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Ricardo Manuel "Serenata" Saavedra

Por Darío Saavedra

Nacido en Salta el 9 de diciembre de 1937, fallecido en Buenos Aires el 26 de junio de 1980.

Serenata" Saavedra, fue poeta, escritor, periodista, además de músico y cantante.

Como escritor fue premiado en certámenes de cuentos de La Plata, (Bs. As.), Rosario, (Sta. Fe), Mendoza y Salta. Su obra poética también fue premiada sobre todo sus coplas. Como periodista colaboró con diarios de Salta, como "El Intransigente" y "El Tribuno" además de su trabajo en la Dirección General de Prensa de la Provincia.

Es autor de varias canciones folklóricas, quizás la mas conocida sea "La Justa Pastora", con música del bandoneonista Carlos Abán, fue grabada por destacados intérpretes como Los Chalchaleros, César Isella, Horacio Guarany, etc.

Escribió una obra de teatro, "Facundo Quiroga", que fue representada en La Casa de la Cultura de la Provincia de Salta. Publicó el libro "Coplas" en 1976 y dejó al morir los originales de otro que fue editado por sus amigos en 1980 con el título "Serenata" Cuentos coplas y canciones.

Falleció en Buenos Aires cuando integraba una delegación de artistas salteños que se presentaban en un teatro de la Capital.

Soy de aquí…
(Fragmento)

Yo soy de aquí, señor, de estas regiones
habitadas de sol y tabacales,
que protegen sus cerros ancestrales
con su ejercito verde de cardones.
Aquí los hombres dicen en canciones,
lo que el vino les siembra en las entrañas,
y son como machetes que a las cañas,
derriban con su filo, por razones.

Yo soy de aquí, compadre de este suelo,
altivo como punta de una lanza,
porque solo le entrega su alabanza,
a quien tenga de hidalgo hasta el pañuelo.
Y alucinado voy bajo su cielo,
quemante en Tartagal, fresco en Quijano,
húmedo en San Lorenzo, y soberano,
cuando cubre de azul El Portezuelo.

Yo soy de aquí señor, de este paraje,
que se extiende del valle hasta la puna,
que no le tiene envidia ni a la luna,
por la belleza en flor de su paisaje.
Soy de Salta, lo sé por el linaje,
que como un tajo se me vé en la frente,
porque esta tierra, marca con su ambiente,
al que es de aquí, o al que anda de pasaje.
Y estoy hecho también con esa arcilla,
pisoteada por toros y quirquinchos,
donde el caballo ensaya sus relinchos,
entre alfalfa, pocoto y quirusilla;
aquí la gente es buena y es sencilla,
aunque transite a pie o sobre montura,
y se le ve en los ojos la ternura,
cuando ante el misachico se arrodilla.

Yo soy de aquí, señor, de estos lugares,
que guardan una historia portentosa,
de una estirpe de gauchos valerosa,
que regó con su sangre los tolares;
de una tierra de dioses tutelares,
que se adoran en templos y apachetas,
de leyendas de indios y profetas,
que se escriben en tumbas y en telares.

Yo soy de aquí, señor, de esta comarca
herida por arroyos y vertientes,
donde vuelan guancoiros combatientes,
y el puma provinciano es un monarca;
ni la mirada del halcón abarca,
toda su dilatada geografía;
por que soy de esta tierra y ella es mía,
me circula en la sangre con su marca.

Yo soy de aquí, lo digo con orgullo,
de esta provincia que se llama Salta,
que como el cóndor tiene la frente alta,
y al San Bernardo lo usa por mangrullo;
y de su suelo vivo como un yuyo,
alimentándome de su maleza,
consustanciándome con la certeza,
de ser su árbol, su siembra y su capullo.

Soy de esta tierra, amigos, lo repito,
sin que me tiemble en nada la garganta,
y al afirmarlo siento que me espanta,
no poder penetrarla con mi grito;
por que yo anduve aquí, desde changuito,
anucao´ en la leche de su canto,
descubriéndole el jubilo y el llanto,
que le crecen del suelo al infinito.

Soy de Cachi, de Atocha, de Chicoana,
de Angastaco, de Orán y La Caldera,
y llevo sobre el pecho una bandera,
regional fronteriza y soberana.
Por que soy de esta tierra provinciana,
donde cantan el grillo y la cigarra,
es que lucho también con su guitarra,
construyendo la luz de su mañana.

La anduve patapila de chiquillo,
presintiéndola en todos los rincones,
y supe de su albahaca y sus malvones,
de su arrope, su humita y su quesillo.
Y en el dulce sabor del cuaresmillo,
como una miel me humedecí las manos,
y por la majestad de sus paisanos,
el valor aprendí de lo sencillo.

Porque se que en el sol de sus cantinas
se entremezclan sus hombres con el vino,
y que una sola copla es el destino,
del que pasa la noche en sus esquinas,
y aunque a veces me duelen sus espinas,
yo siento que me vibra bajo el taco,
como tiemblan las hojas de tabaco,
cosechadas por manos femeninas.

Por eso le dedico esta aventura,
de una vida de sueños, sin herencia,
por que se que soy Salta en mi conciencia,
y es ella la que me habla de ternura.
Porque mi lengua goza su dulzura,
y mi canto se bebe su paisaje,
es que la siento unida a mi cordaje,
lo mismo que una madre a su criatura.

Por eso exclamo en todo su distrito,
con el pecho estallando en la garganta:

¡Salta, aquí es donde habita quien te canta,
y quien muere por vos en cada grito…!

Salta, 16 de febrero de 1976.

COPLAS

Esa viejita que canta,
tiene los ojos vencidos
el carnaval, año a año,
se los fue dejando heridos.

Qué triste es este silencio
que duerme bajo la carpa,
cuando las luces han muerto
y la música se apaga.

Pobre carnaval, qué pena,
le irá creciendo por dentro,
al ver que se va su tiempo
y que está viejo y deshecho.

Mi caballito se empaca
cuando llega el carnaval
si es que no le pongo albahaca
atada con su bozal.

Pobre caballito moro
montando guardia en la carpa,
mientras tu dueño allí dentro
hace tres días que canta.

Caballito de la carpa
quién te pudiera comprar
la tristeza de tus ojos
para arrojarla a volar.

NADA

Era la hora de rodear
la mesa,
cuando mi mujer
puso sobre el mantel
el único plato
de su llanto.

Fue cuando nos sentamos
y comenzamos a comer.

(Walter Adet incluyó este último poema
en su Antología Cuatro Siglos de Literatura
Salteña en 1981)

 
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