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Julio Barbarán Alvarado

Por Andrés Mendieta

Llegar a este augusto recinto, en el cual persisten resonando los ecos de la historia patria es, para mí, uno de aquellos sucesos no concebido, mucho menos de ningún modo codiciado.

En primer lugar, aspiro dejar testimoniado mi reconocimiento al señor Director de Cultura de la Municipalidad, don José Antonio Vides Bautista, quien desde que se hizo cargo en estas funciones se ha preocupado, entre otras cosas, la de honrar la vida de ilustres perso­nalidades que desde Salta se han destacado en diferentes disciplinas de la ciencia, el arte y la literatura al permitirme ocupar este sitial para honrar en la noche de hoy la figura de Julio Barbarán Alvarado -nacido el 17 de octubre de 1907-. En segundo lugar a los familiares que han tenido la deferencia de designarme para hablar, de quien en vida fue ejemplo por su solvencia moral e intelectual.

Ruego a ustedes que, si en este acto mi lectura se entrecortara; si mi voz muestra desequilibrio, altibajos o pausas no adecuadas, todo ello se debe atribuir a la satisfacción de haber aceptado esta responsa­bilidad y a un pequeño problema de salud. Muchas gracias por vuestra comprensión.

Por testimonios de mis padres y por haber vivido experiencia propia -ya que fui su secretario privado mientras ocupaba la función pública me da cierta autoridad para definir, ante tan distinguida au­diencia, la personalidad de Julio. Todos los días iniciábamos la jornada con un acogedor café programando el accionar de las diversas tareas a realizar y las noticias difundidas en los medios locales. Yo, como periodista, sabía mirar bajo el agua y formar conceptos propios sobre mi interlocutor. De allí surge lo siguiente:

Julio Barbarán fue un caballero cristiano, de noble estirpe, de exquisita cultura, periodista, político, de elevados ideales y rica perso­nalidad, de la amistad hizo apostolado y padre ejemplar.

Tras definirlo me toca ahora desmenuzar a cada uno de los atri­butos utilizados en la introducción de la personalidad Julio Barbarán Alvarado, grande en su físico, en su talento y en su capacidad.

Comencé hablando de su cristianismo. El segundo mandamiento de la Ley de Dios dice: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Supo querer y apreciar a las personas por encima de diferencias ideológicas; despreciaba las injusticias. Por eso se hizo realidad, a los trece años de su muerte, la sentencia que remata aquel ilustre blasón castellano: "Velar se debe la vida de tal suerte / que viva quede en la muerte".

Se inició en el periodismo a los 14 años, mediante aportes de notas especiales para los diarios del medio. En 1927 ingresó a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires donde alternó el estudio con el trabajo. Desde Buenos Aires colabora con "Nueva Época" con un artículo sobre la "Parábola a una amistad" mencio­nando en él a fray Luis de León y a filósofos de la época clásica, demostrando su nobleza con el espíritu humano.

En una de sus visitas a Salta, el estudiante Barbarán quien usaba como pseudónimo "El Universitario Audaz" el diario "Norte" le hizo una nota donde, entre otras cosas, puede leerse: "Julio Barbarán Alvarado, cuya capacidad intelectual contrasta con la de su modestia y sin avaro eufemismo descolla por sí sólo como la corriente cristalina por el cause chispeando en las rocas del torbellino de sus agitadas olas. Así es el espíritu inquieto de Barbarán, de sus juveniles ilusiones, corre presuroso produciendo chispas de ideas, que lo lleva al cenit de su gloria.".

También, quien está rindiendo un postergado homenaje y reconocimiento público, escribió permanentemente para diarios de Buenos Aires, como en La Razón y La Nación y para los medios de Salta, tales como "La orientación de las masas como ideal", "La crisis de nuestra democracia", títulos que demuestran su inquietud por el momento que le tocaba vivir.

Al abandonar definitivamente sus estudios universitarios se incor­poró a "El Intransigente" estando a cargo de editoriales y de la prestigiosa columna "Viendo Pasar", firmando como "Nicodemes" para abordar temas políticos y "Gladis Guanca", para los tópicos educativos.

Escribió una obra de teatro que la titulara "El mal de Dios", opi­nando sobre la misma el escritor y director escénico Leonidas Barieta que el trabajo de Barbarán necesita nuestro país para su progreso es­piritual. Opino -continúa Barrietta- que usted es capaz de construir una obra que pueda quedar como clásica en nuestro teatro". La trama de "El mal de Dios" está vinculada al pavoroso problema e la enfermedad sagrada (la viruela) en la puna jujeña. "El mal de Dios" fue puesto a consideración del público porteño en "El Teatro del Pueblo" y con la promesa de adaptarla para la cinematografía.

