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Ricardo Federico Mena

PENSAMIENTOS PARA EL BICENTENARIO

Mayo conmemora el bicentenario del  primer grito libertario de nuestra Independencia Nacional, y  la Academia Nacional de la Historia ha organizado jornadas de Conmemoración con motivo de este magno evento. En estos días estarán presentes distinguidos historiadores de Latinoamérica y Europa. También se preparan festejos para la conmemoración del 9 de julio de 1816, a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio.

Esta fecha se presenta como brillante escenario para meditar acerca de los sueños de hombres y mujeres que protagonizaron la vehemencia aquellos días. Hoy a la luz de los  años transcurridos, nada menos que doscientos, pocos en realidad, si los comparamos con lo vivido por los pueblos de Europa, nos ofrece una nueva ocasión para meditar concienzudamente acerca de aquello que nos ha ocurrido como pueblo, y por ende como país donde estamos insertos-La Argentina- Lo que  vivimos hoy, es el resultado de luchas, conquistas, políticas y sociales, culturales e ideológicas que amasaron nuestra identidad como Nación. La historia nos lleva de la mano hacia una prospección que Dios lo quiera sea esplendorosa.

Es necesario por lo tanto sumergirse en aquellos protagonistas históricos que, con sus aciertos y errores, plasmaron una grande epopeya, con sus tendencias, y porqué no con sus mitos, en un país que ha cursado profundas transformaciones para realizar la construcción de nuestra identidad.

Todo cuenta, y  aquí debemos también meritar los acontecimientos ocurridos en la España americana, que de alguna manera dieron el marco para las guerras independentistas finalizadas en la batalla de Tumusla en 1825, como lo consigna el Dr. Martín Villagrán. Esta constituye la última batalla de esta gesta libertadora en el Alto Perú y en ella moría el Brigadier General Pedro Antonio de Olañeta, designado desde España como Virrey del Río de la Plata, designación meramente simbólica, pues los territorios que debía gobernar estaban ya divididos  buscando su soberanía. De allí en más los acontecimientos se dispararon vertiginosamente. Antes de la finalización de la guerra del Ato Perú, las Provincias Unidas, ya en 1816, reunidos sus delegados en Tucumán daban el grito final de libertad. 

Es necesario pensar en los hechos nacionales e internacionales anteriores a Tumusla,  los cuales desembocan en el 9 de julio de 1816. Estarán presentes los debates y las ideas dentro de la matriz engendrada por situaciones políticas, sociales y bélicas.

Se había elegido la provincia de Tucumán para tan memorable Declaración de la Independencia, debido a su situación geográfica equidistante de los  pueblos del norte y del sur de la Provincias Unidas, aunque secretamente, importaba tener alejadas a las provincias  bajo la órbita de Gervasio de Artigas.

El día 9 de julio de aquel lejano 1816, había amanecido pleno de sol como anunciando la felicidad del acontecimiento; la expectación tucumana tenía ribetes anecdóticos; se había terminado la refacción de la casa de doña Francisca Bazán de Laguna, declarada Monumento Histórico Nacional en 1941. Con dicha declaración, se rompían definitivamente los vínculos de dependencia política que los gobiernos locales tenían con la monarquía española.

El templo de la patria permaneció en el olvido a merced de la indiferencia pública hasta que en el año 1878, pueblo y gobierno decidieran sacarla de este injusto olvido, visitando el salón histórico, y dedicando esta fecha del 9 de julio, para honrar la memoria de los prohombres de aquel Primer Congreso Argentino.

Una nota de 1916, con motivo del centenario de la Independencia, decía que: “· (…) hasta hace poco el aspecto del salón histórico era desolador, pobre y sin una ofrenda del pueblo cuya nacionalidad amasara y fundara con elementos perdurables”

Largo sería recapitular los fastos conmemorativos del primer centenario, como así también lo andado y desandado en aquel período vital para nuestra existencia como nación.

Lo cierto es que una vez independizados de España, debimos ser un gran país, recomponiendo el antiguo virreinato conformando las provincias Argentina, Peruana, Paraguaya, Venezolana etc. Las pasiones localistas influenciadas por las potencias extranjeras incitando a la balcanización, contribuyeron a la desilusión y desesperanza de conformar el gran país latinoamericano. Si así hubiera sido, hubiéramos podido sentarnos sin inconvenientes a la mesa de los grandes, como así también a las grandes decisiones. Merecíamos conformar el contrapeso meridional del constinente.

La declaración de la independencia como decíamos, fue una decisión del Congreso sesionado en la ciudad de Tucumán, como corolario de múltiples circunstancias imposibles de consignar en este momento.

 

Acta de la Independencia

En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a nueve días del mes de julio de 1816: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España, los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, pueblos representados y posteridad. A su término fueron preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron (sic) sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del país, fijando en su virtud la declaración siguiente:
"Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, baxo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración." Dada en la sala de sesiones, firmada de nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados secretarios.
El 19 de julio, en sesión secreta, el diputado Medrano hizo aprobar una modificación a la fórmula del juramento. Donde decía «independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli», se añadió:
"...y toda otra dominación extranjera"

Firmantes de la Declaración de la Independencia  
Presidente
 Francisco Narciso de Laprida, representante por San Juan y demás congresales.
Ocioso sería consignar la alegría manifestada después de la jura, el brillo de los  bailes y las demostraciones de gozo,  hasta el amanecer. Pero eso es otra historia.
En la conmemoración de este bicentenario, debemos poner la lupa en el futuro que nos espera, organizando primero nuestra casa, demolida por la corrupción y las políticas de desastre, enfrentando las inclementes influencias extranjeras que, con diferentes matices, continúa hasta hoy. Recordemos que la  división de mundo entre las grandes potencias, fue pergeñada en Yalta y la dominación cursa otros carriles.
Son urgentes los problemas que aturden nuestra nacionalidad y parte de la paz que necesitamos, se asienta en fortalecer una democracia independiente, combatiendo la desigualdad social, donde unos pocos se enriquecen merced a la pobreza de muchos. Es imperioso que los gobiernos a suceder trabajen con seriedad, despojados de  mendacidad, promoviendo públicos transparentes, eliminando para siempre  la corrupción que todo degrada.
Los gobiernos deben trabajar con ahínco, en fortalecer el valor de la palabra empeñada, el valor de la educación que será la fábrica de hombres mejores y mejor preparados para solucionar las urgentes necesidades de nuestro pueblo.
Hasta hace poco convivíamos con el miedo y la injusticia, donde ella obraba medrosamente con ojos ciegos. Nunca habíamos asistido a fenómenos de corruptela tan escandalosos como los vividos. La justicia recién comienza a dar sus primeros pasos, y Dios lo quiera, continúe en ese camino.
Esta crisis que hoy vivimos, acaso sea el fermento donde puedan nacer hombres honrados, con vocación de servicio para bien de la Nación, recuperando los tiempos de esta década perdida. No se puede dilapidar un minuto más, por la salud de quienes habitamos este bendito suelo.
Hay demasiadas cosas por realizar y demasiadas por erradicar o recomponer. El camino es largo y áspero, pero no imposible.

 

 

 

 

 
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