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María Cristina Fiore Viñuales

ASIGNATURA PENDIENTE:

Dentro de muy poco tiempo, los argentinos celebraremos nuestro Bicentenario, contando no desde nuestra independencia: el 9 de julio de 1816, sino desde aquel acontecimiento histórico que conocemos con el nombre de Revolución de Mayo, quizás porque esa fecha histórica indica el inicio de nuestra nacionalidad, con la constitución de la Primera Junta que sustituyendo al Virrey, jura sin embargo por razones de estrategia política y no de íntimas convicciones, lealtad al rey cautivo: Fernando VII, depuesto por José Bonaparte, hermano de Napoleón.
 
A esos acontecimientos los denominamos como Revolución, no porque en sus inicios hayan sido violentos –lamentablemente la violencia vendría poco después. De hecho, la presencia española en suelo sudamericano la tendríamos hasta 1824- sino por el vuelco en el modo de concebir el régimen político y la organización económica y social, pues no solo con las invasiones inglesas, habíamos comenzado a advertir la posibilidad de organizarnos y expulsar a fuerzas invasoras, sino que además, acontecimientos de otras playas, signados por la Revolución de las 13 colonias norteamericanas contra Gran Bretaña en 1776, nos hablaban de la posibilidad de sustituir la monarquía por una República, pudiendo además conciliar los intereses de la nación con los de las provincias a través de una organización federal, todo ello resguardado por una ley suprema, destinada a regir el destino colectivo: La Constitución.

Los ecos de palabras como libertad, igualdad y fraternidad que representaron a la Revolución Francesa,  resonaron en el Cabildo Abierto del 22 mayo, en el que latían las ansias de constituir un país libre e Independiente.  A partir de allí, todo estaba por hacerse: ¿Cuál sería nuestra organización?, ¿bajo que parámetros redactaríamos la Constitución que nos cobijaría? Sin embargo, desde esa Primera Junta, comenzarían también nuestras divisiones: Saavedristas y Morenistas, Unitarios y Federales, el Estado Metrópoli de Buenos Aires y el país vasallo del interior, que generó los dos países del que hablaba Alberdi y buscaba conciliar, junto a la generación del 37 a la que pertenecía. No fue fácil, guerras fratricidas nos separaron por años, hasta que en 1853 logramos por fin y tras muchos desencuentros sancionar nuestra Constitución, que ya violando una de sus cláusulas (que impedía ser revisada en un término menor a los 10 años) reformamos en 1860 para poder incorporar Buenos Aires a un proyecto conjunto de país.

En 1910 festejábamos, durante la presidencia de Roque Saenz Peña nuestro Centenario. Las razones no eran pocas: en 1869 se realizó el primer censo, ordenado por Sarmiento, situándonos las cifras resultantes como uno de los países más pobres de Latinoamérica. Amplias extensiones territoriales prácticamente despobladas y con altísimos grados de analfabetismo, echaban por tierra cualquier pronóstico alentador.

Las 2/3 partes de nuestro territorio, era desconocida o inaccesible para el estado, habiendo logrado censar a una población de no más de 1.743.199 habitantes, radicándose el 28 % en Buenos Aires. En el caso de nuestra Salta, contábamos con solamente 11.116 habitantes. Respecto del analfabetismo que señaláramos precedentemente, los porcentajes resultaban escalofriantes: el 80% de nuestra población adulta no sabía leer ni escribir, además existía una importante escasez de maestros y de recursos como para revertir tal situación. En materia laboral, solo la mitad de la población tenía un oficio definido, la otra mitad eran jornaleros que hacían de todo un poco.
 
Sin embargo señalamos que en 1910, la Argentina era una fiesta, pues a solo 41 años de los alarmantes datos mencionados, nuestro producto bruto per cápita equivalía a 3.797 dólares, situando a nuestro país detrás de Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia, Suiza, Bélgica, Australia y Canadá. Respecto de nuestros asalariados, sus sueldos equivalían a un 75% de lo que percibían los ingleses, un 70% de los trabajadores norteamericanos y un 20% superior al percibido por los asalariados franceses.

Con relación al comercio internacional, en aquella época, fuera de Europa Occidental, solo tres países exportaban montos superiores a la Argentina: Estados Unidos, Rusia y la India. Nuestras ventas representaban el 3% de las mundiales. Respecto al analfabetismo, la ley 1420 de enseñanza gratuita, obligatoria y gradual (que se modificaría 109 años más tarde) cambió drásticamente tales índices, junto a las numerosas escuelas que se levantaron por todo nuestro país.

Por supuesto que no todas eran rosas, la clase gobernante, que algunos autores denominan como oligarquía, consideró como sostiene José Luis Romero que “el poder público le correspondía por derecho y que, más aún, era patriótico no abandonarlo en manos de los hombres que surgían del conglomerado criollo inmigratorio”(1), rumbo que cambiaría, precisamente en la presidencia de Roque Saenz Peña, cuando en 1912 se sancionaría la ley de sufragio universal, que lleva su nombre.

