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INTRODUCCIÓN

 

El nombre de Salta tiene para todos los argentinos un poder de evocación y sugestión extraordinario. Concurren a forjarlo la realidad y el mito, la historia y la leyenda, el pasado glorioso, el presente dinámico y el porvenir que se intuye promisorio y grandioso.


Es esta la tierra heroica, la tierra gaucha por excelencia. Sus mismas condiciones topográficas han impuesto al gaucho verdadero, el que se enraíza en el suelo montaraz, lo quiere como un amante y trata de dominarlo para enriquecerlo y embellecerlo.


Porque Salta es así, de una hermosura deslumbrante, pero ríspida, celosa, combativa hasta la bravura. Hecha de socavones, que bien pueden presentar derrumbes mitológicos y también valles de ensueño, que en la églola, más que se canta se vive.



Aquí están, en síntesis vibrantes de vida plena y en maravilloso compendio, todas las sencillas y majestuosas variaciones cambiantes de la naturaleza. El glacial andino, con su yermo de armiño de las nieves perpetuas empenachado de nubes pardas. El monte, la selva tropical y tórrida, con sus quebrachales gigantescos y sus marañas impenetrables, refugio de pumas y de antas. Las planicies ondeantes propicias a las siembras opulentas.



La Capital fundada por Don Hernando de Lerma que es la más española de las ciudades argentinas, lo es no solamente por el aspecto edilicio, sino también por la hidalguía, la hospitalidad y el innato señorío de sus habitantes.



Por lo que hace a sus tradiciones religiosas, baste indicar por todas las que se refieren al culto del Señor y a la Virgen de Milagro, famoso en toda la República.


Se ha afirmado que Salta es tierra de poetas, como no podía ser menos por sus extraordinarias bellezas y sus tradiciones. Y lo es en verdad.


Hay aquí un afán tradicionalista y renovador al mismo tiempo. Siendo la cultura una herencia celosamente custodiada. Se la amplía con el estudio y se la manifiesta en creaciones y expresiones de arte de valores positivos.


Historiadores, ensayistas y poetas, en fraternal competencia y esfuerzo, buscan por colocar muy alto el nombre de la patria chica en el concierto de las letras argentinas y, en realidad, lo han logrado ampliamente.



No hemos de dar nombres por lo numerosos y por no caer en imperdonables omisiones. Con uno sólo, el de Juan Carlos Dávalos, que los sintetiza y en cuya obra y escuela se han venido forjando las sucesivas generaciones de nuestros literatos, cumplimos homenaje al acervo cultural de la hermosa y privilegiada provincia.


Vamos a una poesía:

SALTA


Oeste en diagonal : La Puna, el viento,

el suelo helado, seco polvoriento ;

una queja de erquencho entre las tolas

aprieta al alma mineral y sola.


En el centro la paz, la mansedrumbre,


el nogal, el cebil, y la tipa rosa

el surco abierto, la vendimia pronta

y el hombre construyendo su destino.


Cruzan el este los gigantescos ríos ;

amortigua la selva el grito herido

para que en la pradera, tierra roja,

el brote del árbol hecho sombra y trino.


Así es la Salta de este canto mío ;

desierto y selva, rosedal y espino,

savia trepando por la voz del gaucho

estirpe de campanas y heroísmos.


Martha E. Schwarz.






En su extensión geográfica, de contrastes asombrosos, se dan todos los climas, y casi simultáneamente. Porque mientras en el chaco la temperatura sube hasta la ebullición, los vientos blancos se despeñan por los ventisqueros para galopar por las altas planicies y las pampas altas, sin que ello impida que en las mesetas interiores, como esta en que está asentada la ciudad de Lerma, la primavera haga fiestas permanentes.


Así es también la variedad de las riquezas naturales de Salta. No hay, cabe decirlo, producto que no pueda darse dentro de sus límites. Si el regadío de su suelo fertilísimo llegara a hacerse estable y metodizado, bien distribuido y abundante, la provincia sería toda ella un emporio.




Porque aquí se da el trigo, como el maíz, el pimiento como el arroz, el algodón, como el lino, y todas las hortalizas imaginables. Hay sin embargo renglones de su producción que deben destacarse. La caña de azúcar, el tabaco, la vid y los frutales, especialmente cítricos.


Y nada hemos dicho aún de las riquezas del subsuelo de Salta.


Es legendario que aquel famoso camino de los Incas cruzaba también estas regiones, y la leyenda se confirma con descubrimientos arqueológicos de reciente data, por si no fueran suficientes los nombres mismos de los pueblos, ríos, sitios y lugares de la zona andina de la provincia. Por aquí debieron pasar los Incas en busca del oro para tributarlo al padre sol del que se sentían y proclamaban descendientes.



Y después de los Incas, los españoles, como en el Cuzco, en el Potosí y en Copacabana, implantaron las mitas, de los que aún tiene mucho que decir la historia.


Con el oro se da también la plata, el estaño, el bórax, la mica y otros minerales que, como el hierro, están llamados a hacer que sea realidad la industrialización de la República.


Merece párrafo aparte destacar lo que significa en el desarrollo potencial y en economía, el petróleo de Salta. Nadie imagina la verdadera epopeya que ha significado para los técnicos, empleados y obreros de esta Salta el hallazgo de nuestro petróleo y el comienzo de la explotación de nuestro oro negro.

Fotografía: José Alfonso de Guardia de Ponté

 

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