Teresita Gutierrez

Una reflexión en torno al Bicentenario
1816 – 2016

            Nos encontramos muy próximos a celebrar un nuevo 9 de Julio, pero mucho más especial que en mucho tiempo, el de este año será el día de la Independencia Argentina en su Bicentenario.
            La República Argentina libre, soberana e independiente, se abría paso entre todas las naciones del Mundo. Aquel 9 de julio de 1816, el pueblo argentino se reconocía capaz de tomar las riendas de su propio destino.
            En San Miguel de Tucumán se habían reunido delegados de la mayoría de las provincias argentinas, convocados todos con una única misión, conformar un nuevo estado nacional, para lo cual necesitaban redactar una Constitución que rigiera las normas y las leyes de este joven país.
            Las tratativas se estaban prolongando demasiado, cuando los delegados fueron exhortados por el general José de San Martín y luego también por el general Martín Miguel de Güemes, para que tomen una definición ante toda la situación, porque ellos ya habían comprometido sus tropas, las vidas de sus soldados y milicianos y sus propias vidas para lograr la emancipación nacional y sudamericana y esperaban que los políticos les den el respaldo legal a todas sus acciones.
            Este hecho histórico buscaba aglutinar a todos los habitantes de este suelo bendito en una gran causa común: la conformación de una gran nación sudamericana. Y los habitantes se convirtieron entonces en ciudadanos, que tomaron conciencia que sus luchas y desvelos tenían una gran finalidad, dejar a sus descendientes un país emancipado y respetado por todos sus pares en todo el orbe.
            El espacio físico donde tuvo lugar tal acontecimiento patriótico fue una casa de vivienda de una familia tucumana, que generosamente cediera para que se desarrollen las reuniones de los delegados provinciales. Con el paso de los años aquella “casita” fue olvidada por los argentinos y al punto tal fue su desmerecimiento que se llegó a demoler casi por completo. Recién en las primeras décadas del siglo XX, cuando los historiadores nacionalistas rescataran del desconocimiento aquel inmueble, a través de las gestiones de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos, la Dirección Nacional de Arquitectura reconstruyó toda la casa, de acuerdo a la documentación histórica, quedando hasta nuestros días únicamente el salón de reuniones como espacio original.
            A continuación se procedió a declarar tal edificio Monumento Histórico Nacional e inmediatamente se conformó un museo para el reconocimiento y la memoria colectiva, que desde entonces hasta la actualidad es el lugar de referencia nacional: La Casa Histórica de Tucumán, el continente es el edificio y el contenido son todos los bienes patrimoniales que “cuentan” historias, en este caso usos y costumbres de aquellas épocas y nos permiten visibilizar inclusive a los personajes – a través de sus retratos – que protagonizaron aquel magno momento.
            Constituyéndose así en uno de los museos de referencia para la historia nacional, que es visitado hasta el presente por miles de turistas nacionales e internacionales.
            Haciendo un punto aparte, y retomando lo antedicho, a doscientos años de aquel suceso también entendemos que sería bueno detenernos un momento a reflexionar acerca de hasta qué punto en este mundo absolutamente globalizado, la República Argentina y su pueblo mantienen vivos aquellos ideales independentistas.
            El avasallamiento de las libertades de los pueblos ya no es por las armas, sino por la cultura. Para que una nación sea grande y mantenga su independencia, se hace necesario de una educación sólida, tanto para niños, jóvenes y adultos. El siglo XXI es la era del conocimiento, cuando mejor estemos preparados y capacitados, menos fácil será la dominación extranjera.
            El saber que no ocupa lugar permitirá que los ciudadanos conozcan sus derechos, sus obligaciones, sus capacidades y mejor sabrán marcar los límites de quienes intenten “invadir” sus espacios soberanos, tanto geográficos como “eruditos”. Y como muy bien avizoraran Manuel Belgrano y Mariano Moreno, doscientos y tantos años atrás, lo óptimo para el pueblo argentino es la conformación de bibliotecas, la consolidación de escuelas, en todos los niveles y el desarrollo de las mejores universidades. Conjuntamente a ellos todos los espacios posibles de divulgación cultural, es decir centros culturales, museos, archivos y muchos otros más.
            La mejor y mayor accesibilidad a las herramientas informáticas que nos ofrece el mundo actual, debe estar al alcance de la mayor población posible; un pueblo con muchos conocimientos tiene mejores posibilidades para defender su propia soberanía. 
            Han transcurrido doscientos años desde que un pueblo formado por criollos, indígenas, esclavos libertos - entre otros tipos poblacionales – fueron quienes decidieron declarar al mundo entero que deseaban constituir una Nación libre, soberana e independiente. Quienes recibimos ese legado tantos años después podemos repetir aquella declaratoria, desde el lugar que nos toque desempeñar: trabajadores, estudiantes, docentes, ciudadanos de a pie, políticos o funcionarios; con nuestro compromiso de continuar construyendo una gran nación.
            La República Argentina es un maravilloso país para nosotros, para las generaciones venideras y, como dice la Constitución Nacional “para todos los habitantes del mundo que deseen habitar este bendito suelo”.

 

Teresita del M. Gutiérrez
Licenciada en Museología
Delegada en Salta para la Asociación
Civil de Directores de Museos (ADiMRA)

 

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