taladros neumáticos, haciéndose los retoques posteriores a mano”.
                        Con  el proyecto de Güemes deambulando por los despachos oficiales, en 1970 Iramain  retorna la narración histórica  y la  escultura monumental en la figura del general Manuel Belgrano; la obra fue  donada a las autoridades militares salteñas por intermedio del Jefe del V  Regimiento de Caballería, Coronel Hernando Risso Patrón, con el propósito de  verla ubicada en los terrenos contiguos al Parque  20 de   Febrero –donde sería construido el Museo Histórico que recuerda la  Batalla de Salta-  con una altura de  dieciséis metros (seis la figura y el resto el pedestal); la técnica aplicada a  la estatua correspondería al concepto del naturalismo que el artista aplicaría  en la temática histórica.
                        El  ciclo de estatutario monumental iniciado por Iramain con los dos cristos y  proseguido con el proyecto  de Güemes,  finalizaba con Belgrano, pendiente de su inauguración, incorporándolo al  reducido núcleo de escultores argentinos que practicaban dicha técnica: Manuel  Alonso, Ernesto Soto Avendaño, José Fioravanti y Alfredo Bigatti, con el  oriental Juan Manuel Ferrari.
                        En  las pausas de su trabajo como estatutario, Iramain retornaba a la imaginería  telúrica en pos de nuevos lauros. Ello acontece en el Salón Nacional de 1959 al  recibir el II Premio por “El Atormentado” (minero), el premio adquisición del  Club de Leones en el Salón Nacional de 1966; estos trabajos y otros de similar  imagen fueron expuestos en una muestra en Rosario (1962), un exposición  auspiciada por la Comisión Provincial de Cultura de Tucumán en 1963, la muestra  “Homenaje al Sesquicentenario de la Independencia” (1966) y una individual en  la Capital Federal en 1966.
                        Su  actuación en certámenes oficiales finaliza en 1972, ocasión en que los hijos  del artista –Leonardo y Alfredo Anuncio- enviaron al Salón Nacional la  terracota Meditación (fechada en 1937) de 0,30 m por 0,33 m presentada en la  Sala 13, poniendo fin a un periplo de más de sesenta años de actuación  artística.