En 1946 fue enviado por El Intransigente a Perú, Bolivia y Chile interesándose en éste último país sobre la importancia del ferrocarril Antofagasta-Salta y las posibilidades del intercambio comercial.

Tres años después obtuvo el segundo premio en los Juegos Flo­rales organizado por la Unión Sirio Libanesa en el género prosa.

Barbarán Alvarado incursionó en la política llegando a ocupar una banca en la Legislatura provincial, integrando las filas de la Unión Cívica Radical, donde tuvo una sobresaliente actuación y respeto por sus pares por defender el federalismo, la libertad de expresión, de la constitución y la democracia.

Al producirse la escisión de la legendaria UCR se incorporó a la Unión Cívica Radical Intransigente que llevó a la presidencia de la Na­ción al doctor Arturo Frondizi y él fue electo en primer término como senador provincial, cargo que renunció para colaborar como ministro de Gobierno, Justicia e Instrucción Publica.

Y aquí recurren a mi memoria aquellas palabras de Domingo Faustino Sarmiento cuando dijo: "Fui nombrado presidente de la república y no de mis amigos (…) los buenos presidentes suelen ser malos parientes".

Trabajaba a puertas abiertas. Para dar respuesta a un problema no pedía el carné partidario. En una oportunidad -lo recuerdo como si fuera hoy se apersonó a su despacho un diputado del interior y de su mismo signo político pidiendo la "cabeza" de una maestra, de la encar­gada del Registro Civil y de la Estación Sanitaria; como así, la del Co­misario del lugar. Junto con el petitorio le alcanzó la nómina de sus postulantes que "habían colaborado con el Partido durante las elecciones". Barbarán, en fuerte tono dijo: "Gané una banca por un partido pero llegué a ministro para ocuparme del pueblo. No soy el ministro de la UCRI sino de Salta. La gente que usted piensa decapitar son obreros con ciertas especialidades y para evitar los atropellos que usted pre­tende agilizaré la estabilidad del empleado público y para evitar la de­signación de maestras acomodadas habrá un estatuto del docente. Usted ha equivocado su camino y su destinatario. Vuelva cuando sea con inquietudes a favor de la provincia". Y sin despedirse cerró la puerta de su despacho. Un ejemplo republicano y de la libertad de los derechos del hombre: el de poder trabajar libremente.

Su paso durante su gestión marcó huellas que, en muchos ca­sos, fueron de avanzadas para el país. Fue autor del Estatuto del Docente, de la equiparación de los sueldos en el magisterio; creador de los comedores escolares; de una Escuela Diferencial; y de cursos de verano para maestros. Además, puso en ejecución la reparación de 41 escuelas, tanto nacionales como provinciales; creó 5 escuelas de ma­nualidades y 2 de Comercio, estas últimas ubicadas en Orán y Metán; de la recuperación del Hotel Termas de Rosario de la Frontera y del otorgamiento de becas para enfermos carentes de recursos que nece­sitaban para su curación de baños con aguas termales. También plani­ficó la futura ciudad termal; implantó el juicio oral y habilitó los tribuna­les de Orán y Metán.

En el campo de la promoción cultural fue autor de la ley de estí­mulo a la producción literaria, artística, científica y folclórica, única en su tiempo en la nación.

Por su trabajo en la búsqueda de superar los conflictos que mantenía la provincia de Salta con Formosa, Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy y Catamarca preparó un trabajo que lo llevó a ocupar -sin ser abogado- un extenso espacio en la Bibliografía Jurídica de Salteños, del doctor Atilio Cornejo.

Concluida su gestión oficial a raíz de la intervención de la provincia por parte de la nación, en ningún momento fue cuestio­nado por los sectores enfrentados con el gobierno y sí, ponderaron sus actos que traslucía honestidad.

En lo social fue secretario del Jockey Club de Salta y vicepresidente del Centro Argentino de Socorros Mutuos.

Termino esta disertación recordando un pensamiento de un historiador norteamericano que dijo: "De nuestros padres aprendemos a amar, a reír, a poner un pie delante del otro. Pero al abrir los libros, descubrimos que tenemos alas". Son las alas que lo llevó a Julio Barbarán Alvarado a volar alto como los cóndores y no bajo como las perdices.

Conferencia pronunciada en la Casa de Moldes con motivo del 30 aniversario de su muerte.

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