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Gran Hotel Termas de Rosario de la Frontera

Por Gustavo Flores Montalbetti

Hace más de seis siglos, las nueve vertientes que bajan de la montaña eran visitadas por antiguos americanos, en donde calmaban sus fatigas, reponían fuerzas y curaban sus dolores. Ellos las llamaron Aguas de Sol, o Inti Yaco, y descubrieron para la posteridad sus poderes terapeúticos y vigorizantes. Luego, a partir del siglo XIX, las cálidas surgentes fueron estudiadas y se comprobaron sus efectos benéficos y, para muchos, milagrosos. La fama de las aguas llegaron a oídos del doctor español Antonio Palau, quien en 1875 decidió trasladarse desde Tucumán para conocerlas. El descubrió que había más que aguas sulfurosas, según habían descripto el francés Mornrauxa en 1817 y Martín de Moussy en 1855, pues se trataban de nueve tipos distintos de aguas termales. Fue así que marchó hasta Rosario de La Frontera a adquirir las tierras que pertenecían a doña Melchora Figueroa y Goicochea de Cornejo.

Antonio Palau

El lujoso hotel inaugurado en el mismo lugar donde emergen las aguas termales que se cuentan entre las más famosas del mundo. El establecimiento concebido y construido en las cercanías de los puntos de los surgentes de diferentes aguas termales –tanto en composición química como en temperatura- fue el primer balneario termal de la República Argentina. Para la época, además de lo ostentoso de sus ambientes y el mobiliario que lo acondicionaba, otros detalles supremos eran su ascensor jaula y el salón donde funcionaba un casino.

Construcción del Hotel Termas

Fue diseñado, proyectado y ejecutado por dos arquitectos españoles, Manuel y José Graña -padre e hijo- . Todo el mobiliario y las obras de arte que eran exhibidas en los recintos eran importados al igual que la vajilla –cubiertos de plata y porcelana inglesa-, y de igual procedencia era la ropa de cama y la de baño.

En sus ambientes se hospedaron y en sus artesas se bañaron en más de una oportunidad muchos personajes de nuestra historia: Domingo F. Sarmiento, Bartolomé Mitre, Hipólito Irigoyen, Victorino de la Plaza, Nicolás Avellaneda, José F. Uriburu, Victoria Ocampo, Arturo Capdevila, Julio Argentino Roca, Lola Mora y Belisario Roldán, entre una larga lista. Entonces era lugar de visita obligado para quienes padecían alguna dolencia que necesitaba de inmersiones en sus aguas curativas, y contaban con los medios económicos para hacerlo; al igual que la gente adinerada se inclinaba a concurrir a las mesas de juego. Muchos pudieron curarse y muchos dejaron su fortuna en el paño.

En alguna época estuvo cerrado por falta de mantenimiento, el edificio se deterioró y muchos muebles, las obras de artes y toda la vajilla desaparecieron. Desde hace algunos años la provincia sostiene el proyecto de reflotar este atractivo y comenzó con iniciativas turísticas que incluyeron la reconstrucción de algunos sectores y otros estuvieron sometidos a refacciones, y a la modernización de todo el ámbito y a tareas de jardinería y parquizado de los alrededores. Actualmente se continúa trabajando para concluir las obras.

Turistas del Hotel

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