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Identidad Aborígen

Por: Lic. Andrea De Santis

Para abordar el tema de la identidad de los pueblos originarios de la Argentina, resulta necesario comenzar por definir la significación que el concepto de identidad asume en las Ciencias Sociales.

Desde su extrapolación al campo de éstas en los ‘60 (Bruboker y Cooper, 2001) el concepto de identidad va oponiéndose progresivamente al de la filosofía, la lógica y las matemáticas. A partir de entonces deja de enfatizar la unidad o permanencia del ser por encima de su variabilidad, la aplicabilidad del principio de no contradicción y la idea de equivalencia. Las identidades colectivas son abordadas como construcciones sociales relacionales y constrastivas, como pertenencias que se constituyen en diálogo con el alter, más que por ensimismamiento del ego.

El tema de la identidad constituye un concepto que se presenta tanto en cada individuo, como en las comunidades y culturas generadas a lo largo de los procesos históricos. Los unos y los otros, entonces, tenemos identidades propias, personales y colectivas que necesariamente coexisten e interactúan, y deben ser analizadas desde el reconocimiento tanto de lo semejante como de la alteridad.

Si bien vivimos en una época donde se ha instalado, de modo generalizado, la noción de que la diversidad cultural es un valor que se debe respetar. Si bien, además, la expansión de la retórica de los derechos humanos ha instalado progresivamente la idea de que discriminar, no es sólo no tratar a los ciudadanos como iguales ante la ley, sino también no hacer espacio a diferencias legítimas, es decir, silenciar facetas identitarias . Y aunque en la Constitución Nacional enmendada en 1994 se habló de “reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos índígenas argentinos”. No es menos cierto que el imaginario de la nación argentina excluyó desde el vamos a los pueblos nativos, reinscribiendo una historia que se ha esforzado por forjar una imagen argentina como nación de raíces europeas, monocromáticamente homogénea.

Entre quienes “registran” que el país tiene pueblos originarios como parte de su capital humano, es frecuente que algunos sólo vinculen las pertenencias indígenas con situaciones de pobreza extrema, mientras otros proyectan sobre ellos la posesión de una cultura e identidad más “original” que originaria. Esto por su parte entraña la concepción de que nos hallamos frente a colectivos, con una entidad e institucionalidad económica, social, política e ideacional propias, que son la base de derechos especiales, o de una ciudadanía diferenciada.

Actualmente, los desbalances de poder pasan menos por negar la existencia, que por imponer pesadas y asimétricas cargas sobre la pertenencia. Así como corresponde al Congreso el respeto a la identidad aborigen, parece “corresponder” a los aborígenes vivir dando muestras de distintividad cultural para ser identificados como tales, como si el carácter pluricultural de una sociedad no consistiera en recrearse colectivamente a partir de múltiples facetas, sino sólo pasara por “tolerar” que algunos conserven sus particularidades.

Desafortunadamente, el doble discurso por un lado, celebra la diversidad y por el otro, continúa negándola. Es necesario desmontar las asimetrías del sistema de identidades vigentes y revertir la tendencia histórica de paternalismo estatal sobre los pueblos aborígenes, para que surja una participación colectiva y autónoma en la esfera pública. Es, ante todo, necesario proyectar una convivencia que nos permita mirarnos en los ojos de los otros habitantes y reconocernos en ellos, sin convertirlos (como diría Grosberg -1996) en lo mismo, pero tampoco en lo absolutamente diferente.-

 

BIBLIOGRAFIA:

-Carrasco M y C. Briones - “La tierra que nos quitaron” - Reclamos indígenas en la Argentina

-Grossberg, 1996 - Identity Cultural Studies: ¿is that all there is?”

-Briones C. Y Lenton D.-1997- “Debates Parlamentarios y nación- La construcción discursiva de la exclusión/inclusión del indígena”


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