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Rafael Gutierrez

Bicentenario
¿Celebrar o conmemorar?

            Este año se va a publicar la edición 2010 de la Enciclopedia Digital de Salta, proyecto con el que he colaborado desde su creación, por ello José de Guardia me invitó a participar con una reflexión sobre el significado del Bicentenario para aquellos que aportamos al desarrollo del acervo cultural en Salta.
            Para llevar a cabo la solicitada reflexión me dejé llevar por una serie de epígrafes de textos de diversa procedencia que se van a ir alternando como encabezamiento de los parágrafos por los que discurre mi pensamiento en este momento.

Siglo veinte, cambalache
problemático y febril

En este reparto de bienes
nada me ha tocado

En 1935 Discepolín estrenaba “Cambalache”, un tango que se volvió emblemático para los argentinos, a tan sólo quince años de los festejos de una Argentina que se consideraba triunfante.
En 1910 se cumplió el primer centenario de un joven país y lo celebraba confiado en que tenía un lugar asegurado en el concierto de las naciones en ese momento. Los poderosos de la tierra habían distribuido los roles para que las naciones supieran cuáles eran sus lugares y la Argentina sentía que como “granero del mundo” su lugar estaba seguro. A fin de cuentas todos -sin importar de qué bandera o ideología- necesitaban comer y para ello la Argentina sabía que la pampa húmeda podía proveer trigo en forma incontable y que sus vacas darían toda la leche y la carne que un mundo hambriento pudiera pagar.
Lo que no cayeron en cuenta los dirigentes de aquellos tiempos fue que los poderosos de la tierra también tenían muy en claro y panorama y sabían que el control de los alimentos no podía quedar en manos de un solo país y se las arreglaron para digitar –más que la producción- su administración, fijando los precios internacionales, donde los productores de materia prima siempre pierden en relación con los países industrializados.
Las penas y las vaquitas
Se van por la misma senda

            Mientras hubo un país agroexportador hubo ingreso de divisas, pero la distribución de las riquezas nunca acompañó equitativamente el proceso de enriquecimiento del país. Mientras unos pocos propietarios acapararon los resultados del comercio internacional, por otra parte creció la población rural y urbana que no tenía ingresos suficientes para mejorar o mantener un nivel de vida digno.
            La desigualdad social se manifestó en diversas formas de descontento y las autoridades prefirieron buscar culpables y llevar a cabo una política punitoria enfocándose en grupos que podían rotularse con facilidad: anarquistas, comunistas, socialistas, vagos, malentretenidos, en fin las “lacras sociales” insatisfechas con un país rico y generoso.

            El contexto internacional de dos guerras mundiales con países necesitados de materia prima y alimentos fue favorable para que la Argentina continuara con el desarrollo que se vislumbraba en torno al centenario, sin embargo la misma política de concentración de beneficios en unos pocos sin atender a las demandas de los muchos, desembocaron en el desarrollo de gobiernos que supieron capitalizar las demandas insatisfechas de los grupos sociales postergados.
            El cambio del mapa de las relaciones internacionales y el incremento geométrico de la demanda tecnológica terminaron por minimizar el valor comercial de las materias primas en relación con los productos de los países industrializados que aprendieron a bajar sus costos satisfaciendo las demandas sociales en sus países de origen pero realizando la explotación en países sin régimen de protección para el obrero.

Por este pueblo dejaron de pasar los trenes

            En cien años la Argentina conservó el rol que le habían otorgado a fines del siglo XIX pero perdió peso internacional a medida que las materias primas se desvalorizaron en relación con los productos industrializados que se volvieron imprescindibles para continuar con la producción.
            El resultado es nuestro país frente al segundo centenario, añorando un pasado glorioso para unos, de postergaciones para otros. Alentándonos en imágenes que consideramos referentes de una gloria que no llega a brillar lo suficiente que ya la opaca nuestro “toque de Midas” invertido: Borges y Cortázar muertos en el exilio; Favaloro suicidándose antes de perder su dignidad y el trabajo de su vida; los mejores pilotos del mundo con aviones obsoletos; los mejores deportistas del mundo jugando en equipos extranjeros; la N.A.S.A. y la C.I.A. beneficiándose del trabajo de los técnicos y científicos formados en la educación pública pero sin futuro profesional en nuestro país.

            Este año se han dispuesto actos en todo el país para celebrar el Bicentenario, algunos organizados por el gobierno, otros delegados a instituciones u organizaciones interesadas en la cultura, la historia o el espectáculo. Lo paradójico es que las jóvenes generaciones ya no saben de qué es el bicentenario, porque desde la última reforma educativa no tienen formación en historia, aunque no les importa mayormente porque la permisividad de las leyes les permitirá festejar con abundante alcohol y otros estimulantes hasta las horas que quieran .

Su mayor perversión era la lectura

            Mi padre se consideraba un analfabeto porque no había terminado la escuela primaria, pero tenía la mala costumbre de leer y se formó asistemáticamente leyendo en las bibliotecas gremiales de cuya creación participó. Me legó esa mala costumbre de leer y tratar de aprender de todos, aún de los que enseñan mal, actitud que a su vez la estoy trasmitiendo a mis hijos. Quizá por allí haya otros desviados como mi familia y yo y la siguiente generación sepa para qué son los actos, qué es lo que se trata de celebrarse y en lugar de dejarse llevar solamente por el clima festivo puedan reflexionar y preguntarse si vale la pena celebrar o más bien conmemorar.
            Conmemorar, construir una memoria conjunta, recordar, volver a sentir quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos porque aunque dispongamos de “soma” gratis, no podremos evitar la angustia de saber quines somos en el quinientos seis y en el dos mil también.
            Pero para reflexionar habrá que recordar a aquellos que entregaron sus vidas, sus posesiones que cruzaron desiertos, cordilleras, pantanos, surcaron mares, desafiaron las nieves, entregaron su honra y soportaron la tortura, la humillación y el exilio para que otras generaciones tuvieran un suelo al que llamarle Patria, unos colores para reconocerse y una ley que los ampare.

 

Rafael Gutiérrez


Recuerden que se ha despenalizado la tenencia y uso privado de drogas.

A fin de cuentas beben a la salud de San Patricio sin tener ningún ascendiente irlandés y ni siquiera practican el catolicismo.

Soma era la droga mágica que el gobierno proveía a todos los ciudadanos en la novela Un mundo feliz

 

EDI-Salta 2014 en el Bicentenario de la Patria
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