Pasaron 100 años ya de ese primer festejo, y nos aprestamos a recordar –feriado del 24 de mayo de por medio- el Bicentenario de la Patria, y la pregunta es: ¿tenemos verdaderamente indicadores que nos permitan festejar?  Vimos muy resumidamente el cambio que la Argentina vivió a lo largo de 40 años de 1869 a 1910, ¿cuáles han sido entonces los cambios de 1910 a 2010?, ¿Cuál es hoy la situación de nuestro país?, quienes nos legaron la Nación, signada con el ideario de libertad e independencia, ¿estarían orgullosos de la Argentina de hoy?. ¿Considerarían que sus esfuerzos, desvelos y hasta su sangre, valió la pena?.

Muchos podrían considerar que la deuda de la generación que dio a luz el primer Centenario fue social y democrática (principalmente), sin embargo ¿podríamos decir hoy que hemos saldado esa deuda, cuando sin ir más lejos y solo para considerar los hechos más recientes, una senadora de la nación –con fueros e inmunidades parlamentarias- declara tener miedo de lo que pueda pasarle, luego de dar quórum?.  ¿Pagamos esa deuda cuando según una noticia publicada el Jueves 15 de abril de 2010 por el diario la Nación: “Empresarios y gremialistas, por temor de molestar al Gobierno, prefirieron no consensuar el documento del Episcopado”? (refiriéndose al documento titulado "La pobreza, un problema de todos", que da cuenta de un índice del 33% de la población bajo la línea de pobreza).

Respecto del comercio internacional, de una participación del 3% en 1910, bajamos al 0,5% hoy. Sin perjuicio de ello, me parece sumamente gráfico un titular del Diario La Nación del 9 de Junio del año pasado que decía: “Ante la posibilidad de importar trigo La política oficial de desaliento al campo, sumada a la sequía, podría obligarnos a comprar el cereal bíblico en el exterior”(igual a lo que nos ocurría en 1877). ¿Habrían imaginado este titular los argentinos que vivieron en el país que algún día –lejano ya- se conoció como el granero del mundo?. Todo ello sin considerar siquiera las palabras que en junio del año pasado expresara el presidente de la Sociedad Rural Argentina: Hugo Biolcati al señalar que de no cambiar la política agropecuaria, Argentina celebraría el Bicentenario comiendo carne uruguaya.

Con relación a la Educación, es importante tener en cuenta los datos aportados por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, cuando señala que el 35% de los jóvenes entre 19 y 24 años no ha concluido la escuela media y el 41 % de los adolescentes no asiste a la escuela secundaria o está retrasado por repitencia, es decir que cerca de 900.000 adolescentes –si tenemos en cuenta los estudios privados- no estudian ni trabajan.

Por último me queda reflexionar sobre la libertad, y me pregunto si verdaderamente existe, cuando ya sin disimulos se reparte discrecionalmente los recursos nacionales según el distingo de gobernadores amigos o enemigos, que lleva a injustas desigualdades como por ejemplo la inexplicable razón por la cual mientras Santa Cruz, recibió en concepto de coparticipación ingresos por $ 5440 per cápita; Catamarca $ 5039, nuestra provincia haya recibido solo $ 2341”(2) y con un gobernador amigo!.

Si pensamos en los habitantes, la situación quizás no sea diferente, de hecho, por cada día de administración kirchnerista, hasta el 31 de diciembre pasado, se designó en el estado una persona por cada 22 hs., pudiendo llenarse 18 veces el estadio de Racing(3). A ello le debemos sumar los beneficiarios del Plan Argentina Trabaja, que pretende generar 100.000 puestos de trabajo, la infinidad de programas sociales y asociaciones de diversa índole (como la de Milagro Sala) que reciben ayuda del gobierno, además de los clásicos beneficiarios de bolsones alimentarios que nos invita a preguntarnos: ¿son todas estas personas verdaderamente libres al momento de emitir su voto?.

Sin embargo no quiero concluir con una visión pesimista del Bicentenario porque considero, que así como una vez, pudimos construir un país que emergió prácticamente de la nada, para ser un ejemplo entre las naciones, podremos también hoy y con el favor de Dios, salir adelante. Si somos capaces de enfrentar el desafío de encontrar objetivos comunes, superiores a nuestros intereses individuales y/o partidarios, asumiendo que la construcción de una Argentina mejor, es una tarea que requiere el esfuerzo de todos, la asignatura que quedó pendiente en mayo de 1810 podrá ser aprobada.


                                                                               Cristina Fiore Viñuales
Referencias:

    • ROMERO, José Luis: “Las ideas políticas en la Argentina”, Ed. Fondo de Cultura Económica, Pág. 186;
    • DIARIO LA NACIÓN, Artículo: “El reparto discrecional de fondos privilegió a Santa Cruz”, Bs.As. Domingo 28 de marzo de 2010
    • DIARIO LA NACIÓN, Artículo: “El Estado Kirchnerista”, Domingo 4 de abril de 2010;

     

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