Elegía 
                      a Alberto Burnichón
                     
                      Vengan, arrimensé, vean lo que han hecho.
                      Antes que se lo lleven mirenló de perfil en este 
                      charco.
                      Ya le va ahogando el agua poco a poco el cabello
                      y la alta frente noble.
                      Los pastos pequeños afloran entre el agua sangrienta
                      y le tocan el rostro levemente.
                      Su corazón sin nadie está aguachento con una 
                      bala adentro.
                      ¿Miraron ya?
                      ¿Era de mañana, de tarde, de noche que ustedes 
                      lo mataron?
                      ¿Se acuerdan cuándo era?
                      (Los alquilones sólo miran la hora del dinero.)
                      No, no se vayan, oigan esto:
                      El hombre que ustedes han matado amaba la poesía.
                      Cuando ustedes aún no habían nacido
                      los pies de ese señor iban por todos los pueblos 
                      de Argentina
                      dejando en cada uno la voz de los poetas.
                      Esos versos llevaban
                      sus ganas de justicia y de mostrar belleza.
                      Ustedes han cobrado dinero por matarlo
                      y él jamás cobró nada porque ustedes 
                      aprendieran a leer.
                      Fíjense:
                      hacía libros de poemas que regalaba a los obreros.
                      Tenía como ustedes, hijos, mujer y un techo
                      que también le han derrumbado
                      y libros de aprender a ser gente.
                      Todo eso han destruido, ¿se dan cuenta?
                      ¿Y ahora?
                      Ustedes, pobre matadores,
                      perdonados por él, ya reposados
                      piensan conmigo: ¿Qué haremos con el muerto?
                      Yo lo recobro ahora, húmedo en yuyarales.
                      Mi mano le despeina como a un nido dormido.
                      Miro su portafolios abierto en donde caben todaslas sorpresas 
                      del mundo,
                      fotos de sus amigos pintores y escultores
                      saliendo entre las pruebas de algún libro de versos.
                      Lo miro apareciendo en cualquier parte en cuanto lo han 
                      
                      /nombrado.
                      Se iba quedando siempre que se iba. 
                      Por eso estaba con nosotros, ausente.
                      Nos quería en silencio.
                      A Wernicke, a Galán, a Lino Spilimbergo y a Alonso.
                      Luis Víctor Outes, Bustos,
                      le arrodillaban el corazón
                      cuando Rolando Valladares triste, andaba en las vidalas.
                      Se echaba en la amistad como un vino en las copas
                      y había que beberlo
                      hasta la última luz del alba y la alegría.
                      Va cielo arriba, en Córdoba, solito.
                      Nosotros, aquí en Salta, lo pensamos.
                      Y ahora, matadores alquilados:
                      ¿qué hacemos con el muerto?
                      MANUEL J. CASTILLA
                      Salta, 16 de abril de 1976
                    
                    N.N.
                      Clandestinos pozos de la vergüenza
                      donde los cuerpos hacinados yacen
                      Pájaros detenidos en mitad de su vuelo
                      soles súbitamente enfriados
                      secas libélulas que el viento descascara
                      y esparce en huesos leves transparentes
                    Aquí la muchacha con alas
                      que en el raído cesto de su vientre
                      aún lleva los escombros de su hijo no nacido. Aquí 
                      el adolescente limpio de toda carne
                      cuyo único pecado fue hacer de su corazón 
                      un barrilete
                      hurgonero de patrias sin imperio
                      Aquí el zafrero oscuro
                      queriendo edificar con su solo machete
                      un cielo nuevo un día diferente
                      Aquí la madre loca la maría dolorosa
                      persistiendo en la búsqueda de un rostro arrebatado
                      Aquí el horror
                      La lepra
                      El genocidio
                      KUKY LEONARDI
                    
                      La desaparición
                     Con un par de convicciones
                      y algunas blasfemias
                      violaron la cerradura a tiros.
                      Animales de caza nocturna
                      lo sacaron de la cama. La presa
                      no alcanzó a despedir su rostro
                      ni a poner a salvo su nervio principal.
                      En la vejación, el mundo
                      perdía su figura y sospechó
                      no más poemas después de eso.
                      En nombre de un orden
                      que despuebla la vida, lo condujeron
                      en un coche cerrado como un ataúd
                      hurtando la vergüenza al exterior.
                      Entonces atravesaron
                      la vasta oscuridad sin jueces
                      de una ciudad en la que desapareció
                      y en cuyos jardines había amado
                      con un cuerpo visible tendido al sol.
                      JOAQUÍN GIANNUZZI 
                      (de Obra Poética, Bs.As. 2000)
                    
                    Vuelo
                      El hombre arrojado
                      del avión 
                      al mar
                      piensa
                      aún en el aire que
                      no está muerto
                      quien pelea
                      Pese
                      a la somnolencia de
                      la droga
                      atina
                      a mover los
                      brazos como un pájaro
                      Entonces ve el país
                      la costa del país
                      una sombra 
                      lejos
                      Nada 
                      más bello ahora
                      nada más
                      corazón
                      Hincha el pecho y 
                      tal vez esa
                      voltereta sea su
                      saludo
                      Ah no poder
                      sostenerle
                      no dar con él
                      batalla en cielo abierto
                      Alcémonos
                      Que el hombre
                      dislocado en el impacto
                      con el agua oiga
                      nuestro canto
                      antes
                      de desaparecer.
                      JORGE BREGA
                      (de Poemas de ausencia, Bs.As.1984)
                      
                      No me torturen más…
                     No me torturen más
                      Soy viento, soy llovizna, soy arena
                    ALCIRA FIDALGO (1949-1977)
                      (de Oficio de Aurora, Bs.As. 2002) 
                    Por 
                      detrás de mi voz...
                      Por detrás de mi voz
                      -escucha, escucha-
                      otra voz canta.
                      Viene de atrás, de lejos;
                      viene de sepultadas 
                      bocas y canta.
                      Dicen que no están muertos
                      -escúchalos, escucha-
                      mientras se alza la voz
                      que los recuerda y canta.
                      Dicen que ahora viven
                      en tu mirada
                      (sostenlos con tus ojos,
                      con tus palabras,
                      sosténlos con tu vida,
                      que no se pierdan
                      que no se caigan)
                    CIRCE MAIA